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Veinte peruanos del siglo XX

Manuel González Prada - Francisco García Calderón - Víctor Andrés Belaunde
José de la Riva-Agüero y Osma - César Vallejo - Honorio Delgado
José Luis Bustamante y Rivero - Pedro G. Beltrán - José Carlos Mariátegui
Víctor Raúl Haya de la Torre - Raúl Porras Barrenechea
Luis Alberto Sánchez - Jorge Basadre - José María Arguedas
Fernando Belaunde Terry - Luis Bedoya Reyes - Fernando de Szyszlo
Blanca Varela - Luis Banchero Rossi - Mario Vargas Llosa

Pedro Cateriano Bellido (Compilador)

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Veinte peruanos del siglo XX

Manuel González Prada - Francisco García Calderón - Víctor Andrés Belaunde
José de la Riva-Agüero y Osma - César Vallejo - Honorio Delgado
José Luis Bustamante y Rivero - Pedro G. Beltrán - José Carlos Mariátegui
Víctor Raúl Haya de la Torre - Raúl Porras Barrenechea
Luis Alberto Sánchez - Jorge Basadre - José María Arguedas
Fernando Belaunde Terry - Luis Bedoya Reyes - Fernando de Szyszlo
Blanca Varela - Luis Banchero Rossi - Mario Vargas Llosa

Pedro Cateriano Bellido (Compilador)

Lima, julio de 2011

Compilador: Pedro Cateriano Bellido
© Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC)
Primera edición: julio de 2011

Cubierta:
Corrección de estilo:
Diseño de cubierta:
Diagramación:
Fotografías:

Guillermo Palacios Pomareda
Jorge Coaguila
Giuliana Abucci
Roxana Ishii
Vicente de Szyszlo (álbum familiar)

© Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas SAC
Av. Alonso de Molina 1611, Lima 33, Perú
Telef. 313-3333
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Versión ebook 2015

Digitalizado y Distribuido por YoPublico S.A.C.

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Telf: 51-1-221 9998

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Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC)
Centro de Información

Pedro Cateriano Bellido (compilador). Veinte peruanos del siglo XX
Lima: Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), 2011
ISBN 978-612-4041-59-4 (formato e-book)

BIOGRAFÍAS, INTELECTUALES, POLÍTICOS, PRESIDENTES, LITERATOS, MÉDICOS, PINTORES, EMPRESARIOS, PERÚ

920.085 CHAN

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, de la editorial.

El contenido de este libro es responsabilidad de los autores y no refleja necesariamente la opinión de los editores.

Esta obra se publicó por primera vez en versión impresa, en diciembre de 2010.

Serie Puente Villena
Técnica mixta
185 x 150 cm
2007

La Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) agradece a Guillermo Palacios Pomareda la cesión de su cuadro reproducido en la cubierta.

ÍNDICE

PRESENTACIÓN

MANUEL GONZÁLEZ PRADA (1844-1918)
Eugenio Chang-Rodríguez

FRANCISCO GARCÍA CALDERÓN (1883-1953)
Osmar Gonzales Alvarado

VÍCTOR ANDRÉS BELAUNDE (1883-1966)
Diego García-Sayán

JOSÉ DE LA RIVA-AGÜERO Y OSMA (1885-1944)
José Agustín de la Puente Candamo

CÉSAR VALLEJO (1892-1938)
Liliana Checa

HONORIO DELGADO (1892-1969)
Renato D. Alarcón-Guzmán

JOSÉ LUIS BUSTAMANTE Y RIVERO (1894-1989)
José Luis Sardón

PEDRO G. BELTRÁN (1894-1979)
Arturo Salazar Larraín

JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI (1894-1930)
Iván Alonso

VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE (1895-1979)
Carlos Espá

RAÚL PORRAS BARRENECHEA (1897-1960)
Carlota Casalino Sen

LUIS ALBERTO SÁNCHEZ (1900-1994)
Ismael Pinto Vargas

JORGE BASADRE (1903-1980)
Rocío Chirinos Montalbetti

JOSÉ MARÍA ARGUEDAS (1911-1969)
Santiago Pedraglio

FERNANDO BELAUNDE TERRY (1912-2002)
Miguel Cruchaga

LUIS BEDOYA REYES (1919- )
Lourdes Flores Nano

FERNANDO DE SZYSZLO (1925- )
Mariella Balbi

BLANCA VARELA (1926- )
Giovanna Pollarolo

LUIS BANCHERO ROSSI (1929-1972)
Daniel Córdova Cayo

MARIO VARGAS LLOSA (1936- )
Pedro Cateriano Bellido

RESEÑAS DE LOS AUTORES DE LOS TEXTOS

PRESENTACIÓN

Destacar, entre otros, resulta condición indispensable para que la historia y los diccionarios reconozcan la definición de personaje.

Referirse a un personaje exige considerar la personalidad como un elemento básico e imprescindible. Plantea reconocer el conjunto de características y diferencias individuales que nos distinguen de otros, volviéndonos particulares e inconfundibles.

Estos ensayos no cuentan historias. Presentan formas de hacer historia.

Uno puede tener el deseo de convertirse en un personaje de la historia. No obstante, el mérito reside, justamente, en lograr que sean los otros los que encuentren en uno a un personaje con historia; a un personaje de la historia.

Este libro es una oportunidad para que veinte autores peruanos de diferentes generaciones y diversas ideologías, puntualmente seleccionados, acerquen a los lectores a veinte peruanos que durante el siglo XX evidenciaron una destacada participación en el pensamiento político, en la economía y en la cultura nacional del Perú.

Se trata, qué duda cabe, de un número arbitrario que por la exigencia de ser finito, explica su selección en función de su relación con el siglo que acabamos de finalizar, y cuya estela sigue siendo parte de nuestro océano.

Estamos conscientes de que el siglo nos ha dado muchos nombres adicionales; que le debemos una momentánea explicación a todas aquellas valiosas personas que colaboraron, desde sus quehaceres, con el desarrollo moral, político, económico y cultural del país.

Sin embargo, es indispensable que se comprenda que la selección de los personajes que presentamos, realizada al interior de la Universidad, se ha basado, fundamentalmente, en evidencias de biografías edificantes; en ideas que han guiado y marcado la historia del país, así como en el gran reconocimiento nacional e internacional labrado durante sus vidas.

Los autores de los textos, por su parte, son versados en la materia tratada y, en varios casos, han conocido, estudiado o trabajado directamente con los personajes centrales del libro. Ello convierte a cada uno de los ensayos en textos con personalidad y responsabilidad propias.

Estos ensayos tienen, además, la profunda virtud de presentarnos personajes del siglo XX mientras, simultáneamente, describen y presentan a los autores. Cada ensayo nos muestra, sin habérselo planteado siquiera, la jerarquización, las huellas y la postura de sus autores. No cabe duda que se trata de un libro que invitará al debate.

Para la construcción y redacción de los textos, los autores han gozado de la mayor libertad de creación, llegando inclusive, en algunos casos, a esbozar apreciaciones o calificaciones personalísimas.

La idea es que a través de estos textos, cortos y de ágil lectura, los jóvenes conozcan a estos veinte grandes peruanos, y que su rica y variada trayectoria los ayude a comprender significativos sucesos acontecidos y sentidos en el Perú a lo largo del siglo XX.

El Fondo Editorial de la UPC quiere agradecer muy sinceramente al doctor Pedro Cateriano Bellido, compilador de esta obra, quien tuvo a bien compartir su proyecto con nosotros y trabajarlo, palmo a palmo, con cada uno de los autores. Sin su dedicación y cariño por recordar lo edificante y constructivo de los personajes seleccionados, este libro no habría sido posible.

A los autores de cada ensayo nuestro más sincero agradecimiento por haber aceptado el encargo con profesionalismo e indescriptible competencia.

Del mismo modo, la UPC quiere y debe dejar constancia de su agradecimiento a REPSOL YPF del Perú, empresa que con su contribución ha hecho posible la edición de este libro.

Lima, diciembre de 2008

Úrsula Freundt-Thurne Freundt
Directora del Fondo Editorial de la
Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC)

MANUEL GONZÁLEZ PRADA
(1844-1918)

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EUGENIO CHANG-RODRÍGUEZ

UNA VIDA EJEMPLAR

Manuel González Prada, el más egregio pensador progresista peruano de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, tiene un lugar prominente en la historia literaria latinoamericana. Sus escritos nutrieron e inspiraron a varias generaciones de sus discípulos deseosos de democratizar y modernizar el Perú. Nació en Lima este tercer vástago de Francisco González de Prada y Marrón de Lombera (1815-1863) y Josefa (Pepa) de Ulloa y Rodríguez de la Rosa (1820-1887), ambos de destacadas familias aristocráticas y religiosas. Manuel recibió la educación básica en Valparaíso y en Lima en el Seminario de Santo Toribio y en el Convictorio de San Carlos, plantel que ofrecía estudios secundarios y universitarios. En vez de concentrarse en los libros de texto, prefirió dedicarse a escribir versos y a leer obras literarias y discursos de congresistas liberales. A los dieciocho años de edad ya había compuestos algunos centenares de versos que no publicó ni compartió con nadie. Ganado por el interés literario, desechó el consejo paterno de recibirse de abogado, aunque aprobó todos los cursos de esa carrera y se retiró del convictorio sin obtener ningún grado universitario.

Hacia 1870 el joven Manuel se estableció en Tutumo, una de las propiedades familiares en el valle de Mala, provincia de Cañete, al sur de Lima, vecina a los contrafuertes andinos. Retirado en esa finca campestre, continuó leyendo a los clásicos de la lengua castellana, especialmente a Quevedo, Góngora, Fray Luis de Granada, los Argensola, Gracián, Cervantes y el Inca Garcilaso de la Vega, además de seguir familiarizándose con las obras de Goethe, Heine y otros grandes escritores alemanes. A veces interrumpía sus lecturas para estudiar química y realizar experimentos conformes con su proyecto industrial para obtener almidón y otros derivados de la yuca cultivada en sus tierras de Mala.

Pronto se le reconoció como poeta destacado, particularmente después de ser incluido en el Parnaso peruano, antología editada por José Domingo Cortés en Valparaíso, en 1871. El inquieto escritor publicaba poco: una que otra colaboración en El Correo del Perú y lo demás iba al canasto de papeles, después de seleccionar para sus archivos baladas indígenas como «Supay», «Huatanay», «La invención de la quena», «La aparición del coraquenque», «Caridad de Velarde», «La llegada de Pizarro» y otras composiciones publicadas póstumamente por su hijo Alfredo y Luis Alberto Sánchez. Sus observaciones del sufrimiento de la población nativa, conversaciones con los pongos y yanaconas le proporcionaron material para componer las baladas que publicó de 1871 a 1873 en El Correo del Perú y las incluidas póstumamente en Baladas peruanas, como «El mitayo» y «Las tres flechas del inca».

DE ROMÁNTICO A PRECURSOR DEL MODERNISMO

Aunque a los dieciocho años de edad Manuel ya había compuesto algunos centenares de versos, en su mayoría románticos, poco a poco se fue inclinando hacia la renovación literaria conocida después como modernismo. Por esos años también compuso algunas piezas teatrales. De 1866 a 1867 había terminado por lo menos el drama romántico Amor y pobreza y el sainete en verso festivo «La tía y la sobrina». No contento con su propia producción escrita, se dedicó a traducir al castellano poemas alemanes. El 18 de setiembre de 1867, el diario limeño El Comercio publicó su primera letrilla, firmada escuetamente «Manuel G. P.», sin el aristocrático «de» usado por la familia González de Prada. Así, el rebelde Manuel abdicaba a su alto rango social. Hizo lo mismo al publicar siete poemas sentimentales en el Parnaso peruano.

Don Manuel fue admitido como socio de la Sección Artes y Letras del Círculo Literario, presidido por Francisco García Calderón, futuro presidente del país. A esa prestigiosa organización pertenecían Ricardo Palma, Luis Benjamín Cisneros y otros distinguidos escritores civilistas. Pese a su vinculación con instituciones prestigiosas, el joven escritor continuó manifestando rebeldía contra las tradiciones aristocráticas, plutocráticas, religiosas y políticas, que eventualmente desembocó en una actitud radical, afín a la de Francisco de Paula González Vigil (1792-1875), sobre quien don Manuel escribió un ensayo biográfico en 1890, identificándolo como «solitaria columna de mármol a orillas de un río cenagoso».

DOS AMORES Y UN MATRIMONIO ANTES DE LA GUERRA DEL PACÍFICO

En una de sus ocasionales visitas a Lima, don Manuel se enamoró de Verónica Calvet de Bolívar, de unos veinticinco años de edad, cuando don Manuel frisaba los treinta. De sus vínculos amorosos nació Mercedes, en 1878. ¿Por qué no se casaron? Tal vez porque el año anterior Manuel había conocido a Adriana de Vernehuil y Conches, agraciada adolescente francesa, con quien se casaría en 1887 y desde entonces se convertiría en la «animadora» de su esposo.

En 1880, cuando los chilenos triunfantes se acercaban a Lima, don Manuel combatió defendiendo el cerro del Pino (a unos dos kilómetros al sur de Lima), vecino a Chorrillos, donde los invasores dos días antes habían prendido fuego a la ciudad. Después de cumplir el deber de defender a la patria, el entristecido Manuel se encerró en la casa materna durante la mayor parte del cuatrienio de la ocupación de Lima. La catástrofe nacional fue definitoria para González Prada y su generación. La estela de pesimismo y revanchismo frustrado lo afectaron profundamente.

En un segundo aislamiento, don Manuel escribió piezas literarias. Durante cuatro años compuso un sainete satírico en versos octosilábicos, varias obras en prosa y otras piezas sarcásticas, además de una especie de poema cómico escenificado. Pero lo que más escribía con gusto eran letrillas, romances, epigramas, rondeles, sonetos, triolets y, sobre todo, balatas. También escribió varios ensayos de Ortometría.

PRESIDENCIA DEL CÍRCULO LITERARIO Y DE LA UNIÓN NACIONAL

Cuando las tropas chilenas de ocupación abandonaron Lima en 1884, en virtud del Tratado de Ancón (1883), don Manuel puso fin a su aislamiento. Surgió de su segundo retiro, resuelto a predicar contra el desbarajuste moral y a enfrentarse a los responsables de la derrota. Con motivo de la muerte de Victor Hugo el 22 de mayo de 1885, don Manuel publicó en El Comercio una elegía en la que se identificó con sus objetivos vitales. A los pocos meses, para celebrar las Fiestas Patrias, don Manuel publicó en el mismo diario el artículo «Grau», que poco después fue reproducido como la pieza central del folleto A los defensores de la patria, con trabajos de Ricardo Palma, José Antonio de Lavalle y otros escritores.

El conservador Club Literario de la capital peruana se convirtió en el Ateneo de Lima en 1885. Al año siguiente, Manuel dictó su conferencia requerida para su incorporación en esa institución. No obstante su creciente prestigio intelectual, el recién afiliado se desilusionó con la tradición literaria del Ateneo de Lima y, con un grupo de jóvenes, organizó el Círculo Literario como vehículo de una literatura basada en la ciencia y orientada así hacia el futuro. La nueva institución nació para «concurrir a la formación de una literatura eminentemente nacional»1. En setiembre de 1887 el Círculo Literario lo eligió presidente para suceder a Luis Márquez, que se encontraba gravemente enfermo. Al asumir su puesto en el octubre siguiente, González Prada declaró en su discurso en el Palacio de la Exposición que consideraba al Círculo Literario como el «partido radical de nuestra literatura»2.

En la celebración del 28 de julio de 1888, aniversario de la declaración de la independencia del Perú, en la que se recolectaron fondos para el rescate de las provincias cautivas Tacna y Arica, el ecuatoriano Miguel Urbina, con voz límpida, leyó en el Teatro Politeama de Lima la famosa disertación de González Prada «Discurso en el Politeama». Las felicitaciones por tan polémica pieza de oratoria, especialmente procedentes de provincias, fueron difundidas por Abelardo Gamarra en La Integridad, para disgusto de los periódicos gubernamentales, que lo atacaban, condenaban y apoyaban su excomunión. El 30 de octubre de 1888, al cumplirse el año de la fundación del Círculo Literario, don Manuel aludió a don Ricardo Palma en su «Discurso en el Teatro Olimpo» cuando dijo: «Cultivamos una literatura de transición [...], ese monstruo engendrado por las falsificaciones agridulcetes de la historia y la caricatura microscópica de la novela [...]. Rompamos ese pacto infame y tácito de hablar a media voz».

En mayo de 1891 González Prada, Germán Leguía Martínez, Víctor Maúrtua, Luis Ulloa, Carlos Rey de Castro, el trujillano Wenceslao Cuadra y cuadros del Círculo Literario fundaron la Unión Nacional, cuya «Declaración de principios», redactada por don Manuel y publicada el 16 de mayo de 1891 en La Integridad, expresa objetivos reformistas para establecer un gobierno parlamentario dedicado a un programa de reformas sociales y medidas en defensa del indígena. Poco después, el nuevo partido político lo nombró su presidente.

ESTANCIA CULTURAL EN EUROPA (1891-1998)

En el mismo 1891, los integrantes de la Unión Nacional se sorprendieron y se decepcionaron al recibir la noticia de que don Manuel y Adriana viajaban a Europa para satisfacer un viejo deseo de ampliar sus horizontes culturales y olvidar las pérdidas de sus dos primeros vástagos muertos al poco tiempo de nacer en Lima.

Una vez instalado en París, don Manuel asistió asiduamente a las clases de Ernest Renan y Louis-Nicolas Ménard en el Collège de France, y a las salas de lectura de la Biblioteca Nacional. Allá hizo pesquisas sobre métrica, rítmica. Además, leyó tanto las obras de antropólogos sociales (Le Bon, Gumplowicz y Tarde), como de los anarquistas Bakunin y Kropotkin. En La Sorbona, escuchó las charlas del egiptólogo Henri Maspero (1846-1916) y concurrió a charlas sobre literatura china. Se matriculó como alumno libre de esa venerable institución de alta cultura, alternando su asistencia con visitas a los museos y concurrencia a la Comédie Française y a la ópera.

El 16 de octubre de 1891 nació Alfredo, el hijo esperado. Pasados los primeros meses de engreír al niño entrañable, don Manuel reasumió la búsqueda cultural. A menudo asistía a la Biblioteca Nacional, al Museo del Louvre y a diversos auditorios donde se pronunciaban conferencias sobre el positivismo de Comte. En Mi Manuel, su viuda recuerda detalles de su vida parisina: estuvo presente en los sepelios de varias personalidades de renombre internacional: Renan, Maupassant, Leconte de Lisle y Louis Pasteur. En los funerales de Guy de Maupassant escuchó a Émile Zola su apología al amigo y correligionario de la escuela realista. Concurrió a representaciones de obras teatrales clásicas y se entusiasmó con las conferencias sobre positivismo.

Acatando la sugerencia de sus corresponsales peruanos, a mediados de 1894, González Prada publicó en la imprenta de Paul Dupont su libro Pájinas libres, escrito con innovadora ortografía. El libro circuló en el Perú merced a Abelardo M. Gamarra y otros admiradores de sus escritos, que deseaban contrarrestar la crítica de los conservadores, especialmente de los clericales, que en Arequipa habían quemado su efigie en plena plaza pública.

Después de vivir cuatro años en París, Manuel, Adriana y Alfredo dedicaron varias semanas a recorrer Bélgica y el sur de Francia antes de proseguir a Barcelona y después a Madrid. En España se relacionó con escritores republicanos, visitó la Biblioteca de la Real Academia Española (RAE), el Ateneo y trabó amistad con el político y escritor catalán Francisco Pi y Margall (1824-1901), ex presidente de la Primera República Española (febrero de 1873-enero de 1874). Con él, asistió a una de las sesiones de la RAE. Fueron meses de estudio, visitas a centros políticos y concurrencias al Teatro Español, donde actuaba la célebre María Guerrero, y al Teatro de la Princesa, donde disfrutó de sus comedias.

A los dos años en España, los esposos González Prada decidieron retornar al Perú, ante la insistencia de familiares y amigos. En marzo de 1898, en Burdeos, abordaron un vapor con destino a Colón en ruta al Callao.

DEL PROSELITISMO POSITIVISTA A LA PRÉDICA ANARQUISTA

Los tres González Prada llegaron al Callao el 2 de mayo de 1898. Abelardo Gamarra y otros amigos de la Unión Nacional les dieron la bienvenida. En los días siguientes, le informaron lo ocurrido con su partido, debilitado por la claudicación de algunos miembros tránsfugas al grupo de Piérola. Al poco tiempo el rebelde pensador escribió su discurso «Los partidos y la Unión Nacional», en el que criticó al Poder Ejecutivo. El gobierno prohibió que su discurso «Libre pensamiento de acción» se leyera en el Teatro Politeama el 28 de agosto de 1898, en la conferencia organizada por la Liga de Librepensadores del Perú. En todo el país se protestó contra el atropello. Clausurada La Luz Eléctrica, la Unión Nacional editó el periódico Germinal para defender al pueblo contra el gobierno de Piérola, los gamonales y el clericalismo. En esa publicación, don Manuel publicó muchos artículos firmados con seudónimo. El gobierno clausuró Germinal valiéndose de un juez venal. González Prada respondió en agosto de 1899 fundando otro periódico: El Independiente.

Consolidado Eduardo López de Romaña en el poder, don Manuel lo atacó en La Idea Libre y otros periódicos. El nuevo régimen continuó la política pierolista contra la oposición y clausuró El Independiente. En este ambiente de zozobra, don Manuel se refugió en sus versos. En 1901 la animadora Adriana y su hijo Alfredito, con una maquinita de imprimir tarjetas, en seis meses de ardua labor en casa, publicaron Minúsculas, el primer poemario de don Manuel.

Cuando Manuel Pardo Barreda, hijo del fundador del Partido Civil asumió la presidencia del país, la Unión Nacional, ya aliada con el Partido Liberal, propuso nombrar a González Prada candidato presidencial. Don Manuel declinó postular tanto a la presidencia como a la vicepresidencia. Inaugurado el nuevo régimen civilista, don Manuel continuó colaborando con los obreros. Usando seudónimos, publicó muchos artículos en Los Parias, periódico ácrata de gran circulación en las masas proletarias. En esos artículos, don Manuel censuró acerbamente la organización social y política del país e inició una intensa campaña indigenista como reacción al incremento de los abusos contra los amerindios. Su mensaje circuló profusamente en provincias. En la Federación de Obreros Panaderos, que celebrara el Día del Trabajo el 1 de mayo de 1905, don Manuel pronunció el discurso «El intelectual y el obrero». Su pieza de oratoria estaba impregnada de ideas socialistas parecidas a las que circulaban en Europa. El 20 de setiembre del mismo 1905, don Manuel y Dora Mayer (1868-1957) pronunciaron sendos discursos en la logia masónica Stella d’Italia, con motivo de la celebración del día nacional de Italia. Prada se ocupó de «Italia y el papado».

Aconsejado por su «animadora», don Manuel reunió en 1908 varios ensayos suyos y los publicó en forma de libro, con el título Horas de lucha. Este tercer volumen impreso fue bien acogido, especialmente por los librepensadores y masones, que le organizaron en la logia Stella d’Italia una velada en su honor. En 1909 Prada publicó su cuarto libro: Presbiteriana. Por su virulento ataque anticlerical, y para no comprometer al periódico Los Parias, donde se imprimió, el volumen apareció anónimamente. Su segundo poemario y quinto libro, Exóticas, fue lanzado en 1911.

LA DIRECCIÓN DE LA BIBLIOTECA NACIONAL Y EL INFARTO MORTAL

Varias veces los admiradores de González Prada trataron de convencerlo de que aceptara una posición gubernamental, un puesto estatal. Don Manuel no accedió hasta que Germán Leguía y Martínez, cofundador de la Unión Nacional, al ser nombrado ministro de Estado, nombró a su correligionario don Manuel director de la Biblioteca Nacional en marzo de 1912. Inmediatamente, Ricardo Palma y sus amigos criticaron su actitud. Algunos, despiadadamente, lo llamaron «Catón de alquiler». González Prada les respondió publicando una «Nota informativa sobre la Biblioteca Nacional», en la que señalaba las deficiencias en esa venerable institución. Los jóvenes discípulos de don Manuel lo respaldaron y acudieron a su casa a escuchar sus enseñazas, consejos y orientación intelectual.

Al mes siguiente de que el coronel Óscar R. Benavides asaltara el poder, febrero del 1914, el Congreso títere lo nombró a este presidente provisional del Perú. En protesta por ese acto de fuerza militarista, don Manuel presentó su renuncia irrevocable a la dirección de la Biblioteca Nacional. Con perversidad, el gobierno no la aceptó e inmediatamente lo destituyó. González Prada aceptó el desafío y lanzó el periódico La Lucha, pero toda la primera edición fue incautada por la Policía. Ante la represión soldadesca, don Manuel escribió Bajo el oprobio, libro que solo se publicaría póstumamente. Afortunadamente, en setiembre de 1915, José Pardo y Barreda retornó al gobierno y, en febrero de 1916, restituyó a González Prada en la dirección de la Biblioteca Nacional.

En el ínterin, Colónida y otras importantes revistas culturares aparecieron en Lima y provincias. En su despacho de director de la Biblioteca Nacional y en su casa aumentó el número de visitantes intelectuales que estaban en busca de orientación intelectual y revaloración de las ideas durante la crisis de la Primera Guerra Mundial. Para don Manuel, 1918 fue un año de hondas preocupaciones, como lo revelaron los escritos inéditos que arrumaba en su escritorio de casa mientras desempeñaba la dirección de la Biblioteca Nacional. Presintiendo la aproximación de la muerte, escribió composiciones contra las crueldades encontradas en la vida. Murió de un infarto cardiaco a las 12:40 de la tarde del 22 de julio de 1918. Así partió el maestro, dejando su obra inconclusa. Por suerte, había plantado semillas cuyos frutos cosecharían sus numerosos discípulos.

APORTACIONES LITERARIAS

Manuel González Prada realizó sus principales aportes intelectuales en el ámbito de las letras. Compuso versos con temas sociales. Cuando la métrica hispana no le ayudaba a expresarse como deseaba, recurría a esquemas de rima de otras literaturas. Del alemán tomó las baladas; del francés, los rondeles y triolets; del italiano, los respetos y balatas; y del Oriente, las técnicas artísticas persas y malayas. Todo ello le ayudó a convertirse en un precursor del movimiento literario hispanoamericano modernista, papel elogiado por críticos. Al leer los versos de González Prada, comprendemos a Kant, quien afirmó que una de las metas de la poesía es transformar los conceptos en ideas estéticas. Compuso poemas en su mayoría recopilados y editados póstumamente en las colecciones Libertarias (1938), Baladas peruanas (1939), Letrillas (1975) y Cantos de otro siglo (1878), o que permanecen inéditos en la Biblioteca Nacional del Perú.

Así como dio pautas de versificación, González Prada también legó recomendaciones para escribir en prosa. Deseosos de promover una revolución en las letras nacionales, y cuando desempeñaba el papel de portavoz de las inquietudes de los autores de avanzada, en el Círculo Literario anunció la posibilidad de una literatura radical. Empeñado en que el escritor responda a la lengua y a la realidad geográfico-social americana, don Manuel recomendó no usar el despojo seco de las cosechas extranjeras y no repetir pensamientos ajenos. Así como Emerson se quejó que se imitara a Shakespeare durante dos siglos, González Prada lamentó objetivamente, sin sentimiento antiibérico, que los peruanos del siglo XIX imitasen servilmente a Espronceda, Campoamor y Bécquer. Según González Prada, el escritor puede conseguir la libertad intelectual y moral apropiándose del castellano y desarrollándolo con características que traducen la especificidad de las condiciones sociohistóricas de la realidad del país. Así, para crear una literatura nacional moderna, propuso modificar tanto la ortografía como el contenido cognoscitivo del castellano. Los escritos de González Prada se caracterizan por el empleo de vocablos exactos y rítmicos, particularmente en su libro póstumo Trozos de vida (París, 1933). Su prosa está influida por la burla de Quevedo, la frescura de Voltaire y el entusiasmo de Rousseau. Sus oraciones gráficas sintetizan un pensamiento atrevido y un contagioso estado emocional. Con frecuencia las metáforas reemplazan los adjetivos y los adverbios. Por otro lado, sus símiles, onomatopeyas, alegorías, alusiones y otras figuras retóricas, enriquecidas por elegancia musical, no sacrifican la sinceridad, la claridad y la precisión del contenido. Como Baudelaire, siguiendo a los impresionistas, don Manuel cultivó la sinestesia. Por todas estas innovaciones, poco a poco se convirtió en una personalidad literaria de relieve continental, y en un gran divulgador de las ideas prevalentes en las letras francesas y alemanas. Conforme pasaron los años, su ars poetica se perfeccionó y satisfizo a sus admiradores. Con respecto a Pájinas libres, Miguel de Unamuno observó: «Es uno de los pocos, de los muy pocos libros latinoamericanos, que he leído más de una vez; y uno de los pocos, de los poquísimos, de los cuales tengo un recuerdo vivo»3.

Debemos recordar que, después de retornar de Europa, González Prada se acercó al proletariado y publicó nuevos ensayos progresistas hasta convertirse en uno de los exponentes más importantes del pensamiento radical hispanoamericano. En 1908, publicó Horas de lucha, su segundo libro en prosa sobre la realidad nacional. En esta colección destacan «Los partidos y la Unión Nacional», «Nuestro periodismo», «Nuestros conservadores», «Nuestros liberales». «Nuestros magistrados», «Nuestros legisladores», «Nuestra aristocracia» y otros ensayos que radiografían la sociedad peruana4. Con metáforas cargadas de ironía y sarcasmo, critica implacablemente las instituciones del país, valiéndose de la hipérbole.

González Prada estuvo convencido de encontrarse en el umbral de una gran transformación histórica nacional, en el inicio de la revolución, en la cual lo viejo y lo nuevo colisionan en circunstancias en que las glorias del pasado sirven de lanzas para forjar el futuro. En esta coyuntura, el escrito cumple su misión de propaganda y ataque. Cuando se critica a don Manuel por hacer de la literatura una tribuna de propaganda y ataque, no se han tenido en cuenta las circunstancias históricas que condicionaron el sentido social a sus escritos. Nuestro autor solía enfrentarse al desafío histórico con apasionamiento y elocuencia. A despecho de esos críticos, en su mayoría peruanos, la influencia continental de Manuel González Prada ha sido reconocida por muchos prominentes hombres de letras de países hermanos. Rufino Blanco Fombona (1874-1944) lo consideró como uno de los cinco grandes escritores latinoamericanos. Miguel de Unamuno sostuvo que había muy pocos autores americanos y no americanos que conmovieran más a sus lectores que González Prada, «incansable forjador de metáforas [...] que escribe a estocadas retóricas».

APORTACIONES POLÍTICAS

Además de su influencia literaria, González Prada también marcó profundamente la política peruana. Su pensamiento ha influido en la redacción de programas para modernizar y democratizar el país. Su aversión a las limitaciones y prejuicios sociales, al colonialismo estético y a la sociedad retrógrada lo empujó fuera del ámbito propiamente literario y a producir una literatura política sobre los males del país y la transformación social. Su defensa de los desamparados del mundo le ganó adeptos y admiradores en muchas partes. Durante la Guerra Civil española, iniciada en 1936, los obreros de Barcelona publicaron Anarquía, el libro revolucionario de González Prada. En América, desde Buenos Aires hasta Nueva York, su nombre se convirtió en bandera de protesta antiimperialista.

No obstante la exasperación causada por la apatía de muchos intelectuales y obreros, González Prada se mantuvo optimista, confiado en que sus discípulos serían testigos y partícipes de la revolución. González Prada compartió con Victor Hugo el objetivo literario de destruir para construir, sublevar el espíritu nuevo contra el espíritu viejo y convertir la república literaria en campo de batalla. Su discurso comparativo y metafórico ilumina el discurrir de su lógica para estimular simpatía y exaltar tanto el consciente como el subconsciente del lector. Para recalcar, recurre a la hipérbole, la exclamación, la letra cursiva o subrayada y los dos puntos. Cuando la circunstancia lo exige, utiliza neologismos, diminutivos, indigenismos y americanismos. Otras veces, acude a los escritores del Siglo de Oro, particularmente a Quevedo. Estructurados con uno o dos párrafos introductorios, sus ensayos continúan con varios apartados en los que desarrolla su tesis con un párrafo de conclusiones. Casi todos los apartados terminan en una oración sentenciosa que remata la idea central. Los periodos finales, en forma de aforismos o apóstrofes, conllevan la intención de crear imágenes cargadas de insinuaciones persuasivas, como «La lectura debe proporcionar el goce d’entender, no el suplicio de adivinar»5. Al evocar sabrosas anécdotas, el prosista entretiene y divierte al lector, que, desde las primeras páginas, admira la valentía, las metáforas y la concisión del autor.

En Pájinas libres, González Prada resalta como idealista imaginativo, apóstol perfeccionista, predicador ético y sembrador de ideas. Su inclaudicable oposición a los déspotas le hizo a veces excederse en la denuncia, no obstante su permanente esfuerzo para afirmar y negar respaldándose en la verdad. Para don Manuel, la ciencia es la nueva religión.

Siguiendo el ejemplo de Andrés Bello y Domingo Faustino Sarmiento, en el «Discurso en el Ateneo» y «Notas sobre el idioma», don Manuel discrepó de la ortografía oficial y propuso el uso del apóstrofe, las contracciones clásicas del, della y desa, el uso de la vocal i en vez de la conjunción y, la sustitución de la g por la j delante de las vocales e e i, y otras reformas.

Escritor cuidadoso y exigente, Prada publicó en vida solo parte de su prosa; el resto, como su poesía, vio la luz tras su muerte o permanece inédito en la Biblioteca Nacional del Perú. Entre las obras publicadas por su hijo Alfredo, destaca Nuevas pájinas libres, impresa en Santiago de Chile en 1937, con una «Advertencia del editor». Dividida igualmente en cinco partes, la obra contiene quince ensayos y seis prólogos a diferentes libros de escritores amigos. La calidad estética del gran escritor se confirma en esta publicación.

La prosa combativa y la persistente rebeldía de González Prada le ganaron admiradores pero también detractores, incapaces de entender su espíritu de sacrificio y amplio amor a la humanidad y a la naturaleza. Sin embargo, teniendo en cuenta solo las ideas innovadoras de Pájinas libres, críticos y admiradores valoran a su autor como un gran escritor latinoamericano, un iniciador del movimiento renovador de las letras y las ideas en el continente.

Es difícil encasillar el estilo de este autor en una escuela específica. Se caracteriza por cierto eclecticismo literario y una fuerte inclinación a la renovación expresiva. Encaja más en el modernismo que en cualquier otro movimiento, pero no cultiva el exotismo ni el arte por el arte. Su fuerza radica en el armonioso equilibrio de ideas atrevidas y expresión sencilla y convincente. Del romanticismo heredó la rebelión contra las reglas. Su prosa, pacientemente elaborada, exuda la agresividad del propagandista ideológico acostumbrado a alternar sencillez y claridad estilísticas con ironía sorpresiva. En sus ensayos históricos, sociológicos y filosóficos, la prosa es más sustantiva e ingeniosa, rica en figuras literarias que intentan suavizar la mordacidad. El ensayista inventa, transforma y recrea un lenguaje literario que sirve de vehículo eficaz y veloz a las ideas. En este sentido, el lenguaje se transforma en prolongación del ideario y los sentimientos.

En «Propaganda y ataque», «Notas acerca del idioma» y otros ensayos, el autor dejó recomendaciones para lograr una prosa original, vigorosa, correcta, armoniosa, exacta, plástica, y, sobre todo, propia. Para alcanzar un estilo directo se debe —según él— emplear un léxico que no remita al lector constantemente al diccionario. Admira la prosa de Voltaire, por ser «natural como un movimiento respiratorio, clara como un alcohol rectificado»6. Le preocupa tanto la originalidad, utilidad y novedad de las ideas, como el aspecto estético de la presentación. Por esforzarse en encerrar el mayor número de ideas en el menor número de palabras, su prosa es sumamente sustanciosa. Las oraciones son breves y coherentes, adornadas con giros sintácticos que animan y dan variedad al lenguaje. Muestran destreza en el correcto uso de los verbos, sustantivos y adjetivos y revelan las posibilidades caracterizadoras de los adjetivos para obtener plasticidad y sugerencia.

González Prada intentó ser a la vez ecuménico y local. Se esforzó por interpretar al peruano y lo peruano como parte de su esfuerzo de identificación continental. Su espíritu innovador no se riñe ni con el clasicismo ni con la erudición internacional. Eso sí, adapta siempre las ideas foráneas, clásicas o modernas, a la realidad americana. Del liberalismo positivista evolucionó al anarquismo. De la literatura objetiva y social, impregnada de cientificismo y regida por el ideario del progreso, llegó a la literatura de propaganda y ataque a favor de la creación de una sociedad ácrata. En resumen, por su innovadora literatura política, tan rica en ideas, justamente se le ha llamado a Manuel González Prada un adelantado del pensamiento contestatario, un «precursor del nuevo Perú», un «heraldo de la revolución».

BIBLIOGRAFÍA

GONZÁLEZ PRADA, Adriana de (1947). Mi Manuel. Lima: Editorial Cultura Antártica.

GONZÁLEZ PRADA, Manuel (1894). Pájinas libres. París: Paul Dupont. Incluido en Manuel González Prada (1985), Obras, volumen 1, Luis Alberto Sánchez editor. Lima: Ediciones Copé (PetroPerú).

———— (1901). Minúsculas. Lima: Adriana y Alfredo González Prada editores.

———— (1991). Exóticas. Lima: El Lucero.

———— (1908). Horas de lucha, primera edición. Lima: El Progreso Literario; (1924) segunda edición, Callao: Lux. Incluido en Manuel González Prada (1986), Obras, volumen 3, Luis Alberto Sánchez editor, Lima: Ediciones Copé (PetroPerú).

———— (1933). Bajo el oprobio. París: Luis Alberto Sánchez editor. Incluido en Manuel González Prada (1986), Obras, volumen 2, Luis Alberto Sánchez editor, Lima: Ediciones Copé (PetroPerú).

———— (1933). Trozos de vida, Alfredo González Prada editor. París: Louis Bellenand.

———— (1935). Baladas peruanas, Alfredo González Prada editor, prólogo de Luis Alberto Sánchez. Santiago de Chile: Ercilla.

———— (1936). Anarquía. Santiago de Chile: Editorial Ercilla. Incluido en Manuel González Prada (1986), Obras, volumen 3, Luis Alberto Sánchez editor, Lima: Ediciones Copé (PetroPerú).

———— (1937). Nuevas pájinas libres, Alfredo González Prada editor. Santiago de Chile: Ediciones de Ercilla. Incluido en Manuel González Prada (1985), Obras, volumen 1, Luis Alberto Sánchez editor, Lima: Ediciones Copé (PetroPerú).

———— (1939). Propaganda y ataque, Alfredo González Prada editor. Buenos Aires: Ediciones Imán. Incluido en Manuel González Prada (1985), Obras, volumen 4, Luis Alberto Sánchez editor, Lima: Ediciones Copé (PetroPerú).

———— (1941). Prosa menuda, Alfredo González Prada editor, Buenos Aires: Ediciones Imán. Incluido en Manuel González Prada (1986), Obras, volumen 4, Luis Alberto Sánchez editor, Lima: Ediciones Copé (PetroPerú).

———— (1945). El tonel de Diógenes, seguido de Fragmentaria y Memoranda, introducción de Luis Alberto Sánchez, Alfredo González Prada editor. México D. F.: Edición Tesontle (Fondo de Cultura Popular). Incluido en Manuel González Prada (1986), Obras, volumen 2, Luis Alberto Sánchez editor, Lima: Ediciones Copé (PetroPerú).

———— (1977). Ortometría, apuntes para una rítmica. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

———— (2001). Textos inéditos de Manuel González Prada, Isabelle Tauzin Castellanos editora. Lima: Fondo Editorial de la Biblioteca Nacional del Perú.

HAYA DE LA TORRE, Víctor Raúl (1927). «Mis recuerdos de González Prada», pp. 84-85. En: revista Repertorio Americano, 13 de agosto de 1927.

MARIÁTEGUI, José Carlos (1928). 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana, Obras completas, volumen 2. Lima: Amauta, 1959.

Revista Social, nro. 72, 1 de noviembre de 1886.

Revista Social, nro. 120, 8 de noviembre de 1887.

UNAMUNO, Miguel de (1918). Ensayos, tomo VII. Madrid: Publicaciones de la Residencia de Estudiantes.

FRANCISCO GARCÍA CALDERÓN
(1883-1953)

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OSMAR GONZALES ALVARADO

Francisco García Calderón es uno de los intelectuales fundamentales del Perú. Perteneció a la generación fundadora con la cual empezó el siglo XX, la llamada generación arielista o generación del Novecientos. García Calderón fue el más cosmopolita y latinoamericanista de todos sus compañeros generacionales, entre los que destacan pensadores como Víctor Andrés Belaunde, José de la Riva-Agüero, José Gálvez y el hermano de Francisco, el escritor Ventura García Calderón, para mencionar a los más destacados. Estos jóvenes intelectuales posteriores a la guerra del Pacífico tuvieron como objetivo pensar y llevar adelante la «regeneración nacional».

En general, Francisco García Calderón y los miembros de su grupo generacional han sufrido una especie de olvido y no han sido tomados en cuenta en el momento de evaluar el pensamiento político peruano. Esta marginación ha tenido una doble vertiente: por un lado, herederos ideológicos perezosos y, por el otro, adversarios políticos sectarios. Solo desde hace pocos años —dos décadas aproximadamente— las obras de García Calderón, y las de los arielistas en su conjunto, han gozado de reimpresiones de sus textos fundamentales.

Por las razones antes dichas, esta es una buena oportunidad para subsanar en parte el silencio al que ha sido sometido García Calderón para conocer su biografía y relevar la calidad de su obra tanto como la profundidad de su pensamiento. Estas páginas tienen la intención de familiarizar a las nuevas generaciones con nuestros pensadores clásicos.

BIOGRAFÍA

Paradójicamente, Francisco, hijo del presidente que defendió el territorio patrio, no nació en el Perú, sino en Chile, más exactamente en Valparaíso, en 1883. Su padre fue el llamado presidente de La Magdalena, Francisco García Calderón Landa7. Él, que en un primer momento fue impuesto por las fuerzas de ocupación chilenas en 1881, durante la guerra del Pacífico, supo negarse después a firmar un tratado que despojaba al Perú de sus territorios salitreros del sur. Por ello, precisamente, fue exiliado a Chile. Terminado el conflicto bélico, la familia García Calderón-Rey se trasladó a París, en donde nació Ventura.

De retorno a Lima en 1886, junto a su familia, Francisco realizó sus estudios escolares en el Colegio Los Sagrados Corazones o La Recoleta, a pocos metros de su residencia de la calle de La Amargura, hoy jirón Camaná. Este colegio fue muy importante para la generación arielista y, en general, para gran parte de la intelectualidad peruana.

El hogar de la familia García Calderón-Rey contaba con una copiosa biblioteca. En ella, los pequeños Francisco y Ventura y sus hermanos menores (José y Juan) pudieron acercarse a las obras de autores clásicos y modernos; ahí aprendieron la sana costumbre de leer, pensar y escribir. El estímulo del ambiente del hogar fue un factor determinante en su temprana vocación.

A algunas cuadras de donde vivían los García Calderón, en la calle Lártiga, vivía quien sería el gran amigo y compañero de colegio de Francisco García Calderón hijo: José de la Riva-Agüero. En La Recoleta, García Calderón y Riva-Agüero iniciaron y fortalecieron una amistad entrañable. No puedo dejar pasar la oportunidad para llamar la atención sobre la distinta suerte que han corrido sus respetables solares: mientras la casa de los García Calderón es alquilada a pequeños comerciantes de todo tipo, la de Riva-Agüero es uno de los más importantes centros culturales de Lima.

Son múltiples los testimonios que registran las largas conversaciones que sostenían los García Calderón, Riva-Agüero y sus compañeros de generación —que se convertirían con el tiempo en destacados escritores, periodistas, diplomáticos y políticos—, en la plaza de La Recoleta o, también, en la biblioteca del ex presidente de La Magdalena. Víctor Andrés Belaunde es muy sentimental cuando recuerda esos años de juventud, cuando llegó a Lima desde su natal Arequipa, en 1900, y se vinculó estrechamente a los jóvenes que después serían considerados como los renovadores de los estudios peruanistas, siendo él mismo uno de ellos.

Terminados sus estudios escolares, García Calderón ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos, en 1901. La muerte de su padre, en 1905, fue un duro golpe para el joven Francisco, quien vio que se agudizaba su esquizofrenia, e incluso en algún momento intentó suicidarse. La familia en pleno se mudó a París.

García Calderón ya había empezado a escribir sus reflexiones sobre el Perú desde muy joven, y con ellas partió a la Ciudad Luz. Francisco contaba con solo veintitrés años de edad. Así, se alejaba de la patria, de familiares y amigos, pero también de las maledicencias y envidias, como en algún momento le confesaría por carta a Riva-Agüero. Desde entonces, García Calderón se convertiría en un observador agudo, pero lejano, de la vida intelectual y política del Perú. Pero vayamos con calma y conozcamos su proceso biográfico e intelectual.

LA REFLEXIÓN PERUANISTA: EL PERÚ CONTEMPORÁNEO

García Calderón fue el discípulo más destacado que tuvo el maestro uruguayo José Enrique Rodó (1871-1917), autor de un opúsculo que influyó en los jóvenes intelectuales de principios del siglo XX, Ariel, que apareció en 1900. Por esta razón, García Calderón le pidió a Rodó que prologara un conjunto de sus artículos que constituyeron su primer libro, titulado De litteris, de 1904. Rodó no escatimó elogios para García Calderón, especialmente cuando afirmó: «Yo veo en él una de las mejores esperanzas de la crítica americana». No se equivocó. Al año siguiente publicó Menéndez Pidal y la cultura española.

En 1906, Francisco, su madre y sus hermanos partían a París. Fue una decisión trascendental y que rendiría grandes frutos. La experiencia europea fue fundamental para nuestro pensador, que años después se haría evidente en sus obras, las que trasuntarían un irrenunciable amor por la vida intelectual francesa, en esos momentos el faro de la cultura universal.

En París, García Calderón adquiriría aires de cosmopolitismo; quizá fue el que poseía la mirada más universal de todos sus compañeros generacionales. La capital francesa se constituiría en su mirador para analizar ya no solo los problemas peruanos sino también los de América y del mundo. Este cosmopolitismo explica por qué tan rápido dejó de escribir sobre el Perú. No fue solo porque vivía en Europa, sino, sobre todo, por la talla de intelectual que fue adquiriendo tanto por experiencias vividas como por sus insomnes lecturas. Estableciendo la comparación con las trayectorias intelectuales de sus coetáneos, observamos que en José de la Riva-Agüero o Víctor Andrés Belaunde, por ejemplo, la realidad peruana siempre estuvo presente en sus escritos.

En García Calderón se unen los sentimientos de la nostalgia y del nuevo arraigo, los recuerdos de Lima y el entusiasmo por París. La devoción que sentía García Calderón por la cultura francesa es reconocida por el prologuista de El Perú contemporáneo, el respetado profesor francés de La Sorbona Gabriel Séailles, cuando dice en el primer párrafo: «El señor García Calderón es un joven peruano que conoce admirablemente Francia, su historia, sus escritores, sus filósofos y que, sin ignorar los defectos del espíritu latino, está convencido de que sus altas virtudes de claridad, universalidad e idealismo social, deben asegurarle en el futuro un rol similar al que desempeñó en el pasado».