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La misión liberadora de Jesús

El mensaje del Evangelio de Lucas

Darío López Rodríguez

Derechos de autor:

© 2017 Centro de Investigaciones y Publicaciones (cenip) – Ediciones Puma

Tercera edición digital, diciembre 2020

ISBN N° 978-612-4252-84-6

Categoría: Teología y doctrina – Doctrina

Tercera edición impresa, octubre 2017

ISBN N° 978-612-4252-20-4

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Salvo cuando se indique expresamente otra versión, las citas bíblicas corresponden a la versión Reina-Valera 1960 (rv60).

Separador

Capítulo 3

El tiempo crucial de Dios

Nuevas de gran gozo… para todo el pueblo

Lucas 1–2

Las sorprendentes e inesperadas palabras que un ángel del Señor le dijo a un grupo de pastores en las montañas de Judea: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo [euggelizomaia], que será para todo el pueblo [laós]… (Lc 2.10), resume el mensaje central que subyace en los anuncios y cánticos que se entretejen en el Evangelio de la Infancia (Lc 1–2)26, un mensaje que recorre todo el Evangelio de Lucas. ¿Cuál es ese mensaje central? Lucas afirma que ha comenzado el tiempo crucial de Dios, que su promesa se ha cumplido y que su misión liberadora ya está en marcha en el seno de la historia.

En efecto, había llegado el tiempo crucial prometido por los profetas del Antiguo Testamento: Dios estaba dando cumplimiento a sus promesas. El anuncio del nacimiento del precursor del Mesías y del mismo Mesías constituían señales claras de que el kairós de Dios, su tiempo crucial y oportuno, había llegado. Y llama poderosamente la atención que los primeros destinatarios y los primeros comunicadores de esa buena noticia, una realidad anhelada y evocada por las personas piadosas de Israel, fueran personas del pueblo (laós), gente marginada y excluida, según los patrones sociales y culturales del primer siglo. Al respecto, Carroll Stuhlmueller, subrayando que al de Lucas se lo conoce como el evangelio de los pobres, menciona que la predilección por este sector social:

…brilla intensamente en el relato de la infancia, donde los mayores privilegios son otorgados a los pobres e insignificantes: la pareja estéril, Zacarías e Isabel; María y José oriundos de la oscura Nazaret; los pastores de la comarca; un anciano y una viuda anciana en el templo. (Stuhlmueller 1972: 300)

Los actores humanos que se mencionan en Lucas 1–2, además de compartir su condición de marginados y excluidos en la sociedad judía, formaban parte también de los judíos que esperaban con creciente expectativa al Mesías prometido. Ellos compartían una piedad común y, según el testimonio lucano, esperaban que Dios irrumpiera en la historia para liberarlos de la situación de opresión en la que se encontraban.

Desde otro ángulo, pero relacionado con el énfasis lucano acerca de la predilección de Dios por los que se encuentran en la periferia, un dato sumamente valioso que Lucas registra en el Evangelio de la Infancia es el papel de las mujeres en la historia que Dios va tejiendo para cumplir su propósito de salvación. Dos de las protagonistas cen­trales de los eventos que allí se registran son una anciana estéril y una joven campesina. Estas dos mujeres manifiestan, de diversas maneras, su confianza en la pronta intervención de Dios para revertir el destino de su pueblo. Ambas, junto con la profetiza Ana, fueron capaces de reconocer que el kairós de Dios había llegado.

Está presente, así, desde el comienzo del tercer evangelio, uno de los temas favoritos de Lucas. En el Evangelio de Lucas, las mujeres tienen voz propia27. Estas mujeres, con gestos y palabras, expresan públicamente quién es Dios para ellas, rompiendo así los patrones sociales, culturales y religiosos que las mantenían oprimidas28. Lucas enfatiza, entonces, la inversión social y política que el Mesías prometido trae consigo. Precisamente, los anuncios de nacimientos extraordi­narios y los cantos mesiánicos que Lucas registra en los dos primeros capítulos de su evangelio, subrayan esa realidad.

Examinaremos Lucas 1–2 concentrando nuestra atención en los anuncios y en los cánticos que en esta sección del evangelio se registran. El examen de estos pasajes no será exhaustivo, versículo por versículo, sino panorámico. El foco de nuestro examen serán los temas clave que, conectados con lo que Lucas relata en el resto del evangelio, tejen la alfombra teológica sobre la cual se asienta la misión liberadora de Jesús: a) el amor especial de Dios por los pobres y los excluidos; b) El amor inclusivo de Dios.

Los anuncios de nacimientos extraordinarios

Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista (Lucas 1.5–25)

El autor del tercer evangelio subraya en este pasaje el carácter extraordinario del nacimiento de este niño. Ubica primero el relato en su coordenada histórica (en los días del rey Herodes) y geográfica (Judea) y, seguidamente, presenta a los dos actores humanos principales, dando detalles concretos acerca de su vida personal y familiar:

Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. Ambos eran justos delante de Dios, y andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran ya de edad avanzada. (Lc 1.5–7)

Lucas describe al sacerdote Zacarías y a su esposa Elisabet como personas piadosas y obedientes a la ley de Dios, es decir, como personas justas delante de Dios. Elisabet es una mujer anciana, estéril, humillada debido a su infecundidad (Lc 1.7, 25). Zacarías es un anciano, sin hijos, bastante preocupado por no tener un heredero en quien prolongar su nombre (Lc 1.7, 12, 18). A pesar de la vejez de ambos y de la esterilidad de Elisabet, el Dios de la Vida reivindica a estas dos personas piadosas, dándoles el privilegio de ser los padres del futuro heraldo del Mesías: Juan el Bautista.

Luego de presentar a los autores humanos principales, Lucas traslada su relato al templo, lugar en el cual el ángel Gabriel se le aparece inesperadamente a Zacarías mientras cumplía su turno sacerdotal (Lc 1.8–12). Este mensajero celestial, después de decirle a Zacarías no temas (Lc 1.13), precisó la razón particular de su visita imprevista:

…tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento. (Lc 1.13–14)

En el pasaje se puntualiza que Dios ha estado atento a la oración de Zacarías (¡Cuánto tiempo habrá orado!) y que muy pronto este sacerdote y su esposa, antes que humillación y condena, tendrán gozo y alegría con el nacimiento de un hijo. Dada esa buena noticia, seguidamente, se mencionan varias características sobre la persona y la misión que tendría el hijo de Zacarías y Elisabet (Lc 1.15–17).

El relato finaliza con un diálogo entre el ángel Gabriel y Zacarías, que culmina con la mudez de este sacerdote y un cántico de gozo de Elisabet. De acuerdo con el relato de Lucas:

Después de aquellos días, concibió su mujer Elisabet, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo: Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres. (Lc 1.24–25)

Elisabet reconoce en su cántico de acción de gracias la bondad de Dios y afirma que Dios ha realizado un milagro en su vida. Ella y su esposo han «resucitado socialmente». ¿Por qué fue así? Porque, como señala Ivoni Richter:

…el cántico de alabanza de Isabel denuncia las relaciones sociales y religiosas construidas de forma que humillan a las mujeres que no tienen hijos y que, debido a eso, las colocan en la esfera última de la jerarquía social. Este cántico de Isabel ya anticipa el contenido liberador del Magníficat, en el sentido de afirmar el amor y el cuidado, así como la intervención de Dios a favor de las personas marginadas. (Richter 2003: 43)

A la luz de esa realidad, se puede afirmar que los nombres de ambos, Zacarías (Yahvé ha recordado) y Elisabet (Dios ha jurado protegernos), tienen una connotación especial relacionada con el amor especial de Dios por las personas menos favorecidas. El Dios de la Biblia es un Dios que recuerda, no es un Dios amnésico, no es un Dios indiferente a las necesidades humanas. Dios ha escuchado la oración de Zacarías y está cumpliendo con la promesa de la venida del Mesías. ¡El heraldo del Mesías ya está en camino! Y pronto lo estará también el mismo Mesías encarnado en el vientre de una virgen galilea.

¿Cuál es la lección concreta? Si bien se trata de una concepción natural, pero de carácter milagroso, debido a la esterilidad de Elisabet y la edad avanzada de ambos esposos, Lucas, el evangelista, subraya en esta historia que Dios se manifiesta soberanamente donde menos se espera y en quienes menos se espera. El cumplimiento de la promesa de Dios no ocurre en el seno de una de las familias pudien­tes de ese tiempo, como tampoco en la ciudad de Jerusalén, centro religioso y político de Palestina, sino en la familia de un sacerdote pobre que vive en una ciudad de Judá, cuyo nombre no se precisa (Lc 1.39).

En el seno de una familia pobre y marginada, pero justa delante de Dios, nacerá el heraldo del Mesías y su misión será preparar el camino del Señor (Lc 1.76). Así, desde una realidad de marginación y desventaja social, se va tejiendo la novedad de vida que cambiará la historia de la humanidad. Dios comienza a cumplir su promesa, y los primeros testigos de esa realidad son dos personas pobres y marginadas, dos ancianos despreciados por no tener hijos.

Anuncio del nacimiento de Jesús (Lc 1.26–38)

Como en el caso del anuncio del nacimiento de Juan el Bautista, Lucas lo sitúa en su coordenada temporal (al sexto mes) y geográfica (una ciudad de Galilea, llamada Nazaret). El mensajero celestial, como en la experiencia de Zacarías, es también el ángel Gabriel. Lucas describe con estas palabras lo que ocurrió durante la visita inesperada del ángel Gabriel a la doncella María:

Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. Más ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba qué salutación sería esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. (Lc 1.26–31)

Lucas se esfuerza por dar señales claras del origen extraordinario de Jesús. Ubica el anuncio del nacimiento de Jesús en su marco histórico, temporal y geográfico preciso (Lc 1.5, 26). La coordenada espacial es la desconocida aldea de Nazaret localizada en la despreciada provincia de Galilea. Se subraya así que la salvación de Dios llega desde un lugar humilde, la oscura aldea de Nazaret ubicada en la despreciada región de Galilea, fuera de Jerusalén, la capital de Palestina y el centro religioso y político del mundo judío29.

El instrumento humano que Dios ha escogido para hacerse Hombre, para encarnarse, es una doncella, una mujer bastante joven en edad de casarse. María, una joven campesina que como las otras mujeres de su tiempo sufría los afectos de la marginación social, cultural y religiosa; sin embargo, confía, espera y está abierta a la intervención de Dios en el seno de la historia, como después lo expresa ella misma en su cántico de acción de gracias (Lc 1.46–55).

Luego de su presentación, el ángel Gabriel le proporciona a María datos precisos sobre la persona y la misión que tendría el hijo que ella llevará en su vientre:

Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. (Lc 1.32–33)

El ángel Gabriel está hablando claramente del Mesías prometido y utiliza para ello un pasaje profético (Is 9.7). La marginada y excluida María, una joven campesina de la despreciada región de Galilea, será la madre del Mesías. En ella se cumplirá la profecía de Isaías: …el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel (Is 7.14).

María, luego de preguntarle al mensajero celestial: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón (Lc 1.34), y de recibir la respuesta del ángel Gabriel:

El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. (Lc 1.35–36)

Le creyó al mensajero celestial, le ofreció su vientre a Dios, y se dispuso a obedecerle incondicionalmente: …He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra… (Lc 1.38). A la disposición voluntaria, humilde e incondicional de María, un autor la ha descrito con estas hermosas palabras:

Pedir el vientre no es poca cosa. Pero ofrecer el vientre es algo muy grande. Es cosa de María, quien dice: Aquí tienes a la sierva del Señor. Que él haga conmigo como me has dicho… Y de este modo, María, la mujer, entrega lo más precioso que tiene: su vientre virgen… y el resultado comienza a verse poco a poco bajo forma de embarazo o gravidez. (Steuernagel 2006: 38)

El Mesías muy pronto estaría entre los seres humanos, como ocurrió en efecto, cuando Elisabet lo reconoció en el momento en que su parienta María la visitó:

Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque tan pronto llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor. (Lc 1.42–45)

Dos mujeres marginadas y excluidas, dos embarazadas en cuyos vientres estaban el heraldo del Mesías y el Mesías, dan cuenta de la gratuidad y la imparcialidad del amor de Dios. Dios las escogió a ambas como instrumentos humanos clave para la realización de su propósito de salvación. Las dos no eran personas importantes en la sociedad judía, no provenían de familias económica ni políticamente poderosas, no formaban parte de la élite religiosa de Israel. Sin embargo, Dios mismo dignificó a estas mujeres marginadas y excluidas, las llenó de su Espíritu y les dio una misión especial. Una de ellas sería la madre del heraldo del Mesías y la otra la madre del Mesías.

La experiencia concreta de María, la joven campesina de Galilea, región despreciada por los judíos piadosos de Jerusalén (Jn 1.46; 7.41, 52; Hch 4.13), muestra que Dios en su misión de salvación quiebra los patrones sociales y culturales de marginación y exclusión. Dios va a contracorriente de los valores y las prácticas de marginación y exclusión sobre los cuales se sostienen las sociedades asimétricas, opresivas y deshumanizantes. Así lo afirmó María, una mujer marginada, cuando cantó sobre la transformación social, política y económica radical que acompaña la intervención poderosa de Dios en el seno de la historia (Lc 1.51–53).

Los cánticos mesiánicos

Los anuncios de los nacimientos del heraldo del Mesías y del Mesías ya constituían señales claras del advenimiento de un nuevo momento en la historia de la salvación. Los cánticos mesiánicos confirman esa realidad. Había llegado el kairós de Dios30. El tiempo de liberación anhelado y evocado había comenzado. Acierta, entonces, David Bosch cuando expresa que:

…el Magníficat de María (Lc 1.46–55), el canto de Zacarías (Lc 1.68–79) y las palabras de Simeón (2.29–32), contienen una variedad de referencias a la liberación de Israel. (Bosch 2000: 142)

Teniendo como punto de apoyo esta clave teológica, las expectativas mesiánicas asociadas al tiempo de liberación prometido por Dios, exa­minaremos los cánticos mesiánicos que Lucas consigna en el Evangelio de la Infancia31. ¿Qué se afirma en estos cánticos?

El Magníficat (Lc 1.46–55)32

Sobre el cántico de liberación de María, conocido como el Magníficat, mucho se ha discutido en los últimos años, tanto respecto a las fuentes escritas y orales a las que Lucas pudo haber tenido acceso, como a las fuentes litúrgicas sobre las cuales pudo haberse apoyado María33. En relación con esta discusión académica, John Yoder manifiesta lo siguiente:

No es importante […] saber la clase de fuente literaria sobre la que se apoya Lucas, ni la clase de fuente litúrgica sobre la cual pudo haberse apoyado María. En este testimonio del evangelio, se nos dice que aquel cuyo nacimiento se nos anuncia va a ser agente de cambio social radical. Las preocupaciones de aquellos que esperan la consolación de Israel, que él hará suyas, no son cúlticas ni doctrinales y, por lo tanto, tampoco son, en sentido estricto, preocupaciones religiosas: él viene a quebrar la esclavitud de su pueblo. (Yoder 1985: 27–28)

Hecha esta precisión necesaria, y siguiendo la propuesta de Yoder acerca del contenido concreto del Magníficat, examinaremos la pro­puesta teológica-política que subyace en él y que sintoniza con la misión liberadora de Jesús que se subraya a lo largo del Evangelio de Lucas.

El cántico de María, desde mi punto de vista34, tiene dos partes que pueden identificarse claramente cuando se lee el pasaje:

• La oración de María (Lc 1.46–50).

• La acción concreta de Dios (Lc 1.51–55).

En relación con la oración de María, se destaca la nota de alabanza con la que comienza su canto y la afirmación de que Dios es su Salvador (Soter), que la ha honrado al haberle escogido para ser la madre del Mesías. María se reconoce a sí misma como una sierva (dóule) al servicio de Dios (Lc 1.48), reiterando así lo que había afirmado en otro momento en presencia del ángel Gabriel (Lc 1.38).

En cuanto a la acción concreta de Dios, la sección del Magníficat sobre la cual se ha centrado la atención de los eruditos y cuyo núcleo se encuentra en los versículos 51–53, existen varias interpretaciones35. Xabier Pikaza afirma que la acción de Dios se explicita:

…por medio de tres versos construidos en esquema de paralelismo. El primero (1.51) nos sitúa en el plano de la inversión ideológica; el segundo (1.52) nos conduce a lo social; el tercero (1.53) está en nivel de economía. (Pikaza 1985: 294)

René Kruger (1988: 77), por su parte, divide esta sección de la siguiente manera: Titulo o anunciación: juicio histórico (1.51); Acción de Dios contra los poderosos y los ricos (1.52–53); Acción de Dios a favor de los indigentes y los hambrientos (1.51–52).

Desde una mirada colectiva, estudiosos católicos romanos y lute­ranos, cuando se refieren al Magníficat sostienen que:

En el núcleo del Magníficat contrastan la diversa suerte de los orgulloso/poderosos/ricos y de los humildes/hambrientos: los primeros son dispersados, derribados y despedidos hambrientos, mientras que los segundos son exaltados y saciados (1.51–53). En los tres evangelios sinópticos se dirige Jesús a los descastados; pero [Lucas] pone especial énfasis en los marginados, los aplastados, pecadores, mujeres, viudas y samaritanos… (Brown, Donfried, Fitzmyer, Reumann 1994: 141)

De esta sucinta revisión bibliográfica y, particularmente a la luz del propio texto bíblico, se puede afirmar que el Magníficat es un manifiesto revolucionario con claras connotaciones sociales (Lc 1.50–51), políticas (Lc 1.52) y económicas (Lc 1.53), tres temas clave que están presentes a lo largo del tercer evangelio y que se conectan con la misión liberadora de Jesús formulada en la plataforma mesiánica expuesta en la sinagoga de Nazaret (Lc 4.16–20). Una plataforma mesiánica que fue reiterada —con gestos concretos de liberación y con palabras acerca de su misión liberadora— en la respuesta que Jesús les dio a los mensajeros de Juan el Bautista (Lc 7.21–22). Una respuesta en la que destaca también la afirmación de que los pobres (ptojós) serían los destinatarios privilegiados de la buena noticia del reino de Dios (Lc 7.22).

Precisamente, relacionando Lucas 1.51–53 con la plataforma me­siánica de Jesús expuesta en la sinagoga Nazaret, Carlos Escudero expresa lo siguiente:

Hay otra línea evangélica, íntimamente relacionada con esta sección del Magníficat (1.51–53) y con el programa de Jesús (4.18–19). Se trata de la predilección de Dios por la gente sencilla, por la débil e impotente, en contraposición con los sabios y poderosos de este mundo. (Escudero 1978: 212)

¿Qué afirma, entonces, María en su cántico de acción de gracias? Afirma que el Dios de la Vida, Dios en el cual ella ha depositado su esperanza, invierte la realidad tanto en su plano social y político como económico. Afirma que el Dios de la Vida tiene predilección por los pobres y los marginados del mundo36. Afirma que la pirámide del poder será invertida radicalmente por la intervención poderosa de Dios. Esto puede explicar por qué un reconocido teólogo católico romano sostiene que el Magníficat “es uno de los textos de mayor contenido liberador y político del Nuevo Testamento” (Gutiérrez 1988: 317).

El Benedictus (Lc 1.68–79)37

El cántico de Zacarías conocido como el Benedictus, que entonó luego de recuperarse de la mudez en la que quedó sumergido, puede dividirse en dos partes:

• La acción salvadora de Dios en favor de su pueblo (Lc 1.68–75).

• La misión de Juan el Bautista como el heraldo del Mesías (Lc 1.76–79)38.

La afirmación más destacada en este cántico se centra en la proclamación del carácter mesiánico de Jesús, es decir, el Benedictus tiene como eje vertebrador la proclamación de la salvación mesiánica. Las referencias a la visitación de Dios (Lc 1.68, 78) y a la salvación o liberación del pueblo (Lc 1.68b, 69, 77) dan cuenta de esa realidad. Dios visita a su pueblo para salvarlo o liberarlo a través del Mesías (Lc 1.68–69) cuyo heraldo será Juan el Bautista (Lc 1.76–77). Mesías que será luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte (Lc 1.79).

A primera vista, pareciera que las palabras de Zacarías se limitan únicamente a la salvación de los judíos de la situación de la opresión en la que encontraban en ese momento histórico; sin embargo, consideradas a la luz de toda la propuesta lucana, se puede afirmar que su horizonte apunta más allá, concretamente, a la inclusión de los gentiles. De acuerdo con Carlos Escudero:

…aunque literariamente apunta al Antiguo Testamento y cierra la historia de Juan el Bautista, teológicamente señala la era mesiánica. El tema de la salvación tan reiterativo en el himno se refiere a la salvación mesiánica, no con la perspectiva parcial que pudiera corresponder a Zacarías y a sus contemporáneos, sino con la perspectiva global del evangelista y de las comunidades cristianas destinatarias de su obra; es decir, se trata de la salvación realizada por Jesús, que tiene como destinatario al hombre histórico con sus problemas concretos; Jesús le ofrece una liberación radical y total […] una liberación de cualquier tipo de explotación a la que esté sometido. (Escudero 1978: 238)

Parece que de eso se trata, particularmente si se tiene en cuenta que las palabras finales del Benedictus (Lc 1.79) tomadas de Isaías 9.2, se enlazan con la versión de Mateo sobre el principio del ministerio de Jesús (Mt 4.16). En el Evangelio de Mateo, bajo el paraguas de Isaías 9.1–2, se utilizan casi las mismas palabras que para describir la misión del Mesías.

En conclusión, siguiendo la pista teológica presente en los anuncios de nacimientos extraordinarios y en el cántico de María, también en el Benedictus se afirma que el tiempo de salvación ha llegado y que Dios ha irrumpido en la historia para generar una inversión social y política radical. Para transformar, particularmente, la situación inhumana en la que viven aquellos que se encuentran en la periferia de las relaciones sociales.

El Gloria in excelsis (Lc 2.14)39

El cántico de la multitud de ángeles que alababan a Dios, conocido como Gloria in excelsis, precedido de la aparición de un mensajero celestial a un grupo de pastores en las montañas de Judea para darles una noticia sorprendente acerca del advenimiento del Mesías al mundo, se encuentra en Lucas 2.14. Sin embargo, para comprender mejor este cántico, se tiene que considerar el contexto inmediato en el cual se sitúa Lucas 2.14.

Un dato valioso que se debe tener en cuenta son los destinatarios del mensaje del ángel del Señor: los pastores. Llama la atención que este sector marginado de la sociedad judía40 haya sido el primer público humano a quien, según Lucas, se le comunicó que el Mesías ya estaba entre nosotros:

…os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. (Lc 2.10–11)

En este pasaje se presenta a Jesús como Salvador (Sotér), Mesías (Cristós) y Señor (Kyrios), en quien se cumplen las promesas que Dios había hecho a Israel. Todos ellos son títulos mesiánicos que dan cuenta tanto de la personalidad como de la misión de salvación del Mesías. Se estaba cumpliendo, entonces, la esperanza que tenían personas piadosas como el anciano Simeón (Lc 2.25) y la anciana profetisa Ana (Lc 2.38): la consolación de Israel o la redención en Jerusalén.

Los otros datos valiosos que se repiten, por un lado, hasta en tres ocasiones (acostado en un pesebre como en Lc 2.7, 12, 16) y, por otro, hasta en dos ocasiones (envuelto en pañales, como en Lc 2.7, 12), subrayan tanto la identificación del Mesías con todos los seres hu­manos (los pañales) como con los pobres y los excluidos de la sociedad (acostado en un comedero de animales). Estos datos sintonizan perfectamente con los destinatarios de la buena noticia del adve­ni­miento del Mesías: pastores pobres y excluidos que representan al pueblo (laós), destinatarios de la buena noticia del advenimiento del Mesías que Dios ha escogido deliberadamente.

Luego de esa serie de eventos interconectados (la aparición del ángel, la noticia a los pastores, la señal para reconocer al Mesías), como precisa Lucas, repentinamente, apareció una multitud de ángeles que alababan a Dios (Lc 2.13). ¿Cuál fue el contenido del canto que entonaba ese coro celestial? El siguiente: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! (Lc 2.14). Un escenario celestial y el otro terrenal, están presentes en el cántico, y ambos están relacionados con el anuncio del advenimiento del Mesías al mundo.

Gloria a Dios proclaman los ángeles. Gloria a Dios que ha dado cumplimiento a su promesa. ¡Ha llegado el tiempo de salvación! ¡El Mesías se ha encarnado y ha puesto su tienda de campaña en el mundo! Y, por eso mismo, se puede proclamar la paz en la tierra a todos los seres humanos que gozan del favor de Dios41, una paz que implica salud, abundancia, plenitud de vida. Precisamente, la misión liberadora del Mesías tendría ese horizonte, apuntaría en esa dirección, ya que su presencia en la historia quebraría toda cadena de opresión.

El Nunc dimittis (Lc 2.29–32)42

Del cántico de Simeón, conocido como el Nunc dimittis, se afirma que es el pasaje de mayor apertura universalista de todo el Evangelio de Lucas (Escudero 1978: 343). Así parece ser, en efecto, ya que, a diferencia del Magníficat y del Benedictus, claramente se afirma en este cántico que la salvación que el Mesías trae será manifestada a todos los pueblos (laós) y será luz para los gentiles (ethnos):

…han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel. (Lc 1.30–32)

Lucas presenta a Simeón como una persona justa y piadosa (Lc 2.25), es decir, se trata de un fiel cumplidor de la ley de Dios. El autor del tercer evangelio se refiere también a este anciano como una persona que esperaba la consolación de Israel (Lc 2.25). En otras palabras, Simeón formaba parte de los judíos piadosos de Israel que con creciente expectativa aguardaban el cumplimiento de la promesa divina, el día de liberación. Finalmente, Lucas subraya que Simeón era una persona llena del Espíritu Santo, que había recibido una revelación de este acerca del Mesías, y que era impulsado por el Espíritu Santo (Lc 2.26–27). Todos estos datos indican que no se trataba de cualquier persona judía, sino de alguien que estaba en comunión estrecha con Dios y que esa comunión se traducía en una confianza en la pronta intervención de Dios para cambiar la situación política de Israel.

El cántico se puede dividir en tres partes:

• La novedad de la irrupción del tiempo mesiánico que le lleva a Simeón a exclamar que ya puede morir en paz (Lc 2.29).

• La afirmación de que el tiempo de salvación ya se ha cumplido y Simeón es un testigo privilegiado de esa realidad (Lc 2.30).

• La afirmación de la naturaleza inclusiva de la salvación que quiebra todo tipo de etnocentrismo (Lc 2.31–32).

De acuerdo con el relato de Lucas, Simeón proclama que el niño que sostiene en sus brazos es salvación de Dios (2.30), luz para las naciones (2.32) y gloria de Israel (2.32). Estas expresiones aluden, qué duda cabe, a la naturaleza mesiánica de Jesús y a la misión que realizará en beneficio de todos los seres humanos. A la luz de esta declaración de Simeón, se puede afirmar que la salvación de Dios tiene un alcance universal y no está restringida por los prejuicios sociales, culturales o religiosos de las personas y de las sociedades humanas, como tampoco por la nacionalidad o la raza de las personas. Precisamente, la universidad del amor de Dios o la naturaleza inclusiva de su amor, viene a ser uno de los temas teológicos transversales en el Evangelio de Lucas.

Envuelto en pañales, acostado en un pesebre

Las sorprendentes e inesperadas palabras que un ángel del Señor comunicó a los pastores de Judea: os doy nuevas de gran gozo […] os ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor (Lc 2.10–11), resultan aún más sorprendentes e inesperadas, si se las conectan con la señal que el ángel les dio a los pastores para identificar al Mesías: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre (Lc 2.12). ¡El Mesías vino como un niño! ¡Vino como un indefenso, como un marginado y excluido, como un desvalido!

Unida a la condición de indefensión en la que vino el Mesías, la acción de envolverlo en pañales indicaba su plena humanidad y su plena identificación con todos los seres humanos, y la acción de acostarlo en un pesebre su plena solidaridad con los marginados y los oprimidos del mundo que viven en condiciones de pobreza y de extrema pobreza. El Mesías no vino como una apariencia o un simulacro de hombre. Fue verdaderamente Hombre. El Mesías no nació en Jerusalén, no vino al mundo en un lujoso palacio, su cuna no fue de madera fina y cara. Nació en una pequeña aldea, dentro de un ambiente de sudor y trabajo, y fue acostado en un comedero de animales.

¿Qué indica todo esto? Indica que Lucas, desde el comienzo de su evangelio, subraya claramente que Dios tiene una predilección por los pobres y los marginados del mundo, tal como se aprecia en los relatos de los nacimientos extraordinarios de Juan el Bautista y de Jesús, así como en los cánticos mesiánicos. Indica también que el amor de Dios es gratuito, imparcial e inclusivo. Dicho de otra manera, Dios desea que todos los seres humanos, cualquiera sea su condición social o nacionalidad, acepten la salvación que les ofrece, una salvación integral que libera a los seres humanos concretos de todas las opresiones que los mantienen postrados.

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26 Así se conoce a esta sección del Evangelio de Lucas (Rigaux 1973; Escudero 1978). Todo el contenido de esta sección es exclusivamente lucano; lo que aquí se registra no se encuen­tra en ninguno de los otros evangelios y puede ser considerado como el telón de fondo sobre el cual Lucas hilvana la buena noticia de la misión liberadora de Jesús de Nazaret.

27 Lucas subraya que las mujeres seguían a Jesús (Lc 8.2–3), fueron escuchadas, valoradas y defendidas por él (Lc 7.36–50; 8.40–56; 10.38–42; 13.10–17; 21.1–4); estuvieron al pie de la cruz (Lc 23.49, 55) y fueron las primeras que vieron a Jesús resucitado (Lc 24.1–10).

28 Gustavo Gutiérrez menciona que la actitud de Jesús «representa […] una verdadera ruptura con esta deformación de su pueblo y con las categorías dominantes de su tiempo […]. Lucas especialmente sensible a este aspecto, destaca la presencia de mujeres como acompañantes y discípulas de Jesús (Lc 8.1–3; 23.49) […]. Inaudita era también para sus contemporáneos su apertura hacia mujeres consideradas impuras o pertenecientes a naciones despreciadas. Sus discípulos se escandalizan al encontrarlo hablando con una samaritana […]. Si resultaba desconcertante que un judío dirigiera la palabra a alguien perteneciente al despreciado pueblo de Samaria, lo era aún más por tratarse de una mujer […]» (Gutiérrez 1989: 317).

29 Un autor señala que Nazaret era «una aldea insignificante, nunca mencionada en el Antiguo Testamento ni en el Talmud ni en Josefo, despreciada por los palestinenses en tiempos del mismo Jesús (Jn 1.46) […]» (Stuhlmueller 1972: 312).

30 De acuerdo con Jean Daniélou: «La encarnación es el kairós, el momento decisivo, la esencial intervención de Dios en la historia» (Daniélou 1969: 18).

31 Donald Senior expresa que «toda la atmósfera de los relatos de la infancia presenta los orígenes de Jesús enraizados en las esperanzas de Israel. Zacarías, Isabel, María, José, Simeón, Ana, los pastores constituyen una galería de personajes del Antiguo Testamento, que sentían vivamente el anhelo del pueblo de Dios por alcanzar salvación» (Senior 1985: 355).

32 El título de este cántico procede de las palabras iniciales de la versión latina o Vulgata de Lucas 1.46: Magnificat ánima mea Dominum (Engrandece mi alma al Señor).

33 En una nota al pie de página, autores católicos romanos y luteranos en un trabajo con­junto, mencionan lo siguiente con respecto a este asunto: «El equipo no aceptaba la tesis de que los himnos fuesen de origen no cristiano, por ejemplo, que el Magnificat hubiera sido un himno sobre Juan el Bautista (en asociación a la lectura: E Isabel dijo, de 1.45), o que tanto el Magníficat como el Benedictus fueran himnos judíos, más especialmente, himnos guerreros macabeos» (Brown, Donfried, Fitzmyer, Reumann 1994: 140). Pierre Grelot afirma lo mismo: «No hay razones de peso para afirmar que los textos en cuestión eran cánticos judíos utilizados y actualizados por los cristianos» (Grelot 1987: 1990).

34 René Kruger (Kruger 1988: 77) y Carlos Escudero (Escudero 1978: 191–194) prefieren dividir el cántico de María en tres secciones: Alabanza de la acción de Dios en favor de María o actividad divina a favor de María (Lc 1.46–50), proclamación de la acción de Dios en favor de los pobres o actividad divina en favor de los pobres (Lc 1.51–53), proclamación de la acción de Dios en favor de su siervo Israel o actividad divina en favor de Israel (Lc 1.54–55).

35 Carlos Escudero opina que los versículos 51–53 son una confirmación de la actividad histórico-salvífica de Dios (Escudero 1978: 207). Para este autor, los versículos 51–53, preludian y encierran en germen el programa de Jesús y el carácter específico de su actividad salvífica (Escudero 1978: 211).

36 Comentando sobre Lucas 1.52, Martín Lutero en su análisis del Magníficat, menciona que «los detritus del mundo, los pobres, los pequeños, los simples, los insignificantes, los despreciados, son los predilectos de Dios, como dice San Pablo (1Co 1.28)» (Egido 2001: 198).

37 El título de este cántico procede de las palabras iniciales de la versión latina o Vulgata de Lucas 1.68: Benedictus Dominus Deus Israel (Bendito el Señor Dios de Israel).

38 Carlos Escudero, resumiendo la discusión académica sobre este asunto en una nota al pie de página, concluye que los «comentaristas distinguen comúnmente dos partes en el Benedictus: el himno de alabanza a Dios por la salvación mesiánica, 1.68–75, y la descripción de la misión del precursor, 1.76–79» (Escudero 1978: 228).

39 El título de este cántico procede de las palabras iniciales de la versión latina o Vulgata de Lucas 2.14: Gloria in excelsis Deo (Gloria a Dios en las alturas).

40 De acuerdo con un autor: «En tiempo de Jesús, los pastores eran gente menospreciada y marginada por la sociedad, eran considerados como delincuentes habituales, dispuestos siempre al robo y al pillaje, por lo que no merecían confianza alguna […]. Para Lucas son precisamente estas gentes pobres, sencillas y despreciadas por los poderosos, las elegidas para recibir, como los primeros y auténticos destinatarios, la revelación celeste de Jesús» (Escudero 1978: 291).

41 De acuerdo con Carroll Stuhlmueller, la expresión buena voluntad para con los hombres, «no se refiere a las buenas disposiciones de los mismos hombres, sino a la predilección de Dios. No hay que imaginarse a Dios recibiendo una satisfacción por la bondad de los hombres, sino más bien impartiendo bondad al hombre mediante su elección divina y su misericordia» (Stuhlmueller 1972: 319).

42 El título de este cántico procede de las palabras iniciales en la versión latina o Vulgata de Lucas 2.29: Nunc Dimittis servum tuum, Domine (Ahora, Señor, despides a tu siervo…).