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• Colección Cien x 100 — 9 •

100 motivos
para ser del Atleti

Fernando Castán

Illustration

 

 

 

Primera edición: noviembre de 2013

© del texto: Fernando Castán

© de la edición:

9 Grupo Editorial

Lectio Ediciones

C/ Muntaner 200, ático 8ª • 08036 Barcelona

Tel. 977 60 25 91 - 93 363 08 23

lectio@lectio.es

www.lectio.es

Diseño y composición: Imatge-9, SL

Producción del ebook: booqlab.com

ISBN: 978-84-16012-72-5

DL T 1186-2013

 

El que es del Atleti debe ser una persona especial, amante de las emociones fuertes y con un toque romántico en un mundo, el del fútbol, cada vez más mercantilista, dominado por el dinero. 100 motivos para ser del Atleti te da un montón de razones, de historias, de personajes, leyendas y anÈctodas para que, si todavía no lo eres, te hagas del club más peculiar y apasionante del mundo: un equipo único. Y lo hace, sobre todo, desde el punto de vista de un aficionado de a pie y para aquellos que todavía se emocionan cuando su "once" gana o pierde, o para los que les gusta ver el fútbol al calor de una hinchada como ninguna y en un estadio con sabor y tradición.

 

 

Este libro está dedicado a todos a los que se les pone la piel de gallina
cuando suena el himno y ven saltar al campo
a los jugadores del Atleti, de nuestro Atleti.

ÍNDICE

Prólogo

1.    La mejor afición del mundo

2.    La incertidumbre: un atlético nunca se aburre

3.    Los colores

4.    La familia: como acción o reacción

5.    La final de la Copa de Europa de 1974

6.    Los títulos

7.    Nada más que un club de fútbol, pero el club de todos

8.    El doblete que nos devolvió el orgullo

9.    La bandera más larga del mundo

10.   La piel del rinoceronte

11.   El Vicente Calderón: «un estadio que es un gigante con alma»

12.   Los niños ahora, y siempre, quieren ser rojiblancos

13.   De Madrid, pero del Atlético

14.   La leyenda de Luis Aragonés

15.   Personalidad en un país dividido en dos

16.   Los dos abuelos que se sientan a mi lado en el Calderón

17.   El sentimiento y la ilusión contra la razón. Un equipo de soñadores

18.   Una escuela de valores como ninguna

19.   Un gran representante de España en el mundo

20.   Un club demencial con 10 entrenadores en 2 temporadas

21.   El Fondo Sur del Calderón

22.   Un himno curioso, bonito y «estremecedor»

23.   Ese estadio fantástico que nos van a hacer

24.   Paulo Futre, uno de los más queridos

25.   Mi tío Pepe

26.   La fidelidad

27.   El equipo de América en España

28.   Campeones, un corto directo al corazón

29.   Parte de una vida

30.   «El señor Aleti»

31.   Capaz de lo mejor y de lo peor

32.   El descenso: ejemplo de superación

33.   La cerveza Mahou

34.   Ole, ole, ole: «Cholo» Simeone

35.   Sus motes

36.   Un milagro

37.   ¿«El Pupas»?

38.   «Somos nosotros, Atleti, somos nosotros»

39.   Sus secciones

40.   La cultura del esfuerzo: sangre, sudor, lágrimas y goles en 110 años

41.   El Ala Infernal

42.   Todos los caminos llevan al Calderón

43.   La conexión vasca, y navarra

44.   La cantera

45.   Una fuente de inspiración literaria

46.   Su música original

47.   Ayala y Heredia, Leiviña y Pereira, dos parejas que vinieron de América y marcaron una década

48.   El escudo más bonito

49.   Hijas, madres y abuelas

50.   Sus toreros, valientes como su equipo

51.   El dios atlético, Neptuno, asaltado, engullido, mortal y degradado

52.   El «robo» al Atlético del doctor Cabeza

53.   Sus internacionales: de Pololo a Mario Suárez

54.   Si no fuera así, no sería el Atleti: un club único

55.   La elegante Delantera de Seda

56.   Queridos rivales

57.   Vicente Calderón, un señor presidente que se adelantó a su tiempo

58.   Sus goleadores y pichichis

59.   La amistad interatlética

60.   Miguel McCleary, el atlético más atlético del mundo

61.   El Stadium Metropolitano, un campo único y peculiar

62.   El cine

63.   Fernando Torres, rey sin corona del Calderón

64.   Un club indómito e irreductible

65.   Sus medallas olímpicas

66.   No vale cualquiera: un club para valientes

67.   Los Tres Mosqueteros rojiblancos

68.   Los bares del Calderón

69.   El Mono Burgos

70.   La elegancia canaria

71.   Las grandes migraciones rojiblancas: nunca caminarás solo

72.   Los cánticos de su afición: de la Legión a Pippi Langstrumpf

73.   Kiko, el símbolo del doblete

74.   La historia de los claveles de Margarita y Pantic

75.   La travesía del desierto y al final… la décima

76.   Sus porterazos

77.   La Delantera de Cristal, uno de los mejores ataques de la historia

78.   Los atardeceres desde el Fondo Norte

79.   ¡Qué fotos!

80.   Por «los atracos»

81.   La humildad

82.   Arteche y aquellos bigotudos rojiblancos

83.   Los mejores anuncios, los de la Sra. Rushmore

84.   Las 700 mejores y más fieles peñas: del Pacífico a Chamberí

85.   Una cultura popular propia

86.   El Aberdeen de Tracy y una gata llamada Atleti

87.   El Ingeniero del Área, el mejor motivo para los niños de los 60 y 70

88.   Perseguir un sueño

89.   Cierta estética de la derrota

90.   Entrenadores a prueba de todo

91.   Tanta gente y tan buena no puede equivocarse

92.   Adelardo, el que más veces ha vestido la camiseta del Atleti

93.   Motivos para no ser

94.   Si no te he convencido… prueba, compara y decide

95.   La improvisación como virtud

96.   El arte del contraataque

97.   Estar mal de la cabeza

98.   La Historia más rica

99.   El futuro, toquemos madera

100. Cien nombres, otros cien motivos

PRÓLOGO

Claro que hay 100 motivos para ser del Atleti. Y más de 100. Hay uno por cada seguidor rojiblanco. Esa ha sido mi respuesta cuando algún graciosillo (imagínense de qué equipo) ha cuestionado mi capacidad para finalizar el libro y para llegar al centenar de razones.

He tratado de ser lo más cercano posible al aficionado que paga religiosamente cada temporada su abono, al que viaja con el equipo y al que, en fin, siente sus colores como nadie y va al estadio nieve o haga un sol de justicia. Contar sus historias, sus anécdotas, sus sufrimientos y alegrías para que otros los lean y se den cuenta de cómo es este equipo. Esa es la mejor forma de conocerlo: a través de sus gentes. La afición colchonera es la esencia del Atlético, una entidad como no hay otra en el mundo. Y yo lo he comprobado directamente.

Es cierto. No es el que tiene más dinero ni más títulos, por supuesto, tampoco el que menos, pero sí el más rico en sus 110 años de historia, de historias, en los que ha creado toda una cultura propia y unos inigualables personajes en las figuras de sus jugadores, entrenadores, presidentes y aficionados. El Atlético tiene un atractivo difícil de explicar. No sé si lo habré logrado.

También he querido recordar a los más jóvenes las gestas y la grandeza de los hombres que han contribuido a que ganase nueve Ligas, diez Copas y seis grandes títulos internacionales, alguno de forma increíble. A veces, cuando entablo una conversación con un seguidor joven y doy por hecho que vivió de alguna forma lo que le estoy comentando, me doy cuenta por su expresión que para él es un hecho lejano o que no tiene mucha idea de lo que le digo. Entonces calculo su edad y caigo en que, por ejemplo, mi interlocutor tenía seis años cuando ganamos la Liga y la Copa en 1996. Así, le tengo que contar alguna situación o historia que creo que se van perdiendo poco a poco. Sirva también este libro para que perduren.

He querido exponer teorías propias sobre la personalidad del «buen atlético», o debería decir «atlético» a secas porque no hay uno malo; vivencias propias y relatos personales que a lo largo de 40 años de afición me han llamado la atención y que ahora he tenido por primera vez la oportunidad de exponer. A lo mejor a alguien le parecen peregrinas o rocambolescas, pero estamos ante un personaje muy especial, «el señor Aleti», que a veces hasta tiene rasgos humanos y del que los colchoneros solemos hablar como si fuera una persona. La relación de la hinchada rojiblanca con su club es singular, creo que a veces hasta un poco enfermiza, de amor y de odio, por los disgustos que le ha dado a lo largo de décadas. Yo, en cualquier caso, y a la luz de los últimos títulos, desmiento que seamos «el Pupas».

01 / 100

LA MEJOR AFICIÓN DEL MUNDO

Sólo la afición del Atleti, la mejor del mundo, es un motivo para ser colchonero. Las restantes 99 razones las voy a escribir, sí, pero con ésta, la razón número uno, las demás hasta podrían sobrar.

Todos los equipos tienen una afición que les define. Todos. Y son sus seguidores quienes les caracterizan, les dan vida y personalidad. A unos más y a otros menos. Se podría incluso establecer una clasificación según la fidelidad y las características de sus hinchas. En ella, el Atleti no estaría primero, sería único. Claro que todos piensan lo mismo: «Somos únicos», «mi equipo es único», «nuestros jugadores son únicos», «cómo molamos». Sin embargo, creo que hay una idea extendida y bastante generalizada entre los atléticos: «Nosotros, los seguidores, la afición, no sólo somos únicos. Somos la esencia del club.» Es cierto.

La pasión, la fidelidad, el amor a unos colores, la capacidad de sufrimiento, la fortaleza para superar las derrotas y para festejar las victorias son las principales características de la variopinta tribu colchonera. A mí lo que más me atrae de mi equipo es su hinchada.

La pasión es la que te hace darlo todo por tu equipo y anteponerlo a cosas en apariencia más importantes. Es lo que te hace coger un tren de cercanías un jueves de diciembre, bajo la lluvia, para ir a ver un partido de la Copa de la UEFA contra el Wolfsburgo alemán, con la eliminatoria ya prácticamente decidida y un diluvio cayendo sobre Madrid. Claro que cuando llegas te das cuenta que esa brillante idea no se le ha ocurrido a mucha más gente que a ti.

La fidelidad es básica en el Atlético y su hinchada una de las más leales del mundo. No conozco a nadie que haya dejado de ser colchonero para hacerse de otro club. A nadie, de verdad. Esa virtud cobra más importancia si se tienen en cuenta las condiciones adversas que han marcado una buena parte de sus 110 años de vida. Uno de los mejores y más grandes ejemplos de fidelidad lo he encontrado, en los treinta y tantos años que llevo siguiendo al equipo, en un partido que no está entre los grandes hitos de la historia rojiblanca: la final de la Copa del Rey de 2000 ante el Espanyol, en Valencia, cuando, después de bajar a Segunda, la afición llenó Mestalla para animar a los suyos, que un mes antes les habían dado el mayor disgusto futbolístico de sus vidas. Perdimos por una acción desafortunada de nuestro portero y cuando íbamos 2-0 y quedaba nada para el final y Haselbaink acortó la desventaja, todavía la gente que ya había abandonado el campo regresaba corriendo a ver el milagro que nunca llegó. Un ejemplo admirable.

La capacidad de sufrimiento. La afición rojiblanca aguanta todo lo que le echen, desgraciada y afortunadamente no conoce el dolor porque no repara en él y siempre se vuelve a levantar: de perder una Copa de Europa a 20 segundos del final del partido pasó a ganar la Copa Intercontinental en menos de un año; de no ganar una Liga en 19 años, a hacerse con la Liga y la Copa del Rey juntas en 1996; de no poder con el vecino blanco en 14 años, a ganarle una Copa en su estadio. Así es mi equipo, único.

Pero si la afición es increíble, el equipo, tocado por algo mágico e imprevisible, también.

Pasión, fidelidad, amor a unos colores, sufrimiento, incertidumbre, dificultad, sorpresa, historias y la Historia…Algo inexplicable para lo que voy a tratar de darte 99 razones más. Pasen y vean.

02 / 100

LA INCERTIDUMBRE:
UN ATLÉTICO NUNCA SE ABURRE

Un rojiblanco nunca sabe qué va a pasar, ni lo intuye. Ir al Vicente Calderón o seguir al Atleti por esos campos de España o del mundo tiene poco o nada que ver con la certeza. ¡Qué aburrimiento aquellos que siempre ganan! ¡Qué rollo los que sin la victoria no son nadie! ¡Pobrecillos aquellos poderosos que no encuentran sentido al fútbol si no es para salir triunfantes mirando por encima del hombro al contrario y cuya arrogancia les pierde!

Si vas al estadio de la ribera del Manzanares o ves por la tele un encuentro del Atlético de Madrid, escucharás frases relacionadas con esa sensación, incluso con el equipo por delante en el marcador oirás: «Espera, que esto no ha acabado todavía»; «cuidado que con el Atleti —pronunciado casi seguro como «Aleti»—, nunca se sabe»; «ojo, que queda tiempo y éstos —los jugadores— son capaces de todo», o «esta película ya la hemos visto, ya verás si nos meten uno».

Esto que en los últimos años ha cambiado, no las frases, sino los resultados, ha sido una constante en su historia. Encuentros casi ganados que en un par de segundos han cambiado de signo. Todo es empeorable. Un ejemplo reciente lo encontramos en el partido contra el Rubin Kazán de la temporada pasada en la Liga Europa cuando, con un 0-1 en contra, el portero Asenjo subió en el tiempo añadido, en el minuto 94, a rematar un córner que empatara, y a la contra los rusos lograron el 0-2 y dejaron la eliminatoria casi resuelta.

O aquella memorable, y ahora hasta divertida, racha negativa de los años ochenta y principios de los noventa durante la cual el Atlético era eliminado de las competiciones europeas por cualquier club desconocido pasando por todo tipo de situaciones rocambolescas a lo largo y ancho del Viejo Continente. Ilustres contrincantes como el Boavista de Portugal en la primera ronda de la UEFA en la temporada 1981-1982 o el OFI de Creta griego en la 1993-1994, el Timisoara rumano en 1990-1991 o el Groningen holandés en la primera ronda de la de 1983-1984 eliminaron al Atleti contra todo pronóstico. Así se pasaba del comentario positivo al conocer el rival a principios del verano: «Este año ganaremos», al lamento, un mes o dos después y saliendo del estadio: «Encima han pasado todos los equipos españoles y nosotros hemos caído contra éstos». Esto forja un carácter.

Ni en las derrotas ni en la victorias. Un atlético nunca se aburre.

03 / 100

LOS COLORES

Una vez, uno de mis jefes, sorprendido por mi pasión y por algún cambio en mis libranzas, me preguntó por qué me gustaba tanto el fútbol y, sobre todo, el Atlético. Por un momento, me quedé sin respuesta y, de repente, me pasó por la cabeza la sensación que creo que tiene un niño cuando va al campo por primera vez. Esa que experimenta al ver a los jugadores saltar al campo. Creo que es inigualable. Y le contesté: «Porque cuando veo las rayas rojas y blancas, y el color azul (de los pantalones) sobre el verde del césped, todavía se me pone la carne de gallina, todavía me emociono.»

Nada identifica tanto a un club de fútbol como sus colores. Ni sus estadios, ni su escudo, ni sus jugadores, ni sus presidentes. Nada. ¿Qué ocurriría si una directiva decidiera cambiar los colores de las camisetas? Se puede hacer, si acaso, con la segunda o la tercera equipación. De hecho ocurre cada año, y a veces esto ya ha sublevado a las masas. Incluso diseñar las rayas más o menos anchas ha provocado alguna revuelta en Internet. Pero, en cualquier caso, los colores son intocables. De hecho, éstos se anteponen muchas veces al nombre cuando se uno se identifica como seguidor de un club u otro.

Como tantas cosas, los colores llegaron por casualidad. Dice la historia que la primera camiseta del Atlético, en su fundación entre 1903 y 1911, fue azul y blanca, a imagen y semejanza de la del Athletic de Bilbao. Hay que recordar que el Atleti fue fundado por vascos residentes en la capital de España. Fue uno de sus jugadores de entonces, Juan Elorduy, bilbaíno de nacimiento y estudiante en Madrid, el que de viaje a Inglaterra tenía el encargo por parte del club de su tierra de adquirir unas prendas de esos colores que coincidían con las del Blackburn Rovers inglés. El extremo no las halló. Sin embargo, en Southampton, antes de embarcar con destino a la capital vizcaína, se hizo con unas del club local, muy bonitas y a rayas verticales rojas y blancas. Fue el origen de las camisetas tanto del Athletic como del Atlético.

En nuestro caso también dio pie al nombre de colchoneros, pues las listas de esos colores eran las mismas que las empleadas en la fabricación de colchones. El diseño inicial y el azul y blanco los ha utilizado el cuadro de Madrid de segundo uniforme como homenaje a aquellos pioneros y fundadores de la entidad en 1903.

Desde entonces, poco o nada ha cambiado, salvo en la Guerra Civil cuando el Aviación Nacional vistió de azul. Sólo el grosor y el número de las rayas y debido más a cuestiones de sus patrocinadores que a otros motivos.

En cualquier caso, la combinación del rojo, el blanco y el azul sobre el verde del Vicente Calderón es inigualable y es una de las mejores razones para ser atlético.

04 / 100

LA FAMILIA: COMO ACCIÓN O REACCIÓN

¿Atlético se nace o se hace? Hay dos clases bien definidas cuando se tocan la familia y el fútbol: 1) por acción o nacimiento y 2) por reacción u oposición.

Yo creo que se nace. El sentimiento atlético se transmite de padres a hijos o, como es mi caso, de abuelos a nietos, como otras virtudes. La familia es determinante en la mayoría de los casos y cuando hablas con gente mayor casi siempre encuentras que «su motivo» tiene relación con sus progenitores. Sus abuelos ya fueron al Estadio Metropolitano, siguieron al Atlético de Aviación o vivieron al lado del viejo estadio. No es difícil encontrar familias de cuatro generaciones rojiblancas, incluso algunas que han mantenido los abonos en el Vicente Calderón en la misma zona durante décadas.

La familia también te marca, pero como reacción. En un club con la característica de rebeldía y contestación que tiene éste, ¡cuántos atléticos lo son porque su padre o su tío eran o son del eterno rival! Es algo tan común en la tribu colchonera como el que lo es de nacimiento. Más que por reacción, se podría decir que es por oposición al poder familiar establecido. También hay que tener en cuenta el placer de ser distinto y apostar por lo difícil y no por lo fácil, por lo complicado, pero a la vez mucho más satisfactorio.

Además, es buenísimo ser del Atleti desde pequeño, lo seas por acción o nacimiento o por reacción u oposición. A ese sentimiento de rebeldía se une una sensación de soledad que te hace espabilar a temprana edad, pues el chaval colchonero se encuentra rodeado de niños del club blanco, en su mayoría, en el patio de su colegio o en las calles de su barrio. Ya bien despierto, tiene que buscar alianzas con chavales de otros clubes humildes como el suyo, ya sean del Deportivo de La Coruña, el Espanyol, el Burgos o el Alcorcón. Así, ser atlético es una escuela en la escuela. Un «indio» (así nos llaman nuestros rivales) es un superviviente desde pequeño, alguien muy bien preparado para afrontar la vida a la contra, como un comando en territorio enemigo. Y desarrollará una personalidad dura y especial, aprenderá a defenderse en cualquier situación y sabrá salir airoso de los duelos dialécticos, y de los que no lo son, más duros y apasionados frente a sus rivales, normalmente madridistas.

05 / 100

LA FINAL DE LA COPA DE EUROPA DE 1974

Si hay una fecha marcada en la historia del Atlético de Madrid, ésta es la del 15 de mayo de 1974 cuando en el estadio Heysel, de Bruselas, un gol del defensa del Bayern de Múnich Schwarzenbeck empató en el minuto 113 el tanto previo de Luis Aragonés. Era, por lo tanto, en la prórroga y entonces no había penaltis para desempatar. El uno a uno obligaba a un segundo encuentro dos días después en el que el club bávaro desbordó al madrileño. El Bayern de aquella época era la base de la selección alemana que meses más tarde ganaría la Copa del Mundo en su país al vencer a Holanda. El nuestro no era una partido cualquiera, era la final de la Copa de Europa.

Cuando el balón cruzó la portería defendida por Miguel Reina, el padre de Pepe, el actual portero del Nápoles y de la selección española, faltaban sólo 20 segundos para el final del tiempo añadido. Ninguno de los dos clubes tenía hasta entonces la Copa de Europa, hoy mal llamada Liga de Campeones, en sus vitrinas. Uno sigue sin lograrla y el otro se la llevó entonces por primera vez tras vapulear al Atlético (4-0) en el partido de desempate. Éste sirvió para que los pesimistas y agoreros de siempre presentaran a los españoles como gente incapaz de hacer y mantener un esfuerzo dos veces en 48 horas, perezosos o como unos seres humanos físicamente inferiores a los fornidos alemanes. ¡Quién nos ha visto y quién nos ve! Desde luego que 39 años más tarde y a la vista de los resultados del deporte español está claro que «acertaron».

El Bayern alineó a Maier, Hansen, Schwarzenbeck, Bekenbauer, Breitner, Zobel, Roth, Kappelmann, Torstenssonn, Muller y Hoeness. Y el Atlético, entrenado por Juan Carlos Lorenzo, jugó con Reina, Melo, Eusebio, Heredia, Capón, Adelardo, Luis, Irureta, Salcedo, Gárate y Ufarte.

Sin duda, esa final supuso un antes y un después en la historia rojiblanca y motivó a muchos niños nacidos en la década de los sesenta a hacerse del Atleti. Les llamó la atención ese partido tan desgraciado y esa jugada tan aciaga cuando ya se acariciaba el máximo título continental. Por si fuera poco, el encuentro de Bruselas venía precedido de una semifinal antológica ante el Celtic de Glasgow que paralizó España y que hizo muy populares a dos personajes: el árbitro Babacan, que pitó la ida en Escocia y expulsó a tres jugadores visitantes, y el delantero Johnstone. Fue una eliminatoria a doble partido que enganchó a mucha gente al Atleti.

Los 110 años de vida de este singular y único club están llenos de situaciones rocambolescas. En esto no nos gana nadie. El Bayern renunció a disputar la temporada siguiente la Copa Intercontinental a la que tenía derecho como campeón de Europa. Así que el Atlético se enfrentó al Independiente de Avellaneda en 1975 y se proclamó mejor club del mundo sin serlo de Europa. Algo que cuando se dirimía este trofeo entre el mejor de América y el mejor del Viejo Continente no habría, supongo, pasado nunca. Lo dicho: «singular y único club».

06 / 100

LOS TÍTULOS

El Atlético de Madrid ha sido muchas veces menospreciado porque se le considera un club perdedor. Esto, obviamente, es mentira porque tiene más títulos que la mayoría de equipos del mundo, pero habitualmente se le considera de segundo nivel al ser comparado con sus dos ricachones rivales.

En su siglo largo de existencia, 110 años, la entidad del río Manzanares ha sumado nueve Ligas y diez Copas de España, una Copa Intercontinental, dos Ligas de Europa, dos Superligas continentales, una Supercopa de España y una de campeones nacionales.

A continuación, 27 grandísimos motivos para ser colchonero:

– Nueve Ligas: 1939-1940, 1940-1941, como Atlético Aviación, 1949-1950, 1950-1951, 1965-1966, 1969-1970, 1972-1973, 1976-1977 y 1995-1996.

– Diez Copas de España: 1959-1960, 1960-1961, 1964-1965, 1971-1972, 1975-1976, denominadas Copas del Generalísimo, y 1984-1985, 1990-1991, 1991-1992, 1995-1996 y 2012-2013, bajo el nombre de Copas del Rey.

– Una Supercopa de España, en 1985.

– Una Copa de Campeones de España, en 1940. Este trofeo es el precedente de la Supercopa.

– Seis títulos internacionales:

– Una Copa Intercontinental, en 1975.

– Una Recopa de Europa, en 1962.

– Dos Ligas Europeas (Europa League), en 2010 y 2012.

– Dos Supercopas de Europa, en 2010 y 2012.

– El Atlético de Madrid es el tercer club español en número de Ligas y el cuarto en el de Copas. Desde que la Copa de la UEFA cambió su tradicional denominación por Liga Europa es el mejor equipo en este trofeo y el primero que lo ganó. Además, es el único que se ha adjudicado las dos Supercopas posteriores.

Bien es verdad que fue un equipo que tardó en hacerse con los dos grandes trofeos nacionales, porque, fundado en 1903, no alzó su primera Liga hasta la temporada 1939-1940 y su primera Copa hasta 1960, 58 años más tarde de su primera edición. También es curioso, único como siempre, que no hubiera ganado ninguna Liga y se llevara dos seguidas, al igual que las Copas. El Atleti es así, un caprichoso. Y, aunque ha vivido largos periodos de sequía, también ha tenido largas rachas memorables en su palmarés tanto en España como en Europa: las tres Ligas de los setenta, tres Copas en cinco años entre 1960 y 1965, el «doblete» de 1996 y la reciente racha de títulos continentales entre 2010 y 2012, con cuatro trofeos, y culminada con la Copa del Rey de 2013 ante el Real Madrid y en el Santiago Bernabéu.

07 / 100

NADA MÁS QUE UN CLUB DE FÚTBOL,
PERO EL CLUB DE TODOS

El Atlético de Madrid, aunque a veces no lo parezca, no es más que un club de fútbol, con todas las características que se le quieran atribuir a él o a sus seguidores, pero sólo es eso. Sin más trascendencia social, territorial o política. Eso sí, es el club en el que todo el mundo tiene un sitio, ya sea de Madrid, Barcelona, la Patagonia o Shanghái, rico o pobre, de izquierdas o de derechas, civil o militar.

Atléticos hay por todo el mundo, como lo demuestran las numerosas peñas que tiene alrededor de la tierra o los variopintos seguidores que se puede uno encontrar en el extranjero y que viajan como si se tratara de una peregrinación a Madrid, para ver los encuentros más importantes de su equipo, o por Europa, como se ha puesto de manifiesto en las cuatro últimas finales continentales disputadas por el Atleti entre 2010 y 2012.

La afición rojiblanca, además, está hermanada con las de otros conjuntos como es el caso de la del Liverpool, cuyos seguidores también han dado muestras de apoyo a los madrileños, incluso cuando éstos jugaron la final de la Liga Europa de 2010 ante otro club inglés, el Fulham de Londres. En esa temporada, el Atleti había eliminado al Liverpool en las semifinales y muchos scousers (nombre con el que se conoce a los habitantes de esa ciudad del oeste de Inglaterra) ya tenían la entrada y el viaje pagados para la final, por lo que se desplazaron a Hamburgo, donde confraternizaron con los españoles.

El club de la ribera del Manzanares tiene una característica integradora bastante importante. En pocos estadios se podrán ver tantos inmigrantes como en el Vicente Calderón. Ojo, inmigrantes, no turistas.

Muchos extranjeros residentes en España encuentran a orillas del río Manzanares una «tercera vía» a los dos poderosos y hallan en el Atlético una entidad mucho más abierta y mucho más divertida que el Real Madrid o el Barcelona, y que les sirve para integrarse en España. O un equipo más parecido al que siguen en su país de origen porque no es fácil encontrar fuera clubes como el blanco o el azulgrana. Yo los conozco. Un estadounidense, Miguel; una italiana, Nadia; un cubano, Jose Luis; un ecuatoriano, Darwin, y una escocesa, Tracy, por poner sólo algunos ejemplos, lo han visto así.

El hecho de que el Atlético haya sido desde que en los años setenta comenzara a ampliarse las cuotas de jugadores extranjeros el conjunto que más americanos, suramericanos en concreto, ha tenido en sus filas, mientras el Madrid y el Barcelona se decantaban por alemanes u holandeses, ha ayudado bastante a incrementar la afición de los latinoamericanos tanto dentro como fuera de España.

Así que, frente al elitismo de unos y el nacionalismo de otros, rayas rojiblancas.

08 / 100

EL DOBLETE QUE NOS DEVOLVIÓ
EL ORGULLO

La temporada 1995-1996 ha sido la mejor en la historia reciente del club. El equipo entonces llevaba desde 1992 sin alzar un trofeo cuando lo hizo en la Copa del Rey frente al Madrid en su estadio y desde 1976 sin ganar una Liga. Sumaba una racha de tres años malos en los que había pasado de la 6ª plaza en la temporada en 1993 a la 14ª al final de la Liga 1994-1995, rozando el descenso en un curso para olvidar.

La llegada del serbio Radomir Antic tampoco había despertado una gran ilusión ni una gran esperanza en las tribunas y las gradas del Calderón tras el continuo ir y venir de entrenadores en las tres temporadas anteriores. La hinchada atlética estaba saturada de tantos cambios, de tantos nombres de técnicos y jugadores, en su mayoría extranjeros que poco o nada aportaban. De la mano de Antic llegó otro serbio, un jugador desconocido llamado Milinko Pantic, que sería una de las claves en la consecución de los dos títulos: la Liga y la Copa del Rey. Además, la directiva de Jesús Gil fichó a Molina, Sani Denia, Lubo Penev, Roberto Fresnedoso, «Petete» Correa, Leo Biagini y Quinton Fortune.

El «efecto Radomir» no se hizo esperar y el Atlético se volvió irreconocible para su sufrida hinchada que no daba crédito a que la mitad de su plantilla fuera la que la temporada anterior había estado a punto de dar con el club en Segunda. De entrada, los colchoneros sumaron cuatro triunfos seguidos, con 12 goles a favor y ninguno en contra, que a más de uno hizo anticipar su regreso de las vacaciones veraniegas para comprobar que era cierto.

La racha continuó y no fue hasta el derbi en el Bernabéu, ¡cómo no!, después de 13 jornadas sin conocer la derrota, cuando el Atleti del «doblete» cayó en la Liga en un partido que acabó con diez por expulsión de Caminero. Otra victoria (3-1), en el Calderón frente al «Dream Team» azulgrana de Johan Cruyff, confirmó, tres jornadas más tarde, que ese equipo estaba en disposición de pelear por lo más grande.

El ritmo se mantuvo a lo largo del invierno, al mismo tiempo que en el torneo del KO se iba pasando una ronda tras otra, hasta que el 10 de abril de 1996, en Zaragoza, Barça y Atlético dirimieron el primer título del año, la Copa del Rey, que con un gol de cabeza de Pantic, un jugador que la usaba más para pensar que para rematar, a pase de Geli, dio su novena Copa al historial rojiblanco.

Paradójicamente, Luis Aragonés aparecería en el tramo final de la Liga al frente del Valencia para convertirse en su principal rival por este título. En un memorable encuentro del Atlético en Barcelona, el equipo de Antic descartó al Barça con un gol de Roberto a pase de Caminero después de un increíble regate de éste a Nadal. Aquel partido supuso media Liga porque dejó fuera al Barcelona, pero los nervios, la presión y el Valencia evitaron el alirón antes de la última jornada en la que los valencianos viajaban a Vigo y el Atleti recibía al Albacete, ya descendido. Valía el empate, aunque ganara el Valencia.

Un gol de Simeone y otro de Kiko, dos de los jugadores más representativos de aquella temporada y de la historia del club, dieron la victoria al Atleti frente al cuadro manchego. Aquella noche, Madrid enloqueció, pues nunca el club se había hecho con los dos títulos en la misma temporada y ganar la Liga era ya un recuerdo lejano, de 19 años.

Si una generación se hizo atlética como consecuencia de la final de Heysel ante el Bayern en 1974 y la Copa Intercontinental de 1975, hay otra que se hizo por el «doblete».

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