Suleiman Agbonkhianmen Buhari

Sheree Renée Thomas

Ivor W. Hartmann

Zak Waweru

Ytasha L. Womack

Afrofuturo(s)

Traducción de Alejandra Guarinos Viñals

Prólogo de Carlos Bajo Erro

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Título de la antología original: Jalada 02: Afrofuture(s)
© Jalada Africa, 2015

© Discovering time travel, Suleiman Agbonkhianmen Buhari, 2015

© The dragon can’t dance, Sheree Renée Thomas, 2015

© Last wave, Ivor W. Hartmann, 2015

© Continuum, Zak Waweru, 2015

© For digital girls who drink tonic water at the bar when Purple rain isn’t enough, Ytasha L. Womack, 2015

© de la traducción: Alejandra Guarinos Viñals, 2017

© del prólogo: Carlos Bajo Erro, 2017

© de la edición: 2709 books, 2017
Sociedad limitada unipersonal
Arpón, 18 – 03540 Alicante
www.2709books.com
info@2709books.com

Imagen de la cubierta: Facing forward, looking back, Naddya Adhiambo Oluaoch-Olunya (propietaria) y Moses Kilolo (editor ejecutivo de Jalada Africa)

Coordinación editorial: Marina M. Mangado

La editora quiere expresar su agradecimiento a Carmen, Fulgen y Óscar por su colaboración en este proyecto.

ISBN: 978-84-946937-0-0

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede realizarse con la autorización de sus titulares, salvo las excepciones de reproducciones provisionales y de copia privada previstas por la ley.

Número de copia: 2709BW - Fecha: 18.04.2017

 

Prólogo

Tenemos en las próximas páginas viajes en el tiempo, extraterrestres, tecnología que transfiere el ritmo, nuevas especies que dominan la existencia o proyectos para suprimir la autonomía de pensamiento y controlar las mentes. Un amplio abanico de temas de ciencia ficción en apenas cinco relatos. Por un lado, una muestra de la vitalidad de un género que se había considerado menor y que en los últimos años palpita con fuerza entre los autores africanos. Por otro lado, una deliciosa locura editorial que nos acerca unos relatos que escapan de cualquier tópico relacionado con la literatura africana.

Los genios, los espíritus con distintos niveles de presencia en el mundo visible, las diferentes divinidades y los personajes, en general, con capacidades, poderes, habilidades e, incluso, aspectos fuera de lo común son una constante, casi un rasgo, en la narrativa de muchas de las culturas del continente africano. Serían, por tanto, una fuente prácticamente inagotable para la literatura fantástica, que en cierta manera entronca con la de ciencia ficción. Sin embargo, todo este bagaje ha sido sepultado durante décadas. Primero, por las literaturas de las primeras independencias, en las que se privilegiaron los géneros más realistas que pudiesen ayudar a la construcción de la identidad nacional. Después, por la gula de la industria editorial más contemporánea que a menudo engulle autores y estilos y los regurgita sin haberlos siquiera digerido. Esta frenética pulsión impone cánones estrictos, unos temas de los que se espera que hablen los autores africanos, unos enfoques que deberían adoptar, unos estilos que tendrían que cultivar. En definitiva, una uniformidad en el relato que les permita entrar en el apretado corsé de los gustos y las expectativas del norte global. Y, de nuevo, la ciencia ficción queda fuera de esos esquemas.

Afortunadamente, todo ese mundo editorial está en un proceso de reinvención, evidentemente en los márgenes de la cultura de masas, pero aprovechando algunos de los resquicios en los muros de la industria cultural convencional para conseguir llegar a un público amplio. Jalada es un buen ejemplo de esas sacudidas que desde la base están haciendo tambalearse algunas de las ideas preconcebidas de ese sector editorial. Este colectivo de escritores ha dado con la tecla que permite destruir barreras de manera sistemática. Han hecho saltar por los aires la barrera del monopolio de la edición gracias a internet y a la publicación digital; han desestabilizado las categorías de los públicos con la capacidad de llegar a audiencias occidentales, pero también a lectores en el mismo continente; han modificado el (des)equilibrio de los polos emisores, realizando todo el proceso desde el propio continente africano en una experiencia de autonomía sin precedentes; han pulverizado las barreras idiomáticas, las de las lenguas nacionales, pero también las mucho más insalvables entre autores de la esfera anglófona y la francófona; y, entre muchos otros, han hecho trizas las líneas rojas de los temas tratados, publicando antologías sobre sensualidad o, por ejemplo, afrofuturismo. De esta loca iniciativa de reunir treinta relatos en la segunda antología promovida por el colectivo Jalada, bajo el título Afrofuture(s), deriva el volumen de cinco relatos que tenemos ante nosotros.

El fenómeno no es nuevo. El vínculo con la ficción especulativa que deriva de la narrativa fantástica tradicional es indudable. No se puede caer en la trampa de pensar que la ciencia ficción trata solo de máquinas futuristas porque las trayectorias culturales del continente africano son bien distintas. En todo caso, en 1969, el nigeriano Umaru A. Dembo mandó a un niño africano al espacio a encontrarse con los extraterrestres, precisamente en una novela infantil escrita en hausa y titulada Tauraruwa mai wutsiya (El cometa). Después el continente ha sido recorrido por vehículos imaginados, hasta llegar a ser vigilado, por ejemplo, por las arañas robóticas creadas más recientemente por Nnedi Okorafor. Esta autora de ascendencia nigeriana se ha erigido en una de las principales defensoras del afrofuturismo, que ella considera un género mejor adaptado a los gustos de su audiencia y no está obligado a reproducir los esquemas de la ciencia ficción más extendida y producida para el lector occidental.

En esta antología nos encontramos con algunos de los supuestos más recurrentes del género. Suleiman Agbonkhianmen Buhari nos propone una historia clásica de viaje en el tiempo, apoyado sobre el descubrimiento de nuevos materiales en expediciones espaciales, aderezado con el sabor del misterio policíaco. Sheree Renée Thomas, referente de la literatura fantástica de la diáspora africana, propone un evocador relato en el que los nanosensores permiten una estrecha conexión entre personas diferentes, tanto como para transmitir incluso movimientos. Ivor W. Hartmann construye el personaje del arqueólogo espacial Trom Thunbuld para guiarnos en un apocalíptico viaje en el espacio y en el tiempo que nos permitirá ser testigos de excepción de la extinción de una raza humana que ha esquilmado el planeta y acaba sustituida por la evolución de otras especies. Zak Waweru dibuja un desesperanzador futuro en el que se experimenta con el control de la mente para arrebatar la voluntad a los hombres y convertirlos «en autómatas carentes de pensamiento». Y, por último, en un futuro relativamente cercano, Ytasha L. Womack explora la posibilidad de que los recuerdos y los pensamientos se conviertan en un material susceptible de ser almacenado en un servidor. Realizamos el descubrimiento a través de una mujer adicta a la conexión tecnológica y las redes sociales, que, sin embargo, acaba escondiendo un secreto mucho más excepcional.

Uno de los reproches más habituales (y, al mismo tiempo, zafios y superficiales) que se hace a la ciencia ficción es la desconexión de la realidad, una especie de evasión puramente estética que no pasa de ser un ejercicio de fuegos artificiales. Otra de las virtudes de esta selección es su capacidad para demostrar el error de este tipo de comentarios (que no pueden considerarse ni mucho menos análisis). Si el trabajo de Buhari supone una autoafirmación del protagonismo africano, una reivindicación y un ejercicio de autoestima en el que los principales centros de investigación mundiales están en ciudades como Arusha o Agadez; la propuesta de Thomas habla de dependencia, de explotación y de las trampas del mundo del espectáculo, también como una metáfora. El de Hartmann es un desesperado grito de defensa del medioambiente, con el horizonte más dramático del final de la humanidad, devorada por su propia avaricia; mientras que Waweru alerta sobre el sometimiento a través del control mental y, por tanto, de la importancia del librepensamiento. No es menos comprometida la propuesta de Womack, enmarcada en la obsesión por las tecnologías, la pérdida del sentido común y de la humanidad en el desarrollo de esas tecnologías que cuestionan la ética, pero también habla de la diversidad, de las apariencias e, incluso, de la discriminación.

Esta antología es, en resumen, una especie de gran hotel, uno en el que no hace falta pasar por recepción para encontrar cobijo. Pero, sobre todo, uno lleno de puertas que llaman a ser abiertas y detrás de las cuales el lector se encontrará nuevos mundos que llaman a ser descubiertos. Buen viaje.

Carlos Bajo Erro

Introducción

Elegir entre lo elegido: reducir, condensar. Etiquetar: ordenar, acotar. Traducir: transformar, compensar. En todas estas acciones subyace la noción de pérdida, algo contradictorio cuando, en realidad, se está creando.

Editar, y publicar después, es elegir. En el caso de esta selección de relatos afrofuturistas, elegir entre lo elegido. Esta antología recupera cinco relatos de la antología Afrofuture(s), publicada en 2015 por el colectivo de escritores panafricanos Jalada. La antología madre era un híbrido de estilos —poesía incluida— y nombres: autores consagrados, como Binyavanga Wainaina, y noveles, como Suleiman Agbonkhianmen Buhari, pero que comenzaban a ganar premios. Autores nacidos y residentes en países africanos, autores de la diáspora y autores afrodescendientes nacidos fuera del continente. Autores hombres y autoras mujeres. Nuestra selección no se ha basado en quién es el autor o autora, sino en la fuerza de la historia y en el estilo narrativo con un objetivo claro: ofrecer la ventana más amplia para asomarse al movimiento afrofuturista y mostrar cuanta más diversidad, mejor.

Etiquetar es establecer los límites que nos permiten orientarnos en un nuevo espacio, poner orden para ayudarnos a descubrir, proponer unas guías para la lectura. En el caso de esta selección, es clasificar lo etiquetado y hacer confluir dos categorías: la literatura africana y la ciencia ficción.