A través de esta colección se ofrece un canal de difusión para las investigaciones que se elaboran al interior de las universidades e instituciones públicas del país, partiendo de la convicción de que dicho quehacer intelectual sólo está completo y tiene razón de ser cuando se comparten sus resultados con la comunidad. El conocimiento como fin último no tiene sentido, su razón es hacer mejor la vida de las comunidades y del país en general, contribuyendo a que haya un intercambio de ideas que ayude a construir una sociedad informada y madura, mediante la discusión de las ideas en la que tengan cabida todos los ciudadanos, es decir utilizando los espacios públicos.

Con la colección Pública cultura se presentan textos relacionados con los medios masivos de comunicación –principalmente los visuales– y su apropiación, creación o recreación de las distintas “realidades” culturales, tanto históricas como actuales.

Títulos de la colección

1. Cine y frontera. Territorios ilimitados de la mirada

Juan Carlos Vargas y Graciela Martínez-Zalce (coordinadores)

2. Espacios históricos-espacios de rememoración: la historia mexicana decimonónica en las letras y la cultura visual de los siglos XX y XXI

Vittoria Borsò y Ute Seydel (editoras)

3. Miradas que se cruzan. El espacio geográfico de la frontera entre México y los Estados Unidos en el cine fronterizo contemporáneo

Maximiliano Maza Pérez

4. Nationbuilding en el cine mexicano desde la Época de Oro hasta el presente

Friedhelm Schmidt-Welle, Christian Wehr (editores)

Publicación realizada con el apoyo del Programa UNAM-DGAPA-PAPIME PE401512
“La representación del crimen en la ficción literaria y audiovisual de los siglos XIX y XX”.

Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países de habla hispana.
Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio conocido o por conocerse, sin el consentimiento por escrito de los legítimos titulares de los derechos.

Primera edición en papel, octubre de 2015

D.R. © 2015, Mónica Quijano y Héctor Fernando Vizcarra (coordinadores)

De la presente edición:

Bonilla Artigas Editores, S.A. de C.V., 2015

Cerro Tres Marías número 354

Col. Campestre Churubusco, C.P. 04200

Ciudad de México

editorial@libreriabonilla.com.mx

www.libreriabonilla.com.mx

D.R. © 2015, Universidad Nacional Autónoma de México

Avenida Universidad 3000, C.U., Delegación Coyoacán,

C.P. 04510, México, D. F.

ISBN: 978-607-8348-96-1 (Bonilla Artigas Editores)

ISBN edición ePub: 978-607-8450-29-9

Responsable de la colección: Nicolás Mutchinick

Cuidado de la edición: Bonilla Artigas Editores

Diseño editorial: Saúl Marcos Castillejos

Diseño de portada: Teresita Rodríguez Love

Hecho en México

Contenido

Preliminares

Reflexiones sobre
el género y sus avatares

Sobre la serialidad narrativa en las literaturas policiales

Héctor Fernando Vizcarra

Desviados, doppelgängers y zombis:
abyección del género policial en América Latina

Persephone Braham

Borges, crimen y mundos posibles: una crítica conceptual

José Alfredo Lasserre Cedillo

Miradas clínicas, sujetos marginados
y cuerpos mórbidos

Autopsias, morgues y vivisección:
escenarios literarios de poder, deseo e impiedad

Glen Close

Belleza al filo: estética y morbo en Belleza roja de Bernardo Esquinca

Gonzalo Soltero y Claudia Chibici-Revneanu

Historias de confesiones y barbaries:
las mujeres asesinas y su justificación en el imaginario colectivo

Alejandra Vela Martínez

Asesinos, mercenarios
y tipologías del crimen

Crimen, representación y ficción:
la construcción social de la peligrosidad en la nota roja, ciudad de México (1880-1940)

Saydi Núñez Cetina

Rafael Bernal: entre la novela de enigma y la novela policiaca negra

Edivaldo González Ramírez

Asesinos colectivos, a sueldo y kamikazes: la representación del criminal en
El hombre que amaba a los perros de Leonardo Padura y Un asesino solitario de Élmer Mendoza

Andrea Garza Garza

Memoria, historia
y Estado fallido

Novela dura y posdictadura militar argentina:
el detective en Qué solos se quedan los muertos de Mempo Giardinelli

Alfonso Fierro

Memoria, verdad y justicia en El secreto de sus ojos

Denisse Gotlib Gutiérrez

Crimen, archivo y ficción:
la herencia del conflicto armado en Guatemala

Mónica Quijano

Fronteras violentas

Escritura después de los crímenes:
dispositivo, desapropiación y archivo en Antígona González de Sara Uribe

Roberto Cruz Arzabal

Poetas del crimen: auge de la literatura criminal sobre Ciudad Juárez en la obra
de los autores juarenses Jorge Humberto Chávez, Miguel Ángel Chávez y César Silva Márquez

Ricardo Vigueras-Fernández

Muertos de risa:
violencia y humor en Trabajos del reino y Fiesta en la madriguera

Paulina del Collado

Sobre los coordinadores

Preliminares

Dentro de la academia literaria latinoamericana, la preocupación por abordar el fenómeno del crimen y la violencia en la región no es, si bien pareciera lo contrario, de factura reciente. Hay, en efecto, una proliferación de estudios en torno a las narrativas sobre el crimen, lo cual se refleja en la creciente bibliografía, congresos especializados y encuentros que tienen como eje el tema de la criminalidad y su repercusión en las dinámicas sociales en Latinoamérica. El libro colectivo que ahora presentamos busca contribuir a esta discusión desde una perspectiva que, sin restarle importancia al discurso literario como un medio para representar, cuestionar o a veces reproducir las diferentes expresiones de la violencia en América Latina, abra la reflexión hacia otras formas discursivas –la televisión, el cine, la nota roja– que también han contribuido a reforzar el imaginario colectivo sobre el crimen y sus múltiples manifestaciones en la región.

El hilo conductor que permite agrupar las diferentes contribuciones aquí recogidas es la interrogante sobre las maneras en que la ficción ha buscado representar al crimen en distintos soportes comunicativos. De ahí la diversidad de perspectivas y de géneros discursivos abordados por los autores, que abarcan desde las más clásicas formas en que la ficción ha lidiado con el crimen, como son el género negro, el enigma o la novela dura, hasta zonas más amplias como la criminalización de los sujetos en la prensa o en la televisión. Así, propuestas experimentales para representar la violencia, relatos de vida, pasados oscuros, crímenes de Estado, figuras monstruosas, asesinos, detectives privados, policías judiciales, sicarios y víctimas forman parte del universo de las ficciones analizadas en estas páginas. Al tratarse de un trabajo conjunto, no es nuestro propósito debatir o polemizar sobre categorías genéricas entre las cuales se han catalogado, tanto para fines comerciales como analíticos, las distintas representaciones del crimen en la ficción literaria y audiovisual, sino ofrecer una muestra variada de los enfoques críticos a los cuales se están sometiendo actualmente dichas narrativas. En consecuencia, más que rescatar o canonizar textos literarios particulares, los estudios compilados en este volumen sirven como un muestreo de los intereses metodológicos y teóricos de la crítica contemporánea sobre la materia.

Con el fin de otorgar cohesión temática al libro, presentamos a continuación las cinco secciones que, en su conjunto, abordan las diversas particularidades de la ficción del crimen de los siglos XX y XXI en América Latina.

Reflexiones sobre el género y sus avatares

La extensa tradición de la narrativa sobre el crimen requiere, sin duda, aproximaciones de orden teórico. Dejando a un lado la crítica de tipo contextual, social e historiográfica a la que suele someterse este tipo de narrativas, en el ámbito de la teoría se ha privilegiado la descripción formalista y estructuralista del relato de detección, así como las célebres normativas de “cómo escribir un policial”, prescripciones que, a fin de cuentas, son útiles sólo para reconocer las transformaciones del género a través del tiempo. En épocas más recientes, no obstante, la crítica se ha esforzado en teorizar sobre la ficción policial a partir de postulados claves de la posmodernidad, como las falencias del raciocinio o la imposibilidad epistemológica de hallar verdades absolutas, con lo cual se justifica y se entiende la inoperabilidad del detective infalible. Salvo en las ficciones de corte clásico, cada vez más infrecuentes en la actualidad, la resolución de los enigmas planteados queda incompleta y, por lo tanto, la indeterminación sustituye el restablecimiento del orden convencional (acorde con el canon del relato policial temprano). Por ello la primera sección del libro, más que dedicada a artículos sobre una obra o un autor específicos, presenta capítulos que abordan el fenómeno de la narrativa policial desde enfoques que profundizan en sus aspectos genéricos. Así, el volumen abre con un par de textos abocados al estudio de las características de la ficción de detectives: la serialidad narrativa y la desviación de las convenciones genéricas. Bajo el argumento de que la serialización es una de las marcas distintivas de la literatura policial, Héctor Fernando Vizcarra efectúa un análisis histórico y valorativo del fenómeno de los ciclos y las series en el género, sus implicaciones en la lectura, sus características discursivas y los intentos de sistematización por parte de teóricos de la narratología clásica y contemporánea. Acudiendo a ejemplos primordialmente literarios de distintas épocas, “Sobre la serialidad narrativa en las literaturas policiales” propone una reflexión acerca de la necesidad de un protagonista sólidamente construido y de un referente urbano, los cuales articulen y cohesionen la secuencia de episodios que componen una serie. Por su parte, Persephone Braham, especialista en literatura policial latinoamericana, nos ofrece la perspectiva panorámica de una desviación del género en Latinoamérica, vigente desde mediados del siglo XIX y relativa a la copresencia de la temática zombi y doppelgänger en tramas detectivescas. “Desviados, doppelgängers y zombis: abyección del género policial en América Latina” explora una vertiente narrativa, ciertamente marginal, que puede ser incluida en la ficción detectivesca propia de la región, demostrando que las raíces góticas de la literatura policial temprana siguen siendo aprovechadas en la actualidad por autores como Juan José Saer, Ana Lydia Vega y Pedro Cabiya.

Para cerrar el primer apartado, se incluye un estudio también centrado en aspectos genéricos, aunque focalizado en un autor canónico e imprescindible. Algunos relatos de Historia universal de la infamia (1935) de Jorge Luis Borges, como “El atroz redentor Lazarus Morell” o “El incivil maestro de ceremonias Kotsuké no Suké”, sirven a José Alfredo Lasserre Cedillo para plantear su reflexión sobre la ética y la moralidad de los textos borgeanos. Apoyándose en la propuesta crítica de Paul de Man sobre Borges, Lasserre exhibe la puesta en crisis de los conceptos de crimen y justicia en el volumen de cuentos referido; de igual manera, “Borges, crimen y mundos posibles: una crítica conceptual”, título del trabajo aquí presentado, polemiza con la teoría de los “mundos posibles” de Lubomir Dolezel, la cual, según el autor de este capítulo, restringiría las posibilidades interpretativas de los relatos del escritor argentino.

Miradas clínicas, sujetos marginados y cuerpos mórbidos

La narrativa policial y la ficción sobre crímenes escritas en Occidente, a partir de la influencia de la modernidad, suelen estar permeadas por nociones de control, poder, castigo, ordenamiento, sanación, de tal forma que gran parte de la literatura que nos ocupa se constituye como un indicador de la violencia ejercida en contra de los sujetos. Las tres “miradas clínicas” que reunimos en este segmento aprovechan el carácter explícito de la violencia contenida en las ficcionalizaciones del crimen, violencia constitutiva de la realidad práctica latinoamericana contemporánea, visible en la novela necropornográfica, el periodismo amarillista y las teleseries. La disección de cuerpos, tanto desde una perspectiva clínica positivista hasta otra más próxima al sadismo, sirve como expresión y denuncia de la vulnerabilidad del individuo –y de la sociedad en su conjunto– frente a los actos criminales que, en potencia, lo amenazan desde las instancias que ostentan el poder fáctico o institucional.

En “Autopsias, morgues y vivisección: escenarios literarios de poder, deseo e impiedad”, primer capítulo de esta sección, Glen Close propone un acercamiento a la ideología detrás de la representación de los cadáveres, práctica que denomina necropornografía. Con agudo sentido crítico, Close señala la faceta comercial de la tendencia necropornográfica y su explotación a lo largo de los años en la narrativa policial de América Latina, adjudicando su éxito y su permanencia a una reality hunger, es decir, a una suerte de voyeurismo sádico en torno al cadáver femenino, cuya descripción satisface expectativas creadas desde los títulos de las obras, en su mayor parte desconocidas o, cuando menos, ajenas al canon, lo que, sin duda, enriquece el estudio. A través del análisis de la “mirada clínica” del discurso científico-forense en diversas novelas, Close muestra cómo el cuerpo –generalmente femenino– es cosificado, y la víctima despojada de su condición humana, para volverse, en la mayoría de los casos, objeto sexual carente de voluntad, a merced tanto de la manipulación aparentemente desapasionada del médico como del investigador forense. Asimismo, expone una vertiente más contemporánea de la necropornografía en la cual el cuerpo queda a merced del crimen organizado, en novelas donde la tortura, asesinato y desmembramiento se vuelven escenario de una puesta en escena mórbida y criminal. El segundo capítulo, titulado “Belleza al filo: estética y morbo en Belleza roja de Bernardo Esquinca”, es, por su parte, la puesta en tensión de los paradigmas de belleza y de horror de la sociedad contemporánea, en especial en la oposición/unión entre Esquinca, fotógrafo de la nota roja, y Azcárate, cirujano plástico, personajes de Belleza roja. Gonzalo Soltero y Claudia Chibici-Revneanu proponen, por un lado, la categoría de “belleza al filo” para evidenciar la posible experiencia estética que surge cuando la belleza y el horror colindan, donde el lector es capaz de gozar estéticamente con un crimen, particularmente si es de carácter sexual. Por otro lado, ayudados de la noción de “violencia estética” (Esther Pineda), reflexionan sobre el impacto que ciertos discursos sobre el canon de belleza –vinculados con el desarrollo de la cirugía estética– inciden en el cuerpo y la mente femeninos.

Para concluir esta sección se ofrece el análisis de una ficción cuyo soporte comunicativo no es propiamente literario, pero que demuestra de forma clara cómo las producciones audiovisuales pueden ser sujetas a análisis detallados. Mediante un estudio comparativo de las dos versiones de una historia (“Martha, asfixiante” y “Martha Bogado, madre”), Alejandra Vela Martínez desmonta, con ayuda de la teoría de género, la ideología presente en las teleseries Mujeres asesinas, tanto la producción argentina como la mexicana. En su capítulo “Historias de confesiones y barbaries: las mujeres asesinas y su justificación en el imaginario colectivo”, la autora se sirve de ambos episodios, analizados en contrapunto según sus divergencias y similitudes, para demostrar cómo la representación del sujeto femenino perpetrador de un crimen prosigue una tradición patriarcal que culpabiliza a la mujer por no amoldarse a los estereotipos maternales y, al mismo tiempo, explica sus actos criminales a partir de la locura.

Asesinos, mercenarios y tipologías del crimen

La representación de crimen no puede elidir una reflexión sobre el asesino, sus motivos y el perfil psicológico y social que lo conducen a pasar al acto criminal. De modo general, podemos señalar que en el contexto que nos ocupa predomina la puesta en escena del asesino en un marco social, es decir, más que un interés por representar al psicótico, al asesino serial y la introyección psicoanalítica de sus motivaciones, las ficciones latinoamericanas han privilegiado una figura más colectiva del asesino, de su impacto en el mundo político y económico, y su canalización como símbolo de la degradación del espacio público.

Así, la representación del homicida puede ser abordada desde dos perspectivas: por un lado, la interrogante se situaría en las formas en que los discursos (médicos, psicoanalíticos, periodísticos, políticos y sociales) construyen la figura del criminal y del asesino como una alteridad total, aquel que por su conducta anormal debe ser sancionado, separado del cuerpo social, dado que constituye una amenaza para el bien común. Por el otro, se privilegiaría una reflexión que parte de una noción construida del asesino para mostrar cuáles serían las causas individuales o grupales del crimen que perpetra, motivaciones siempre determinadas por un contexto económico, social y cultural que sirve como telón de fondo para explicar sus acciones.

La primera perspectiva es el punto de partida del capítulo que inaugura esta sección. Sirviéndose del análisis de distintos criminales del México del porfiriato y de la posrevolución, entre los que figuran Francisco Guerrero el Chalequero, Jesús Negrete el Tigre de Santa Julia o Gregorio el Estrangulador de Tacuba, Saydi Núñez Cetina, en su trabajo “Crimen, representación y ficción: la construcción social de la peligrosidad en la nota roja, ciudad de México (1880-1940)”, nos ofrece una reflexión sobre la construcción intersubjetiva de la “peligrosidad” desde ciertas instancias del poder. De acuerdo con las nociones de Michel Foucault de discurso y de representación social, Núñez Cetina explica la manera en que se instaura el concepto de peligro en el imaginario –así como su resignificación histórica–, legitimado gracias a las instituciones de autoridad, como la médica o la jurídica.

Por su parte, en “Rafael Bernal: entre la novela de enigma y la novela policiaca negra”, Edivaldo González Ramírez emprende un recorrido crítico a propósito de los personajes que fungen como investigadores en la narrativa del escritor mexicano y de los modos en que éstos se enfrentan al crimen y al criminal. Este recorrido funciona como detonante de una reflexión más amplia sobre el carácter de los delitos y su función dentro de un orden ontológico y social. Mediante un análisis basado en el problemático binomio centro-periferia, el autor ubica a cada personaje en su momento histórico y argumenta los motivos sociopolíticos del cambio de horizonte del México posrevolucionario que lleva a Bernal al tránsito del relato de enigma –cuyo inicio lo marca la publicación de “La muerte madrugadora” y otros cuentos, en 1946– a la novela negra y de espionaje representada en El complot mongol (1969), en la cual, a partir de la figura de Filiberto García –ex-revolucionario y mercenario–, se pone de manifiesto el fracaso del Estado posrevolucionario en México.

Esta sección cierra con un capítulo que propone un análisis comparatista de la función del asesino de figuras públicas. Tomando como punto de partida la noción de identidad, Andrea Garza Garza analiza y compara, en su capítulo “Asesinos colectivos, a sueldo y kamikazes: la representación del criminal en El hombre que amaba a los perros de Leonardo Padura y Un asesino solitario de Élmer Mendoza”, las figuras ficcionalizadas de dos homicidas aparentemente contrapuestos: Ramón Mercader, asesino de León Trotsky, y Yorch Macías, mercenario a quien se le encomienda matar a un candidato presidencial mexicano. En ambos casos, tomados de las novelas El hombre que amaba a los perros de Leonardo Padura y Un asesino solitario de Élmer Mendoza, Garza observa la dimensión humana de los criminales, cuya identidad se disuelve en el transcurso de la historia como consecuencia de una planificada manipulación del Estado, es decir, del poder burocrático estalinista y priista, respectivamente.

Memoria, historia y Estado fallido

La violencia política ha sido una de las formas de violencia que más reflexiones –y ficciones– ha producido en América Latina. Este tipo de violencia está ineludiblemente asociada al Estado, definido, no en balde por Max Weber, como el monopolio del uso legítimo de la violencia, institucionalizada por medio de la creación de leyes y cuerpos de seguridad –ejército, policía– que, bajo la tutela del Estado, tienen como función defender el bien común y a la ciudadanía de amenazas tanto internas como externas al territorio nacional. Pero ¿qué sucede si los representantes del Estado en vez de velar por el bien de la ciudadanía se vuelven contra ella y se aprovechan del monopolio del ejercicio de la violencia para instaurar un régimen interno de dominación? Cuando esto sucede, el principio de legitimidad se disuelve y se produce lo que en el ámbito jurídico y en el campo de los derechos humanos se conoce como “crimen de Estado”. Esta sección aborda, en diferentes zonas geográficas y a partir de perspectivas distintas, aquellas ficciones que, de alguna forma, se han producido como respuesta a esta fractura del orden del Estado. La pregunta que subyace a las reflexiones aquí presentadas concierne la función de los discursos fictivos (literarios, cinematográficos) frente a los actos de violencia ejercidos por el aparato estatal sobre los ciudadanos. ¿Cómo se enfrenta la ficción a los horrores cometidos durante la dictadura militar en Argentina (1976-1983) o la guerra civil en Guatemala (1954-1996), en la cual se produjo la masacre sistemática de campesinos por parte del ejército? ¿Qué función social, ética y política tienen los relatos que recuperan las memorias personales diseminadas, o las de aquellos que sufrieron directa o indirectamente el crimen cometido por los aparatos de represión del Estado?

Como respuesta a estas interrogantes, los dos primeros capítulos de la sección abordan las formas en que la ficción se enfrenta a la herencia de la dictadura militar en Argentina. Por un lado, Alfonso Fierro, en “Novela dura y posdictadura militar argentina: el detective de Qué solos se quedan los muertos, de Mempo Giardinelli”, recurre al concepto heurístico de “estructura de sentimiento” (Raymond Williams), para detallar las maneras en que la ficción detectivesca intenta subsanar los vacíos dejados por la historia oficial, sobre todo aquellos vinculados con las prácticas de la Junta Militar durante el periodo de dictadura, otorgando especial énfasis en la construcción del protagonista detective, personaje-tipo heredero del hardboiled norteamericano (aunque inmerso en un tipo de sociedad distinta), cuyo entorno cultural determina, en buena medida, su modo de operación y su sentido de la justicia, así como su papel en la recuperación de la memoria nacional e individual. Por su parte, en “Memoria, verdad y justicia en El secreto de sus ojos”, Denisse Gotlib Gutiérrez se pregunta cómo narrar el pasado problemático, violento y conflictivo de Argentina desde el presente del periodo posdictatorial. Dejando de lado el enfrentamiento tradicional entre historiografía –verdad– y literatura –ficción–, se pondera el ejercicio de ficcionalizar el pasado, teniendo como punto de partida a un sujeto que vincule tanto experiencia como hechos. Ya sea mediante la historia personal, el testimonio o la memoria, el cometido final es mostrar la historia en su sentido abierto, de movimiento, de interpretabilidad, de herramienta para vivir el presente, y no sólo como hechos consumados. En este caso específico se analiza el filme El secreto de sus ojos (Campanella, 2009), que sostiene una relación compleja con los crímenes de la dictadura en el presente de la Argentina kirchnerista; en él, de acuerdo con Gotlib, la ficción se torna más poderosa que la verdad factual del archivo.

Siguiendo un desplazamiento geográfico hacia Centroamérica, el problema del archivo está en el centro de la reflexión de “Crimen, archivo y ficción: la herencia del conflicto armado en Guatemala” presentado por Mónica Quijano. A través del análisis de tres novelas –Señores bajo los árboles (١٩٩٤), de Mario Roberto Morales; Insensatez (2004), de Horacio Castellanos Moya y El material humano (2009), de Rodrigo Rey Rosa–, Quijano hace visible el complejo diálogo que pueden sostener el testimonio y el archivo con la ficción para comunicar el pasado o para transmitir la experiencia del otro (normalmente un sujeto o una comunidad subalternos), así como de su posibilidad para desarticular la posición de poder que el letrado y el intelectual –que se valen de la escritura– han adquirido en el devenir de la modernidad ilustrada.

Fronteras violentas

El norte de México, principalmente la zona liminar de la frontera con los Estados Unidos, se ha convertido en el espacio prototípico de una geografía de la violencia vinculada con el crimen organizado. Si bien desde hace ya varias décadas este espacio ha sido el escenario privilegiado de la violencia producida por el narcotráfico, es a partir del sexenio presidencial de Felipe Calderón (2006-2012) que adquiere toda la trágica visibilidad de un espacio espectral atravesado por luchas intestinas entre cárteles y ejército (donde la línea divisoria nunca es clara). La omnipresencia del narco ha producido en los primeros años del siglo xxi una cantidad importante de obras fictivas que abordan el problema desde diferentes ángulos. El panorama abarca obras disímiles tanto en su alcance ético-político como en la propuesta estética que articulan, ya que las urgencias del mercado no han sido indiferentes al interés producido en el público lector de las ficciones que abordan el tema.

Entre los actores de esta trágica trama, surge la figura del sicario, heredera de las producciones fictivas colombianas y aderezada con los rasgos del criminal de origen local. La figura del sicario ha sido central en la narrativa que aborda los problemas de narcotráfico, pues sin él, agente, medio, persona y función, no existiría el tráfico de estupefacientes. Frente al sicario, las víctimas de la violencia también ocuparán un espacio importante en las ficciones sobre el tema. En el campo de la literatura, tanto el sicario como la víctima dejan de ser un número más en las estadísticas o en las notas de prensa. Se vuelven personas –o figuras simbólicas– a partir de las cuales autores y lectores pueden buscar una respuesta ante la fuerza devastadora de la experiencia cercana de este tipo de violencia. Esta sección integra, por lo tanto, distintas reflexiones sobre la figura del sicario y la de las víctimas, enmarcadas en el espacio anómico de la frontera norte del país.

“Escritura después de los crímenes: dispositivo, desapropiación y archivo en Antígona González de Sara Uribe”, de Roberto Cruz Arzabal, es una exploración de los mecanismos de construcción y recepción de la obra de Uribe. Más allá de identificar una representación del crimen, Cruz Arzabal observa en esta obra una “respuesta estratégica” –frente a la despersonalización de las víctimas resultantes de la guerra contra el narcotráfico en el norte de México, el abandono del Estado y la excepción como norma en el ámbito político– articulada a partir de la “desapropiación” –reciclaje y recontextualización del archivo y el testimonio, en los que se suprime la autoría en aras de la textualidad–. Antígona González se explica como una obra “postautónoma” que “presentifica” –pone en presente– la enunciación del duelo de una comunidad, cuyo efecto es movilizar a los sujetos en una acción colectiva.

El espacio fronterizo violento representado por Ciudad Juárez está en el centro del capítulo presentado por Ricardo Vigueras-Fernández, “Poetas del crimen: auge de la literatura criminal sobre Ciudad Juárez en la obra de los autores juarenses Jorge Humberto Chávez, Miguel Ángel Chávez y César Silva Márquez”. En él, Vigueras-Fernández propone la distinción entre una literatura “juárica” y una “juarense”, oposición que no carece de relevancia. En el caso de la primera, por lo general escrita lejos de Juárez, nos enfrentamos con una literatura mezclada con periodismo, que narra, más que las dinámicas propias de la ciudad, el crimen como concepto, en su dimensión abstracta. Por su parte, la literatura juarense es más vernácula, mejor exponente de los espacios simbólicos comunes de la ciudad, del imaginario popular, del crimen y la sangre concretos; la vista panorámica se transforma en la mirada a nivel de la calle, donde la ciudad y los crímenes producto de la guerra contra el narcotráfico se revelan en toda su monstruosidad.

En un recorrido interpretativo que aborda dos novelas, Trabajos del reino, de Yuri Herrera, y Fiesta en la madriguera, de Juan Pablo Villalobos, Paulina del Collado presenta la discusión actual alrededor de la narrativa del narcotráfico en “Muertos de risa: violencia y humor en Trabajos del reino y Fiesta en la madriguera”. La interrogante esencial de este ensayo es si la literatura que aborda el tema del tráfico de drogas es capaz de articular una crítica efectiva de la sociedad o si, por el contrario, este tipo de novelas tienen como único fin un sensacionalismo mercadológico. ¿Denuncia o fascinación por lo violento? Del Collado reflexiona sobre la posibilidad de generar una resistencia social literaria deconstruyendo la normalización del crimen a través del tratamiento humorístico de la violencia.

La representación del crimen en América Latina, como puede observarse en este recorrido sintético de los ensayos que presentamos a continuación, es un material cuyo espectro de estudio se extiende al mismo ritmo en que la producción literaria, periodística y audiovisual ahonda en la coyuntura actual y en la historia reciente de los países de la región, producciones que exigen la atención y la rigurosidad académicas sin dejar de lado la reflexión que debe generar el fenómeno del crimen y la violencia. Por ello, consideramos este volumen, ante todo, un ejercicio crítico que funge como vehículo de difusión para las aportaciones de los investigadores, tanto jóvenes como consolidados, que han aceptado participar en el proyecto, mismo que, esperamos, sirva como indicativo de los derroteros hacia los cuales apuntan los estudios contemporáneos sobre el tema.

Por último, cabe señalar que este libro es producto de un trabajo colectivo realizado en el seno del Seminario “La representación del crimen en la ficción”, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de M>éxico, el cual pudo crearse gracias al apoyo de la Dirección General de Personal Académico. Durante tres años nos reunimos a discutir sobre las diferentes formas en que la ficción ha representado al crimen durante los siglos XIX, XX y XXI. En noviembre de 2013 organizamos un coloquio que fue el origen remoto del libro que ahora presentamos, y el cual no hubiera sido posible sin el apoyo de todos los que, en algún momento u otro, estuvieron cerca del proyecto. Un profundo agradecimiento a Paulina del Collado, Joaquín de la Torre, Alfonso Fierro, Andrea Garza Garza, Edivaldo González Ramírez, Paulina Hernández Marroquín y Alejandra Vela Martínez por los múltiples apoyos y las complicidades. Un agradecimiento especial a Denisse Gotlib Gutiérrez y a Alfredo Lasserre Cedillo quienes, además de participar en las diversas actividades del seminario, leyeron y corrigieron con paciencia los originales de los capítulos de este libro. También a Éber Huitzil, quien apoyó con el diseño de los carteles y fue el creador del Sherlock Holmes con touca peruana que aparece en la portada de este libro. A Daniel Castañeda, por su apoyo en el proceso de redacción y edición del volumen. Si bien esta aventura culmina en el libro que ahora presentamos, estamos convencidos de que no se trata en absoluto de un cierre, sino de la apertura a un espacio que seguirá produciendo encuentros, diálogos y discusiones, tan necesarios en estos momentos en que, por desgracia, la violencia se ha vuelto omnipresente en el campo de la experiencia de muchos de nosotros.

Mónica Quijano y Héctor Fernando Vizcarra