Miyamoto Musashi

 

 

Maestro de sable japonés del siglo XVII

El hombre y la obra,

mito y realidad

 

 

Kenji Tokitsu

 

 

 

 

 

 

 

 

España

Editorial Paidotribo

Les Guixeres

C/ de la Energía,19-21

08915 Badalona

Tel.: 00 34 93 323 33 11

Fax: 00 34 93 453 50 33

www.paidotribo.com

paidotribo@paidotribo.com

 

Argentina

Editorial Paidotribo Argentina

Adolfo Alsina, 1537

C1088 AAM Buenos Aires

Tel.: 00 54 11 4383 64 54

Fax: 00 54 11 4383 64 54

www.paidotribo.com.ar

paidotribo.argentina@paidotribo.com

 

México

Editorial Paidotribo México

Lago Viedma, 81

Col. Argentina

11270 Delegación Miguel Hidalgo

México D.F.

Tel.: 00 52 55 55 23 96 70

Fax: 00 52 55 55 23 96 70

www.paidotribo.com.mx

paidotribo.mexico@paidotribo.com

 

Copyright de la edición original: © 1998 Éditions DésIris

 

Título original: Miyamoto Musashi. Maître de sabre japonais du XVIIe siècle

 

Traducción: Judith Viaplana

 

Revisión técnica: Fidel Font

 

Diseño cubierta: David Carretero

 

 

Editorial Paidotribo

Les Guixeres

C/ de la Energía, 19-21

08915 Badalona (España)

Tel.: 93 323 33 11 – Fax: 93 453 50 33 http://www.paidotribo.com

E-mail: paidotribo@paidotribo.com

 

Primera edición:

ISBN: 978-84-8019-976-6

ISBN EPUB: 978-84-9910-137-8

Fotocomposición: Editor Service, S.L.

Diagonal, 299 – 08013 Barcelona

 

Impreso en España por Sagrafic

 

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

 

 

Índice

 

 

 

Una figura legendaria

Los grandes períodos de la historia de las escuelas de sable japonesas

Cronología de la vida de Musashi

 

LA OBRA DE MIYAMOTO MUSASHI

 

I.  Escritos sobre los cinco elementos (Gorin-no-sho)

Manuscrito de la tierra

Manuscrito del agua

Manuscrito del fuego

Manuscrito del viento

Manuscrito del cielo

 

II. Los textos anteriores al Gorin-no-sho

El espejo de la vía de la estrategia (Hyôdôkyô)

Treinta y cinco instrucciones sobre estrategia

Cuarenta y dos instrucciones sobre estrategia

 

III.  La vía que hay que seguir solo (Dokkodo)

 

IV.  Notas de los discípulos de Musashi sobre la práctica de la escuela

 

LA VIDA DE MIYAMOTO MUSASHI

 

I.  La infancia y la formación

1. El nacimiento de Musashi

2. La infancia de Musashi y su primer duelo

3. La fundación de la Escuela de los dos sables

4. Las dos fuentes del arte de Musashi

5. Las escuelas de los dos sables

 

II.  Los combates de Musashi

1. Los duelos y las guerras, de los quince a los veinte años

2. El estudio del arte de las otras escuelas mediante los enfrentamientos

3. El duelo contra Sasaki Kojiro

4. Musashi en la batalla de Osaka

 

III.  La profundización

1. La madurez

2. Los últimos años de Musashi

3. La redacción del Gorin-no-sho y la muerte de Musashi

 

MIYAMOTO MUSASHI Y EL ARTE MARCIAL

 

I.  La escuela de Musashi

1. Las ramas de la escuela de Musashi

2. La escuela de Musashi, Hyôhô niten-ichi-ryû, hoy

 

II.  La transmisión del arte de Musashi

1. El papel de los escritos de Musashi en la transmisión de su arte

2. La transmisión del arte de Musashi mediante la práctica

 

III.  Actualidad de Musashi. La práctica de un adepto contemporáneo

1. El laberinto creado por la manera de coger el sable

2. La escuela Nen-ryû y su filiación

 

IV.  Las armas y la ética en la formación del arte del sable

1. El estatus de los guerreros

2. La técnica y el estatus del cuerpo

3. La integración de lo religioso en el sable en la época de Musashi

4. La formación de los katas

 

V.  El budô

1. El viraje de Meiji y la noción moderna de budô

2. La evolución del budô en el siglo XX

 

VI.  La relación entre los adversarios

1. La complejidad del combate en budô

2. El significado de la búsqueda del kizeme

3. Interferencia y armonía

 

Una vida, un arte

Notas

Anexo 1.  La traducción del Gorin-no-sho

Anexo 2.  El sen (tomar la iniciativa), una noción central en la práctica de Musashi

Anexo 3.  Influencias externas sobre el arte del sable japonés

Bibliografía

Léxico de los términos japoneses y de los nombres propios citados

Índice alfabético

 

 

 

 

Una figura legendaria

 

 

M iyamoto Musashi es una figura legendaria de la cultura popular japonesa. Este guerrero del siglo XVII, maestro de sable, que también fue pintor, escultor y calígrafo, ha dejado una obra escrita que ocupa un lugar importante en la historia del sable japonés. En forma densa y breve, los Escritos sobre los cinco elementos (Gorin-no-sho) son un compendio del arte del sable y un tratado de estrategia.

Aunque la obra plástica de Musashi es menos conocida, los entendidos la consideran de primer orden.

Por la amplitud que abarca su arte y su manera de explorar los límites del saber de su tiempo, Miyamoto Musashi me recuerda a Leonardo da Vinci. Su personaje y su vida aventurera han sido popularizados por una novela famosa y varias películas.

En este libro presento una nueva traducción, íntegra y comentada, de la obra principal de Miyamoto Musashi, y amplios extractos de sus otras obras. Debido a su concisión, el Gorin-no-sho es un texto difícil de comprender para un japonés contemporáneo. Los malentendidos no pueden sino amplificarse para un occidental, a quien una claridad aparente puede dar la impresión de comprender cuando, de hecho, le pasará desapercibido lo esencial de las ideas del autor. Así pues, he acompañado el texto de explicaciones, unas de orden histórico y lingüístico y otras de orden práctico. Aunque existan ya varias traducciones del Gorin-no-sho he emprendido este trabajo porque, al releer atentamente el texto japonés, he descubierto que en esas traducciones había muchos errores o malentendidos.

La traducción de esta obra es un trabajo difícil debido a la evolución considerable de la lengua japonesa desde la época de Musashi y sobre todo debido a un problema capital que obedece al papel, a la vez limitado e importante, de la explicación verbal en las artes marciales tradicionales. Lo que se dice es, de alguna manera, como el nudo de un cinturón: sólo el nudo se expresa, se ve, pero sin la continuidad del cinturón el conjunto no aguantaría. Con ese punto nodal que es la palabra adquiere sentido toda una experiencia común.

El principal modo de transmisión de las artes marciales era la enseñanza directa: las palabras apenas intervenían y la escritura se limitaba, la mayoría de las veces, a una simple enumeración de palabras técnicas. Esta tendencia no obedecía al respeto de una tradición, sino a la gran dificultad de comunicar por escrito las técnicas del cuerpo y de la mente. En el Tratado del agua, por ejemplo, cuando Musashi explica las técnicas por medio de palabras, es difícil entender aquéllas. Sin embargo, la ejecución de cada técnica sólo requiere algunos segundos. La descripción por escrito de un movimiento del cuerpo, que dura unos pocos segundos, es muy compleja –lo experimento continuamente en mi trabajo–. Sin embargo, en ciertos momentos de la trayectoria de un adepto una sola palabra puede hacerle comprender el núcleo del arte y dar un nuevo orden a la experiencia acumulada en el silencio de la práctica física. Las palabras de Musashi responden a este objetivo.

Uno de los grandes obstáculos de la traducción de la obra de Musashi reside en esta falla entre sus palabras y su cuerpo. Yo he intentado colmar esta falla a partir de mi propia experiencia del budo, puesto que el Gorin-no-sho es uno de los libros que me sirven de guía en la práctica de la vía del arte marcial. El nombre y la imagen de Musashi me han sido familiares desde mi primera infancia a través de relatos, películas y más tarde de novelas.

Musashi volvió a aparecer en mi vida con el Gorin-no-sho en la época en que, después de varios años de practicar karate, comencé a hacerme preguntas sobre la relación de este arte con la tradición del sable, donde yo veía lo esencial del budo. Conviene precisar que la tradición del karate presenta diferencias, desde el punto de vista cultural e ideológico, con la del budo. El karate es una práctica local del arte del combate, transmitida en secreto en la isla de Okinawa (extremo sur de Japón), que no se incluyó en el budo hasta 1930. El grado de refinamiento técnico y de profundidad alcanzado por este arte de combate distaba entonces de igualar el del sable japonés. Sin embargo, después de su presentación ante el público japonés, se vio enseguida que este arte local encajaba bien en la vida moderna del siglo XX y que era capaz de desarrollarse como forma contemporánea del budo. Para esta disciplina, recientemente vinculada al budo, la referencia más importante era el arte del sable japonés. Basándose en esta tradición, y en particular en el kendô1 y el judo, el karate encontró su forma de budo. En lo sucesivo, los escritos sobre el arte del sable forman parte para los karatekas japoneses de las referencias técnicas y culturales de su arte.

Así es como el Gorin-no-sho me acompaña desde los últimos veinticinco años de mis cuarenta años de práctica de budo. Queda claro que la intensidad de mi práctica no es del mismo orden que la de Musashi, pero he intentado acortar la distancia entre las palabras de Musashi y el cuerpo mediante mi propia práctica, por limitada que sea.

La otra dificultad con la que se tropieza en la traducción del Gorin-no-sho es más típica: ¿cómo plasmar el sentido de una palabra cuando las culturas son tan diferentes como la del occidente actual y la del Japón del siglo XVII? Pondré un solo ejemplo. En esta obra, Musashi emplea con frecuencia el término kokoro, que se traduce habitualmente por mente o corazón. Muchas frases, traducidas literalmente, darían expresiones como: “Vuestra mente debe estar decidida, tensa, tranquila, etc.”. Puesto que nuestra lengua utiliza más expresiones en las que la persona figura como sujeto, a mi entender, la traducción que mejor se adapta a esas expresiones es: “manténgase decidido, tenso, tranquilo, etc.”; la idea expresada en japonés por kokoro está incluida, en la traducción, en la forma personal del sujeto. Cuando decimos “esté tranquilo”, la idea subyacente es que la mente debe estar tranquila, la primacía de la mente sobre el cuerpo se da por supuesta. En japonés, esta primacía no se sobreentiende de la misma manera. Musashi escribió: “El cuerpo no debe tirar de la mente, la mente no debe tirar del cuerpo”. La manera de establecer esta distinción obedece a un pensamiento y a una lengua en los que la tendencia dominante es a confundir ambos, sin jerarquía, y en los que el trabajo analítico pretende distinguirlos. Una interpretación superficial podría ver en tales palabras la afirmación de un pensamiento dualista, mientras que, por el contrario, se trata de un trabajo que pretende establecer distinciones que no son evidentes.

 

************

 

La estrategia y la reflexión sobre el combate que forman el telón de fondo de la vida de Musashi confieren a éste varias dimensiones. Esta tensión hacia una escritura sobre su arte es lo que hace que la obra de Musashi sea particular.

En su juventud, alrededor de los veintidós años, Musashi ya escribió un Tratado titulado Escritos sobre el arte del sable de la Escuela Enmei (Enmei ryû kempô sho). Enmeiryû es el primer nombre utilizado por Musashi para designar su escuela, que significa círculo o perfección, mei, claridad. Esta imagen proviene de una de las posiciones técnicas de la escuela, en la que el adepto coge los dos sables de tal modo que recuerda la forma de un círculo. Esta obra contiene veintidós instrucciones que se refieren únicamente a las técnicas del sable. El Gorin-no-sho fue preparado por otras obras, cuyos esbozos pueden apreciarse en cierta medida. En 1641 Musashi escribe las Treinta y cinco instrucciones sobre estrategia (Hyôhô sanjû-go-kajô), obra dirigida a Hosokawa Tadatoshi, Señor de Kumamoto en Kyûshû, que había recibido a Musashi en el último período de su vida. Este Tratado, compuesto por instrucciones sobre el arte del sable, presenta gran similitud con el Gorin-no-sho. Yo he traducido las partes cuyo contenido difiere de lo que está escrito en el Gorin-no-sho. Por último, justo antes de su muerte, Musashi redacta un último texto, La vía que hay que seguir solo (Dokkôdô), en el que condensa sus últimos pensamientos.

La mayoría de las veces la reflexión que suscita la práctica profunda del arte marcial se sumerge en la propia práctica, y no se exterioriza, salvo por medio de breves aforismos. Personalmente, al practicar budo experimento esta dificultad de ponerlo por escrito, como si, después de sumergirme en el agua, pretendiera de inmediato volver las páginas de un libro sin mojarlas.

La obra de Musashi es tanto más relevante cuanto que son muy pocos los adeptos que han escrito sobre artes marciales, sobre todo en una época en que el sistema de transmisión era directo. Como prueba pondría el corto número de obras sobre arte del sable escritas en los dos siglos y medio del período Edo (1603 –1867), sobre todo teniendo en cuenta el número de adeptos.

Varias razones permiten explicar por qué se han escrito tan pocos textos sobre las artes del combate.

 

La dificultad de explicar la práctica técnica mediante palabras

 

Generalmente, los adeptos se han contentado con avanzar ellos mismos por la vía de la práctica sin escribir. Puesto que la práctica intensiva requiere que una persona se sumerja por completo en sus actos, resulta difícil escribir de forma objetiva, porque ello requiere distanciarse un poco de la práctica. Si echamos mano del lenguaje, la mayoría de las veces de forma puntual, es más para hacer surgir una intuición que para seguir una línea lógica.

Además, profundizar en la práctica del arte del combate no siempre es compatible con la escritura sobre dicho arte, si uno la practica a fondo, puesto que ir hasta el fondo en la práctica del arte del combate significa adquirir una capacidad de reacción sensoriomotriz que supera nuestra actividad reflexiva. Los movimientos espontáneos y la comprensión intuitiva se refuerzan y la separación entre percepción y reacción no debe ser aumentada por los escollos de una especulación intelectual. La reflexión forma parte del budo, pero se trata de un retorno reflexivo e introspectivo, que no debe intervenir en el instante del combate, donde se requiere la espontaneidad de los gestos. Pero, como escribía Musashi, el combate no está circunscrito al momento de su desarrollo.

En su época, en la que los enfrentamientos eran directos, a la mayoría de los adeptos les bastaba con sumergirse profundamente en su práctica y utilizar pocas palabras; en lugar de palabras utilizaban sobrentendidos inteligibles para sus alumnos. En la transmisión del arte de una escuela se formaba a veces un lenguaje ininteligible para los de fuera, que jugaba con un registro intuitivo muy amplio y que raramente iba en el sentido del encadenamiento lógico. Desde ese punto de vista, debido a su construcción, la obra de Musashi ocupa un lugar excepcional. Sin embargo, vista desde la actualidad, su lógica no siempre parece coherente y el sentido de las palabras no siempre es preciso. Si sus palabras fueran recibidas directamente, sable en mano, esas inexactitudes y ambigüedades verbales no tendrían importancia, puesto que el cuerpo y los sables de Musashi habrían disipado de sobra cualquier ambigüedad. Sin embargo, tres siglos y medio nos separan de aquello.

Quien practica profundamente un arte marcial y se entrena todos los días hasta el agotamiento tiene tendencia a mantener una relación prosaica o puntual con las palabras, al mismo tiempo que refuerza su aspecto intuitivo, pero se aleja de la reflexión objetiva de larga duración. Desarrolla una intuición que adquiere su sentido profundo o múltiple en una sola indicación o un solo ideograma. La sensación de plenitud que proporcionan los ejercicios físicos intensos reduce la amplitud de los encadenamientos lógicos. Sólo si atravesamos el umbral de otra dimensión, donde la sensación de plenitud acontece a lo largo de una marcha estable en la vía, las palabras se tornarán más tangibles. Por lo tanto no es de sorprender que Musashi escribiera su obra mayor justo antes de su muerte, aunque intentara escribir desde su juventud.

 

La importancia mayor del arte del combate para los guerreros japoneses

 

En la época de Musashi, la tradición del período de guerra se reflejaba directamente en la forma de practicar el sable. Luego, con la estabilización social, el aspecto simbólico del arte del combate fue cobrando importancia y el nexo con la moral de los guerreros se hizo más estrecho. Al mismo tiempo, las escuelas, menos comprometidas en los combates, pasaron a ser más dependientes de los señores. Éstos, para valorizar sus señoríos, reforzaron el carácter secreto de esta enseñanza, que la producción de escritos habría podido poner en entredicho.

 

La relación entre la palabra y el acto en los guerreros japoneses

 

El proverbio: “La palabra es de plata, el silencio es de oro” es común a Occidente y a Japón, pero se interpreta y se vive de formas muy distintas en uno y otro. Los japoneses interpretan esta frase como una valoración absoluta del silencio y un desprecio de la elocuencia, lo que no significa el desprecio por la palabra, sino, al contrario, la importancia dada a cada palabra. Un guerrero honorable hablaba poco, porque conocía la importancia de las palabras. La palabra era concebida con su relieve en el encadenamiento de posibles causas y efectos, aunque éstos siguieran siendo virtuales. Al igual que un sable, la palabra puede herir o matar, pero, mientras no se toque la hoja, el sable no es otra cosa que un metal liso. Quien conoce la naturaleza de un sable no juega con él, quien conoce la naturaleza de las palabras no juega con ellas. Los guerreros acordaban un determinado poder y eficacia a las palabras, sobre todo al nombre. Por eso el nombre de una técnica era un secreto importante para el que buscaba el espíritu de ésta. No existía transmisión anónima del arte, al menos para los guerreros. Para ellos, el simple saber hacer era un saber cojo. El nombre contenía la transmisión última. Por eso, la transmisión última de una escuela solía residir en la comunicación de los nombres de todas las técnicas que el adepto ya dominaba. La técnica de una escuela sólo se adquiría plenamente cuando era nombrada.

 

************

 

Miyamoto Musashi (1584–1642), coetáneo de René Descartes (1596–1650), vivió en un momento decisivo de la historia de Japón, a finales de la época de las guerras feudales, en el momento en que la sociedad japonesa comenzaba a estabilizarse. Musashi es testimonio de la aparición del nuevo sistema de valores de los guerreros, que va a caracterizarse cada vez más por la interiorización. Por medio de su pensamiento sobre estrategia, impregnado de la filosofía de la época, podemos acceder a una de las raíces de la cultura del período Edo.

El nombre de Miyamoto Musashi resulta familiar a los europeos gracias a las traducciones del Gorin-no-sho y sobre todo a la de la novela en dos volúmenes de Yoshikawa Eiji, titulados La piedra y el sable y La perfecta luz. La novela de Yoshikawa acaba con el famoso combate de Musashi contra Kojirô, en Ganryûjima. Musashi tiene veintinueve años en el momento de ese combate, es la época de su juventud sobre la que poseemos los documentos menos imprecisos. La popularidad, durante varias generaciones, de la imagen de Musashi creada por Yoshikawa muestra que el novelista supo condensar en él la imagen ideal del samurái a la que estaba vinculado el pueblo japonés.

En Japón, Miyamoto Musashi era conocido desde hacía mucho tiempo, pero la novela de Yoshikawa lo hizo famoso ante el gran público. El autor acentuó el lado introspectivo del personaje. Algunas veces se dice “Yoshikawa Musashi” para calificar la imagen que el público japonés se hace hoy de Miyamoto Musashi. Esta novela se publicó por entregas en un periódico entre 1935 y 1939. En cierto sentido, es la toma de posición de Yoshikawa en el debate sobre las cualidades reales de Miyamoto Musashi que se desarrolló entre los escritores japoneses a comienzos de la década de 1930.

Naoki, famoso autor de novelas sobre samuráis, desata la polémica al escribir que Musashi sólo alcanzó la excelencia en sable algunos años antes de su muerte (21, pp. 39-42). Piensa que, en su juventud, Musashi sólo era experto en autopublicidad, y que su poder con el sable no era extraordinario. Toma como prueba el combate contra Sasaki Kojirô, en el que Musashi utilizó un sable de madera para tener un sable más largo que el de Kojirô y en el que, además, retrasó voluntariamente el momento del combate para alterar al adversario. Naoki añade que Musashi escribe que combatió más de sesenta veces en su vida, pero que la mayoría de sus adversarios eran samuráis prácticamente desconocidos. Este punto de vista, aunque no carece de veracidad, se basa en suposiciones.

Otro escritor contraataca y defiende las cualidades de Musashi. El debate se amplía e implica a Yoshikawa en la controversia. La importancia de ese debate residía en que comprometía la afirmación de la identidad cultural japonesa, tema particularmente espinoso en el momento en que la sociedad se preparaba para la Segunda Guerra Mundial.

Desde la aparición del libro de Yoshikawa, se publicaron en Japón varias decenas de obras sobre Musashi. Los documentos históricos relativos a Musashi son fragmentarios, pero relativamente numerosos. No son lo bastante ricos para construir una imagen precisa de su personalidad, pero son suficientes para despertar la imaginación. Es como si el conjunto de esos documentos fuese el equivalente a un pequeño fragmento de una vasija griega, a partir del cual podemos imaginar la jarra o jarrón. Aunque la imagen de Musashi sea vaga, los rasgos que obtenemos son muy marcados, de gran colorido y olor. Es difícil ser neutro ante semejante imagen. Se la ama o no se la ama. A mi entender, la línea divisoria de la apreciación por parte de los autores japoneses contemporáneos de Musashi y de su obra mayor obedece, principalmente, a esta actitud primaria. De forma algo sumaria, podemos reagrupar a esos autores en cuatro categorías.

A los primeros –por ejemplo Ezaki Shunpei (15) y Naoki (21)– no les gusta o detestan la imagen que tienen de Musashi. Lo consideran un adepto astuto pero de segunda fila en la historia de las artes marciales japonesas. Algunos llegan a calificarlo incluso de paranoico. Consideran que el Gorin-no-sho es una obra más bien mediocre.

Los segundos –por ejemplo Shiba Ryôtarô (30), Tobe Shinichiro (31) y Saotome Mitsugu (59)– juzgan de forma positiva la obra y el arte de Musashi, pero la separan del aprecio hacia su persona. Consideran que Musashi era un gran adepto y artista, pero unos creen que poseía una personalidad desequilibrada y otros, malsana. No les gusta Musashi pero aprecian sus obras.

Los terceros –como Fukuhara Jôsen (2), Imai Masayuki (3), Nakanishi Seizô (8), Terayama Danchû (11), Morita Monjurô, Naramoto Tatsuya (58)– valoran tanto las obras como la personalidad de Musashi y consideran que la calidad de su arte refleja el conjunto de su personalidad. La mayor parte de las obras sobre Musashi se sitúa en esta categoría y, con diferencia, sin distancia crítica.

Los cuartos –por ejemplo Takayanagi Mitsutoshi (10) y Watanabe Ichirô (13)– se separan de su apreciación personal de Musashi. Aprecian sus obras, sobre todo por su originalidad, y las sitúan en su época. Su actitud parece la más científica, pero su planteamiento no va más allá de breves comentarios de los textos. Así, para Takayamagi, el Gorin-no-sho es difícil de comprender, en particular debido a la falta de organización de la escritura de Musashi, pero, a pesar de ese fallo, la obra de Musashi es admirable si se tiene en cuenta las dificultades de la época, en la que la distinción entre ciencia y religión no estaba lo bastante delimitada.

Si siempre es posible criticar el sable de Miyamoto Musashi –porque pertenece al pasado–, por el contrario, sus caligrafías, sus pinturas a la tinta china y sus esculturas han llegado hasta nuestros días: su calidad artística es innegable y sus obras son conocidas en la historia del arte japonés. No cabe duda de que el Gorin-no-sho es difícil de comprender, pero su estilo resulta relativamente claro cuando lo comparamos con los escritos de los contemporáneos de Musashi y, por lo que respecta al contenido, sólo un gran adepto del sable pudo escribirlo. Como escribe Musashi: “Aplicando el principio del sable a las otras artes, ya no necesito maestro en los otros ámbitos”. La calidad del conjunto de su obra parece indicar que sólo podía destacar en el arte del sable.

Mi manera de presentar a Musashi parte de una investigación histórica pero difiere un poco del trabajo de los historiadores, porque yo interpreto los documentos a partir de mi experiencia del arte marcial para intentar sacar enseñanzas relativas a la práctica.

 

¿Cómo apreciar la práctica del sable de Musashi?

 

En aquella época los duelos con sable entre adeptos de diferentes escuelas significaban en la mayoría de los casos la muerte. La decisión de desafiar o de aceptar un desafío requería una extrema prudencia. La simple bravura no bastaba para sobrevivir a un duelo a muerte; era necesario tener un nivel comparable al del adversario. Ahora bien, es innegable que Musashi nunca se equivocó en la estimación justa de la fuerza del adversario, lo que le evitó combatir contra un adversario capaz de vencerlo. El término mikiri se ha estabilizado para calificar la agudeza particular de la percepción de Musashi. Se le atribuye el origen de dicho término, pero yo no lo he encontrado en sus escritos. La traducción literal es mi, mirar o ver, y kiri, corte, lo que quiere decir ver con una minucia cortante o cortar con la mirada, es decir, discernir el estado de las situaciones o de las cosas con un rigor cortante. Creo que ese discernimiento riguroso caracteriza el sable de Musashi tanto como su expresión estética. Si considera que su adversario puede ser superior, evita combatir. Un discernimiento de un rigor cortante es, para Musashi, la base de la estrategia individual o colectiva. El mikiri condensa en una palabra una de las enseñanzas de Sun-Tseu: “Si te conoces a ti mismo y conoces a tu adversario, no perderás un combate de cien”.

Para Musashi, ser simplemente fuerte a título individual no tenía tanto valor, puesto que sabía que la fuerza de una sola persona es limitada y que incluso carece de importancia en una gran batalla, como aquellas en las que participó en varias ocasiones a lo largo de su vida. Habría podido desplegar del todo su talento a mayor escala, ya que creía haber encontrado un principio aplicable a todos los fenómenos de la vida.

Desde el final de la adolescencia, Musashi comenzó a viajar y los duelos se multiplicaron. La edad de treinta años marca una inflexión en su vida: continúa viajando a fin de profundizar en su arte, pero ya no busca duelos de la misma manera que antes. Al mismo tiempo, buscaba un señor que le encargara elaborar estrategias a gran escala. Sin embargo, algunas veces el rigor de Musashi resultaba inquietante, como el filo de su sable, lo que más de una vez puede verse también en sus obras de arte. Sin duda es una de las razones por las que no pudo alcanzar la posición que habría deseado al servicio de uno de los grandes señores feudales. Estoy convencido de que Musashi era un gran adepto del sable, pero creo también que, en la historia del sable japonés, varios adeptos alcanzaron un nivel equivalente o superior al suyo.

Para apreciar en su justa medida el arte y la personalidad de Musashi, me parece indispensable situarlos en la historia del arte del sable en Japón. Puesto que –la obra de Musashi es testimonio de ello– a partir de su época es cuando el arte del sable pasará a ser de forma progresiva un elemento estructurante de la vida de los guerreros japoneses desde el punto de vista técnico y moral.

De acuerdo con los usos de la época, Musashi utiliza para designarse a sí mismo el término bushi , guerrero, que significa adepto a las armas. Este término hace referencia a la división de la sociedad japonesa en cuatro órdenes sociales jerarquizados (guerrero, campesino, artesano y comerciante) que el gobierno de los Shôguns Tokugawa ya había institucionalizado de forma estable en la época de Musashi. Con la palabra bushi los guerreros designan su lugar en esta jerarquía. Este término apareció en el período Nara (siglo VIII) y poco a poco fue sustituyendo al término más antiguo mononofu que designaba a quienes sabían utilizar las armas y eran valerosos.

Samurái viene de saburai, forma nominal del verbo saburau que significa servir o permanecer al lado de una persona importante, siendo saburau una forma evolutiva del verbo más antiguo samorau. Esta palabra designa, a partir del período Heian (794–1185), a los guerreros que están al servicio de los nobles. Poco a poco, será utilizada por los miembros de los otros órdenes para designar a los guerreros en general. Sin embargo, en el orden de los guerreros, sirve para designar a los que están más arriba en la jerarquía. Por ejemplo, los ciudadanos podían llamar samuráis a todos los que llevaban los dos sables, pero entre guerreros no se llamaba samuráis a los que ocupaban la parte inferior de la jerarquía (106).

El poder de los guerreros se afirma durante el período Heian, sobre todo a partir del siglo X, cuando el poder gubernamental se debilita fuera de la capital. Las familias poderosas gô zoku empiezan a luchar para defender y ampliar el territorio adquirido. Desarrollan su capacidad militar a fin de gobernar ellas mismas a los campesinos locales y de protegerse frente a las fuerzas de la competencia y de los representantes del Estado. Se constituyen en grandes grupos unidos por vínculos de sangre y, también, por los que consiguen entrar en el grupo, mediante una gran conciencia de pertenencia a éste. Esos grupos armados, llamados bushi dan, se establecen en las provincias. Sus valores morales se basan en el culto a los ancestros y los vínculos familiares, que se amplían hasta la pertenencia a un clan jerárquico, y también en el valor personal de los combatientes.

La moral de los guerreros adoptará más tarde, a partir del siglo XVII, una forma más rígida, con la introducción del confucionismo, que se integrará en esta base antiguamente constituida.

El arte de los guerreros, aquel del que depende su identidad, fue en principio el tiro al arco. Yumiyatoru mi, literalmente “el que sabe tirar al arco”, designaba a los hombres de guerra del período Kamakura. Yumi no ie designaba una familia que destacaba en el arte del tiro al arco, por lo tanto, una familia de guerreros. Éstos combatían a caballo, principalmente con arco. Cuando la utilización del sable a caballo se extendió, trajo consigo la modificación de los sables, que adoptaron una forma curva. El tipo de combate fue evolucionando y en los siglos XIV y XV el sable ocupó el primer lugar entre las artes de los guerreros, convirtiéndose en su arma emblemática. Sin embargo, no sería justo considerar que el arte del sable japonés se desarrolló en secreto, porque la metalurgia llegó de China, pasando por Corea, y porque más tarde las interacciones fueron muchas (ver Anexo 3).

En la época de Musashi impera el arte del sable y son muchas las escuelas que enseñan sus técnicas. Parece pues necesario, para comprender bien el recorrido de Musashi, fundador de una escuela de la que existen todavía en la actualidad varias ramas, situar a aquél en la historia de las escuelas de sable japonés.

 

 

Los grandes períodos de la historia de las escuelas de sable japonesas

 

1. El período de formación (siglos XV-XVI)

 

Es una época decisiva de formación y evolución de la vía del sable, que va desde finales del siglo XIV hasta comienzos del siglo XVII. Más adelante, los adeptos del sable se referirán a ella con frecuencia.

Por supuesto, el arte del sable es mucho más antiguo en Japón. En el siglo X la forma de los sables se modifica y el sable de punta curva va sustituyendo poco a poco al sable recto. Esta evolución es testimonio de la elaboración de las técnicas en que el gesto de partir de un tajo ocupa un lugar creciente. El ascenso de la situación social de los guerreros corre parejo con el desarrollo y la evolución de las técnicas de combate. Por ejemplo, a partir del siglo XI, la forma y la técnica del sable japonés comienzan a transformarse. Con anterioridad, la fuerza militar estaba compuesta masivamente por soldados de infantería que utilizaban el sable recto, principalmente para atravesar. Con el desarrollo de los grupos militares locales, cuyos bienes raíces les permiten poseer caballos, los soldados de caballería ocupan el primer lugar. La técnica y la forma del sable se van transformando para facilitar el combate de los soldados de caballería, a quienes les resulta más fácil partir de un tajo que atravesar. La curvatura del sable se vuelve importante. El sable curvo predomina cada vez más y las técnicas para partir de un tajo se extienden al combate a pie. La forma del sable curvo se estabiliza a partir del siglo XII y la denominación nihon tô lo diferencia del sable recto, que conserva directamente la influencia china. El incremento del número de sables forjados muestra el lugar que ocupa el sable, sobre todo en los siglos XII y XIV. Los sables japoneses nihon tô fabricados en lo siete siglos que van desde finales del X hasta comienzos del XVII (era Keichô) se clasifican como sables antiguos y se denominan ko tô. Su calidad es muy buena y no ha sido igualada después. Conocemos el nombre de más de 5.500 maestros herreros de sables antiguos. Según Shûzô Mistushashi (41, p. 6), son:

 

–  del siglo X al XII (período Heian): 450 herreros;

–  del siglo XIII a mediados del siglo XIV (período Kamakura): 1.550 herreros;

–  de mediados del siglo XIV a finales del siglo XVI: 3.550 herreros.

 

Paralelamente a la evolución de la forma, la elaboración de la técnica del sable adquiere importancia. Sin embargo, los documentos fiables sobre las escuelas de sable no se remontan más allá de finales del siglo XIV. Aunque a la mayoría de ellos les gusta recordar que sus raíces llegan hasta el período Kamakura (1185 –1333) o más lejos todavía, sólo a partir de mediados del siglo XV puede referirse con exactitud la filiación de las principales escuelas de sable tradicional[16].

Desde el último tercio del siglo XV hasta finales del siglo XVI Japón ha vivido guerras continuas entre los señores feudales. En la experiencia de los campos de batalla fue donde los adeptos de aquella época forjaron las técnicas y actitudes de base del sable. En aquel entonces éstas eran relativamente simples, pero potentes, puesto que se combatía con armadura. Los combatientes las utilizaban al mismo tiempo que llevaban a cabo una búsqueda personal de las técnicas más eficaces, basada en su experiencia. Además de la idea de que la verdadera capacidad en combate se adquiere en el campo de batalla, muchos guerreros daban importancia a la preparación cotidiana para el combate. Ésta implicaba enfrentamientos, con frecuencia sin armadura, lo que propiciaba que se primara la sutilidad de las técnicas. Los ejercicios, llamados kumitachi tachi uchi , consistían en reproducir técnicas de combate resultantes de la experiencia de diferentes adeptos. Se ejercitaban en ello de forma codificada y utilizaban ya un verdadero sable, ya un sable de madera.

Miyamoto Musashi vivió a finales del período de formación de las escuelas clásicas de sable.

 

2. El período de elaboración (siglos XVII-XVIII)

 

Según mi análisis, podemos considerar este período como la matriz del budo. Corresponde a la elaboración del arte del sable y va desde la segunda mitad del siglo XVII hasta comienzos del siglo XIX.

Los Shôguns de la familia Tokugawa establecen y estabilizan su poder en todo Japón entre 1600 y 1640. Imponen un gobierno fuerte y aseguran un largo período de paz, que se prolongará hasta mediados del siglo XIX. Así pues, los guerreros deben irse acostumbrando a su situación de guerreros en tiempo de paz.

En el tiempo de las guerras feudales se podía resumir el valor del sable de un guerrero por la respuesta a la pregunta: “¿Cuántas cabezas puede cortar?”. Con la paz, ese pragmatismo simple se transformará en la búsqueda de la progresión en el arte del sable. Puesto que la vía de la acción les está vedada, los adeptos del sable interiorizarán su arte con la búsqueda de la vía, . La implicación en esta búsqueda será tanto más profunda por cuanto que la vía, , adquiere una parte de su sentido en las relaciones entre el señor y sus vasallos. Su objetivo consiste entonces en buscar la manera de avanzar en la vía del sable sin matar al adversario. En adelante, los adeptos del sable viven sin armaduras, la técnica del sable se modifica, puesto que ya no necesitan técnicas potentes que permitan matar al adversario a través de la armadura. Desarrollan técnicas sutiles, relacionadas con la libertad de movimiento que proporcionan los trajes de ciudad. El arte del sable alcanza su cúspide hacia finales de este período.

A mediados del siglo XVIII algunas escuelas comienzan a utilizar en los entrenamientos el shinai (sable de bambú) y las armaduras; su uso se generaliza a finales del siglo XVIII. Coexisten dos tipos de entrenamiento. Esas medidas de seguridad favorecen los enfrentamientos libres entre adeptos, lo que permite la elaboración técnica dentro de cada escuela. Esto implica la multiplicación, dentro de las escuelas, de corrientes que acaban por adquirir autonomía: se cuentan entonces más de setecientas escuelas de sable.

El arte del sable se va afinando y galvanizando la energía de los guerreros en la sociedad japonesa que se cierra frente al exterior. Agudizan su arte casi sin emplearlo nunca en enfrentamientos reales. Bajo la forma de ejercicios, se matan entre sí a diario, pero en realidad evitan la muerte. Sin embargo, la idea de que el enfrentamiento en el combate a muerte puede resultar efectivo en todo momento orienta la actitud mental de los guerreros. A través de la elaboración técnica, la idea de armonía se impregna cada vez más en el antagonismo inherente a las armas. El arte de los guerreros florece con diferentes nombres (bujutsu, bugei, kenjutsu, gekiken, tô-jutsu, ken-pô). En todas esas disciplinas, lo que impera es la energía en oposición, simbolizada por el hecho de que los guerreros lleven sable. Puesto que el sable los acompaña siempre con una idea fundamental: “Matar o ser muerto”.

 

3. El florecimiento del arte del sable (siglo XIX)

 

Considero que el tercer período de la historia de las escuelas del sable va del primer tercio del siglo XIX hasta finales del siglo XIX. El arte del sable se expande cuando su fuerza contribuye a poner fin al período feudal, que fue el de su dominio.

A comienzos del siglo XIX el sable conoce un breve período de decadencia, porque con el alejamiento del período de guerras se separa de la realidad del combate, y el lugar de los guerreros se torna incierto. Pero, rápidamente, la amenaza que representan los occidentales vuelve a hacer que los guerreros cobren conciencia de su papel. Durante la segunda mitad del siglo XIX, Japón conoce un período de altercados consecutivos a la amenaza de invasión que hacen pesar las potencias occidentales. Es el momento en que los japoneses empiezan a cobrar conciencia de la fuerza de los occidentales y a buscar los medios más eficaces para oponerse a ella. La actitud y la conciencia de toda la sociedad se reflejan en la manera de practicar el sable. El arte del sable había alcanzado la cúspide en el período anterior, pero, al separarse de la realidad del combate, comenzó a entrar en decadencia. Los enfrentamientos que atraviesan la sociedad japonesa hacen aparecer nuevas necesidades, y el arte del sable alcanzará su plenitud, produciendo chispas de acero entre las dos fuerzas constituidas por los guerreros, una que defiende el shôgunato, la otra que pretende eliminar dicho sistema.

El reinado de los Shôguns acaba en 1867 y el nuevo régimen, en su voluntad de instaurar una potencia militar e industrial moderna, abole [18] los privilegios de los guerreros. A pesar de las dificultades, una parte de los que han sobrevivido a los duros enfrentamientos del período de transición continúan la tradición y la práctica del sable. Han de acostumbrarse a la prohibición de llevar sable y afrontar la tendencia, en aquel entonces dominante, de despreciar la cultura tradicional, soporte de su identidad. El sable de los guerreros desaparece a finales del siglo XIX con la muerte de quienes habían vivido los últimos combates de sable.

La noción de budo nace en el momento en que el orden de los guerreros desaparece y los valores de la sociedad feudal comienzan a perderse en las profundidades de la sociedad moderna (126). Incluso si el budo se refiere a la tradición, se trata de una noción moderna. Ésta definió una práctica que se articula alrededor de una especie de dilema. Fundamentalmente, las armas son ofensivas, pero la tensión hacia la calidad del arte incluye la búsqueda de una progresión del ser humano que comprende una búsqueda de la armonía, elemento aparentemente contradictorio con los objetivos del combate. La realización ideal del budo es un combate en el que la energía agresiva está perfectamente equilibrada por la componente opuesta, la armonía –como veremos en La relación entre los adversarios–.

 

4. El kendô (finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX)

 

La concepción y práctica del kendô fueron elaboradas y determinadas hacia finales del período Meiji (1868-1912); la propia palabra data de este período. El kendô es una recuperación moderna del arte del sable de los guerreros. El combate se practica principalmente con shinais y armaduras. Así pues, en la actualidad, el kendô no es exactamente lo que practicaban los adeptos del sable más antiguos.

Aunque este período sea corto, su importancia se debe a su papel de intermediario entre el kendô practicado en la tradición de los guerreros y el kendô moderno.

 

5. De 1945 hasta nuestros días

 

En 1945 la destrucción de Japón es muy importante, y en la conmoción de la derrota toda la sociedad japonesa se ve cuestionada. Después de la guerra, Japón es ocupado, la presión de los aliados es fuerte y la práctica de las artes marciales tradicionales se prohíbe. Los adeptos del karate son los primeros en conseguir la autorización para practicar su disciplina presentándola como una forma de boxeo, lo que permitía asimilarla a un deporte: el boxeo inglés. No ocurre lo mismo con el kendô, puesto que incluso practicado con sables de bambú, recuerda la rareza bárbara de Japón en la guerra. Los adeptos del kendô intentan hacerlo sobrevivir con el nombre de shinai kyôgi, competición lúdica con shinai, y transforman las técnicas del kendô en una actividad deportiva aceptable a los ojos del ocupante. Para ello, difuminan al máximo [19] el aspecto tradicional de los trajes y de la conducta y se inspiran en la escritura europea. Esta experiencia será uno de los elementos fundadores de las transformaciones que han llevado al kendô contemporáneo. En efecto, cuando el kendô puede reanudarse oficialmente, en 1952, es toda la sociedad la que ha cambiado, y el espíritu de su práctica ha sido modificado por la integración de la idea moderna de deporte de combate.

Al mismo tiempo, un cierto número de antiguas escuelas de sable continúan transmitiendo sus técnicas, actualmente, en forma tradicional, pero con un número de adeptos mucho menor.

Volvamos a las grandes líneas de esta exposición histórica.

Al principio, la existencia del sable es ostensible. La hoja del sable está en un primer plano, es sanguinaria, capaz de matar. La espiritualidad apenas ocupa lugar en la práctica del sable.

A continuación, el sable está presente, pero lo está en la vaina. El sable no es tan mortífero, apenas lo es, es más técnico y coexiste con la espiritualidad. Se desarrolla la noción de , asociada a la conciencia del deber para con el señor feudal.

Con la desaparición del orden de los guerreros y la prohibición de llevar sable, el shinai sustituye al sable en la práctica del arte y una nueva concepción de la vía (dô) se forma con la noción de budo. Se trata de una refundición moderna de la tradición que propone un objetivo global de formación del hombre, conforme a las previsiones de la sociedad de finales del siglo XIX.

 

Cronología de la vida de Musashi

 

Existen ciertas contradicciones entre los documentos relativos a la vida de Miyamoto Musashi, que analizo en detalle en la segunda parte de esta obra.

Para establecer la cronología siguiente he optado, entre las hipótesis más comúnmente admitidas, por la que me parece más plausible en función de los elementos conocidos (ver La vida de Miyamoto Musashi).

Según el sistema antiguo, se considera que una persona tiene un año en el año que sigue a su nacimiento. Por ejemplo, según el Gorin-no-sho, Musashi se batió a la edad de doce años. En la cronología siguiente, aplico el sistema moderno. (Para la datación, ver Anexo 1).

 

1578

Nacimiento de Jirôta, hermano mayor de Musashi, que muere en 1660. Al parecer, Musashi tuvo dos hermanas.

 

1584

Nacimiento del que será conocido con el nombre de Miyamoto Musashi [20], en el tercer mes, en el pueblo de Miyamoto-Sanomo (región de Mimasaka). Recibe el nombre de Bennosuke. Su padre se llama Hirata Munisai y su madre Omasa. Su madre muere el 4 del tercer mes. Munisai se casa con la joven Yoshiko, que hará de madre para Bennosuke.

 

1587 (3 años)

Hacia esta época, Yoshiko se divorcia y se va al pueblo de Hirafuku con Bennosuke. Debido a que su familia ha sido dispersada por la guerra, la recibe el hijo adoptivo de su tío, Tasumi Masahisa. Más tarde, se casará con ella. Ya tenía dos varones de un primer matrimonio.

Yoshiko, preocupada por el futuro de Bennosuke, lo confía a su tío Dôrin, monje del templo Shôreian. Bennosuke es educado por Dôrin y Tasumi.

 

1589 (5 años)

Munisai, por orden de su Señor Shinmen Iganokami, mata a Honiden Gekinosuke (27 años), que era uno de sus discípulos en estrategia.

 

1592 (8 años)

Algunos documentos indican que Munisai muere ese mismo año, lo que contradice otros documentos. Es probable que la persona que murió entonces fuera Hirata Takehito y no Hirata Munisai.

 

1596 (12 años)

Bennosuke combate contra Arima Kihei de la escuela Shintô-ryû. El combate se realiza en el pueblo de Hirafuku-mura.

 

1599 (15 años)

Bennosuke abandona la región. Visita a su hermana Ogin y a su marido Hirao Yoemon, que viven en el pueblo de Miyamoto, y les confía los bienes materiales de la familia: las armas, los muebles, la genealogía familiar, etc.

En uno de los documentos del pueblo de Miyamoto, encontramos el pasaje siguiente (8, p. 43):

 

“Musashi abandonó este pueblo hace 90 años… iba acompañado por su amigo Moriiwa Hikobei; cuando se separaron, éste recibió de Musashi un bokken de madera negra. Inmediatamente, fue al pueblo de Hirafukumura para despedirse de su madre Yoshiko y de su padrastro Tasumi. Viajó a Tajima (Hyôgo), donde combatió contra un adepto llamado Akiyama”.

 

1600 (16 años)

En la batalla de Sekigahara, Musashi forma parte del ejército del Oeste.

En el séptimo mes: ataque al castillo de Fushimi (su primera batalla).

En el octavo mes: defensa del castillo de Gifu.

El 15 del noveno mes: batalla de Sekigahara. En unas horas [21] pierde el bando del Oeste. Musashi se encuentra en un batallón del Señor Ukita, que era el jefe del Señor Shinmen, del que era vasalla la familia de Musashi. A raíz de la derrota, Shinmen Sôkan se refugia en Kyûshû. Es posible que Musashi fuese también a Kyûshû. Hay una leyenda que dice que se entrenó en el monte Hikosan durante su estancia en Kyûshû.

 

1604 (20 años)

El 8 del tercer mes: combate victorioso contra Yoshioka, en el lugar denominado Rendaino, en las afueras de Kyoto.

Combate victorioso contra Yoshioka Denshichirô, hermano pequeño de Seijuro, que lo había desafiado.

Combate contra el clan y el dojo Yoshioka en Ichijoji (Kyoto). Musashi obtiene la victoria al matar a Matashichirô, el jefe nominal de los Yoshioka, de 12 o 13 años de edad.

Según algunos documentos, después de esos combates Musashi fue a Hozoin de Nara para combatir contra unos monjes, expertos en lanza.

Enmei-ryû