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Andrés Neuman

 

 

Barbarismos

 

Prólogo de José María Merino

 

 

 

 

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Andrés Neuman, Barbarismos

Primera edición digital: enero de 2017

 

ISBN epub: 978-84-8393-598-9

 

 

Colección Voces / Literatura 200

 

 

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© Andrés Neuman, 2014

c/o Guillermo Schavelzon & Asoc., Agencia Literaria

www.schavelzon.com

© Del prólogo: José María Merino, 2014

© De la ilustración de cubierta: Eva Vázquez, 2014

© De esta portada, maqueta y edición: Editorial Páginas de Espuma, S. L., 2014

 

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Para Erika, mi idioma

Neumanismos

 

Andrés Neuman, joven autor muy celebrado en los campos de la poesía, la novela, el cuento, el minicuento, el aforismo, y explorador nato de nuevos territorios que tengan que ver con la invención literaria, se aventura en este libro a rastrear, a su aire, una zona de la agreste y huraña selva de las definiciones, antes apenas explorada de tal modo entre nosotros, a la que él llama Barbarismos.

En el primer diccionario que conoció este idioma (Tesoro de la lengua castellana, Sebastián de Covarrubias, 1611) barbarismo se define como «el uso de alguna dicción, o escrita o pronunciada contra las reglas y leyes del bueno y casto lenguaje». Más adelante, el Diccionario de Autoridades, que publicó la flamante Real Academia Española entre los años 1726 y 1739, lo calificaba de «figura viciosa... Vale también, por analogía: desorden, brutalidad o barbaridad en el modo de obrar y proceder». Más cerca de nosotros, la Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana –el famoso diccionario Espasa– dice que barbarismo es cualquier «dicho o hecho inconsiderado, imprudente». Y, para no hacer este exordio interminable, concluiré citando el Diccionario ideológico de la lengua española, de Julio Casares, donde se lo define de este modo: «emplear vocablos impropios».

Calificar como barbarismos el conjunto de definiciones que el intrépido aventurero del logos Andrés Neuman recoge en este libro, acaso sea su barbarismo inaugural, sustantivo, medular. Pues no disiente demasiado del bueno y casto lenguaje, ni entra de lleno en la imprudencia, ni se muestra siempre brutal o impropio, aunque puede que caiga a menudo en esa figura, sin duda viciosa, que proviene de la excesiva adicción a la imaginación verbal.

Los verboadictos –en un diccionario de barbarismos, tal palabra se encuentra a buen cobijo–, para perplejidad de los puristas del canon, son demasiado amantes de esas auroras y ocasos que hacen fulgurar las iluminaciones literarias. A partir de esa disposición, nuestro autor entra en el español –que según su propia denominación barbárica es «idioma que le queda grande a España»– y, con agudeza a veces hiperestésica, aunque nunca dolorosa, utiliza muchos elementos del abundoso patrimonio de la retórica –del cual no voy a hablar para no ponerme retórico, y valga la redundancia– con el fin de mostrarnos cómo numerosas palabras pueden esconder sorprendentes atavíos bajo la apariencia que las envuelve con su capa cotidiana.

Por ceñirme a un terreno familiar, señalaré unos cuantos ejemplos: en el Diccionario de la RAE, abecedario se define como «serie de letras de un idioma»; en el de Neuman se define como «pensamiento muy poco a poco». Para la RAE, escritor es «persona que escribe»; para Neuman, «individuo que fracasa en el intento de ser exclusivamente lector». Para la RAE, derechos de autor son «cantidad que se cobra»; para Neuman, «propina con ínfulas de salario». La RAE define biblioteca como «conjunto de libros»; Neuman, como «muchedumbre que espera su turno de palabra». Y palabra, que para la RAE es «segmento del discurso unificado habitualmente por el acento, el significado y pausas potenciales inicial y final», para Neuman resulta «transformación de lo nombrado». Y así, a lo largo de varios centenares de vocablos.

Debo apuntar que, en bastantes ocasiones, el autor abandona la concisión que parece norma habitual de su trabajo, para presentar breves composiciones cargadas de posibilidades narrativas. Veamos algunos casos. Dios: «Ser tan empeñado en demostrar su existencia que apenas encuentra tiempo para cultivar su presencia». Diablo: «Personaje desconcertado ante la autosuficiencia humana para el mal». Gilipollas: «Célebre insulto que murió al ser admitido por la Real Academia de la Lengua». Guerrilla: «Rebeldía admirada por el intelectual urbano, siempre y cuando tenga lugar en la selva o la montaña». Solapa: «Parte del ejemplar que se estudia atentamente antes de emitir un juicio literario».

 

 

José María Merino

 

18 de febrero de 2014

62.º aniversario de la muerte

de Enrique Jardiel Poncela,

Gran Maestre del Sarcasmo.