Apéndice A: Resumen del modelo IFS

I. Partes

A. Subpersonalidades o aspectos de nuestra personalidad que interactúan internamente entre sí en secuencias y estilos que son similares a las formas en que las personas interactúan entre sí.

B. Todas las partes son valiosas y desean desempeñar un rol positivo. Nacemos con ellas o con el potencial que tienen; forma parte de la naturaleza de la mente el estar subdividida. Es bueno ser múltiple.

C. Las partes se vuelven extremas y destructivas como consecuencia de experiencias vitales.

II. Self

A. Asiento de la conciencia—un nivel de entidad diferente al del de las partes. El Self, a diferencia de las partes, es invisible porque es el “yo” que observa.

B. El Self tiene cualidades tales como la compasión, la confianza, la curiosidad y la perspectiva, cualidades propias para un buen liderazgo. Cada uno de nosotros tiene un Self, el cual puede verse ocultado por los extremos de las partes.

III. Objetivos básicos del modelo

A. Liberar a las partes de sus roles extremos de modo que puedan encontrar y asumir sus roles preferidos y valiosos.

B. Diferenciar el Self del cliente de modo que el Self contribuya a poner en armonía y equilibrio su vida interna con su vida externa.

IV. Supuestos

A. A medida que nos vamos desarrollando, nuestras partes van formando un sistema complejo de interacciones con polarizaciones y alianzas. La teoría de los sistemas y la tecnología pueden ser aplicados al sistema interno. Una vez que el sistema se reorganiza, pueden las partes cambiar rápidamente.

B. Los cambios en el sistema interno producirán cambios en el sistema externo y viceversa. El trabajo con cualquiera de ellos produce cambios en el otro.

V. Modelo de grupo de tres elementos de los roles comunes de partes

A. Exiliados: Las partes más jóvenes, vulnerables que han sufrido traumas y que se encuentran aisladas del resto del sistema para protección propia y del sistema. Los exiliados son los portadores de los recuerdos, emociones y sensaciones, e impulsos vinculados a los sucesos y se encuentran estancados en el pasado.

B. Directivos: Partes que gestionan la vida diaria de la persona. Estas partes intentan mantener al exiliado en el exilio a través del control de los sucesos o de las relaciones, siendo perfectos y complacientes, cuidando de los demás, infundiendo miedo al riesgo en las personas mediante la crítica, apatía, la preocupación, etc.

C. Apagafuegos: Partes que reaccionan ante la activación de los exiliados en un esfuerzo por apagar sus sentimientos o disociar a la persona de ellos. Entre las actividades comunes de los apagafuegos están: consumo de alcohol, o drogas, autolesiones (cortes), comida compulsiva, sexo compulsivo, ideación suicida e ira. Los apagafuegos tienen los mismos objetivos que los directivos (mantener alejados a los exiliados), aunque siguiendo estrategias diferentes, más impulsivas.

VI. Empleo del modelo

A. Evaluar sistema externo para cerciorarnos de que se puede trabajar de manera segura.

B. Introducir lenguaje a ser empleado; preguntar por posibles relaciones con las diferentes partes; preguntar qué cosas desearía cambiar la persona.

C. Trabajar primero con los directivos; comentar sus temores y cómo pueden ser abordados éstos; establecer relación de colaboración con ellos, respetar su ritmo.

D. Indagar posible existencia de apagafuegos peligrosos y desactivarlos.

E. Tras obtener permiso de directivos, comenzar el trabajo con los exiliados. Según proceda, llevar a cabo recuperaciones y liberación de cargas.

F. Tras cada recuperación, preguntar cómo reaccionan las partes.

G. Durante todo el proceso, evitar que partes del terapeuta puedan interferir y apreciar el feedback que el cliente pueda proporcionar respecto de la detección de partes.

The Internal System

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Text adapted from Internal Family Systems Therapy by Richard C. Schwartz, Ph.D. Graphic by Janet R. Mullen, LCSW

Apéndice B: Glosario de IFS

Equilibrio Estado en el que los miembros de un sistema humano tienen un acceso equitativo a las responsabilidades, recursos e influencias que necesitan.

Amalgama
o Mezcla
Cuando los sentimientos y creencias de una parte se funden con otra de las partes o con el Self.

Cargas Ideas o sentimientos extremos que son soportados por las partes y que rigen sus vidas. Las cargas aparecen en las partes tras la exposición a personas o a sucesos externos.

Entorno
restrictivo
Entorno de sistemas humanos que se caracteriza por desequilibrio, polarización, excesiva involucración o enredo y liderazgo problemático. Los entornos restrictivos imponen cargas dentro de los sistemas.

Involucración o
Enredo
Estado en el que dos miembros (o dos grupos) de un mismo sistema se vuelven altamente interdependientes hasta el punto en que el acceso de ambas partes a sus propios Selfs se ve limitado porque ambas partes son muy reactivas entre sí.

Exiliados Partes que están secuestradas dentro de un sistema para la protección propia o del sistema frente a ellas.

Apagafuegos Partes que entran en acción cuando se produce la activación de los exiliados con el fin de calmar a los exiliados o distraer al sistema de ellos (disociación).

Armonía Estado en que los miembros de un sistema humano se relacionan entre sí mediante la colaboración entre ellos con una comunicación eficaz, cuidado mutuo y un sentido de conexión entre ellos.

Desequilibrio Estado en que uno de los miembros (o grupo) tiene mayor o menor acceso a responsabilidades, influencia o recursos.

Directivos Partes que dirigen el día a día del sistema. Controlar y complacer en lo externo y prevenir en lo interno para minimizar la activación de los exiliados.

Paradigma de la
Multiplicidad
Reconocimiento de que la mente humana no es única sino que está dividida de manera natural en multitud de subpersonalidades.

Partes Término empleado en Internal Family Systems para referirse a las subpersonalidades existentes en una persona. La mejor forma de referirse a ellas es como personas internas de diferentes edades, talentos y temperamentos.

Polarización Estado en que dos miembros (o dos grupos) de un sistema se relacionan entre sí a través de la oposición o de la competencia hasta el punto de que cada partido ve limitado el acceso al Self por temor a que el otro partido sea el que gane o asuma el mando.

Liderazgo
problemático
Estado en que los líderes de un sistema han abdicado, están sesgados, están polarizados entre sí o han sido desacreditados.

Self Núcleo de la persona que contiene cualidades de liderazgo tales como compasión, perspectiva, curiosidad y confianza. El Self es el que está mejor equipado para dirigir a la familia interna.

Liderazgo
del Self
Liderazgo que se caracteriza por la compasión, calma, claridad, curiosidad, confianza, coraje, creatividad y conectividad

Entorno de
apoyo
Entorno de sistemas humanos que se caracteriza por el equilibrio, la armonía y el liderazgo eficaz.

Apéndice C: Lecturas seleccionadas de IFS

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Capítulo Uno EL MODELO DE LOS SISTEMAS DE LA FAMILIA INTERNA

¿Ha escuchado alguna vez a alguien decir: “Antes de poder amar a alguien, debo aprender a amarme a mí mismo” o “Mi problema es que me falta autoestima” o “No quería hacerlo, pero no pude evitarlo?” ¿Cuál es ese Self que necesitamos aprender a amar y a estimar y por qué resulta ello tan difícil? ¿Quién es ése que nos hace hacer cosas que realmente no queremos hacer? ¿Nos perseguirá para siempre esa voz crítica existente en nuestra cabeza que nos pone todo tipo de apodos? ¿Existe alguna forma mejor de afrontar esa sensación de inutilidad que sentimos en el fondo de nuestro estómago? ¿Cómo podemos reducir el volumen de ese ruido interno que nos mantiene en un estado de ansiedad y distracción?

El modelo del Internal Family Systems (IFS) (Sistemas de la familia interna) dispone de un conjunto de respuestas frente a dichas interrogantes que ayudan a las personas a relacionarse consigo mismas de una manera diferente-amándose a sí mismas. Nos ofrece pasos concretos que podemos dar para lograr un mayor control sobre nuestras reacciones impulsivas o automáticas. Este modelo ayuda a transformar esa voz interna crítica en una voz de apoyo y a eliminar sentimientos de inutilidad. Es capaz, además, no solamente de reducir ese ruido interno en nuestra mente sino que, también, de crear una atmósfera interna de luminosidad y paz, aportando una mayor confianza, claridad y creatividad en nuestras relaciones.

En el modelo IFS conseguimos esto logrando primero que uno se centre en el interior de uno mismo. Por “enfoque interno” entendemos que uno dirija su atención hacia sus pensamientos, emociones, fantasías, imágenes y sensaciones, es decir, su experiencia interna. Para la mayoría de las personas ello supone un gran paso ya que hemos sido educados para tener nuestra atención fijada en el mundo exterior, previniendo así eventuales peligros como también buscando satisfacciones en él. Este enfoque externo está justificado por cuanto en nuestro entorno existen motivos tanto de preocupación como de estímulo; sin embargo, existe otra razón por la cual muchos de nosotros no nos atrevemos a penetrar en nuestro mundo interior dado que tenemos miedo a lo que allí pudiéramos encontrar. Sabemos o intuimos que, en el fondo de nosotros mismos, se ocultan recuerdos y sentimientos que podrían abrumarnos, haciendo que nos sintiéramos mal con nosotros mismos, interfiriendo en nuestra capacidad de funcionamiento, determinando que actuáramos de manera impulsiva, cambiando nuestro modo de relacionarnos con los demás y volviéndonos vulnerables a nuevas heridas. Esto es particularmente cierto si uno ha sufrido humillaciones que le han hecho sentirse un inútil o si ha experimentado traumas o pérdidas a lo largo de su vida. Para evitar esto, usted se asegurará de estar permanentemente ocupado o distraído, no dando así nunca la oportunidad a que surjan los recuerdos dolorosos. Usted organizará su vida de forma tal que garantice que nada pueda desencadenar la aparición de los recuerdos o emociones temidas. Usted procurará tener un aspecto y comportamiento aceptables, trabajar duro para demostrar que es una persona valiosa, controlar cuan estrechas o no puedan ser sus relaciones, intentará hacer lo necesario para ser querido por los demás.

Roger considera que él es un profesional competente por lo que no logra entender por qué su mente se queda en blanco cada vez que su jefa entra en su despacho. No logra soportar el hecho de que su mera presencia le haga sentirse de manera tan infantil y estúpida. Antes de que ella entrara en su despacho, él ya había mantenido toda suerte de charlas estimulantes consigo mismo, había probado hacer respiraciones profundas y se había recriminado ser tan temeroso, pero nada de ello parecía funcionar.

Susan está muy ocupada en lograr que sus hijos estén a gusto consigo mismo por lo que se siente molesta por la manera en que ella pierde en ocasiones el control con su hijo. De vez en cuando él lleva a cabo acciones irrelevantes como dejar tirada la ropa o llegar tarde a casa, observando ella que reacciona gritándole como si él acabara de matar al gato. A menudo es consciente de que tal reacción se va a apoderar de ella, pero no puede hacer nada para impedirlo. Luego, atormentada por el remordimiento, se odiará por ello pero la situación seguirá repitiéndose.

A pesar de todo lo que ha logrado, David se siente atormentado por una sensación de ser una nulidad. La gente le alaba constantemente y le dice qué gran persona es, aunque él no logra aceptarlo. Él pone buena cara pero, en el fondo, está convencido de que si le conocieran realmente, se sentirían defraudados. Sabe que a nivel intelectual goza de estima y, aunque trata de convencerse a sí mismo de ello, la poderosa sensación de inutilidad persiste.

Kim no es capaz de controlar lo que come. A pesar de probar diferentes dietas, trabajar con nutricionistas y practicar ejercicios como una posesa, cuando el impulso de comer dulces se apodera de ella, es impotente frente al mismo. Ella odia esa voz interna que la seduce para que vaya a la nevera a comer helados y, sin embargo, es incapaz de resistirse a sus cantos de sirena.

Margot se queja de que solamente la atraen aquellos hombres que la tratan mal. Si bien hay muchos hombres amables interesados en ella, siente que la química se produce solamente con aquellos hombres carismáticos que acabarán tratándola mal. Siente que “está condenada por su corazón a sufrir toda la vida de mal de amores”.

¿Qué es lo que tienen todas estas personas en común? Todos ellos han sido pacientes míos que acudieron por tener emociones o impulsos que eran incapaces de controlar. Pero no sólo era eso, ya que luchaban constantemente contra ello y estaban furiosos consigo mismos por ser incapaces de controlarlos. El impulso incontrolable en sí ya era lo suficientemente perturbador; sin embargo, la relación que se había generado con este impulso -tanto la frustración con él como la que tenían consigo mismo por tenerlo- había logrado penetrar tanto en su autoconcepto, haciéndoles sentir inútiles. Yo considero que esto es a menudo cierto. La manera según la cual nos relacionamos con algún pensamiento o emoción problemáticos no solo no logra controlarlo sino que, además, llega a formar parte de nuestros problemas. El monje budista Thich Nhat Hanh lo planteaba de la siguiente manera: “Si nos enfadamos con nuestra ira, tendremos al mismo tiempo dos iras que enfrentar”.

Esta idea quedará mejor ilustrada mediante una analogía con las relaciones humanas. Considere a su ira como si se tratara de uno de sus hijos. Suponga que usted tiene un hijo a quien no logra controlar- digamos que tiene berrinches todas las noches. Esto ya sería lo suficientemente molesto, cansado pero supongamos, además, que debido a estos berrinches que la ponen frenética, usted ha optado por criticarlo permanentemente y a mantenerlo encerrado en su habitación por temor a que la abochorne ante los demás. Usted se queda en casa los fines de semana para cerciorarse de que él no se escape y pudieran, en consecuencia, pensar que usted es un pésimo progenitor por la conducta de él. Suponga que cada una de las reacciones suyas sólo ha determinado que sus rabietas sean cada vez peores ya que él intuye que usted querría librarse de él. Así, el problema acabará consumiendo su vida por la manera que tiene usted de relacionarse con su hijo. Lo mismo es válido para nuestras emociones extremas y para nuestras creencias irracionales y extremas – las mismas ya son de por sí difíciles, pero el problema se exacerba a menudo por la manera que tenemos de abordarlas, determinando que nuestras vidas se vuelvan algo o bastante miserables.

Podrá parecer extraño el pensar que se tiene una relación con un pensamiento o con una emoción y, sin embargo, no podemos evitarlo. Ellos viven con nosotros, y tenemos que relacionarnos con ellos de una manera u otra. Al igual que sucede con las personas difíciles que hay en nuestra familia o en nuestro entorno laboral, la diferencia estribará en la medida en que nos sintamos afectados y en cómo interactuemos con ellos. Considere qué es lo que siente usted respecto de sus propios y diversos pensamientos y emociones. Es probable que le agrade esa voz interna suya que le recuerda lo que tiene pendiente por hacer y la estrategia a seguir. Usted hace caso de ello y lo utiliza como motivación; usted se relaciona con ella como si se tratara de un ayudante valioso. ¿Qué pasaría si esa misma voz, cuando usted comenzara a relajarse, se volviera crítica de manera estridente gritándole que es un vago y que el cielo se le caerá encima si no vuelve al trabajo? ¿Le gusta entonces esa voz? ¿Qué le responde usted a eso? Como el común de las personas, es probable que usted discuta internamente con la misma como lo haría con un jefe opresor. “¡Lárgate! ¿Es que no me vas a dejar descansar ni siquiera un minuto? ¡Cálmate!” O, sino, intentará usted sofocarla sentándose a ver televisión o a beber unas copas. La parte suya que desea obtener logros ejerce como un excelente sirviente, pero también como un terrible maestro de modo que se establecerá una relación de amor y odio con ella.

Las relaciones continuas y complejas que tenemos con muchas de nuestras diferentes voces internas, patrones de pensamiento y emociones son similares a las que tenemos con las demás personas. Lo que llamamos “pensamiento” corresponde a menudo a los diálogos internos que sostenemos con las diferentes partes nuestras. Consideremos otro ejemplo. Piense en alguien a quien usted ama y que ha muerto. ¿Cómo experimenta usted el dolor que siente por esa persona fallecida? Es posible que usted tema sentirse abrumado por ello y le perturbe la manera en que ello le abate. Usted intenta mantenerlo encerrado en alguna parte de su psique y evita cualquier cosa que pudiera recordarle a la persona querida fallecida. Incluso se impacienta: “Después de tanto tiempo, ¿por qué estoy sintiendo lo que siento? Pensaba que todo esto ya estaba superado”. Usted intentará convertir el dolor en un exiliado intrapsíquico.

Y, sin embargo, al igual que sucede con un exiliado, seguirá apoderándose de usted si no está atento, y así organizará situaciones en las cuales estos toman el control de la persona.

¿Y qué pasa con esa parte suya que se pone a la defensiva cuando usted discute con su pareja? En el fragor del enfrentamiento, usted se da cuenta de que se ha convertido en esa parte -aquella que ve a su pareja a través de aquellos ojos, asumiendo su perspectiva distorsionada en blanco y negro, de culpabilizaciones; resistiéndose tercamente a ceder un milímetro; y diciendo cosas hirientes. Luego se da cuenta que no había estado a la altura y se sorprende diciéndose a sí mismo:” ¿Quién se apoderó de mí para que me comportara de manera tan odiosa? ¡Ése no era yo!” ¿Cómo se siente usted respecto a ese defensor interno? Al igual que para la mayoría de las personas, existirán algunos aspectos de él que no le gustarán pero, ante una disputa, usted se siente tan vulnerable que confiará en él para su protección. Usted le deja que asuma la función ya que cree que, de otra forma, su pareja se lo llevará por delante junto con usted. Su rabia se convierte en el guardaespaldas duro que le gustaría tener cerca, aunque nunca le invitaría a cenar por ahí.

Todas las personas que he descrito en este capítulo vinieron a mí porque se encontraban en estado de guerra consigo mismas. Ellas se encontraban atadas a relaciones internas disfuncionales y donde, obviamente, sus relaciones externas evolucionaban de manera paralela a las internas. Los problemas que determinaron que estas personas acudieran a terapia no sólo mejoraron de manera significativa cuando lograron cambiar la manera en que abordaban e interactuaban con sus pensamientos y emociones sino que, además, lograron, en términos generales, reducir la agitación interna, gustarse más a sí mismas y tener en sus vidas mejores relaciones con las personas.

¿En qué dirección se produjo este cambio? Estas personas pasaron de odiar, temer, discutir; de intentos de ignorar, de encerrarse o de liberarse de; o de ceder y de verse abrumadas por dichos sentimientos y creencias a volverse curiosas en cuanto a estos sentimientos y creencias, prestándoles atención. La curiosidad que inicialmente sintieron por estos sentimientos y creencias les condujo en muchos casos a sentir compasión por ellos, pasando luego a intentar ayudarles.

Citaré un ejemplo de mi vida. Antes de que conociera esta nueva forma de relacionarme conmigo, cada vez que tenía que hacer una presentación en público, me ponía extremadamente ansioso el pensar sobre el resultado que obtendría. De niño había sufrido humillaciones en el colegio de modo que una parte de mí seguía estancada en el pasado, temiendo cada vez sufrir, una vez más, una nueva humillación. En emociones como éstas resulta irónico ver que sean precisamente ellas las que con frecuencia, crean la misma situación que tanto temen. Cuando la ansiedad se apoderaba de mí, era incapaz de prepararme adecuadamente, mostrándome inseguro y poco articulado de modo que obtenía la misma realimentación que mi ansiedad tanto temía. Tenía así buenas razones para considerar a la ansiedad como mi enemiga ya que obtenía un efecto tan negativo en mi rendimiento. Cada vez que comenzaba a sentirla, para tranquilizarme, me decía a mí mismo:” No te preocupes, sabes de lo que estás hablando y nadie te mira mal. Además, si te equivocas, tampoco va a ser el fin de tu carrera”. Esta forma de diálogo racional conmigo mismo duraba poco porque, luego, la ansiedad volvía a reptar dentro de mí, sintiéndome frustrado y aumentando mi auto-crítica. “¿Por qué eres un debilucho? ¿Por qué no eres como las demás personas que son capaces de hacer esto sin problemas?”. Yo había estado teniendo estos conflictos internos hasta la presentación. Solía hacer bien mi exposición; sin embargo, la siguiente semana la pasaba buscando toda posible estupidez que había dicho o, sino, toda idea inteligente que no había dicho. Toda esta situación se había convertido en un calvario frente al cual sentía pavor.