Cubierta

Ferny Kosiak nació en Libertador San Martín, Entre Ríos. Es Profesor en Lengua y Literatura (UADER) y Técnico en Comunicación Social (UNER). Desde 2005 coordina talleres y capacitaciones en Literatura en Paraná, donde trabaja como profesor, en prensa, en corrección y publicación de libros independientes. Publicó los libros de cuentos Soy tu monstruo (Supervisión, 2008), Sentido raro (Supervisión, 2011), Tuit (Bicéfalo, 2012), El crimen es una fiesta (Bicéfalo, 2015); los libros de poesía Morite Lacia (La gota, 2016), El final de los paisajes (Bicéfalo, 2017); la obra teatral La bondad de los extraños (Editorial de Entre Ríos, 2018) ganadora del premio Fray Mocho 2016, y la nouvelle Cerca del fuego (Baldíos en la Lengua, 2018).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© 2020 Ferny Kosiak

© 2020 De Parado

 

1ª edición: mayo de 2020

1ª edición digital: mayo de 2020

 

Diseño de cubierta: Iñaki Jankowski | www.jij.com.ar

Producción de eBook: Libresque

 

 

De Parado

 

 

 

Otro

 

 

Ferny Kosiak

 

 

 

DeParado

Tour de Proménade

Giro lento del cuerpo sobre una pierna, generalmente completo, ejecutado de manera suave, ligada y sosteniendo la pose.

 

 

 

Miro mi rostro.

Miro mi rostro con detenimiento porque nadie extiende la longitud de la pausa necesaria para mirar su rostro durante el tiempo que debería.

Miro mi rostro y encuentro una cara diferente a la que me devuelve, retocada, la selfie del celular, que me ofrece la posibilidad de eliminar las imperfecciones y hasta de adelgazarme los cachetes. Si me sacara los anteojos vería mi cara como las fotografías del teléfono, apenas desdibujada.

Miro mi rostro y descubro que los días de primavera ya comenzaron a broncearme y que más allá del límite de la remera hay un tono de piel más pálido. Creo que me tengo que dar un tiempo para hacerme una limpieza de cutis profunda para eliminar, de una vez por todas, los puntos negros de la nariz. Alrededor de mis ojos siguen sin aparecer las patas de gallo, las pequeñas arrugas de telaraña. Eso está bien pero se compensa con los surcos que hay a los lados de mi boca y que odio desde lo más profundo de mi alma, aunque hay gente que dice que son las marcas de las sonrisas y las carcajadas que quedaron enganchadas. De ser así, quizás hubiera reído menos.

Mis ojos son los mismos ojos marrones de siempre, con una miopía que ha detenido su avance en los últimos años. No tengo el color celeste cristalino de mi abuelo o los ojos color miel de mi padre. Simples ojos marrones.

Me miro y descubro que tengo más canas. Muchas más canas.

Me miro y estoy afeitado aunque si paso la mano por mis cachetes siento la aridez de la barba. Me miro y en realidad no me estoy mirando a mí mismo en un espejo. No. Estoy observando a alguien, a algo, que es exactamente igual a mí pero que no soy yo, o tal vez sí.

 

 

 

DeParado

Brisé

Roto, rotura. Un pequeño batido o latido de pies. Los brisés son comenzados con uno o dos pies y finalizan sobre uno o dos pies.

Creo fervientemente que quedar viudo es mejor que tener un ex. Más que nada porque sabés que lo de la viudez es una situación que permanecerá inamovible por la eternidad. Sí, duele porque es una persona que ya no está. Pero al menos tenés la total y completa certeza de que YA NO ESTÁ. Deja de existir el temor de encontrártelo en una esquina, de que alguien te cuente que lo vio, de que alguien agregue que lo vio acompañado, de que el Facebook te confirme que ya está con alguien más y de que, a juzgar por las sonrisas de las fotos, son más felices que la mierda. Así que, con el perdón de cualquier viudo o viuda, los que nos separamos la tenemos bastante peor que el resto.

Pero no podía decirle nada de esto al Otro. Si pasaron dos semanas desde su separación quiere decir que falta una semana más para que le pida un encuentro a nuestro ex, para que le diga que se equivocó, para que le pida que vuelvan a estar juntos. Dentro de una semana nuestro ex nos dirá que no.

Después de dos horas de teorías seudocientíficas o de intentar buscar una explicación para la aparición de Él en mi mundo, llegamos a la única conclusión de que compartíamos mi tiempo porque después de la separación pasaron un par de meses hasta que pude comprarme el televisor ante el cual nos sentamos.

Decidí dejarlo solo por un rato. O alejarme yo por un rato. Por insólita que sea esta situación no nos podemos quedar en la contemplación eterna de nosotros mismos. Al menos yo necesito la continuidad de la rutina para comprobar que no me estoy volviendo loco.

—Llego tarde a ballet –le dije. En mis ojos ajenos vi su extrañeza, su sorpresa, su pregunta. Me levanté la remera y le mostré lo que la danza estaba haciendo por nuestro cuerpo. Nos reímos. Me pidió que a la vuelta le trajera una Coca normal. Le dije que sí.

Passé

Paso básico en el cual la pierna de apoyo está firme y la otra sube, con la rodilla doblada para que el dedo del pie, puntiagudo, descanse delante, detrás o al lado de la rodilla de apoyo. La subida es acariciando la pierna base, luego baja, de la misma manera, hasta la posición inicial.

Desde ayer vivo conmigo mismo. Puede sonar poético pero no lo es. Vivo con Otro que es Yo mismo pero tres años atrás, cuando recién me separé. Lo sé porque me veo más gordo y con algunas arrugas menos pero sobre todo porque estoy mal.

Aparecí de la nada una tarde de primavera. Tranquilo, sentado en el futón del comedor. Venía de la cocina con un vaso gigante cargado de Coca Zero helada que derramé por el suelo. Cagazo. En dos o tres segundos evalué la posibilidad de mis acciones ante un invasor desconocido, dónde había un objeto contundente cercano para defenderme, cómo podía salir corriendo y llegar al ascensor, en qué cuarto podía encerrarme. No grité. Ni siquiera di un respingo. El miedo se mezcló con la supervivencia. ¿Cómo entró? me pregunté en las milésimas de segundo posteriores. Entonces me reconocí, supe que era Yo pero diferente. El Otro volvió su rostro hacia mí y me sonrió.

—Tranquilo –me dijo, me dije.

Entonces sí reaccioné. Di dos pasos hacia atrás. Salí del departamento. Cerré la puerta detrás de mí y me apoyé en ella. Segundos después la puerta cedió suavemente. Él la estaba abriendo desde adentro. Me separé de la madera. Di dos pasos más hacia la oscuridad del pasillo. La puerta se abría y la oscuridad continuaba. Los sensores se activaron y la luz del pasillo se encendió sobre mí, sobre Él que tenía su rostro frente al mío, a una mano de distancia. Me estremecí. Ahora sí tenía miedo.

—Tranquilo –dijo Él o me dije yo, o nos dijimos en una mezcla demasiado cercana. Cerré los ojos, inspiré pesadamente. Él ya volvía al interior del departamento y me esperaba en el marco de la entrada, como una invitación a entrar a mi propio hogar. Lo seguí. Cerré la puerta con doble vuelta de llave.

Dos horas después ya estábamos al día. Yo había limpiado el piso y había servido dos vasos más con Coca. Él tomó un sorbo y no volvió a tocar el vaso. Más tarde recordé que en esa época odiaba todo lo que tuviera un rasgo de light.

En dos horas aplicamos toda la lógica posible para explicar esta aparición. Existía una paradoja a lo Marty McFly que teníamos que desentrañar. Yo no tenía recuerdos de haber visto jamás a mi Otro del futuro, así que podíamos descartar esa linealidad.