SUMARIO

6 Presentación

Creusa Muñoz

8 Un mundo desigual

10 Introducción

Bernardo Kliksberg

12 la condena originaria

Capítulo 1. riquezasla falacia de la meritocracia

16 cómo legitimar un mundo desigual

Thomas Piketty

18 el sueño de la justicia social

François Dubet

22 Construcciones anacrónicas

Branko Milanović

24 ¿Dónde están los ricos?

26 Más allá de todas las crisis

Olga Cantó Sánchez

28 una porción cada vez más grande de la torta

30 la tierra de los privilegiados

Luis Felipe López-Calva y Nora Lustig

32 el desplome de los salarios

Nazaret Castro

Capítulo 2. recursosvidas precarias

38 el costo del hambre

Patricia Aguirre

42 marcados desde el origen

Roxana Mazzola

44 tierras acaparadas

46 ¿falta de vivienda o falta de estado?

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Investigación estadística Creusa Muñoz

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ISBN: 978-987-614-634-0

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El Atlas de las desigualdades

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Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

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48 POBRES Y SEDIENTOS

De la Redacción de Courrier international

50 INODOROS, UN BIEN DE LUJO

52 EL FIN DE LA UTOPÍA IGUALITARIA

Enric Puig Punyet

55 desigualdades.com

Mariela Baladron

56 JAMÁS SIN MI SMARTPHONE

CAPÍTULO 3. SALUDBRECHASENDÉMICAS

60 EL DINERO HACE LA LONGEVIDAD

Javier Padilla Bernáldez

62 ¿CUÁNTOS AÑOS DE VIDA?

64 ¿CÓMO VIVIR MÁS?

66 MÁS ANCIANOS QUE NIÑOS

María Julieta Oddone

68 LA ENFERMEDAD DE LA EXCLUSIÓN

Gabriela Benza y Gabriel Kessler

70 FALENCIAS ESENCIALES

72 DISPARIDADES PERPETUAS

Verónica Ocvirk

Capítulo 4. libertadesDERECHOSEXCLUSIVOS

76 EL SUFRAGIO ¿UNIVERSAL?

Miguel Ángel Presno Linera

78 EL VIRUS DE LA DESINFORMACIÓN

Edith Rodríguez Cachera

80 ENCARCELAMIENTO

82 PRISIONEROS DEL PREJUICIO

Mariela Belski

86 PENA DE MUERTE

88 CONDENADOS A LA MARGINALIDAD

Claudia Cesaroni

90 EDUCACIÓN: ASIGNATURAS PENDIENTES

Leire Salazar

CAPÍTULO 5. GÉNEROUNA REVOLUCIÓNINCOMPLETA

94 una inclusión excluyente

Virginia García Beaudoux

98 Cómo maternar en precariedad

Nancy Giampaolo

100 LA CARRERA PERPETUA POR LA PARIDAD

102 LAS HUELLAS DE LA OPRESIÓN

Mélany Barragán

104 ABORTO, REACCIONARIOS AL ATAQUE

106 EL DERECHO A TENER DERECHOS

Mabel Bellucci y Viviana Norman

108 DESCOLONIZAR EL FEMINISMO

Zahra Ali

110 LGTB, LA LEY DEL ORGULLO

CAPÍTULO 6. MEDIOAMBIENTELA DEUDA ECOLÓGICA

114 EL APARTHEID CLIMÁTICO

Antonio Elio Brailovsky

118 POR FAVOR, TOSA

De la Redacción de Courrier international

120 OCÉANOS DE PLÁSTICO

Víctor Ingrassia

122 REFUGIADOS DEL CLIMA

124 LOS DESCARTADOS DEL SISTEMA

Sergio Federovisky

El capitalismo alcanzó su versión más descarnada y brutal. Y es que el vaso nunca derrama: el 1% más rico de la población mundial se apropió del 27% del crecimiento económico de los últimos 40 años, mientras que el 50% más pobre capturó sólo el 13%, es decir, 3.500 millones de personas se quedaron con menos de la mitad de lo que percibió la reducida elite más acau-dalada del planeta (1). Este abismo socioeconómico se explica por las transformaciones estructurales que ha sufrido el capitalismo en la era de la financiarización. Una de las más importantes es el mayor ensamblaje entre los perceptores de una elevada renta de capital y los perceptores de una elevada renta de trabajo. Es decir, los individuos que cuentan con una alta renta de capital prácticamente son los mismos que se encuentran entre el decil y el percentil de ingresos máximos de la sociedad. Es lo que el reconocido economista Branko Milanović denominó como homoploutia (de homo, igual y ploutia, riqueza) para advertir sobre el desmesurado poder económico que los capitalistas adquirieron en el sistema meritocrático liberal imperante en el mundo a diferencia del capitalismo clásico del siglo XIX en el que prácticamente ningún capitalista de los rangos más elevados de la escala percibía una renta de trabajo.

Esta convergencia en las mismas manos, de la renta de capital y de la de trabajo, se duplicó en los últimos treinta y siete años, y todo indica que seguirá crecien-do ya que el cambio estructural en la organización de la fuerza laboral, mayormente descentralizada, mermó considerablemente la capacidad de negociación de los trabajadores, menguando sus salarios a favor de la ren-tabilidad del capital e impulsando, en definitiva, la po-larización de los ingresos (2). Pero los ricos no sólo son los beneficiarios exclusivos de esa doble concentración sino también de otra, más anquilosada aun, la patrimo-nial, que también aumentó, y lo hizo mucho más rápido que los salarios por el débil crecimiento, los intereses de capital y el precio de las propiedades (3). Asistimos así a un mundo cada vez más injusto donde la única iguala-ción posible es la que se da hacia abajo.

Una elite perpetua

Está claro que la igualdad absoluta no existe o, al me-nos, los pocos intentos que se han dado en las socieda-des por alcanzar este ideal nunca pudieron trascender en el mundo como hoy lo hacen las desigualdades más

extremas. Pero, ¿qué hay detrás de la prevalencia en la historia de los regímenes desigualitarios? ¿Por qué se-guimos validando un sistema donde sólo unos pocos se benefician en desmedro de la mayoría? La respuesta, quizás, resida en los mecanismos de perpetuación de la elite multimillonaria que concentra tanto el poder eco-nómico como el poder político ya que la distribución del financiamiento de las campañas electorales suele estar también hiperconcentrada en las personas más pudien-tes de la sociedad. Es el caso de Estados Unidos en el que el 1% más rico de la población aportó el 40% del total de las contribuciones para las presidenciales de 2016 (4). Donaciones que esperan, por supuesto, una retribución política afectando las medidas impositivas, la transfe-rencia de la riqueza pública a manos privadas, el control gubernamental sobre el ocultamiento de fondos econó-micos y financieros, la regulación de la transmisión in-tergeneracional de la riqueza y demás mecanismos po-líticos e institucionales que eternizan el enquistamiento en el poder de la elite económica y de sus descendien-tes (5). Pero para perpetuarse la elite también necesita de la connivencia de las masas y es aquí donde radica la perversión central del sistema ya que se apela a un discurso propietarista, empresarial y meritocrático que afirma que las desigualdades son justas porque derivan de un proceso libremente elegido en el que todos tene-mos las mismas posibilidades de acceder al mercado y a la propiedad. Un argumento que, en definitiva, termina estigmatizando a los perdedores del sistema económi-co por su supuesta falta de méritos, encubriendo que la “igualdad de oportunidades” no es más que una falacia en las sociedades actuales. Cuando se nace en la indi-gencia, los niños y las niñas tienen grandes posibilida-des… de permanecer desescolarizados, ser sometidos a trabajo infantil, padecer en su vida adulta trabajos pre-carios o desempleo, y contar con una esperanza de vida reducida. Porque las desigualdades son acumulativas y se retroalimentan, y coartan toda vía de escape a los que las padecen. Así como los ricos heredan la fortuna, no por mérito, sino por sucesión, los pobres heredan la po-breza, no por carencia de talento, sino por defecto.

Este sistema, sin embargo, al ser cada vez más insos-tenible para la mayor parte del planeta, está perdiendo legitimidad. Pero sin un contrapoder fuerte y organi-zado que verdaderamente lo cuestione seguirá profun-dizándose. Los Estados se han vuelto débiles frente

6

El Atlas de las DESIGUALDADes

Presentación

El drama del

siglo xxi

al poder económico y financiero, y las clases medias y populares carecen de un sentido de lucha colectiva no sólo por el cambio en la naturaleza de la organización del trabajo y el aumento del trabajo precarizado que desarticuló su poder frente al capital, sino también por la erosión de los mecanismos de solidaridad debi-do a la emergencia de pequeñas desigualdades cada vez más individualizadas entre personas de una misma posición socioeconómica. Como aquellas que atravie-san a colegas con distintas remuneraciones por igual trabajo o las que persisten entre trabajadores en blan-co y trabajadores en negro, o como las que hay entre mujeres y hombres con un mismo puesto laboral pero con distinto salario o las que existen entre los que vi-ven en un barrio cerrado y los que viven en la ciudad…Todas estas pequeñas desigualdades, como explica el sociólogo francés François Dubet, son también relevan-tes porque son las que pesan en la vida cotidiana y, al erosionar la identificación de las personas en un mis-mo grupo socioeconómico, terminan obstruyendo toda acción organizada que pretenda combatir a las grandes desigualdades.

Entre el arcaísmo y la modernidad

Es cierto que en los últimos doscientos años se hicieron grandes progresos en salud y educación que facilitaron una mayor movilidad socioeconómica pero aún persisten grandes disparidades entre países así como en el interior de los Estados (6). No es lo mismo nacer en Sierra Leo-na donde la esperanza de vida es de 52 años que en Hong Kong donde alcanza los 84 años, como tampoco lo es res-pirar en el barrio de Bronx de la ciudad de Nueva York, integrado por un 70% de latinoamericanos y un 29% de afroamericanos, en el que la contaminación atmosférica

alcanza casi el triple del promedio estatal (7). Tampoco ser mujer que ser hombre en Francia, donde la partici-pación de las mujeres en el 1% de los salarios más eleva-dos del país es sólo del 16%. Porque, aunque hubo cierta evolución en la paridad de género, como en varios países del mundo, esta no deja de ser lenta: se calcula que, de continuar con el mismo ritmo, recién en el año 2144 las mujeres llegarían a representar la mitad de efectivos del percentil superior de los ingresos en el país galo (8). Y es que en todo el planeta los regímenes desigualitarios están atravesados por el progreso, pero también por el arcaísmo. Aunque no quedará más que arcaísmo si las desigualdades siguen profundizándose porque el progreso para unos po-cos no es progreso sino retroceso.

La historia ha demostrado que las grandes redistribu-ciones de la riqueza se han dado a través de guerras, re-voluciones o hiperinflaciones inesperadas. La elite eco-nómica mundial seguramente impedirá un cambio de ré-gimen del que es exclusivamente beneficiaria. Pero de no impulsar reformas en el régimen a través de medidas de redistribución y pre-distribución, que son las que permi-ten contrarrestar las desigualdades originarias, la asfixia económica que hoy sufren los más desfavorecidos y la que empiezan a sentir en menor medida las clases medias y populares será insostenible porque los pilares que hoy ga-rantizan la rentabilidad de unos pocos y aseguran su per-petuidad en el poder, mañana serán los causantes de su propia destrucción.

1. Thomas Piketty, Capital e ideología, Paidós, Buenos Aires, noviembre de 2019.

2. Branko Milanović, Capitalismo, nada más, Taurus, Madrid, 2020.

3. François Dubet, La época de las pasiones tristes, Siglo XXI, Buenos Aires, 2020.

4. Branko Milanović, op. cit.

5. Según el World Inequality Database, la riqueza privada neta ha experi-mentado un incremento generalizado en las últimas décadas, pasando de 200-350% del ingreso nacional en la mayoría de los países ricos en 1970, a 400-700% en la actualidad. Mientras la riqueza pública se ha hecho negativa o cercana a cero. En cuanto a los activos en paraísos fiscales se estima que representan más del 10% del PIB mundial.

6. La esperanza de vida en el mundo pasó de una media de 26 años en 1820 a 72 años en 2020 y se estima que a comienzos de siglo XIX sólo un 10% de la población mundial mayor de 15 años estaba alfabetizada contra un 85% en la actualidad. Para más información, véase Thomas Piketty, op. cit.

7. Según la Union of Concerned Scientists.

8. Thomas Piketty, op. cit.

Creusa Muñoz

7

presentacIÓN

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Introducción

10

EL ATLAS DE LAS DESIGUALDADES

Con frecuencia los medios de comunicación anuncian la lista de los más ricos del mundo como si se tratara de un ranking deportivo. Pero no se trata de un fenómeno inofensivo ya que tiene consecuencias importantes para el 99% del género humano que no figura en ellos y que no sólo vive con ingresos infinitamente inferiores sino que sufre un complejo de desigualdades que se refuerzan mutuamente.

la madre de todas las batallas

ba en la pobreza, y la exclusión y la informalidad eran muy agudas. Una de las principales explicaciones reside en que es la región más desigual del mundo. Es decir, no es que hay pobreza y desigualdad sino que hay pobreza en estas proporciones porque hay desigualdad. Como lo demostra-ron diversos modelos econométricos, hay una “pobreza innecesaria” generada por las muy elevadas desigualda-des. Otro hubiera sido el desarrollo económico y social de la región si las tasas de desigualdad fueran más bajas.

Lo ratifica también inversamente el caso de los países nórdicos: tienen el menor Coeficiente de Gini de desigual-dad del orbe, la mitad del de América Latina. La equidad y la inclusión son uno de los motores principales que les han permitido alcanzar un desarrollo vigoroso e inclusi-vo. Encabezan las tablas más importantes de logros, entre ellas las de desarrollo humano, esperanza de vida, acceso a educación y salud, transparencia, igualdad de género, baja criminalidad. También ocupan las cuatro primeras posi-ciones del Índice Global de Felicidad de la ONU, y del nue-vo Índice de Progreso Social. En la base de su éxito histó-rico está un gran pacto nacional que apostó a la igualdad y la convirtió en realidades a través de políticas universales de educación y salud gratuitas de la mejor calidad, protec-ción social, equilibrio ambiental, bajas brechas salariales, políticas fiscales progresivas, entre otras.

Círculos viciosos

La desigualdad o la igualdad cuentan. Lo ha demostrado terminantemente la pandemia del Covid-19 que ha cau-sado una crisis mundial sin precedentes poniendo al des-cubierto las profundas brechas e incrementando aun más la concentración de la riqueza. En efecto, el año 2020 ya estaba envuelto en una escalada de desigualdades. Entre las principales se pueden enumerar las siguientes: las 26 personas más ricas del mundo tenían un patrimonio que superaba al del 50% de la población mundial, mientras la mitad de la población global ganaba menos de 5,5 dólares

No se puede entender el mundo al que se ha llegado, un mundo donde el 1% tiene más que el 99%, donde la esperanza de años de vida es muy dispar, donde un 50% trata de sobrevivir con ingresos irrisorios, inmerso en la economía informal o marginal, donde millones de niños mueren el mismo día que nacieron, por causas ligadas a la pobreza, donde el deterioro medioambiental está comprometiendo la mayoría de los ecosistemas, sin examinar a fondo los impactos ultra regresivos de las grandes desigualdades.

América Latina, al respecto, es un caso representativo. Tiene una dotación de recursos naturales de excepción, posee un tercio de las aguas limpias del planeta, fuentes de energía barata en gran escala, su subsuelo es riquísimo en materias primas estratégicas, tiene condiciones óptimas para la producción de alimentos, incontables paraísos tu-rísticos y muchas otras riquezas. Sin embargo, ya antes de la pandemia del Covid-19 un 30% de la población se halla-

Bernardo Kliksberg

Asesor especial de diversos organismos internacionales. Autor de numerosas obras de extendida difusión, entre ellas Primero la gente (Planeta, 2011), que escribió con el premio Nobel Amartya Sen. Profesor Honorario y Doctor Honoris Causa de numerosas Universidades de América Latina, Europa y Asia.

En 2020, los 26 más ricos del mundo tenían un patrimonio que superaba al del 50% de la población mundial, mientras la mitad de la misma ganaba menos de 5,5 dólares por día.

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por día, lo que los colocaba en la pobreza o al borde de la misma. Como lo ha indicado reiteradamente Naciones Unidas en sus Informes de Desarrollo Humano, las gran-des desigualdades generan pobreza y están asociadas a la inestabilidad económica, la corrupción, las crisis financie-ras, la falta de cohesión social, el ascenso de la criminali-dad y los déficits agudos de salud física y mental.

En cuanto al sistema sanitario, el acceso a la salud antes de la pandemia de Covid-19 no era el mismo para todos: 10.000 personas morían diariamente por no tener posibi-lidad de atención a la salud. La desigualdad era previa al nacimiento y condicionaba severamente las posibilidades de supervivencia y la esperanza de vida. En efecto, el 17% de los niños que nacieron hace 20 años, en los países de bajo desarrollo humano murieron. De modo que funcio-naban activamente “los círculos viciosos de la pobreza”. Los niños que nacían en hogares pobres, tenían problemas de nutrición y salud, en muchos casos se veían forzados a trabajar, tenían limitada escolaridad, y para subsistir se integraban a la economía informal. Allí percibían bajos in-gresos y carecían de protección social. Generalmente, al no haber políticas establecidas que desbloqueen las des-igualdades que se encuentran en cada etapa, la pobreza se termina reproduciendo inter-generacionalmente.

Respecto al saneamiento también existían grandes bre-chas de desigualdad: el 40% de las personas carecían de agua potable, cerca de dos mil millones vivían en países con fuerte estrés hídrico, más de dos mil millones no te-nían sistemas de saneamiento adecuados y mil millones se veían obligadas a tener que hacer sus necesidades a cam-po abierto. En el ámbito habitacional: 1.600 millones de personas vivían en casas inadecuadas y otros 600 millones en asentamientos informales y campamentos.

El hambre también recrudeció. Antes de la pandemia, 830 millones de personas padecían dicho flagelo. A ello se sumaban 2.000 millones que sufrían la llamada ham-bre silenciosa. Es decir, carecían de las dosis necesarias de uno o varios de los seis micronutrientes esenciales. Los déficits de zinc producían retrasos neuronales, los de hierro anemia, y así sucesivamente. Pero el hambre no tiene que ver sólo con la escasez de alimentos. Hoy con los progresos tecnológicos, el mundo produce alimentos que podrían satisfacer las necesidades de una población de 12.000 millones de personas, esto es, un 50% más que

la población actual. De modo que se trata fundamental-mente de un tema de acceso a alimentos, de contar con los ingresos mínimos necesarios.

Injusticias transversales

Las desigualdades también se extendieron en otras áreas: en los países desarrollados el 50% de los jóvenes de 20 años cursó estudios universitarios mientras sólo el 3% lo hizo en los países de menor desarrollo. La brecha digital también ocupa enormes proporciones: el 87% de la población de los países desarrollados tenía acceso a internet mientras que en los países menos desarrollados sólo el 19%.

En las cuestiones de género, si bien hubo progresos, las disparidades seguían siendo amplias. Además de las bre-chas salariales, que según el Foro de Davos, al ritmo actual necesitarían más de un siglo para corregirse, las mujeres cargaban sobre gran parte de las tareas de la economía del cuidado. Ello significa 12.500 millones de horas de tra-bajo diario aproximadamente no remuneradas. A su vez el mundo laboral también concentra una gran desigualdad entre trabajadores formales e informales: previo a la pan-demia, el 61% de los trabajadores se desempeñaba en la informalidad.

Estas desigualdades si bien eran prominentes en el mundo en desarrollo, también tenían una fuerte expre-sión en países desarrollados. Por ejemplo, en Inglaterra, el 30% más rico acumulaba el 75% de la riqueza nacional. El 30% más pobre, solo el 2%. Cuando el Covid-19 se ex-tendió por el mundo, el 70% de la población mundial ya vivía en países donde las desigualdades aumentaron en las últimas tres décadas.

No se trata solo de desigualdades en los ingresos, son complejos de desigualdades en numerosos campos que se refuerzan mutuamente como lo muestra el formidable aporte de El Atlas de las desigualdades de Le Monde di-plomatique, edición Cono Sur, que va desde las disparida-des monetarias hasta las que tienen que ver con los recur-sos, el acceso a la salud, las libertades, las cuestiones de género y el medioambiente. Sólidamente documentadas con infografías, gráficos y cartografías, y acompañadas de ensayos analíticos de un equipo de prestigiosos cientistas del más alto nivel y dilatada trayectoria. Esta rigurosa y sugerente obra impulsará y nutrirá el gran debate impos-tergable sobre cómo enfrentar las inequidades que hoy agobian al mundo.

En América Latina no es que hay pobreza y desigualdad sino que hay pobreza en estas proporciones porque hay desigualdad. Otro hubiera sido el desarrollo económico y social si las tasas de desigualdad fueran más bajas.

Las grandes desigualdades están asociadas a la inestabilidad económica, la corrupción, las crisis financieras, la falta de cohesión social, la criminalidad y los déficits agudos de salud física y mental.

introduccIÓN

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EL ATLAS DE LAS DESIGUALDADES

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1. RIQUEZAS

La falaciade la meritocracia

De Estados Unidos a China y de Rusia a Brasil, las desigualdades han aumentado sustancialmente desde los años 80, a tal extremo que en algunos países del mundo resulta cada vez más difícil justificarlas en nombre del interés general. La hipocresía de las proclamas meritocráticas, que legitiman las injusticias socioeconómicas culpabilizando por su suerte a los propios perdedores del sistema, se desarma frente a los muros infranqueables que privan a las clases desfavorecidas de ascender en la escala social. ¿Hasta cuándo subsistirá un mundo donde la riqueza se concentra cada vez en menos manos mientras la mayoría se empobrece? Un drama que en pleno siglo XXI exhibe toda su crudeza.

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RIQUEZAS

1. RIQUEZAS

La falaciade la meritocracia

De Estados Unidos a China y de Rusia a Brasil, las desigualdades han aumentado sustancialmente desde los años 80, a tal extremo que en algunos países del mundo resulta cada vez más difícil justificarlas en nombre del interés general. La hipocresía de las proclamas meritocráticas, que legitiman las injusticias socioeconómicas culpabilizando por su suerte a los propios perdedores del sistema, se desarma frente a los muros infranqueables que privan a las clases desfavorecidas de ascender en la escala social. ¿Hasta cuándo subsistirá un mundo donde la riqueza se concentra cada vez en menos manos mientras la mayoría se empobrece? Un drama que en pleno siglo XXI exhibe toda su crudeza.

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EL ATLAS DE LAS DESIGUALDADES

RIQUEZAS

El relato dominante

En las sociedades contemporáneas, el relato dominante es fundamentalmente el propietarista, empresarial y meritocrático: la desigualdad moderna es justa, puesto que deriva de un proceso libremente elegido en que todos tenemos las mismas posibilidades. Una cómoda manera de justificar la desigualdad sin siquiera cuestionarla, estigmatizando a los desfavorecidos del sistema.

Cómo legitimarun mundo desigual

clases sociales, decididas de manera rígida, arbitraria y, a menudo, despótica.

De la complementariedad a la culpabilización

El problema es que este gran relato propietarista y me-ritocrático, que vivió un primer momento de gloria en el siglo XIX, tras el hundimiento de la sociedad esta-mental del Antiguo Régimen, y que experimentó una reformulación radical de alcance mundial a finales del siglo XX, tras la caída del comunismo soviético y el triunfo del hipercapitalismo, se antoja cada vez más frágil. La falta de consistencia de este relato es evidente tanto en Europa como en Estados Unidos, en la India como en Brasil, en China como en Sudáfrica, o en Vene-

Todas las sociedades tienen la necesidad de justi-ficar sus desigualdades: sin una razón de ser, el edificio político y social en su totalidad amenazaría con derrumbarse. Por eso, en cada época se genera un conjunto de discursos e ideologías que tratan de legiti-mar la desigualdad tal y como existe o debiera existir, así como de describir las reglas económicas, sociales y políticas que permiten estructurar el sistema. De la confrontación entre esos discursos e ideologías, que es al mismo tiempo intelectual, institucional y política, surgen generalmente uno o varios relatos dominantes en los que están basados los regímenes desigualitarios existentes en cada momento.

En las sociedades contemporáneas, el relato domi-nante es fundamentalmente el propietarista, empresarial y meritocrático: la desigualdad moderna es justa, pues-to que deriva de un proceso libremente elegido en que todos tenemos las mismas posibilidades de acceder al mercado y a la propiedad. Todos obtenemos un benefi-cio espontáneo de la acumulación de riqueza de los más ricos, que son también los más emprendedores, los que más lo merecen y los más útiles. Esto nos situaría en las antípodas de la desigualdad existente en las sociedades más antiguas, que estaba basada en las diferencias entre

Thomas Piketty

Director de Investigación en la École des Hautes Études en Scien-ces Sociales (EHESS), profesor en Paris School of Economics y codirector de la World Inequality Database. Autor, entre otros, de El capital en el siglo XXI y Capital e ideología (Paidós, 2015 y 2019, respectivamente).

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RIQUEZAS