Simón Bolívar en el tiempo de crecer
Los primeros veinticinco años (1783-1808)
ROBERTO LOVERA DE-SOLA
 

«La vida de Bolívar puede dividirse, aparentemente, en cuatro tiempos. Un tiempo de crecer que va hasta 1808, hasta los veinticinco años. Es la época de conocer, de descubrir, de ensayar, de ponerse en contacto con los hombres, con las cosas, con los países, con las ideas… Los once años que siguen, hasta 1819, son el tiempo de creer… El tiempo de triunfar son los seis años que siguen hasta 1825… Y desde 1826 hasta la muerte en 1830, sería el tiempo de llorar».

Letras y hombres de Venezuela

(Caracas: Edime, 1958, pp. 59-60)

ARTURO ÚSLAR PIETRI

Para mi hermano Alberto Lovera De-Sola, en los días de su doctorado (febrero 28, 2011), quien ha sido constante lector de mis trabajos. Para Betty Cabrera, su curruña y alma gemela, que tanto le gusta escuchar nuestros paliques sobre nuestra historia.

Una puerta se abre

«La vida de Bolívar es tan rica, su personalidad tan fascinante, que ni aquella necesita destreza del escritor para embellecerla, ni esfuerzos de la imaginación requiere el personaje para que su evocación nos apasione».

AUGUSTO MIJARES, «Las virtudes de Bolívar»
En: Manuel Trujillo, Bolívar
(Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1983, p. 409)

Este estudio, largamente acariciado, demoradamente indagado, se desarrollará a través de la documentación directa conocida, mucha de ella inédita o poco divulgada, sobre los primeros veinticinco años de la vida de Simón Bolívar. No será en ningún momento ni un elogio, ni una diatriba, ni la búsqueda de un niño prodigio que nunca existió. Su desarrollo será solo aquel a donde nos lleven los documentos conocidos, los citaremos de la forma más extensa posible a lo largo del estudio. Siempre siguiendo el consejo de Tomás Polanco Alcántara (1927-2002): «Es indispensable examinar los testimonios que se conocen, sin aceptar fantasías ni leyendas»[1].

Por ello aquí también cabe la observación del historiador griego Polibio (200-120 aC) a la hora de escribir historia, por cierto también citada por Polanco[2]. Dijo el memorialista heleno: «Un hombre bueno ha de ser amante de sus amigos y de su país, debe participar de los odios y afectos de sus amigos. Pero cuando emprende la tarea de escribir historia, debe olvidarse de todas sus preferencias y conceder frecuentemente los elogios a los enemigos cuando los hechos lo requieren, y, de otro lado, censurar severamente a sus más íntimos amigos cuando sus errores lo piden. Así como si se saca a los animales los ojos quedan totalmente inservibles, del mismo modo, si a la historia se le quita la verdad, solo viene a quedar en una narración infructuosa. No debe temer tampoco vituperar a veces y elogiar otras a unos mismos, puesto que los que manejan asuntos del Estado, no es fácil que acierten siempre ni verosímil que siempre yerren. Y, así, separándose de aquellos que han tratado las cosas adaptándose a las circunstancias, el historiador únicamente debe referir en su historia los dichos y hechos como sucedieron»[3].

Y en cuanto al análisis de los textos del Libertador, buena es la recomendación del historiador venezolano Elías Pino Iturrieta (1944), en declaración a la periodista Milagros Socorro (1960): «Lo fundamental es que los papeles disponibles sean objeto de una lectura libre, diferente a la habitual. Si esos papeles no se leen como evangelios, encontramos un Bolívar renovado, novedoso y vigoroso: un político y un hombre de armas que se contradice porque tiene que enfrentar diversas situaciones, porque sus juicios cambian según quien sea el destinatario de sus cartas. Bolívar escribe a cada cual lo que él piensa que quiere leer. Por eso, cuando habla pestes de Estados Unidos es porque está escribiendo al agente inglés, pero cuando se dirige a los funcionarios estadounidenses los llama ‘nuestros hermanos del Norte’ (y siempre ponía Norte con mayúscula)… Una lectura que no corresponda a la liturgia bolivariana nos permitirá percibir a un político extraordinario, tapado por la cortina del oratorio bolivariano. Lo haría más humano, más accesible, mucho más interesante pero, claro, menos manipulable por la república letrada, por el culto popular y por el poder constituido que lo coloca como Zeus, habitante del Olimpo, para escudarse en su obra y presentarse como albacea de la obra bolivariana»[4].

Y otra vez una observación del mismo Polanco según la cual para examinar a Bolívar se requieren «métodos críticos y realistas, sustituyendo la fábula por la investigación, la leyenda por el análisis y la anécdota por la interpretación»[5].

Entre los estudios biográficos a citar solo escogeremos aquellos que se puedan considerar históricos, es decir basados en precisos datos, papeles que siempre se puedan contrastar con otros sobre su mismo asunto.

Se ha escrito bastante sobre esta época en la vida de Simón Bolívar, no se olvide que durante ella no es el Libertador, no lo será hasta el 14 de octubre de 1813. Es en esta época, sobre todo a partir de sus días parisinos e italianos de 1804, 1805 y 1806, que hallamos los pasos iniciales de un político quien comenzó a avizorar un destino para sí mismo.

Sobre este período hasta ahora el libro más completo, aunque publicado en los años cuarenta del pasado siglo, es el de Rufino Blanco Fombona (1874-1944), Mocedades de Bolívar[6], basado en buena documentación, ofreciendo una interpretación certera, muy bien urdida en muchos de sus puntos. Pero en los años que han pasado desde su primera impresión en los años cuarenta del siglo XX hasta ahora, setenta y cuatro años más tarde para ser precisos, la documentación aparecida y las nuevas interpretaciones de nuestro protagonista y sus contemporáneos han logrado cambiar mucho, bastante de lo que don Rufino no pudo conocer. Cambio explicado tanto por la numerosa documentación antes desconocida como por las numerosas interpretaciones certeras aparecidas tras él. Entre esas nuevas obras fundamentales están El Libertador[7], de Augusto Mijares (1897-1979), quien precisa el periplo de aquellos años. Y luego la biografía de Polanco Alcántara, que antes hemos citado, quien a la luz de los nuevos papeles vuelve a recorrer el período, hallazgos en que fueron fundamentales los estudios, indagaciones y precisiones hechos por el ingeniero Rafael Fuentes Carvallo, quien fue quien más luz dio a los años españoles de Bolívar. Estos asuntos fueron también precisados por Manuel Rafael Rivero (1921-2008) en su sabrosa biografía de don Esteban Palacios (1763-1830), tío y padrino de Bolívar[8]; igual luz a la controversia, sin sentido a nuestro entender, de su primera carta (marzo 20, 1799) contribuye un esclarecedor estudio de nuestro entrañable Iraset Páez Urdaneta (1952-1994)[9].

La documentación privada del Libertador[10], que es la que hemos requerido para escribir este estudio, la tenemos hoy bien organizada, en edición anotada, debida a nuestros inolvidables maestros Pedro Grases (1909-2004) y Manuel Pérez Vila (1922-1991); esta ha sido angular, como veremos para la vertebración de esta obra. Sobre el valor de estos papeles no hay que olvidar la observación de Augusto Mijares: «En esa documentación íntima está lo mejor del Libertador, la expresión más espontánea y vivaz de sus ideas, el testimonio de lo que sufrió por la patria y por las dificultades que presentaba su reorganización republicana, la exuberancia sentimental con que prodigó su afecto o aprecio a subalternos y amigos, las numerosas consideraciones de orden moral que tan desgarrador patetismo dan a sus vacilaciones políticas»[11].

Tenemos muchas informaciones sobre su familia, sobre la bisabuela, gracias a Antonio Herrera-Vaillant (1942)[12]; sobre el padre, gracias al expediente editado por el padre Alejandro Moreno Olmedo (1934)[13]; la madre, los hermanos, el abuelo Palacios, los tíos maternos y la herencia recibida del primo sacerdote, asunto este último esclarecido por el historiador Juan Morales Álvarez[14].

Pero hay más: baste saber, por ejemplo, que ahora tenemos, gracias también al maestro Pedro Grases, el conjunto de todas las obras de Simón Rodríguez (1769-1854) y podemos fijar su influencia en Bolívar y comprender cómo fue el animador de su vida toda, como indicó José Luis Salcedo Bastardo (1926-2005), y su terapeuta en las crisis de la adolescencia y de la viudez, como nos lo hizo ver Moisés Feldman (1923-1994). Pero sabemos también con mucha más precisión quién fue el andariego maestro caraqueño, sobre todo gracias a la gran biografía suya que escribió Mercedes Álvarez Freites (1912-1968), quien tuvo muchas intuiciones en el análisis de documentación que tuvo a la vista, sobre todo en la relativa a sus orígenes. Ella se dio cuenta, algo hoy claramente sabido, de que no fueron el maestro Rodríguez ni su hermano Cayetano Carreño (1774-1836) niños expósitos y que su padre era un sacerdote, Alejandro Carreño (1726-1791), y la madre de ambos se llamó Rosalía Rodríguez.

Conocemos también, con bastante precisión, cuál fue la educación que Bolívar recibió en Caracas y en Madrid. Y cómo fue, otra vez, la influencia de Simón Rodríguez en la continuación de su preparación, la que todo adulto se da a sí mismo lejos del aula escolar, o de la tranquila sala de estudios, que en Bolívar fue sustancial porque a pesar de su paso por la Escuela de Primeras Letras de Caracas, en donde era profesor su magnífico ductor, la mayor parte de su formación la bebió con profesores privados en Caracas y Madrid, lo que era natural en el niño rico y mantuano que fue.

Igualmente tenemos hoy la precisión, por los estudios del general Héctor Bencomo Barrios (1924-2012), sobre su ingreso en el Ejército Real y de la forma como fue recibiendo sus ascensos castrenses en los tiempos finales del régimen colonial.

Tenemos hoy buena idea de sus días en España, de su matrimonio y de quien fue su esposa.

Igual penetración, mucha que no se tuvo antes, la tenemos de sus días parisienses, tan significativos para el ulterior desarrollo de su personalidad y acción.

También, gracias a mucha documentación oficial de la Gobernación de Caracas, de la Real Audiencia y de la Municipalidad de Caracas, lo conocemos como propietario rural y en el ejercicio del único cargo para el cual lo nombró el Gobierno colonial.

Los variados aprendizajes

Nuestro trabajo se dividirá en varias partes: en la primera tocaremos los orígenes de su familia, el matrimonio de sus padres, la muerte del padre, de la madre, el matrimonio de las dos hermanas, la muerte del abuelo materno a cuyo cuidado quedó al fallecer doña María de la Concepción. Luego al morir el abuelo pasó a ser tutelado por su hosco tío Carlos Palacios Blanco.

Seguiremos con la educación que recibió desde niño, el encuentro y la presencia e influjo de Simón Rodríguez en él, la crisis de la adolescencia en que el pedagogo actuó como un terapeuta ante aquel jovencito, ya su alumno.

Mencionaremos su ingreso al Ejército Real, cosa sucedida en Caracas.

Seguiremos con su viaje a España en 1799: los pormenores de aquel recorrido, las estancias en México y La Habana, la época de su paso por España, la presencia de sus tíos Palacios, Esteban y Pedro, en la península; el influjo del marqués de Ustáriz, los estudios realizados allá; su noviazgo con María Teresa Rodríguez del Toro, su viaje a Bilbao, su amistad con los esposos Tristán en esa urbe, su primera visita a París.

Sigue el matrimonio, el viaje a Venezuela de los jóvenes recién casados, la rápida desaparición de la esposa y los dolores de la viudez.

Meses después de haber muerto su cónyuge, Bolívar hizo su segundo viaje a Europa: estuvo primero en España y luego hizo su importante viaje a Francia, que fue decisivo para la orientación de su vida, para su ingreso en la política.

En París se encontró otra vez con Simón Rodríguez, tuvo importantes relaciones intelectuales, además de con su maestro, con el barón de Humboldt, con Aimé Bonpland, otra vez con los esposos Tristán. Teresa Laisney, la esposa de su amigo Mariano Tristán, fue su confidente en aquellas horas en las que aún lo agobiaban los sufrimientos de la viudez reciente. Tuvo también una relación amorosa con la que fue a nuestro entender la segunda mujer importante de su vida, Fanny du Villars. La primera había sido la esposa, la tercera fue Pepita Machado (1793-1820), que hoy sabemos conoció en 1808, con lo cual podemos anotar que se trató de la más larga relación que tuvo con una mujer a todo lo largo de su vida; la cuarta fue Manuelita Sáenz (1797-1856) y la quinta, romance platónico, la guayaquileña Joaquina Garaicoa. Serían seis importantes relaciones si nombráramos a Bernardina Ibáñez (1803-1864) en sus días en Bogotá, pero esta lo rechazó.

Seguimos con el viaje a Italia, su paso por Milán, el juramento en Roma y la subida al Vesubio.

Volvió a Francia en 1806, según documentos ciertos, hallados por Arturo Úslar Pietri (1906-2001). Fue entonces cuando, al saber de la invasión de Miranda a Venezuela deseó estar en Caracas para conocer las repercusiones de aquel hecho sucedido ese año. Por ello regresó, no sin pasar por Alemania y detenerse unos meses en los Estados Unidos. No llegó a La Guaira, en día y mes aún no precisado, hasta 1807.

En los dos años finales de este estudio, 1807 y 1808, expondremos las noticias que tenemos de su actividad como propietario rural, el inicio de su relación con Pepita Machado y su participación en las conspiraciones, sobre todo su opinión personal en el momento de la llamada Conjura de los Mantuanos en 1808.

En ese año de 1808 cerramos, aunque nos hemos visto obligados a añadir un epílogo, para que el proceso se esos años se vea con mayor nitidez. Ese final, en forma esquemática, trata de los hechos acaecidos en su vida los años de 1809 y 1810 por ser estos los que cierran una época, más que en su biografía, en la vida de Venezuela. 1810 fue el año de la gran ruptura, la verdaderamente única, para algunos historiadores, sucedida en Venezuela[15]. Estos toques a 1809 y 1810 sabemos que se salen del marco que nos hemos fijado para nuestra indagación que se cierra en 1808, pero creemos que hacen más precisa la visión del período que presentamos.

Debemos señalar que las personas que mencionamos aquí lo hacemos teniendo en cuenta que aparecen en la vida de Bolívar en sus primeros veinticinco años, pero siempre las observamos en su relación con él a lo largo de su periplo vital, por lo cual la investigación amplía su órbita en el tiempo. Tales los casos de sus relaciones con sus hermanas, con sus dos tíos, su abuelo Palacios, sus sobrinos, con Simón Rodríguez o con Pepita Machado (los datos que ofrecemos sobre ella han sido arrancados de las obras históricas).

La última parte, la de los años 1809 y 1810, solo será en forma de esquema, en donde se mencionarán los hechos sucedidos en esos años de los cuales tenemos noticias ciertas. En verdad el 19 de Abril de 1810 se cerró una etapa de la historia de Venezuela y se abrió otra. Sabemos que aquel día Bolívar no estaba en Caracas y no pudo por ello ser testigo desde las barras del Cabildo, del cual no era miembro, ni participar aquel Jueves Santo en el cual fue depuesto el Capitán General, don Vicente Emparan (1747-1820).

Este es en esencia el libro que presentamos, siempre siguiendo como idea eje la observación de Arturo Úslar Pietri (1906-2001) de que este fue para Simón Bolívar el tiempo de crecer, que para él se cerró cuando cumplió los veinticinco años. Fueron estos los tiempos, dice el maestro Úslar, del «conocer, de descubrir, de ensayar, de ponerse en contacto con los hombres, con las cosas, con los países, con las ideas»[16]. Sin estos años, el siguiente período, que don Arturo denomina «el tiempo de creer», sería inexplicable. Aquí encontraremos su fundamento.

San Bernardino
Enero 4, 2010
Mayo 2, 2015

Notas

1. Tomás Polanco Alcántara: Simón Bolívar. Caracas: Academia Nacional de la Historia/Ediciones GE, 1994. XIV, 1.033 pp. La cita procede de la p. 86.

2. Tomás Polanco Alcántara: Simón Bolívar, p. VII.

3. Polibio: Historia, capítulo XIV, números 5-6, citado por Víctor Sanz: La historiografía en sus textos. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1985. 317 pp. La cita procede de la p. 68.

4. Milagros Socorro: «Los documentos desaparecidos y mal leídos de Bolívar», El Nacional, Caracas, diciembre 17, 2006.

5. Tomás Polanco Alcántara: «Presentación de la obra Simón Bolívar», en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, n/308, 1994, p. 327.

6. Rufino Blanco Fombona: Mocedades de Bolívar. 6a. ed. Caracas: Ministerio de Educación, 1970. 216 pp., es la edición que hemos tenido a la vista. Su primera edición es: Mocedades de Bolívar. Buenos Aires: A.L.A. Club del Libro, 1942. 205 pp.

7. Augusto Mijares: El Libertador. Caracas: Editorial Arte, 1964. 586 pp.

8. Manuel Rafael Rivero: Tras las gracias del rey. Un criollo en la corte de Carlos IV. Caracas: Monte Ávila Editores, 1998. 411 pp.

9. Iraset Páez Urdaneta: La lengua nuestra de cada día. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1984. 182 pp. Ver: «La ortografía de Bolívar» (pp.13-19).

10. Todas las citas de textos directos del Libertador que hacemos a lo largo de este libro proceden de Simón Bolívar: Escritos del Libertador. Caracas: Sociedad Bolivariana de Venezuela/Academia Nacional de la Historia, 1964-2011. 33 vols. Por la índole de nuestro trabajo, los tomos más utilizados son los volúmenes II y III de esta obra, los llamados Documentos particulares. También hemos tenido a la vista Simón Bolívar: Obras completas. 2ª. ed. Caracas: Ministerio de Educación, 1950. 3 vols.; Cartas del Libertador. 2ª. ed. aum. Caracas: Fundación Vicente Lecuna/Banco de Venezuela, 1964-1970. 8 vols., obra utilizada solo en el caso de no estar el texto citado en los Escritos del Libertador. Ambas obras serán citadas en el cuerpo del libro utilizado siempre la primera palabra de su título: Obras, Escritos, Cartas y el tomo y la página de donde tomamos la referencia.

11. Augusto Mijares: El Libertador, p. 63.

12. Antonio Herrera-Vaillant: El nudo deshecho/Compendio genealógico de El Libertador. Caracas: Academia Nacional de la Historia/Instituto Venezolano de Genealogía, 2010. 546 pp.

13. Alejandro Moreno Olmedo: Pastor celestial, rebaño terrenal, lobo infernal. Prólogo: Elías Pino Iturrieta. Caracas: Bid & Co Editor, 2006. 258 pp.

14. Juan Morales Álvarez: El mayorazgo del padre Aristiguieta, primera herencia del Libertador. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1999. 326 pp.

15. Manuel Caballero: Ni Dios ni Federación. Caracas: Planeta, 1995. 303 pp. Ver: «Las rupturas en la historia de Venezuela» (pp. 49-55). La observación que hacemos está en la p. 50.

16. Arturo Úslar Pietri: Letras y hombres de Venezuela. 2ª. ed. aum. Caracas: Edime, 1958. 345 pp. La cita procede de la p. 59.

17. Aunque este no es el tema de este libro, que se cierra en el año 1808, debemos señalar que si bien el proceso de la Independencia Hispanoamericana se inició en Caracas, el 19 de abril de 1810, este no se cerró completamente con la Batalla de Ayacucho (diciembre 9, 1824) sino con la toma de la Fortaleza del Callao, ciudad cercana a Lima, Perú, dos años después (enero 22, 1826) por el general Bartolomé Salom (1780-1863). Así la libertad de nuestro continente fue obtenida por tres venezolanos: el caraqueño Simón Bolívar que la liderizó; el cumanés Antonio José de Sucre (1795-1830), quien venció plenamente a las tropas españolas en la pampa de Quinua, y el carabobeño de Puerto Cabello Bartolomé Salom, quien la cerró en el Callao. A la vez el proceso de la emancipación de Venezuela terminó plenamente el año 1823: el 24 de julio en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, ganada por el colombiano José Prudencio Padilla (1788- 1828), y la toma de Puerto Cabello (noviembre 8, 1823) por el general José Antonio Páez (1790-1873), que marcó el fin del dominio hispano sobre Venezuela. El Libertador se enteró en Pativilca, Perú, del fin de la guerra en su país natal y lo comunicó (febrero 16, 1824) a Sucre (Escritos, t. XXVII, p. 524).

18. Augusto Mijares: El Libertador, p. 10.

19. Tomás Polanco Alcántara: Simón Bolívar, p. 4.

20. Guillermo Morón: El proceso de integración de Venezuela, 1776-1793. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1977. 177 pp. Se estudia todo ese proceso con excepción de la creación del arzobispado, hecho que examina José Luis Salcedo Bastardo en su Historia fundamental de Venezuela. 13ª. ed. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 2006. 649 pp. Esta es la edición que utilizamos a lo largo de estas páginas. Ver en el caso de la integración religiosa la p. 125.

21. Ver Raúl Díaz Legórburu: La Caracas de Bolívar. Caracas: Gobernación del Distrito Federal, 1983. V, 160 pp.

22. Andrés F. Ponte: La Puebla de Bolívar. Prólogo: Mario Briceño Iragorry. Caracas: Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1946. 217 pp., en la cual nos da noticia sobre aquel pueblo y los antepasados de Bolívar. Por largo tiempo el apellido se escribía «Bolíbar» con «b» alta y no Bolívar, como se hizo después.

23. Varios autores: Diccionario de Historia de Venezuela. 2ª. ed. Caracas: Fundación Polar, 1997. 4 vols. Ver: Rafael Funetes Carvallo: «Bolívar, Simón de» (t. I, p. 491). Ver también Julio McGill Sarría: El Procurador don Simón de Bolívar. Caracas: Tip. Caracas, 1926. 9 pp.; Rafael Fuentes Carvallo: Estudio sobre la genealogía del Libertador. 2ª. ed. Prólogos: Tomás Polanco Alcántara y Carlos Felice Cardot. Caracas: La Primera Entidad de Ahorro y Préstamo,1975. 78 pp.

24. Tomás Polanco Alcántara: Simón Bolívar, p. 33. Subrayado nuestro.

25. Salvador de Madariaga. Bolívar. Madrid: Espasa Calpe, 1975. 2 vols. La cita proviene del t. I, p. 55.

26. Salvador de Madariaga: Bolívar, t. I, p. 56, nota.

27. Tomás Polanco Alcántara: Simón Bolívar, p. 34, nota 10.

28. John Lynch: Simón Bolívar. Barcelona: Crítica, 2006. X, 478 pp. Ver sobre lo que decimos esta observación: «(…) la interpretación de Salvador de Madariaga, sustentada en una amplia investigación, pero escrita desde una total antipatía por el personaje» (p. VIII). Disentimos de tal criterio.

29. Tomás Polanco Alcántara: Simón Bolívar, p. 36.

30. Tomas Polanco Alcántara: Simón Bolívar, p. 36.

31. Augusto Mijares: El Libertador, p. 15.

32. José de la Riva Agüero: Memorias y documentos para la Historia de la Independencia en el Perú y causas del mal éxito que ha tenido esta. París: Librería Granier Hermanos, 1858. 2 vols.

33. Antonio Herrera-Vaillant: El nudo deshecho/Compendio genealógico del Libertador, pp.17-127, de donde proceden las citas que hacemos. En la segunda parte de su obra nos ofrece la más completa genealogía del Libertador que se haya compilado hasta ahora, basada en certera documentación. Según ella más de 800 personas se pueden considerar hoy en día sus verdaderos descendientes. Entre ellos los políticos Henrique Capriles Radonski (1972) y Leopoldo López Mendoza (1971).

34. Miguel Izard: Series estadísticas para la historia de Venezuela. Mérida: Universidad de Los Andes, 1970. 251 pp. La cifra de habitantes de Caracas en 1696 aparece en la p. 13; Germán Carrera Damas: «Mantuanos», en varios autores: Dicconario de Historia de Venezuela, t. III, pp. 25-26. En esta fuente se señala que para fines del siglo XVIII los mantuanos de Caracas, que no eran una clase social, estaban formados por 100 familias. Entre ellas estaban los poseedores de títulos nobliarios, todos comprados con dinero producto del cacao, llamados por ello los «grandes cacaos», por lo cual aquellos eran títulos recibidos por gracia del Rey, no por pertencer a un linaje ilustre. Los principales fueron los marqueses de Barinas, de Mijares, del Valle de Santiago, Casa León y los condes de San Javier, del Toro, Ustáriz, Tovar, de la Granja. Entre los Bolívar solo fue aceptado un título, de don Juan de Bolívar y Martínez Villegas, aunque nunca se le otorgó. Los títulos nobliarios fueron abolidos en Venezuela por nuestra primera Constitucón, la de 1811, en su artículo 204, por lo tanto ningún venezolano puede recibirlos y son de hecho ilegales en nuestro país desde 1811. Ver Rafael Fuentes Carvallo: «Títulos nobiliarios», en varios autores: Diccionario de Historia de Venezuela, t. IV, pp. 49-50.

35. Rafael Diego Mérida: Angustias de Colombia en 1828. Panamá: Imp. José Ángel Santos, 1828.

36. Ángel Raúl Villasana: Ensayo de un repertorio bibliográfico venezolano,1808-1950. Caracas: Banco Central de Venezuela, 1969-1979. 6 vols. Ver el t. V, pp. 166-167.

37. Blas Bruni Celli: Venezuela en 5 siglos de imprenta. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1998. XIX, 1.635 pp. Ver las pp. 950-955, fichas 4214-4219.

38. Héctor Bencomo Barrios: «Mérida, Rafael Diego», en varios autores: Diccionario de Historia de Venezuela, t. III, pp.147-148. La cita procede de la p. 148.

39. Manuel Segundo Sánchez: Obras. Estudio preliminar y compilación: Pedro Grases. Caracas: Banco Central de Venezuela, 1964. 3 vols. En este caso ver «Mito genealógico. Origen de Josefa Marín de Narváez» (t. II, pp. 426-451).

40. Vicente Lecuna: Papeles de Bolívar. Caracas: Litografía del Comercio, 1917. xi, 476 p. La cita proviene de la p. 357. Hemos modernizado la ortografía al citarla.

41. Jorge Luciani: El máximo turbulento de la Gran Colombia. Caracas: C.A. Artes Gráficas, 1943. 211 pp. La cita es de la p. 94.

42. Francisco Herrera Luque: Los amos del valle. Barcelona: Pomaire, 1979. 2 vols.

43. Una ejemplar novela histórica sobre la Caracas del siglo XVII, sobre la vida cotidiana caraqueña de aquellos días, es la de Ana Teresa Torres: La escribana del viento. Caracas: Alfa, 2013. 383 pp. Antes también hemos mencionado la de Francisco Herrera Luque Los amos del valle, en una de cuyas partes se examina ese tiempo.

44. Antonio Herrera-Vaillant: La estirpe de las Rojas. Prólogo: Guillermo Morón. Caracas: Academia Nacional de la Historia/Instituto Venezolano de Genealogía, 2007. 2 vols. Ver en este caso el t. I, pp. 363 y 524-525.

45. Hemos modernizado la ortografía al trascribirla. La tomamos de Irma De Sola Ricardo (1916-1991): «Precioso hallazgo de una carta del padre del Libertador». Caracas: Italgráfica, 1972. 9 p. La carta está en la p. 4. La misiva fue encontrada por esta investigadora en el Archivo de la Catedral de Caracas. Ver el acta del matrimonio Bolívar-Palacios en Carlos Iturriza Guillén: Matrimonios y velaciones de españoles y criollos blancos en la Catedral de Caracas desde 1615 hasta 1831. Caracas: Instituto Venezolano de Genealogía, 1974. 1006 p. El resumen del acta está en las pp. 727-728. Sobre la expedición del Comodoro Knowles consultar Rafael Arráiz Lucca: Venezuela: 1728-1830. Guipuzcoana e Independencia. Caracas: Alfa, 2011. 239 p. Para el punto que tratamos ver las pp. 42-44.

46. Carlos Borges: Vida y obras completas. Caracas: Cromotip, 1971. 767 pp. Ver: «Discurso en la inauguración de la Casa de Bolívar» (pp. 569-590). La referencia está en la p. 574.

47. Mario Briceño Iragorry: Casa León y su tiempo. Caracas: Monte Ávila Editores, 1981. 325 pp. La referencia está en la p. 319.

48. Salvador de Madariaga: Bolívar, t. I, pp. 67-70.

49. Elías Pino Iturrieta: Contra lujuria, castidad. Caracas: Alfadil, 1992. 141 pp. Ver «El solicitador de mujeres» (pp. 63-89).

50. Inés Quintero: Los nobles de Caracas. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 2005. 77 pp.

51. Josefa Gedler: La opinión pública juzga siempre a los hombres por sus propios hechos. Caracas: Imprenta de Tomás Antero, 1840. 52 pp.

52. Registra la noticia del impreso de María Josefa Acevedo la investigadora Mirla Acibiades en La heroica aventura de construir una república, 1830-1865. Caracas: Monte Ávila Ediotores/Celarg, 2004. XVII, 406 pp. La cita procede de la p. 276; María Eugenia Díaz: Escritoras venezolanas del siglo XIX. Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2009. XIV, 621 pp. Ver: nos ofrece íntegro el trabajo de A.M.O.R.: «Educación del bello sexo» (pp. 89-94). Dentro de este artículo se encuentran también los dos poemas de una mujer venezolana.

53. Tomás Polanco Alcántara: Simón Bolívar, p. 37; la carta está en Francisco de Miranda: Colombeia. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1979-2007. 20 vols. Verla en el t. II, pp. 533-534.

54. Augusto Mijares: El Libertador, pp. 127-128.

55. Juan Carlos Chirinos: Miranda, el nómada sentimental. Caracas: Norma, 2006. 335 pp. Ver las pp. 152-155.

56. Ver el interesante análisis que sobre este período presenta Rafael Arráiz Lucca en su Venezuela: 1728-1830: Guipuzcoana e Independencia. Caracas: Alfa, 2011. 239 pp. Ver las pp. 19-65.

57. Rafael Fuentes Carvallo: «Bolívar y Ponte, Juan Vicente de» en varios autores: Diccionario de Historia de Venezuela, t. I, p. 495.

58. Jean-Paul Sartre: Las palabras. Buenos Aires: Editorial Losada, 1972. 159 pp. La cita procede de la p. 16.

59. Mauro Torres: Bolívar: perspectiva psicoanalítica. Bogotá: Cultural Colombiana, 1968. 291 pp. La referencia procede de la p. 81. El otro fascinante libro del mismo psiquiatra es Bolívar: genio, constitución, carácter. 2ª. ed. Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1979. 235 pp.

60. Tomás Polanco Alcántara: Simón Bolívar, p. 6.

61. Seguimos aquí las dos obras que le ha dedicado Inés Quintero: La criolla principal. María Antonia Bolívar, hermana del Libertador (Caracas: Fundación Bigott, 2003. 164 pp.) y El fabricante de peinetas. Último romance de María Antonia Bolívar (Caracas: Alfa, 2011. 223 pp.).

62. Inés Quintero: El fabricante de peinetas, p. 159.

63. Augusto Mijares: «Los oidores de Monteverde» en Lo afirmativo venezolano, pp. 97-101. La cita procede de la p. 98.

64. Inés Quintero: La palabra ignorada. La mujer: testigo oculto de la historia de Venezuela. Caracas: Fundación Polar, 2007. 270 pp. Ver el extenso capítulo que le dedica (pp. 134-197).

65. Teresa de la Parra: Influencia de las mujeres en la formación del alma americana. Caracas: Fundarte, 1991. La cita procede de la p. 59. Sobre el mismo tema consultar el insuperable estudio de Mirla Alcibiades: Mujeres e Independencia. Venezuela: 1810-1821. Caracas: Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, 2013. 298 pp.

66. Tomás Straka: La voz de los vencidos. Prólogo: Inés Quintero. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 2000. XIII, 262 pp.; Ángel Lombardi Boscán: Banderas del rey. Maracaibo: Universidad Cecilio Acosta, 2006. 348 pp.; Álvaro Caballero Fonseca: Las razones del Indiano. Caracas: Comala, 2001. 364 pp.

67. Manuel Pérez Vila: «Los hermanos de Bolívar» en: El Nacional, Caracas: agosto 28, 1984, Cuerpo A, p. 6. Gracias a las investigaciones del padre Alejandro Moreno Olmedo, en su libro Pastor celestial, rebaño terrenal, lobo infernal, ya citado, podemos colegir que los Bolívar Palacios debieron tener otros hermanos naturales más, producto de las tropelías y actos de acoso sexual practicados por su padre don Juan Vicente Bolívar y Ponte en la región aragüeña en donde estaban sus haciendas; Francisco Herrera Luque: Bolívar de carne y hueso y otros ensayos. Caracas: Editorial Ateneo de Caracas, 1983. 141 pp. Ver: «Bolívar de carne y hueso» (pp. 7-42). La mención proviene de la p. 39.

68. Carta citada por Caracciolo Parra Pérez en La monarquía en la Gran Colombia. Madrid: Cultura Hispánica, 1957. XXVI. 668 pp. La cita de este caso procede de las pp. 67-68; también puede leerse íntegra en sus Cartas, t. V, pp. 31-34. Lo que ella dice que dijo Bolívar en Cumaná en verdad lo expresó en Carúpano, en el llamado Manifiesto de Carúpano (septiembre 7, 1814) que está en sus Escritos, t. vi, pp. 390-395. La observación está en la p. 394. Al María Antonia decir que aquello fue dicho en Cumaná se refería a la Provincia de Cumaná, uno de cuyos pueblos era Carúpano. La misiva del general Pedro Briceño Méndez a la que hemos aludido también puede leerse en Simón Bolívar: Cartas, t. V, pp. 52-55.

69. Debe consultarse el menudo análisis de todo este espinoso asunto que realiza Caracciolo Parra Pérez en La monarquía en la Gran Colombia, pp. 63-72. La cita que hemos hecho está tomada de la p. 71. La carta de Bolívar a la cual alude Parra Pérez (Lima: mayo 6, 1826) la inserta también en La monarquía en la Gran Colombia, pp. 71-72. Lo que pensaba el Libertador sobre el proyecto monárquico lo expresó él mismo a través de su secretario José Domingo Espinar en una comunicación desde su Cuartel General de Japio (diciembre 18, 1829), la cual puede leerse en José Félix Blanco/Ramón Azpúrua: Documentos para la historia de la vida pública del Libertador. 2ª. ed. aum. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1978-1979. 15 vols. La cita en este caso procede del t. XIV, pp. 42-43. Aunque el papel está redactado por uno de sus adjuntos en nombre del Libertador, recoge todo su pensamiento y debe tenerse como expresión fiel de lo que él pensaba. José Antonio de Armas Chitty señala: «Lo que pensaba el Libertador sobre la monarquía es esclarecedor», como lo anota en su artículo «Las travesuras de Germán Arciniegas» en: El Nacional, Caracas: diciembre 31, 1984, Cuerpo A, p. 4, al referirse a esta carta. La carta de Páez al Libertador (octubre 1, 1825) que llevó Guzmán a Lima, cuya existencia negó con el tiempo el general Páez y la llegó a calificar de apócrifa en su Autobiografía (Caracas: Petróleos de Venezuela, 1989. 2 vols., está en el t. I, pp. 444-448), sí existió, fue escrita del puño y letra del general Francisco Carabaño (1781-1848) y puede leerse tanto en su original manuscrito, en forma facsimilar, como en tipos de imprenta, en Simón Bolívar: Cartas, t. V, pp. 48-51. La respuesta del Libertador está en las mismas Cartas, t. V, pp. 47-48; Vicente Lecuna: Catálogo de errores y calumnias en la historia de Bolívar. New York: The Colonial Press, 1956-58. 3 vols. La cita en este caso procede del t. I, p. 323; José Francisco Heredia: Memorias sobre las revoluciones de Venezuela insertas en el Anuario del Instituto de Antropología e Historia, Caracas: Universidad Central de Venezuela, t. IV- V- VI (1971), pp. 517-740. La referencia aparece en la p. 666. Se ha publicado recientemente una cuidadosa edición de las Memorias… de Heredia. Las preparó para la imprenta el licenciado Antonio González Antías, quien cotejó el manuscrito de las mismas, propiedad del Archivo de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, con las dos ediciones impresas: Memoria sobre las revoluciones de Venezuela. París: Garnier Hermanos, 1895. 304 pp. y Memorias del regente Heredia. Madrid: Ed. América, 1916. 304 pp. El doctor Blas Bruni Celli (1925-2013) prologa la cuidadosa reimpresión de estas Memorias del regente Heredia (Caracas: Academia Nacional de la Historia. 1986. 292 pp.). La referencia que hacemos aparece en la p. 176.

70. Salvador de Madariaga: Bolívar, t. I, p. 425; Caracciolo Parra Pérez: Mariño y la independencia de Venezuela. Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1954-57. 5 vols. Ver el t. I, pp. 419-420; documentos insertos en Caracciolo Parra Pérez: La monarquía en la Gran Colombia, p. 68. Íntegros pueden verse en Salvador de Madariaga: Bolívar, t. II, pp. 566-579; Paul Verna: Las minas del Libertador. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1977. 305 pp. La cita procede de la p. 143. Ver también Antonio Herrera-Vaillant: El nudo deshecho: compendio genealógico del Libertador, pp. 251-252, también Paul Verna: Las minas del Libertador, p. 145.

71. Salvador de Madariaga: Bolívar, t. II, pp. 293 y 328.; Ramón Díaz Sánchez: Guzmán, elipse de una ambición de poder. Caracas: Ed. Edime, 1969. 2 vols. Las tres citas que siguen proceden del t. I, p. 41; la observación de Jesús Rosas Marcano está en «Las temeridades de María Antonia» en El Nacional, Caracas: septiembre 14, 1983; la carta de María Antonia está en Héctor Parra Márquez: Esbozo de las academias. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1983. 492 pp. La cita procede de la p. 146; Vicente Lecuna: Papeles de Bolívar, p. 357.

72. Carta inserta en Vicente Lecuna: Papeles de Bolívar, p. 359.

73. Paul Verna: Las minas del Libertador, obra en la que se estudia todo este proceso.

74. Todos estos datos proceden de Paul Verna: Las minas del Libertador, p. 147, quien se basó en expedientes que pertenecen al Archivo del Libertador, Casa Natal, Caracas. Verna ofreció todos estos pormenores de la vida de la hermana del Libertador también en un artículo suyo que apareció sin firma, titulado «El día que Bolívar reprendió a su hermana María Antonia», publicado en El Nacional, Caracas: septiembre 2, 1983, Cuerpo C, p. 15, el cual está también inserto en su libro El día que Bolívar… Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1991. 276 pp. Ver: «El día que Bolívar reprendió a su hermana María Antonia» (pp. 187-192).

75. El acta de la inhumación de los restos del Libertador en la Catedral de Santa Marta puede verse en Ildefonso Leal: Ha muerto el Libertador. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1980. 572 pp. Está en las pp. 88-89; allí consta la presencia en el acto «de los señores Pablo Clemente [1803-1882] y Simón Camacho [1824-1883], deudos del ilustre finado» (p. 88). El mismo documento puede verse en Manuel Pérez Vila: Bolívar, el libro del Sesquicentenario (1830-1980). Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República/ Ediciones del Bicentenario de Simón Bolívar, 1980. 383 pp. Está en las pp. 205-206. Con esto ampliamos lo dicho por el historiador Armando Rojas (1913-2007), quien en sus Ideas educativas de Simón Bolívar. Caracas: Monte Ávila Editores, 1976, 242 pp., señala (p. 101), basándose en documentos recogidos en Simón Bolívar: Cartas del Libertador. Caracas: Lit. del Comercio, 1929, t. VII, pp. 295 y 296, que si bien Fernando Bolívar Tinoco (1810-1898) pidió al gobierno paecista se le concediera la posibilidad de viajar en el mismo barco en que la comisión, presidida por Vargas, se dirigía a Santa Marta, el Gobierno le contestó que aquello era imposible. Esto no quiere decir, cosa que Rojas no afirma, que la administración venezolana en el poder en aquellos días impidiera a miembros de la familia Bolívar estar presentes en Santa Marta durante los actos a los cuales hemos hecho alusión. Los documentos aducidos por nosotros lo prueban.

76. Octavio Paz: El ogro filantrópico. Barcelona, Seix Barral, 1979. 348 pp. Ver: «La mesa y el lecho» (pp. 212-234).

77. La mayor parte de los datos que se leerán a continuación proceden del libro de Inés Quintero: La criolla principal, pp.146-151. Parte de esta historia, sobre todo la relación con José Ignacio Padrón, nacido en 1814, era conocida por haberla registrado sir Robert Ker Porter, representante inglés en Caracas (1825-1841), en las páginas de su Diario de un diplomático británico en Venezuela. Caracas: Fundación Polar, 1997. 1.037 pp. La referencia en este caso procede de las pp. 775-776. Este diario fue escrito en inglés y publicado en esa lengua por Walter Dupouy (1906-1978): Caracas’s Diary, 1825-1842. A British Diplomat in a Newborn Nation. Prologue: Augusto Mijares. Caracas: Instituto Otto y Magdalena Blohm/Editorial Arte, 1966. CXII, 1.055 pp.

78. Inés Quintero en El fabricante de peinetas, pp. 108-114, donde las cartas íntimas de ella a Padrón se reproducen, pueden también leerse en sus originales manuscritos, pp. 177-196.

79. Vicente Lecuna: «Cartas dirigidas a Bolívar» en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, n/ 62 (1933), p. 267, asunto referido por Irma De Sola Ricardo en su María Antonia Bolívar, mujer brújula de la patria. Caracas: Concejo Municipal del Distrito Federal, 1975. 18 pp. Ver la p. 8.

80. El poema de María Antonia está en El fabricante de peinetas, pp. 152-154.

81. Varios Autores: Quimeras de amor, honor y pecado en el siglo XVIII. Caracas: Planeta, 1994. 290 pp. Ver: Dora Dávila: «Se tiraban fuertemente al honor. La separación de dos aristócratas a finales del siglo XVIII venezolanos» (pp. 65-100).

82. Octavio Paz: Corriente alterna. 2ª. ed. México: Siglo XXI Editores, 1968. VIII, 223 pp. Ver: «Revuelta, revolución, rebelión» (pp.147-152). La cita procede de la p. 150.

83. Vicente Lecuna: «Cartas dirigidas a Bolívar» en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, n/ 62, 1933, p. 267.

84. Paul Verna: Bolívar y los emigrados patriotas en el Caribe. Caracas: INCE, 1983. 200 pp. La cita procede de la p. 93.

85. Ciro Vega Aguilera: El corazón del Libertador. Caracas: Gráficas Armitano, 1977. 167 pp. La referencia procede de la p. 149.

86. El otro descendiente del Libertador en estos días del siglo XXI es el político y economista Leopoldo López Mendoza, quien es sobrino en sexto grado de Bolívar. Ambos son los únicos descendientes del Libertador quienes han sido encarcelados por razones políticas, pese a ser, en ambos casos, inocentes, ambos presos de conciencia pues piden la restauración de la democracia en Venezuela.

87. Sobre su permanencia en Soreze, consultar Paul Verna: «Bolívar en Soreze y otros lugares de Francia» en varios autores: Bolívar en Francia. Caracas: Comité Ejecutivo del Bicentenario de Simón Bolívar, 1984, pp. 199-293. Ver en este caso las pp. 257-277; Paul Verna: «Bolívar en Soreze y otros lugares de Francia» en varios autores: Bolívar en Francia, pp. 278-279; sobre el fallecimiento de Rosita Toro ver Antonio Herrera- Vaillant: El nudo deshecho/Compendio genealógico del Libertador, p. 252.

88. Sobre el hecho de llamar el Libertador «caballeros» a los soldados del pueblo hay una preciosa interpretación de Augusto Mijares que no se puede pasar por alto en este punto, de hecho está hecha a partir de la carta de Bolívar a Anacleto. Ver: Augusto Mijares: Lo afirmativo venezolano. 3a. ed. Caracas: Dimensiones, 1980. 364 pp. Ver: «Aquellos caballeros» (pp. 55-59).

89. Luis Beltrán Prieto Figueroa: El magisterio americano de Bolívar. 2a. ed. Caracas: Monte Ávila Editores, 1981. 238 pp. La cita procede de la p. 21. La primera edición de esta fundamental obra fue impresa en Caracas en 1968.

90. Esta casa de la esquina de Gradillas, llamada Casa del Vínculo, en la cuadra sur de la Plaza Mayor, Plaza Bolívar desde 1874, fue la residencia privada del Libertador a todo lo largo de su vida. Él no residió siempre, como mucha gente cree, en la Casa Natal. Dejó de vivir en ella cuando murió su mamá en 1792, momento en que se mudó primero a la casa de su abuelo don Feliciano Palacios (1730-1793) y, muerto este, en 1793, pasó a la casa de su tío y tutor don Carlos Palacios (1762-1805), donde residió hasta su salida para España el 19 de enero de 1799. La Casa Natal fue vendida por los hermanos Bolívar Palacios, el 19 de junio de 1806, a don Juan de la Madrid (o Madriz). En la Casa del Vínculo vivió Bolívar con su esposa; allí falleció ella. A su casa de la esquina de Gradillas volvió a su regreso de Europa en 1807. De ella salió para su viaje a Londres en 1810, para su exilio en 1812, vivió entre 1813-1814, retornó a ella tras la batalla de Carabobo en 1821 y seis años más tarde, en 1827, en su última visita a Caracas, residió en ella. Los últimos días que pasó en Caracas ese año los vivió en la Quinta de Anauco, casa de su primo el Marqués del Toro. De esta casona salió al amanecer del 5 de julio de 1827 para dirigirse a La Guaira para tomar el barco que lo llevó a Cartagena. La Casa del Vínculo merece una historia que aún no se ha escrito.

91. Antonio Herrera-Vaillant: El nudo deshecho/Compendio genealógico del Libertador, p. 253.

92. Luis Perú de Lacroix: Raciocinios del Libertador/ Efemérides colombianas. París: Imprenta de Walder, 1869. 140 pp., esta es la primera edición del Diario de Bucaramanga; Luis Perú de Lacroix: Diario de Bucaramanga. Estudio crítico y reproducción literalísima del manuscrito original. Caracas: Tipografía Americana, 1935. XV, 450 pp. Las observaciones a la edición de Fernando Bolívar Tinoco están en las pp. 11-18. En adelante todas nuestras citas proceden de Diario de Bucaramanga, edición acrisolada con introducción, notas y apéndice de glosas de monseñor Nicolás Eugenio Navarro. Prólogo: José Luis Salcedo Bastardo. Caracas: Comité Ejecutivo del Bicentenario de Simón Bolívar, 1982. 285 pp. Pudimos ver el retrato de Fernando cuando fuimos en 1979 a la Universidad de Virginia a hacer una pasantía, enviados por la Biblioteca Nacional de Caracas, en ese gran centro bibliográfico que tiene entre sus especialidades el estudio de Venezuela. El fondo venezolano de la biblioteca de esa universidad, que pudimos revisar, es notable.

93. Con este acto el Libertador además de hacer cuanto hemos afirmado, seguía una vieja tradición familiar. Así lo demuestra Elizabeth Ladera en su Contribución al estudio de la aristocracia colonial. La familia Jerez de Aristiguieta. Siglo XVIII. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1990. 284 pp. Ver la p. 80.

94. Fernando Bolívar Tinoco: Recuerdos y reminiscencias del primer tercio de la vida de Rivolba. París: Imprenta Americana de Rouge, Dunun y Fresné, 1873. 74 pp. Hay una segunda edición contemporánea de estos Recuerdos y reminiscencias del primer tercio de la vida de Rivolba. Edición y prólogo: Karl Krispin. Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2005. 46 pp., que es la que seguimos en nuestras citas a lo largo de este capítulo.

95. Simón Rodríguez: Obras completas. Caracas: Universidad Simón Rodríguez, 1975. 2 vols. Ver: «Lista de los discípulos de la Escuela Pública de Simón Rodríguez» (t. I, pp. 151-155). Consta allí que Simón estudiaba en aquella clase (t. I, p. 153).

96. Tomás Polanco Alcántara: Simón Bolívar, p.12.

97. Gustavo Adolfo Ruiz: Simón Rodríguez, maestro de escuela de primeras letras. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1990. 301 pp. La referencia está en la p.125.

98. Antonio Herrera-Vaillant: La estirpe de las Rojas, en donde los tíos paternos se estudian en el t. I, pp. 365-368 y los maternos en el t. I, pp. 720-721. La estirpe de las Rojas es una obra a través de la cual se nos hace ver cómo la principales familias de la Provincia de Caracas venían y eran descendientes de las dos hermanas Rojas, Ana de Rojas (c1535-1600) y Beatriz de Rojas (c1537-c1622), quienes nacieron en la isla de Cubagua, el primer asentamiento urbano de Venezuela (1519-1541), vieron la luz ambas en la tercera década del siglo XVI y se casaron en la isla de Margarita, adonde huyeron los habitantes de Cubagua tras la despoblación de la isla y posterior maremoto. Ambas contrajeron nupcias con dos conquistadores y produjeron tal descendencia que sus sucesores siguen aún vivos en nuestros días. Ana se casó con el capitán Alfonso Díaz Moreno (c1526-1602), el fundador de Valencia, y Beatriz con Garci González de Silva (c1535-1625), el «gonzalito» de nuestra tradición, la gran figura militar de Caracas en su primeros tiempos. Fueron las hermanas Rojas hijas de Diego Gómez de Agüero (c1495-1561) y de Ana de Rojas (c1515-1561), ambos asesinados en Margarita (julio 20, 1561) por el Tirano Lope de Aguirre (c1511-1561). Es, desde luego, La estirpe de las Rojas pieza clave para un buen entendimiento de nuestra historia, pues son muy diversos los datos de muy variada índole que se hayan en este fundamental libro.

99. La información del sitio de la casa de don Carlos Palacios la recibimos del historiador Gerónimo Alberto Yerena a través de un e-mail (septiembre 6, 2014), lo que agradecemos.

100. Augusto Mijares: El Libertador, p. 24.

101. Augusto Mijares: El Libertador, pp. 24, 26, 63.

102. Las características de este momento de su vida han sido analizadas con suprema intuición y mensura por el psiquiatra Moisés Feldman en Las crisis psicológicas de Simón Bolívar. 2ª. ed. Prólogo: Roberto Lovera De-Sola. Caracas: Fundarte, 1992. 115 pp. Ver: «La crisis de la infancia y adolescencia» (pp. 43-57) y «Simón Rodríguez psicoterapeuta del Libertador» (pp. 59-79); esta es la edición que seguimos. Este breve y fascinante libro cambió por completo la comprensión psicológica de la personalidad de Bolívar; su primera edición es de 1978.

103. Monseñor Nicolás Eugenio Navarro: «Litigio ventilado ante la Real Audiencia de Caracas sobre el domicilio tutelar y educación del menor Simón Bolívar. Año 1795». Caracas: Imprenta Nacional,1955. 60 pp. Este expediente fue descubierto, entre los papeles del doctor Laureano Villanueva (1840-1912), por el entonces joven investigador Blas Bruni Celli (1925-2013); más tarde lo publicó monseñor Navarro.

104. Tomás Polanco Alcántara: Simón BolívarReferencias para el estudio de las ideas educativas en VenezuelaEscritos