EL CANDOR DEL

PADRE

BROWN

 

 

 

 

 

 

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COLABORADORES

 

 

MAGDALENA AGUINAGA

MARÍA ANGULO EGEA

JOSÉ LUIS ARAGÓN SÁNCHEZ

JESÚS ARRIBAS

RAFAEL BALBÍN

PAULA BARRAL CABESTRERO

Mª ESPERANZA CABEZAS MTNEZ.

ÁNGEL MARÍA CALVO

MANUEL CAMARERO

FERNANDO DOMÉNECH RICO

JESÚS FERNÁNDEZ VALLEJO

LUIS FERRERO CARRACEDO

ANTONIO A. GÓMEZ YEBRA

ANTONIO HERMOSÍN

GLORIA HERVÁS

JOSÉ MARÍA LEGIDO

FRANCISCO LÓPEZ ESTRADA

ARCADIO LÓPEZ-CASANOVA

JOSÉ MONTERO PADILLA

JUAN A. MUÑOZ

FRANCISCO MUÑOZ MARQUINA

FÉLIX NAVAS LÓPEZ

KEPA OSORO ITURBE

Mª TERESA OTAL PIEDRAFITA

BEATRIZ PÉREZ SÁNCHEZ

JOSÉ ANTONIO PINEL

MONTSERRAT RIBAO PEREIRA

ANA HERRERO RIOPÉREZ

TOMÁS RODRÍGUEZ

JORGE ROSELLÓ VERDEGUER

FLORENCIO SEVILLA

EDUARDO SORIANO PALOMO

ALEJANDRO VALERO

JAIME VALERO

J. VARELA-PORTAS DE ORDUÑA

JESÚS ZAPATA

 

 

 

 

G. K. CHESTERTON

 

 

 

 

EL CANDOR DEL PADRE BROWN

 

 

 

 

Edición y traducción a cargo de

ALEJANDRO
Y JAIME VALERO

 

 

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En nuestra página web www.castalia.es encontrará nuestro catálogo completo comentado.

 

 

Diseño de la portada: RQ

 

 

 

Primera edición impresa: 2006

Primera edición en e.book: septiembre de 2010

 

 

 

 

© de la edición y traducción: Alejandro y Jaime Valero, 2006

 

© de la presente edición: Castalia, 2010

C/ Zurbano, 39

28010 Madrid

 

 

«Actividad subvencionada por ENCLAVE»

 

 

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

 

 

ISBN: 978-84-9740-365-8

 

 

 

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Presentación

 

 

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1. LA ÉPOCA

 

Chesterton nació en 1874, durante el reinado de la reina Victoria, que se desarrolló entre 1837 y 1901. La expansión colonial y la prosperidad económica fueron dos virtudes de su reinado. Sin embargo, era imposible ocultar signos de una creciente debilidad a los ojos de un observador atento. Fueron tiempos de cambios, como las reformas electorales que tuvieron lugar entre 1883 y 1885. Chesterton criticó el imperialismo de su país y afirmó que era causado no sólo por la codicia, sino también por una carencia espiritual.

Chesterton también aportó su visión crítica en otros acontecimientos como la guerra de los Boers (1899-1902) y el Escándalo Marconi, un ejemplo de la decadencia a la que se dirigía la sociedad británica. También se mostró contrario al capitalismo, movimiento económico que ya comenzaba a extenderse por todo el mundo.

Pero sin duda, uno de los acontecimientos más trascendentales de la primera mitad del siglo XX fue la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Millones de personas perdieron la vida en un enfrentamiento sin precedentes. Chesterton aplaudió la intervención británica en el conflicto, pues lo consideraba como una «guerra de civilizaciones y religiones para determinar el destino moral de la humanidad».

Mientras, Europa entera se dedicaba a intentar resurgir de las cenizas a las que ella misma se había reducido. Se firmó el Tratado de Versalles en 1919, que supuso la respuesta a las tensiones existentes y un medio para castigar severamente a Alemania. También se creó La Liga de las Naciones.

Al mismo tiempo, el fascismo comenzaba a ascender en Europa, aunque Chesterton no vivió para ver el horror nazi en su máximo grado. Conoció a Mussolini, con el que se entrevistó en 1929. Europa entera era un polvorín cargado de explosivos en la que sólo faltaba una nueva chispa que encendiera la mecha. Chispa que llegó cuando Hitler atacó Polonia en 1939, provocando así la Segunda Guerra Mundial (19491945) mientras la sombra de Versalles seguía flotando en el ambiente.

La sociedad de finales del siglo XIX y principios del XX sufrió una gran evolución. Ya hacía años que los campos se vaciaban para llenar las ciudades hambrientas de trabajadores para la creciente industrialización. Los valores e ideas que tanto defendía Chesterton comenzaban a desaparecer para dar paso a la mentalidad consumista y materialista que ha forjado el siglo XX. Esta evolución se frenó en seco con la guerra, que dejó a Europa y su sociedad en la más completa destrucción y pobreza.

Chesterton murió en 1936, año del comienzo de la Guerra Civil en España. Tres años después, volvería a producirse un conflicto global del que comenzaría a germinar el mundo que hoy conocemos.

 

2. EL PADRE BROWN Y OTROS DETECTIVES LITERARIOS

 

Crímenes sin resolver, misteriosos asesinos, galimatías sin solución aparente; son sólo unos pocos ejemplos de los problemas con los que debe enfrentarse un buen detective. Desde que monsieur Dupin sorprendiese a los lectores con sus razonamientos a través de las palabras de Poe, la figura del detective ha gozado de muy buena salud en la literatura de los siglos XIX y XX. Según las épocas y los autores, los detectives se han enfrentado a enigmas diferentes con actitudes y procedimientos diversos. Sin duda, el padre Brown es uno de los más originales, por su condición de sacerdote y sus particulares métodos para desentrañar los misterios. Pero hubo muchos otros detectives que también dejaron su huella sobre el papel.

Uno de los más recordados es Hércules Poirot, que protagonizó una larga serie de novelas nacidas de la pluma de Agatha Christie. Era educado, correcto y refinado, como el padre Brown. Pero sus historias difieren notablemente de las de nuestro sacerdote. La identificación del asesino era la máxima prioridad. Los relatos del padre Brown buscan la respuesta a un misterio, pero no se olvidan del mundo real. Tanto los casos de Poirot como los de monsieur Dupin, tienen tramas muy complejas y explicaciones en las que priman la racionalización y la observación de pequeños detalles antes inadvertidos. Chesterton presta más atención a la belleza de su lenguaje y de sus metáforas, a las ideas y principios que quiere transmitir con sus palabras; por lo que, en muchas ocasiones, la explicación del misterio queda en un segundo plano. En ocasiones, puede resultar inverosímil o ingenua, pero no importa, pues su intención final no es narrar el crimen perfecto, sino un crimen con el que pueda expresar toda su filosofía de la vida.

Con el siglo XX, los detectives se hicieron más duros y bajaron varios puestos en su posición social. El paradigma de esta época puede ser el personaje de Sam Spade, creado por un gran maestro de la serie negra, Dashiell Hammett. A primera vista, no parece haber similitudes entre sus historias y las de Chesterton: la ambientación decimonónica y elegante de éste contrasta con los burdeles y los locales cargados de humo que aparecen en los relatos de Hammett, y los procedimientos racionales para detener al criminal se contraponen con las brutales palizas para conseguir la información de algún testigo. Pero sí tienen algo en común: tanto Chesterton como Hammett —cada uno con sus propios métodos— realizan una crítica de la sociedad en la que viven.

Al margen de tendencias, de todos los detectives que ha conocido la historia, el más importante y recordado es Sherlock Holmes, la criatura de sir Arthur Conan Doyle. Holmes llevó el raciocinio al extremo, y no había detalle que se le pasase por alto. En esto último se parece mucho al padre Brown, pero no tanto en la primera afirmación. El padre Brown busca también una explicación razonable a hechos insólitos, pero, quizá por su condición de sacerdote, no abandona un cierto tono místico. Por otro lado, Doyle no se preocupaba tanto por reflejar su época como por exhibir las increíbles capacidades mentales de su personaje. Hay otro elemento en común, el acompañante, papel que desempeña Watson en los casos de Holmes y Flambeau en los misterios del padre Brown.

Comparándolos con otros, puede que algunos relatos del padre Brown parezcan ingenuos. Pero es que él no es un detective al uso, ni tampoco sus historias. No podemos leer a Chesterton como a Agatha Christie o a Conan Doyle, porque aquél tiene intenciones muy distintas con sus palabras. Le gusta recrearse creando misterios cada vez más complicados e irresolubles, pero también busca transmitir sus propias ideas y hacer un retrato costumbrista de las personas y lugares de su época, con especial mimo en detalles de la vida cotidiana que muchos pasarían por alto. Excepto su padre Brown.

 

 

3. EL AUTOR

 

Gilbert K. Chesterton nació el 29 de mayo de 1874 en el barrio londinense de Kensington en una familia de corredores de fincas de mentalidad liberal y protestante. Desde siempre, se caracterizó por su impresionante tamaño físico, equivalente a su aguda inteligencia. Tras su estancia en la escuela, su padre lo hizo matricularse en Bellas Artes. Aprovechó esa época para fundar el periódico The Debater, y en 1895 abandonó el dibujo y se dedicó a escribir para una pequeña editorial. Publicó algunos escritos en la revista The Bookman y empezó a abrirse camino dentro del periodismo. En 1901 se casó con Frances Blogg, cristiana practicante. En 1907 conoció al padre O’Connor, que sería la inspiración para su padre Brown. En 1922 dejó la iglesia anglicana para convertirse al cristianismo. Y murió en su casa de Beaconsfield el 14 de junio de 1936, tras haber publicado cerca de cien libros. Su obra es tremendamente prolífica, desde que en 1900 publicase su primer libro: una colección de poemas bajo el nombre de Greybeards at play. Cultivó la novela con obras como El hombre que fue jueves (1908) y El Napoleón de Notting Hill (1904). Asimismo destacó en poesía, género en que publicó obras como The Wild Knight (1900). No contento con eso, también se dedicó a las biografías (Charles Dickens y San Francisco de Asís, entre otros) y a los ensayos políticos y religiosos. Pero su obra más recordada, los cuentos del padre Brown, no aparece encuadrada en ninguno de estos géneros, sino bajo la forma de relatos policiacos. Estos cuentos comenzaron a publicarse en revistas y, desde 1911, con la aparición de El candor del padre Brown, fueron recopilados en diversos volúmenes.

La obra de Chesterton está repleta de imaginación e inteligencia, de crítica y lucidez. Con los cuentos del padre Brown, Chesterton nos ofrece su particular visión de la literatura policiaca, una visión que sorprende y que rompe con todos los tópicos del género.

 

Jaime Valero

 

 

EL CAND OR DEL
PADRE
BROWN

 

 

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El actor británico Alec Guinness en una escena de la adaptación al cine, en 1954, de los relatos del Padre Brown, dirigida por Robert Hamer.

 

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«Entre la plateada cinta de la mañana y la cinta verde y brillante del mar, el barco arribó a Harwich y soltó un enjambre de gente como si fueran moscas.»

La cruz azul [pág. 15]]