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Índice

Cubierta

Portadilla

Dedicatoria

Celo de Dios

1. Las premisas

2. Las posiciones

3. Los frentes

4. Las campañas

5. La matrix

6. Los fármacos

7. Las parábolas del anillo

8. Postcelo

Notas

Créditos

Dedicatoria

Por varios motivos, este libro está dedicado a Bazon Brock: primero, porque él, por sus consideraciones en torno a un concepto normativo de civilización, constituye uno de los polos de referencia de las reflexiones que aquí aparecen; segundo, porque, aunque ya hace unos meses de ello, su 70 aniversario supuso realmente un estímulo cualitativo para esta empresa; y, por último, porque fue su iniciativa personal la que dio origen a este libro. El texto que sigue remite a una conferencia que me pidieron Bazon Brock y Yael Katz Ben Shalom con ocasión de la apertura de la Galería Artneuland, en Berlín, el 28 de noviembre de 2006: un centro que incluye entre sus actividades el desarrollo del diálogo a tres partes entre las religiones monoteístas en el medio de las artes, así como el fomento del diálogo seglar entre israelíes, árabes y europeos. Las reacciones discrepantes que entonces suscitó mi charla, esquemática y precipitada, me hicieron percibir en alguna medida las dificultades de la empresa. Esa experiencia es otro de los motivos de la exposición, algo más tranquila y completa, que aquí intento hacer de mis reflexiones.

Hay otra razón por la que quiero dedicar este escrito a Bazon Brock. En el verano de 2006, con ocasión del aniversario citado, por invitación de Chris Derkon y bajo el auspicio de Hubert Burda, tuve el honor de pronunciar en la Casa del Arte de Múnich una laudatio a Brock, artista, crítico de arte, teórico de la civilización, pedagogo provocador y performance-filósofo. En aquella ocasión intenté colocar el espejo delante de este hombre con el fin de caracterizarlo mediante relaciones de cercanía y contraste con cuatro figuras de la reciente historia del arte y de la cultura: Marcel Duchamp, Salvador Dalí, Joseph Beuys y Friedrich Nietzsche. Del último tomé el concepto de «honradez intelectual» para adscribírselo de modo muy personal al homenajeado. En aquel contexto que invitaba a pensar en superlativos pude permitirme manifestar: «Querido Bazon Brock, tendrá que soportar que le diga que es usted el ser humano más honrado de nuestro tiempo». Entonces hice esa afirmación ante una audiencia que era a la vez un círculo de amigos. Quiero repetirla ante unos lectores que no son ni más ni menos que un público.

Celo de Dios