001

Lily Bobary nacida en Barcelona en 1970. Diseñadora Gráfica y Ejecutiva de Cuentas de profesión. Fiestera vocacional, Filósofa urbana y Sociable por naturaleza, un día decidió dejarlo todo para dedicarse plenamente a ella misma, se retiró sexpiritualmente a la casa familiar, donde vive sola, en un pueblo a las afueras de Barcelona, y se volcó en la escritura y en la ilustración dos de sus pasiones olvidadas, cambió dinero por tiempo, y aunque no puede comprarse unos zapatos Jimmy Choo, es más feliz que una perdiz.

ROLLOS MIOS

Mis historias con los hombres y otras reflexiones…

(Febrero 2011- Febrero 2012)

LILY BOBARY

© Bubok Publishing S.L., 2012

1a edición

ISBN:

Impreso en España / Printed in Spain

Impreso por Bubok

AGRADECIMIENTOS

Los sueños se hacen realidad a base de perseverancia y de pasión, pero también gracias al apoyo de las personas que creen en nosotros, yo por suerte estoy rodeada de esas personas, gracias de corazón a mi hermana Lucía, a mis sobrinos que me tienen loca Alessandra y Matteo, a Luca por compartirlos conmigo, a Roberto por hacer que este libro sea posible, para Gonzalo no tengo palabras, a Mercè, Antonia, Chari, Yol, a mis amiguísimas y amiguísimos de toda la vida que están en el día a día, a Begoña y a Pepe porque los adoro, a mi hermano Miki que aunque piense que estoy un poco zumbada lo quiero con locura, a Silvia por estar ahí para lo bueno y para lo malo, a Johnnie por lo que nos une, a Laia por aparecer de sorpresa y quedarse, a Ester y a Marta por ayudarme a materializarlo. A todos por estar cerca, por ayudarme desinteresadamente y por quererme. I LOVE YOU. Y finalmente a una persona que ha aparecido hace poco, y que espero que se quede junto a mí y podamos compartir juntos esta nueva etapa de mi vida.

Índice

Lily Bobary

Envejecer juntos

Uruguayo como un gallo

El mensajero tetólogo

Ser o no ser promiscua, ésa es la cuestión

Cuando piensas que es mejor volverte lesbiana

El Calma Total

No podemos tropezar tantas veces con la misma piedra

Abducida por un hombre casado, desmomentos que tiene la vida

Cómo evitar que acabes un domingo en misa

La noche me pierde. El tipo del Mercedes

Una de esas noches que no fluyen

El tipo del Mercedes da señales de vida y me ha acojonado

¿Furgoneta o Porsche?

Mi osteópata.
Una de esas situaciones en que dices ¿Por qué a mí?

Penes, realidad o leyenda

¡San Valentín, San Toribio, San Cástulo, qué más da!

El pesadito del trío

Cuando te piensas que le gustas. Amores Imaginarios

Te quiero pero…

¿Te gusta que te…?

Homicidio involuntario

Tsunami de lágrimas

El esclavo sumiso

¡Buuuuufff, casi me enamoro!
San Sebastián

Un día en la playa

Nice too meet you

I love you Henry y el tipo del faro

No me llames cuchi-cuchi, llámame zorra y el tipo guau

Retiro sexpiritual. “Otro verano sin comerme un rosco”

Bijou y el tirolés

Me he enamorado de ti y no sé cómo decírtelo sin que te vayas corriendo sin mirar atrás

“Él”

Sólo palabras. THE END

Sueño de verano. El tipo Gaingsbourg

Sexo oral en un lavabo público. Mi primera vez…

El calma total vuelve por el WhatsApp

Te echo de menos. Pesadilla de tentáculos y sirenas

Calentita y esperando

Mom or not mom

Resaca perfecta. Doy como inaugurada mi nueva temporada en BCN

¡Madre mía, qué noche!

Lo que puede pasar si quedas con un tipo que has conocido en un after

Yeeeeeeeeeeeeessssssss, I like it!!!

¿Qué les pasa a mis hombres?

Al respirar

El tipo requeteguay

La petite Mort o pedazo de orgasmo

A veces me gustaría ser la mujer invisible

Try again

El tipo de la reunión

Unidos por los M&M’s

Lluvia dorada sin daños colaterales (o sea, yo)

¿Por qué me cuesta tanto decir te quiero?

Pon un amante en tu vida

Soy una princesa y “existo”

Un año después. Los hombres de mi vida

Lily Bobary

Este libro es una recopilación de los primeros posts del blog de la autora; Rollos Míos, mis historias con los hombres y otras reflexiones, relatado bajo el seudónimo de Lily Bobary.

Lily Bobary es una cuarentañera que vive en Barcelona. Separada desde hace algunos años, lleva bastante tiempo intentando encontrar no al hombre de su vida, porque ya no cree en eso, pero sí un hombre lo suficientemente interesante como para compartir su tiempo libre, que le dé achuchones, la mime, la quiera, le haga el amor, pero sobre todo que no la asfixie, porque está acostumbrada a tener su propio espacio, su lugar en el mundo. Le gusta leer, ver películas, quedar con amigos para tomar unas cervezas, salir de fiesta, beber Gin Tonics, bailar, conocer gente, pero lo que más, divertirse. No le da más importancia al sexo de la que realmente tiene, sobre todo a una edad en la que ya no estás para tonterías y sabes perfectamente cómo disfrutar de tu propio cuerpo.

Pero nunca ha estado con un hombre sólo por sexo (aunque disfrute mucho con el tema), en cada uno de ellos ha visto algo que le ha gustado y, aunque la mayoría hayan sido tan solo amores de una noche, siempre le han aportado algo, a veces algo tan simple como la recomendación de un buen libro o de una película. Muchos pasaron sin dejar rastro; otros se han quedado, y ahora forman parte de su círculo de amigos. Respeta a las mujeres que necesitan enamorarse antes de acostarse con un hombre o a las que necesitan acostarse con 50 antes de enamorarse, pero piensa que lo segundo es más divertido y hace que la vida tenga otros alicientes.

Le han roto el corazón más de una vez, y fue poniéndole tiritas hasta que consiguió crear un caparazón gigante donde no dejó entrar a ningún hombre; pero hace un tiempo decidió empezar a sacar tiritas y volver a dejar libre el corazón porque de golpe le apeteció volver a enamorarse, aunque no se esperaba que el tema estuviese tan complicado y sobre todo encontrarse con tantos corazones llenos de tiritas caparazón.

Y en ese momento se dio cuenta de que tenía muchas historias que contar, que podían, no sólo ayudar, sino también hacer reír a todas aquellas mujeres que se pudiesen sentir identificadas con alguna de las miles de historias que le pasan. No pretende reírse de nadie, y menos de los hombres, pero a veces las situaciones son tan repetitivas que llegan a ser cómicas. Y aunque en algunos momentos los trate fatal en sus historietas, la verdad es que no podría vivir sin ellos. Todo lo que aquí se cuenta, aunque a veces parezca mentira, son historias reales.

Envejecer juntos

Después de una conversación con una amiga decidí empezar a escribir un blog sobre los amores efímeros, estas relaciones rocambolescas y casi freudianas con hombres absolutamente incomprensibles y casi surrealistas. Le estaba explicando mi última historia con un joven argentino: un yogurcito de dulce de leche súper divertido, natural y nada complicado. Se la comparaba con mis últimas historias con hombres ya maduros con mochilas llenas de traumas infantiles sin superar, con 40 y largos, acojonados pensando que se van a quedar solos y no tienen con quién compartir sus sueños, como jubilarse en una casa en el Empordà o irse a recorrer el mundo en velero, de éstos he conocido a bastantes. Suena bucólico pero realmente, si te mareas, es horroroso.

Todos soñadores, pero bueno eso también es normal porque yo también lo soy y supongo que debo de ser la mujer perfecta para ese tipo de hombres que buscan a la “COMPAÑERA” para envejecer juntos, esto me lo dijo uno a la hora de haberle conocido, ¿quieres envejecer conmigo?, y yo le contesté: -Pues ya veremos, ¿no? ¡De momento vamos a envejecer esta noche juntos!-; acabamos la noche en el Hostal Regàs, bastante perjudicados después de pasar por el Cabaret Berlín; sólo llegar se tumbó en la cama y después de un largo suspiro me dijo: -¡Me duele la vida!

Yo en ese momento lo miré y pensé: -¡Joder, ahora a éste le duele la vida, es súper tarde y a mí me duelen los pies, mal momento para echar a correr y no mirar hacia atrás!-, mientras me veía reflejada en los espejos de las paredes y oía los jadeos que provenían del vídeo porno que reproducía la TV colgada de la pared.

Envejecimos juntos tres días, porque le seguía doliendo la vida y a mí la cabeza de tanto dramatismo y autocompasión.

De vez en cuando hemos coincidido en lugares de fiesta comunes y siempre le pregunto: -¿Qué tal, todavía te duele la vida?-. La última vez le recomendé un Ibuprofeno, yo soy alérgica pero se ve que va muy bien, por lo menos es lo que se toma todo el mundo cuando le duele algo.

“Enamórate primero de mis defectos y luego de mis virtudes”, este proverbio árabe me lo dijo saliendo del primer bar al que fuimos cuando nos conocimos, tendría que haber pillado la indirecta.

Uruguayo como un gallo

Hace unos meses conocí a un uruguayo un sábado noche y volví a coincidir con él al sábado siguiente, acabamos en su casa. Mientras estábamos en el sofá, a la luz de las velas, sonaba de música de fondo un CD suyo donde recitaba poesías escritas por él, tipo las poesías de Mario Benedetti recitadas en la película de El lado oscuro del corazón, acompañadas por el sonido bellísimo de una guitarra. Un momento absolutamente mágico.

El tipo, de 40 años, me había abierto su corazón y me había explicado que había estado seis años viviendo en pareja, incluso habían intentado tener niños mediante inseminación, pero que los dos últimos años de relación él había tenido una amante, había dejado a la mujer por ella y habían durado un año, una relación muy pasional, de discusiones calentitas. Ella era bastante más joven que él y se iba a vivir a Inglaterra en una semana. Total que nos quedamos un momento relajados, el cabronazo casi consigue emocionarme, la música, las velas… y mientras me acariciaba un pie suavemente me dijo, con esa voz melosa que tienen ellos: -¡Cuanto más mayor me hago más romántico me vuelvo!-, y yo le contesté: -¡Pues yo cuanto más mayor más practica me vuelvo!-. Y pensé: -¡Déjate de chorradas y échame un buen polvo!-, que yo lo último que quiero es que me engatuse un romántico sin escrúpulos a las 5 de la madrugada; luego encima tendré que volver en metro a casa porque el tío vive en la otra punta de la ciudad.

El Romanticismo es para momentos especiales

con personas especiales.

El mensajero tetólogo

Hace un rato estaba pensando que todos los hombres con los que había estado los había conocido de noche; debo de ser cazadora nocturna. Y pensaba que, si me vestía un poco más sexy, con botas de tacón, ropa ajustada y escote interminable, posiblemente conseguiría que algún buenorro se me acercase y me pidiera el teléfono mientras iba a comprar el pan, o en el súper… Pero luego pensé que lo más seguro es que, en vez del teléfono, me pediría a cuánto cobraba la mamada.

Pero de repente me ha venido a la cabeza algo que me pasó la semana pasada, tuve un pequeño amago de ligoteo diurno; giraba yo por la esquina de una calle y me encontré de frente a un mensajero bajito que me lanzó una sonrisa y un hola como si lo conociese de toda la vida. Yo me quedé un momento parada y sorprendida, y le pregunté: -¿Nos conocemos?-, y él me contestó: -Seguro que nos hemos visto antes por aquí- (mal, porque era la primera vez que pasaba por esa calle), le dije: -¡Encantada!-, y dándome la vuelta me fui pensando: -¡Joder, el tío, qué morro!-, pero luego caí en algo. El tipo llevaba un casco enorme, sus ojos asomaban por la visera y posiblemente lo único que vio fueron dos tetas girando la esquina, no a mí. Y deduje que no era a mí a quien conocía, sino a todas las tetas con las que se encontraba cada vez que volvía de repartir y daba la vuelta a la esquina en busca de su moto.

Ser o no ser promiscua, ésa es la cuestión

Reflexión generada a raíz de una conversación con un promiscuo acérrimo.

Para mí la promiscuidad es algo que tendría que ser normal en la vida diaria; si pensamos en el sexo como una necesidad fisiológica o natural, igual que cualquier otra, como por ejemplo yo necesito comer y puedo comer sola en casa, con una amiga, con un amigo, con un grupo de amigos y de amigas, etc., pues el sexo tendría que ser igual. Yo no me considero promiscua, no me gusta practicar sexo en grupo, pero sí me gusta practicarlo con diferentes hombres; supongo que porque no tengo ningún compromiso emocional con ninguno de ellos y, por lo tanto, nunca me he considerado promiscua.

Me gusta el sexo, me gusta disfrutar de él, y me lo tomo simplemente como sexo. Ésa fue una de las razones por la que mi primer blog se titulaba Amores Efímeros, porque en cada uno de esos encuentros he tenido la suerte de conocer a hombres que han sabido darme placer de una manera natural, en la mayoría de los casos hasta con cariño y achuchones, quedándose dormidos abrazados a mí; otras veces entre risas, y a veces incluso sin penetración. Todas esas historias las guardo con mucho cariño, empezaban a una hora de la noche y acababan al despertarnos, no quiero ni móviles, ni ya te llamaré, ni nos vemos pronto…, todo eso estropea los Amores Efímeros.

Yo los llamo: ¡PimPamPums! Mis amigas más conservadoras, cuando les explico mis historias (porque nunca he tenido problemas para explicarlas), se ríen porque siempre saco la parte cómica de las situaciones, que las ha habido, pero noto en sus miradas ciertos destellos de censura. No significa que ellas sean más felices que yo, o que yo sea más feliz que ellas. Simplemente vemos la vida desde un prisma diferente. A mí me gusta divertirme sin hacer daño a nadie, y por supuesto sin que me lo hagan a mí.

Si estuviese enamorada de un hombre, no creo que pudiese ser promiscua, porque mientras he estado en pareja no he sido nunca infiel; pero hoy por hoy, la verdad es que si los sentimientos son sólidos, si confías en la otra persona, y ves el sexo como una necesidad natural que todos tenemos, ¿por qué no? Yo nunca he sido una persona celosa, siempre he confiado totalmente en mi pareja, y lo más gracioso es que las dos parejas más largas que he tenido al final me fueron infieles. Irónico pero cierto.

Ahora puedo pasar la noche con un hombre, llegar a casa y que me llame mi amante del momento para quedar por la tarde, y por supuesto quedo con él, y si al día siguiente salgo y surge otra posibilidad, pues no digo que no; de estas situaciones pasan muy pocas, pero han pasado. Cuando luego se lo explico a mis amigas pro-promiscuas, nos podemos pasar una tarde hablando del tema entre cerveza y cerveza y nos reímos un montón comparando. Cuando se lo explico a las anti-promiscuas, sus caras cambian de color; yo la verdad es que ya no sé si realmente me están juzgando y me tirarían piedras como a María Magdalena o realmente me envidian, porque mientras ellas están en casa, con perritos, gatitos, el pijama y comiendo helado de chocolate mientras ven La Noria o el Sálvame, deben de estar pensando para sus adentros: -¡Joder, que se me escapa la vida y yo aquí!

Y eso es algo que yo no puedo ni llegar a pensar, la vida es para vivirla, divertirse, disfrutar de todo lo bueno, básicamente porque todo lo malo llega solo y te jode y duele, por eso mi mejor lema es: -¡Disfruta todo lo que puedas, incluso de los hombres y del sexo; no busques en cada uno de ellos el amor de tu vida, porque si no la estarás cagando!

El amor es algo que llega solo, cuando menos te lo esperas, y tiene que venir fluyendo, no podemos forzar las relaciones por miedo a estar solas.

También supongo que la edad te da muchísima más seguridad en ti y en saber cómo disfrutar y no avergonzarte de que te guste algo que sólo da placer. Sería ridículo.

Cuando piensas que es mejor volverte lesbiana

Tengo varias amigas que, después de separarse, decidieron probar con una mujer. No soy una de ellas, aunque a veces se me ha pasado por la cabeza, pero donde se ponga un hombre que se quite lo demás. Básicamente porque no me imagino compartiendo mi vida con una mujer, nos vendría la regla el mismo día, porque no sé la razón pero se pega. Muy chungo las dos rollo la niña del exorcista -¡sal del cuerpo de mi chica, demonio hormonal, que nos tienes todos los días pre-regla llorando cada vez que vemos el telediario y emocionándonos con El diario de Patricia!-, ¿para qué? para que al final acaben utilizando consoladores para darse placer. Lo encuentro bastante absurdo, son fríos, los tienes que mover con la mano, te dan rampas; cuando eres joven está bien, pero con la edad y si encima tienes tendinitis en un hombro, es una putada. La parte positiva es que no te piden el móvil para luego no llamarte, simplemente lo lavas, lo guardas en la caja de los juguetes y lo vuelves a sacar el día que estás ovulando, porque vas salida que flipas, y de nuevo lo lavas y lo vuelves a guardar. No tienes que llamarle ni cariño, ni corazón, ni cielo (porque no te acuerdas de su nombre y no quieres cagarla), simplemente no le llamas y punto. Pero y si al final pruebas con una mujer y te gusta, ¡la has cagado! Las dos hablando todo el día de las mismas cosas, aunque claro, siempre está la fina y la camionera, y yo me pregunto: -¿Cuál de las dos sería?- ¡¡¡Aaaaaaarrrrg!!!

Entre un hombre, una mujer o un consolador, está claro que me quedaría con un hombre. Si no me llama, que le den por culo; porque, si no te llama, no es porque haya perdido tu móvil, o haya tenido un accidente, simplemente es porque pasa olímpicamente de ti, y si me llama para quedar otro día para ir a cenar o a tomar una cerveza, fijo que encontrará la manera de introducir en la conversación el clásico: -Yo ahora no estoy en un momento de tener relaciones serias, no quiero responsabilidades, etc., etc.-. ¡Joder, qué rabia me da!, yo siempre lo miro y pienso: -¡Venga va, otro con el mismo rollo!-. En ese momento doy un sorbo a la copa de vino o a la cerveza, lo miro sonriéndole dulcemente y le contesto de una manera despreocupada, como si fuese la primera vez que lo oigo y no tuviese la respuesta preparada: -¿Compromiso?, ¿responsabilidades?, ¡Uuuuuuyyyy pero qué dices, yo paso!-, y ves cómo se relaja, mientras tú piensas: -¡Será capullo! pero con quién narices se cree que está hablando- y gritas para tus adentros: -¡SOY UNA MUJER, PEDAZO GILIPOLLAS, QUÉ COÑO PIENSAS QUE QUEREMOS!

En ese mismo instante desconecto de la conversación y empiezo a pensar en el tipo que viene conmigo a recuperación, yo para la tendinitis del hombro y él por una rótula operada, y mientras el “súperbuenrollo” sigue contando batallitas, yo estoy pensando: -Mañana le pido el móvil a ver si quiere quedar para tomar una cerveza-, o -Mañana llamo a mi amante argentino y lo invito a comer-. Me echará un polvo que te flipas en mi ridícula cocina, luego comeremos y después echaremos una siestecita abrazados en el sofá. Por lo menos él no me dice esas petardadas de cagados emocionales, me hace reír, disfrutar, y después de la siesta se pira y cada uno continúa su vida y aquí no ha pasado nada. Ya lo sé, algunos pensaréis: -Pues para eso quédate con el consolador-. Pero qué sería de la vida sin esa satisfacción de ir siempre por delante de ellos, sabiendo que se sienten seguros pensando que tienen la situación controlada. Hasta que un día le dices, normalmente en la tercera o cuarta cita: -Mira, he pensado que como no quieres compromisos lo mejor es que seamos amigos y ya está-, y él piensa: -¡Joder, qué tía más guay!-, hasta que le dices: -Amigos sin derecho a sexo; porque, claro, si me tirase a todos los amigos que tengo, no daría abasto-, mientras le sonríes y le dices de buen rollo: -Lo entiendes, ¿verdad, corazón?-. Por supuesto, lo aceptan dignos.

Pero, al cabo de dos días, sobre todo después del fin de semana (los lunes de todos los ex los he bautizado yo), recibes sms, mensajes por el chat del Facebook, rollo ¿qué tal?, etc., etc., etc., porque cuando siguen llamándote, no lo dudéis, es: o porque te han metido el rollo porque les has gustado de verdad y se han acojonado o porque no se han comido una rosca el fin de semana y les pica la puntita. También cabe la posibilidad de que les hayas caído súper bien y que realmente quieran ser sólo amigos, porque eres simpática, divertida, interesante, inteligente, a veces hasta guapa, y que simplemente no les guste tener sexo contigo, es una posibilidad… Pero ésa no la solemos tener en cuenta, básicamente porque estamos absolutamente seguras de que follamos de P.M.

No hace falta que os diga lo que tenéis que contestar a esos mensajes, pero por si acaso: ¡MIENTE SIEMPRE!, ¡JAMÁS, BAJO NINGÚN CONCEPTO, TE MUESTRES DÉBIL, AUNQUE TE HAYAS PASADO TODO EL FIN DE SEMANA TIRADA EN CASA VIENDO COMEDIAS ROMÁNTICAS Y COMIENDO CHOCOLATE A LO BRIDGET JONES!

El Calma Total

Tengo que reconocer que, de todas las historias que he vivido, ésta es la peor con diferencia: CT (lo bauticé Calma Total) vivía en un velero en un puerto del Maresme, lo conocí en un chiringuito en la playa la noche que celebraba mi 38 cumpleaños. Un tipo de 46 años súper simpático, cariñoso, curtido por la vida y el mar; pero con una mochila de traumas infantiles a cuestas que no podía con ella. Estuve 21 días viviendo en un velero (rollo Samanta Villar en la cuatro) y, al principio, fue idílico; agosto, el mar, cenas a la luz de la luna…, ¡vamos, la leche! Hasta que empezó a salir el Allien que el tío llevaba dentro; nos levantábamos por la mañana, íbamos a comprar el pan y a desayunar al pueblo, cogidos de la mano cual pareja de jubilados que llevan toda la vida haciéndolo y llega un momento en el que ir cogidos ya es un simple instinto de supervivencia a causa de la artritis.

El tipo cocinaba muy bien; después de los 21 días yo parecía una boya de amarre, de lo que llegué a comer. Me enseñó a navegar un poco, y empezó a entusiasmarse arreglando el barco, que lo tenía bastante dejado, porque según él no tenía ninguna ilusión, pero yo le había devuelto las ganas de hacer cosas. En ese momento se me empezaron a disparar las alarmas, porque una persona que no hace nada por sí mismo fijo que tiene depre, crisis…, no sé, algo chungo seguro, pero bueno, seguimos con nuestras rutinas y poco a poco se fue abriendo a mí: me explicó que su padre maltrataba a su madre cuando eran pequeños y la madre se volvió alcohólica. Triste. Al final la madre murió alcoholizada. Y él se fue de casa con 14 años. Mi parte compasiva, por supuesto, se encogió de pena.

Un día, mientras yo estaba tumbada desnuda tomando el sol, más a gusto que un arbusto, empezó a hablar de sus preferencias sexuales, y no sé cómo de golpe me empezó a decir que tenía vídeos porno de zoofilia, coprofilia, y más filias a cada cual peor. A mí se me empezó a colapsar el cerebro, primero pensé que lo decía en broma, pero luego me di cuenta de que no, de que lo decía de verdad. Hasta ese momento habíamos tenido un sexo normal y corriente, pero a mí ya me empezó a entrar mal rollo. No sé cuál fue la peor imagen que me llegó a pasar por la cabeza; en esos instantes sólo veía caballos, burros, perritos comecoños, ¡yo que sé! Parecía que me hubiese tomado un tripi; me acordé de Benigni, en la película Noche en la Tierra, con la cabra y la calabaza.

Las alarmas cada vez sonaban más fuerte en mi interior, hasta que poco a poco empezó a salir su verdadero yo, el posesivo y paranoico; fue un día que salimos a navegar y me dijo: -El verano que viene iremos a Mallorca de vacaciones con el velero. Le contesté con una sonrisa: -Bueno, ya lo veremos, aún es pronto para saber dónde estaremos el año que viene-. Eso desató una serie de discusiones y de malos rollos imposibles de soportar; el tipo se había enamorado de mí y yo de él no (evidentemente), nos conocíamos desde hacía dos semanas. Yo sólo quería pasarlo bien, divertirme y ver cómo iba la cosa; podía salir bien o mal, pero yo quise probar. Le dije que estaba a gusto con él, pero que cada cosa a su tiempo, que no se le podía poner una pistola en la cabeza a alguien para que se enamorase de ti. Y él empezó a gritar fuera de sí, que estaba preparando nuestro nidito de amor (el velero), que todo lo estaba haciendo por mí para que pudiese estar a gusto viviendo en el barco. Y yo ahí ya me acojoné, estábamos justo saliendo del puerto, íbamos a ver los delfines al atardecer y se creó un ambiente que no lo cortaba ni una motosierra, donde él no me dirigía la palabra y yo sólo podía pensar: -¡Dios, imagínate que este tío está loco, te pega un palazo, te tira al agua y a tomar por culo!-. Intenté aparentar toda la calma posible, con la vista fija en uno de los atardeceres más bonitos que había visto en mi vida, mientras los delfines saltaban cerca del barco. Os juro que en ese momento pensé: -Si tengo que morir, que sea así, rodeada de toda esta belleza.

Pero no pasó, volvimos al puerto, recogí todas mis cosas y le dije que me iba; eso nos llevó a otra discusión en la que consiguió que me asustase de verdad. Estaba enfermo, buscaba como un loco una pareja, la pareja que él se había imaginado, con todas las virtudes que él quería y, por supuesto, sin defectos. Y la había reflejado en mí.

No podemos tropezar tantas veces con la misma piedra

Hace un año, más o menos, conocí a un tipo en una discoteca; se llamaba David y era cocinero. Bebimos, nos reímos, nos metimos mano, besos, etc., y al final acabamos en su piso; echamos un par de polvos y me quedé a dormir allí. Él se pasó toda la noche abrazado a mí, súper cariñoso, y yo pensé: -¡Qué majo!-. Total, que cuando nos despertamos hacia el mediodía, al minuto menos uno, me dijo que tenía una comida y que tenía que irse pitando. A mí, por supuesto, una mujer con experiencia, me sonó a excusa, y yo le dije que también había quedado para comer; noté cómo él se relajaba, mientras yo le sonreía.

Me largué sin darnos los números de móviles, salí escopeteada del piso, y cuando estaba en el portal fui a abrir la puerta para salir a la calle y estaba cerrada. Llevaba una resaca bastante simpática, busqué el clásico timbre que hay en algunos portales para abrir la puerta desde dentro, pero no había ninguno. Total, que me dije: -¡Joder, ahora tendré que volver a subir y que me baje a abrir la puerta!-, lo peor es que no me acordaba ni de la puerta, ni del piso y encima no tenía su móvil. Subí hasta el final y volví a bajar pensando que en algún momento recordaría la puerta por la que había salido hacía ya casi cinco minutos; no hubo manera, las veía todas iguales. Así que empecé a picar timbres y no me abrieron hasta el 3° 3a; bueno, antes de abrirme, la mujer me hizo un tercer grado: -¿Quién es? ¿Qué quiere? ¿Cómo que está encerrada?-, y yo cada vez me iba poniendo más nerviosa, hasta que la mujer de las narices vio que no era una atracadora/violadora de ancianas y me abrió la puerta. Bajó conmigo y yo intentándole explicar que es que le había llevado la cartera a un chico que vivía en ese bloque porque me la había encontrado el día anterior, bla, bla, bla… Cuando conseguí estar en la calle, respiré hondo y pensé: -¡Joder, qué momento más chungo que acabo de pasar!-, y me fui. Mientras iba caminando me dije: -El pavo tenía mucha prisa por irse a comer, pero yo llevo aquí con la tontería 20 minutos y no lo he visto salir.

Y el cocinero quedó completamente en el olvido; de esa noche sólo guardé en mi memoria el mal rato de la puerta y el tercer grado de la vecina, de los polvos me olvidé.

Al cabo de casi medio año, estaba yo en la misma discoteca con una amiga, íbamos bastante contentillas y se paró delante de mí un tipo; yo lo miré y pensé: -Me suena de algo, pero no sé de qué-. Él estaba con dos tipos que yo no conocía, total que le dije: -Me suenas un montón y no sé de qué-, mirándole con cara pensativa. Él no me dijo ni que sí ni que no, le insistí: -Pero es que me suena incluso como si hubiese hablado contigo-, y el tipo sonrió y me dijo: -Podría ser-, y yo le dije: -No sé, dame una pista, cómo te llamas, algo…-, y él me contestó: -Me llamo David-, y yo igual de espesa, hasta que dijo: -Soy cocinero-. Entonces me giré hacía mi amiga, partiéndome de risa, y le dije: -¡Joder que si me suena, como que me he acostado con él!

El pobre tipo se fue sin mirar atrás, humillado, indignado, y yo pensé: -Pues ahora te jodes, guapo. Eso por el mal rato que me hiciste pasar con la puñetera puerta-. La verdad es que ha sido la única vez en mi vida que me ha pasado algo así, lo de olvidarme de un tipo con el que me he acostado.

No sabéis qué gustazo poder hacerle algo así YO a un hombre, y encima sin premeditación, ¡¡¡NO ME ACORDABA DE ÉL!!!… Cuántas veces lo hemos soñado, con los que no nos llaman, con los que te echan un polvo y luego si te he visto no me acuerdo. Cuántas veces nos hemos dicho: -¡Si vuelvo a ver a este tío, lo mando a tomar por culo!-, y ¿cuántas veces lo hemos hecho?, no lo penséis, no vale la pena.

Cuántas veces te vienen, sonriéndote, tiernos, simpáticos, alabándote, buscándote, con el clásico rollo: -He pensado un montón de veces en llamarte, pero he estado tan liado…-, y tus defensas (que son débiles) van sucumbiendo poco a poco, o -Te quería llamar, pero no sé qué pasó que perdí tu móvil-, y tus defensas siguen bajando a nivel cero; os recomendaría el IMMUNIFLOR para reforzar las defensas, pero para ese tipo de bajadas creo que no es efectivo. En ese punto, tú ya estás pensando: -¡Anda, mira, qué moooooono, no me ha llamado pero parece que le gusto!-. ¡NOOOOOOOOOOOOOOO!, ¡ESO NUNCA!, ¡NO PUEDES CAER! Si caes, será muchísimo peor porque, cuando se vaya después del polvo (lo más probable es que sea hasta malo echando polvos) y no te vuelva a llamar, te sentirás FATAL; aunque vale, por el tema del polvo, ¡si ha sido malo, agradecida de que desaparezca!, a no ser que el tipo sea buenísimo en la cama, entonces te volverás a morir de ganas de que te llame y como no lo hará te sentirás: ¿GILIPOLLAS?, ¿TONTA?, ¿te pasarás el día después de bajón total?… ¡Tenemos que evitarlo! ¿CÓMO?:

Agárrate las bragas como puedas; aunque el tío te ponga, piensa en la lista de la compra para una semana o para todo un mes: tomates, cebollas, pasta, aceite, sal, bios, chocolate, huevos, mandarinas, calabacines, té belleza, duerme bien, mascarilla para el pelo, 4 botellas de vino (para los bajones), etc.

Porque ¿sabes qué?, que cuando pases de él lo verás cómo se va como si tal cosa y le empezará a meter el rollo a otra tía, y ése es el MOMENTAZO, porque en ese momento pensarás: -¡PEDAZO CAPULLO!-, te sentirás tan orgullosa de ti misma, te querrás tanto, te sentirás tan guapa, tan simpática, y en ese instante de subidón serás como una luz que atraerá a otro tipo, más simpático, más guapo, de los que luego te llaman para ir a cenar. Y si no pasa, siempre podrás seguir pensando: -¡OTRO PEDAZO CAPULLO!

Abducida por un hombre casado, desmomentos que tiene la vida

Hablar de esto es casi más tópico que hablar del nuevo color de uñas que se lleva está temporada; que por cierto es el visón, para las que puedan estar interesadas. A mí me queda fatal, pero se lleva.

Los casados, esos pobres hombres obligados por mujeres crueles (porque siempre son crueles) a vivir en la monotonía conyugal, que no tienen casi sexo porque ellas nunca tienen ganas. Y yo pienso, en vez de compadecernos de ellos, por qué no nos preguntamos: -¿Por qué su mujer no tiene ganas de tener sexo con él?-, ¡siempre nos ponemos de parte de ellos! Cuando le cuentas a tu mejor amiga: -Tengo un compañero de trabajo que me gusta, me da rollo, o morbo, o lo que sea… El pobre está casado con una bruja-, y ella te contesta: -¡Pobre tipo!, ¿por qué no se separa?