Primera edición ebook: junio, 2016
© Raquel Diago, 2016
© de esta edición, Parnass Ediciones, 2016
Aragó, 336 bajos - 08009 Barcelona
Tel. 93 207 34 38
parnassediciones@gmail.com
www.parnassediciones.com
Diseño de cubierta: Cristina Rius
Nombres estaciones: poemas visuales de Amalia Sanchís
Maquetación: Equipo de diseño de Parnass
ISBN ebook: 978-84-945241-5-8
CUALQUIER FORMA DE REPRODUCCIÓN, DISTRIBUCIÓN, COMUNICACIÓN PÚBLICA O TRANSFORMACIÓN DE ESTA OBRA SOLO PUEDE SER REALIZADA CON LA AUTORIZACIÓN DE SUS TITULARES, SALVO EXCEPCIÓN PREVISTA POR LA LEY. DIRÍJASE A CEDRO (CENTRO ESPAÑOL DE DERECHOS REPROGRÁFICOS, WWW.CONLICENCIA.COM) SI NECESITA FOTOCOPIAR O ESCANEAR ALGÚN FRAGMENTO DE ESTA OBRA.
A Míriam, mi hija, la estrella de mi cielo
Otoño de manos de oro.
Ceniza de oro tus manos dejaron caer al camino.
Ya vuelves a andar por los viejos paisajes desiertos;
Ceñido tu cuerpo por todos los vientos de todos los siglos.
JOSÉ HIERRO
Alegría
LEONARDO:
Pájaros de la mañana
Por los árboles se quiebran.
La noche se está muriendo
En el filo de la piedra.
Vamos al rincón oscuro
Donde yo siempre te quiera,
Que no me importa la gente
ni el veneno que nos echa.
NOVIA:
Y yo dormiré a tus pies
Para guardar lo que sueñas. (…)
FEDERICO GARCÍA LORCA
Bodas de sangre
No sé qué hora es.
El tiempo se diluye como estas gotas de vapor,
que resbalan lentas en caminos imposibles.
Son como los rastros de nuestras vidas,
tan caprichosas, como imprevisibles.
Una sorpresa líquida, una emoción contenida.
Mil mares en cada gota salada o dulce y transparente.
Sigue diluyéndose el tiempo en cada surco de agua,
y pienso en esos recovecos que dejan los rastros de llanto,
y en lágrimas repletas de felicidad que estallan en el cristal.
Pienso en el límite transparente de nuestro juego de espejos,
donde tú eres yo y yo soy tú,
flotando en hilos de agua acristalada.
No sé qué hora es.
El tiempo y el agua se abrazan
formando remolinos de segundos y gotas,
atrapadas y silenciosas en el etéreo cristal.
La luz del día se alarga a cada paso
y las sombras alcanzan su descanso.
Me quito el abrigo negro y pesado,
y siento la luz del sol sobre mis brazos.
Abro los ojos y veo una fiesta de colores
y olores a hierba, a sol, a tomillo y a miel .
Llega mayo entre abejas y aderezos,
llega tu amor, tras diciembres fríos
y eternos bostezos.
Abriles en tus ojos,
mayos en tus labios,
junios en tus besos.
Me pierdo en tu camiseta, azul y verde,
colores del agua y oleaje.
Me asomo a tu mirada, marina y dulce.
Cuando en abril la tierra bosteza,
es que la primavera ha comenzado ya su viaje.
Como ese prisma de luz
que se dispersa en mil rayos.
Eres esa estrella que tiembla y reina,
y se despereza en su dulce universo.
Como esa estela que cruza rápido el cielo,
planeando sobre mil cometas de colores.
Eres esa luz hermosa
que brilla en medio de mi cielo.
Dirigiré mis ojos hacia esa larga estela dorada
que irradias a cada instante, a cada paso.
Quizás siguiendo tu brillo intermitente,
lograré no perderme en este abismo oscuro.
Miraré sólo las luces que salpicas
al reflejar con tus ojos tus mares de delicias.
Porque cuando camino sola por las playas lejanas,
sigo viendo espejos en las aguas cristalinas
con tu estela dorada ahora blanca de espuma,
y estrella de luz, ahora marina.
¡Suerte de tenerte!
Mi dulce estrella...
Tu imagen se va desdibujando poco a poco en mi memoria.
Ha dejado de tener tintes claros y nítidos,
y va cayendo, gota a gota, resbalando como un helado.
Se desdibuja lentamente y tu rostro es una mueca
de un color indefinido y difuminado.
Tenía que pasar.
Vas desapareciendo y tu sombra se va apagando.
Tu imagen resbala de mis ojos con un silencio ciego y velado.
Tenía que pasar.
Vas entrando en mis recuerdos y acomodándote en mi diario.
Tu sombra resbala como un charco impreciso y mojado.
El tiempo es lo que somos.
Está en nuestro rostro, en nuestro silencio,
en nuestros ratos muertos,
en nuestra espera ciega.