JOSEP A. DURAN I LLEIDA

UN PAN

COMO UNAS TORTAS

Publicado por

ECONOMÍA DIGITAL, S. L.

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08008 barcelona

© Josep A. Duran i Lleida

© de esta edición

Economía Digital, S. L.

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A LA MILITANCIA DE UNIÓ,

ESPECIALMENTE A LAS PERSONAS QUE,

POR COHERENCIA Y LEALTAD A SUS PRINCIPIOS

Y CONVICCIONES, HAN RENUNCIADO A CARGOS.

RECOPILACIÓN DE CARTAS

DE DURAN I LLEIDA SOBRE EL PROCESO: UN PAN COMO UNAS TORTAS

«Si el proceso rompe CiU y PSC y fortalece ERC

y Ciutadans, habremos hecho un pa com unes hòs-ties».

Josep A. Duran i Lleida (2 de octubre de 2013).

Entrevista en Catalunya Ràdio con Mònica Terribas.

CONTENIDO

PRÓLOGO

EL «BIG BANG» DEL PROCESO: EL PACTO FISCAL. ¿CHOQUE DE TRENES?

ABRIR EL MELÓN DE LA CONSTITUCIÓN

PRIMER ESTALLIDO: LA VÍA CATALANA

CAMINO DEL SEGUNDO ESTALLIDO: LA FECHA DEL 9-N

EL CALLEJÓN SIN SALIDA DEL NO DIÁLOGO

EL CHOQUE DE TRENES NO SE PODRÁ DETENER

EL SEGUNDO ESTALLIDO: ESCOCIA Y EL 9-N

UN PAN COMO UNAS TORTAS EN CIU: LA CONSULTA DE UNIÓ Y EL INDEPENDENTISMO EXPRÉS

EL CALLEJÓN SIN SALIDA FINAL: LA DIADA, LAS GENERALES, LA DECLARACIÓN DEL PARLAMENT Y LA CUP

LA DESPEDIDA

EPÍLOGO A LA BÚSQUEDA DEL TIEMPO PERDIDO: ¡SI SE QUIERE HAY SALIDA!

UN PAN COMO UNAS TORTAS

¿VALÍA LA PENA ROMPERLO TODO?

PRÓLOGO

«La verdad raramente es pura y nunca simple».

OSCAR WILDE      

A lo largo de este último año he encontrado a personas muy diversas que, aunque en la mayoría de los casos no conocía de nada, me han ido diciendo con palabras distintas: «cuánta razón tenía» o «el tiempo le está dando la razón». En algunas ocasiones era simplemente una especie de saludo, como quien dice «buenos días» o «adiós». Venía a ser una cortesía de personas que te encuentras por la calle o saliendo del cine o en un restaurante... Otras veces la conversación se alargaba el tiempo suficiente para entender que me hablaban del «procés», de la independencia o de declaraciones o reflexiones que yo había formulado en los últimos años antes de dimitir como presidente del comité de gobierno de Unió, al asumir la responsabilidad política de nuestros fracasos electorales.

Hace poco, a principios de año, charlando con mi amigo y editor Fèlix Riera, en la cafetería de un céntrico hotel en Barcelona, nos abordó una persona a la que ninguno de los dos conocía. Interrumpió amablemente nuestra conversación y nos espetó sin preámbulos un «Sí, sí, ciertamente, hemos hecho un pa com unes hòsties». En pocos minutos, nuestro inesperado interlocutor nos explicó qué pensaba sobre lo que ocurre en Catalunya con el «procés» independentista. Nos confesó —aunque no se lo preguntamos— que votó Junts pel Sí el 27-S y al mismo tiempo nos expresó su desencanto ante la situación actual. Después de maldecir al gobierno catalán, y aún más al español —eso sí repartiendo contra ambos a diestro y siniestro—, y de explicarnos que unos y otros esparcen estiércol en el terreno del adversario sin ser conscientes de que las dos partes huelen mal, se detuvo un instante para referirse a algo que yo había dicho. Con cierta imprecisión, recordaba una declaración mía de hace tiempo sobre lo que estaba pasando y cómo creía que terminaría. Nos dimos cuenta de que nuestro nuevo contertulio se refería al «pa com unes hòsties» que él mismo acababa de mencionar.

Nos quería dejar claro que tenía bien memorizada la expresión «haremos un pa com unes hòsties». No sabía ni cuándo, ni dónde, ni si lo había dicho una o varias veces. Pero recordaba que era un pronóstico que yo había anticipado sobre cómo podía terminar lo que estaba ocurriendo. Efectivamente, lo dije por primera vez el día 2 de octubre de 2013 en una entrevista en El Matí de Catalunya Ràdio con Mònica Terribas.

Hablaba del «procés» independentista y afirmé textualmente: «Si el proceso rompe CiU y el PSC y fortalece a ERC y Ciutadans, habremos hecho un pa com unes hòsties». A partir de ese día, fui repitiendo, ampliando y profundizando esta primera reflexión. En cualquier parte, a los que me querían escuchar, les dije que el proceso no llevaría a la independencia de Catalunya, pero que, en cambio, rompería al PSC —y que, aunque algunos se frotaran las manos, esta circunstancia no sería buena para el país—, dividiría a CiU, rompería Unió e ICV, haría subir a Ciutadans, y ERC quedaría hegemónica en el espacio nacionalista; en consecuencia, habríamos hecho un pa com unes hòsties. Uno de los medios de comunicación donde seguramente profundicé más en la reflexión fue, unos meses después, en 8tv con Josep Cuní y con los tertulianos que ese día tenía en su programa.

También reiteré dicha cita en alguna de las cartas que semanalmente publiqué en la página web de Unió y que, si bien tenían por destinatario principal la militancia del partido, algunos medios de comunicación reproducían partes de su contenido.

Precisamente, al recordar las cartas web, la persona que se había introducido en la conversación que mantenía con Fèlix Riera, me apeló informalmente para que, de una manera o de otra, publicara ahora lo que redacté años atrás. Inmediatamente, crucé con Riera una mirada de complicidad. Como si uno le dijera al otro: «Ay caray, buena idea, ¿y por qué no?». Riera sabe que estoy escribiendo mis memorias para la Editorial Planeta. Por lo tanto, aquel reto tácito plasmado visualmente iba en otra dirección.

En efecto, cuando la tercera persona se despidió muy amablemente de nosotros, la vocación de editor del amigo Fèlix hizo brotar al instante la idea de recopilar una selección de cartas web de los últimos años que se refirieran sobre todo al «procés» para publicarlas sin dilación. En todo caso, no sería la primera vez que lo hacíamos. En el año 2011, con el título Cartas de Navegación, la Editorial Columna —bajo la dirección del mismo Riera— había publicado una parte de las escritas en años anteriores. Ante la nueva propuesta, puse solo una condición: que Xavier Viejo, periodista y persona de excelencia, que a lo largo de años ha sido mi jefe de prensa en Unió, colaborara en la recopilación y condensación de lo que él creyera de mayor interés. Aceptada la propuesta por Viejo, los tres pusimos manos a la obra para terminar el libro que ahora ve la luz.

No hemos reproducido íntegramente todas las cartas seleccionadas porque sería una obra de extensión desproporcionada. Hemos optado por reproducir los fragmentos que pueden testimoniar mejor lo que he pensado y dicho desde el 2012, a raíz de la propuesta del pacto fiscal que desde Catalunya se planteó al gobierno del Estado y todo lo que después sucedió.

Lo que sí que hemos querido tanto el editor, Xavier Viejo, como yo mismo es ser fieles a lo que en su día se publicó. No se incluye, pues, todo lo que aparecía en las cartas, pero todo lo que en este libro se encuentra es leal a lo que se escribió entonces.

Lealtad en un doble sentido: por un lado, hemos procurado que la amputación obligada de las cartas —por las razones de espacio ya mencionadas— no altere la sustancia del conjunto; y, por otro, porque no hemos corregido ni siquiera cuestiones de estilo.

Literariamente, sintácticamente... los textos son muy mejorables. E incluso las reflexiones podrían tener mucha mayor profundidad. Pero las cartas nunca pretendieron formar parte de un ensayo político. Eran reflexiones hechas a menudo a partir de la inmediatez y de la obligación de tener que colgar la carta alrededor del mediodía de cada viernes en la web. Muchas veces escribí los textos en un avión a media noche cruzando el Atlántico para enviarlas nada más aterrizar en el punto de destino. O, incluso, en ocasiones las dictaba directamente, sin escribirlas como quien hace unas declaraciones en una rueda de prensa improvisada. No tenía tiempo para más. Sin embargo —y perdonen la pedantería—, siempre he pensado, ahora y entonces, que su contenido tiene bastante interés.

La publicación de este libro con la recopilación de cartas anteriores no es ningún ejercicio de nostalgia. Después de la política —y antes también—, hay vida y les puedo asegurar que no vivo instalado en la añoranza. Ya ha quedado atrás la política como ejercicio de responsabilidades públicas, con tanta profesionalidad como he sido capaz, fruto del compromiso con mi comunidad. Otra cosa es mi interés por todo lo que afecte al conjunto y que se puede vehicular también por caminos diferentes a los de la política. Y, ni que decir tiene, ayudando a lo que los dirigentes de mi partido decidan hacer políticamente de cara al futuro. Con este libro tampoco pretendo reivindicar nada personal. Y, por supuesto, mucho menos pasar cuentas. Tengo muy claro que podría hacerlo, tanto en estas páginas como en mis memorias. Y tal vez algunas personas lo esperan, pero no es mi forma de ser. No ha sido nunca mi estilo y no tengo ni ganas, ni tiempo para cambiarlos.

Lo que sí me ha animado a publicar el libro es el deseo de hacer un acto de justicia. No a mí, por lo fácil del «…Yo ya lo decía». ¿De qué me serviría? Absolutamente, de nada. El acto de justicia es con la realidad. ¡Esta es la que es! Llevamos años asistiendo a un espectáculo grotesco en el que unos y otros han intentado manipular constantemente la realidad. Durante los últimos años, las pantallas se han ido sucediendo, pero la realidad es tozuda. Se ha hecho, y se hace todavía, mucha política ficción, pero llegará el día en que esta no dará más de sí y, entonces, la terca realidad se impondrá. Releyendo las cartas, adquiere sentido la metáfora que un amigo me contaba de su abuelo campesino. Cuando él —muchacho de ciudad— era jovencito e iba al pueblo de su abuelo en las comarcas de Lleida, salía a coger caracoles. A menudo no pillaba ninguno, pero el abuelo le decía: «No traes ninguno, pero has estado con los caracoles porque se aprecia en tus pantalones la baba de uno que te ha subido por la pernera». Pues bien, al igual que el caracol, este libro deja pistas y, si se siguen, se puede encontrar un camino. Quien no quiera hacerlo es bien libre de no hacerlo, pero puede acabar perdiéndose.

Estos años se ha hecho mucho ruido. Lo hay en estos momentos y nada hace prever que no haya aún más en los próximos meses. Un ruido más intenso todavía. ¡Ensordecedor! La lectura de estas cartas, que han intentado apartarse del ruido, permite ver hacia dónde van las máquinas que lo originan. Muchos se han limitado a hacer ruido. Otros se han dedicado a sentirlo, pero probablemente son muchos los que, con tanta estridencia, no han podido ver que las máquinas que lo provocaban nos llevan a todos al precipicio.

El tiempo no lo cura todo, como alguno de los maquinistas sostiene con su actitud. Pero el tiempo sí que agrava las situaciones cuando no se afrontan desde el realismo. Las emociones y las pasiones han agrandado las diferencias. Y cuando esto sucede solo hay perdedores. Demasiada propaganda y contrapropaganda. Se han perdido muchas energías y, como mínimo, se puede hablar de hipocresía cuando ahora se reacciona con desaire porque, a media navegación, tu pareja te ha relevado en el timón. Se han roto muchas cosas. La «trencadissa» (rotura) es histórica. ¡Hay que decirlo! ¡Y repetirlo!, una y otra vez. Hay que incidir tantas veces como sea necesario para encontrar la respuesta a la pregunta «¿Valía la pena?». Al menos es necesario que nos interroguemos sobre esto.

En alguna de las cartas se hace alusión a la afirmación de una compañera que hace tres años me dijo: «Con España, no hay que negociar nada más». Sin embargo, la realidad es que no dejo de ver reuniones del vicepresidente de la Generalitat de Catalunya, Oriol Junqueras, con la vicepresidenta del gobierno central, Soraya Sáenz de Santamaría, negociando el Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) y otras cuestiones presupuestarias. Y recuerdo también lo que el portavoz de un grupo catalán decía en el conocido Debate del Estado de la Nación de 2013: «Los emplazo a vernos en la ONU el próximo año». ¡Y ya llevaba dos años despidiéndose de España, de la que todavía no se ha movido! O a la inversa, los que desprecian el problema no dejan de hacer gestiones para que no se conozca. Pero el problema está ahí y cada vez más enquistado. Quizá valdrá la pena, por lo tanto, hacer justicia a la realidad y empezar a cambiar las actitudes. ¡Unos y otros!

Ante problemas de esta magnitud, se tiende a tratar de simplificarlos: encontrar un solo culpable, buscar una idea que lo explique todo, aunque se pierdan los matices y con ellos la realidad. Precisamente, es lo que está pasando aquí y ahora. Es casi imposible evitar esta tendencia reduccionista, pero un político que bebe del humanismo cristiano debe trabajar en contra de ella. Ceder al reduccionismo nos conduce a juicios reduccionistas: blanco o negro. Y si nos acostumbramos a esta manera de pensar, nos puede situar en visiones ideológicas de la realidad que terminen por sustituirla y, en ocasiones, por violentarla.

A menudo se habla de si el independentismo es o no populismo. Tengo mi opinión, pero ahora no viene al caso. Lo que sí es importante es ser conscientes de que algunos hacen populismo al defender la independencia. Como lo hacen otros cuando niegan la realidad nacional de Catalunya, su identidad cultural y lingüística y su voluntad de ser.

EL «BIG BANG» DEL PROCESO:
EL PACTO FISCAL.
¿CHOQUE DE TRENES?
 

¿les suena el escenario escocés?

Escocia ha sido noticia. Alex Salmond ha dejado entrever sus intenciones en relación al referéndum sobre la independencia. No ha decidido definitivamente lo que preguntará todavía, pero ha marcado terreno propio ante el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, diciendo que será él y no el gobierno británico el que fijará la fecha y los contenidos del referéndum. Tengo un amigo, también amigo íntimo del primer ministro escocés, que conoce bien sus intenciones. Por tanto, apuesto que al final la pregunta será doble. Salmond sabe que no hay una mayoría independentista, pero sí una gran mayoría que quiere más poder para Escocia, sobre todo económico y fiscal, es decir, no la independencia, pero sí el pacto fiscal, que es lo que realmente busca. ¿Les suena el escenario escocés?

27 de enero de 2012

el gobierno español

debe actuar con inteligencia

Hemos terminado la semana prácticamente con el primer encuentro entre el president Artur Mas y el presidente Mariano Rajoy. Cuando se hacen este tipo de cumbres, se suele preguntar cómo ha ido o si ha servido de algo. Me atrevo a decir que ha ido bien, sobre todo porque no se esperaban resultados inminentes, y que ha servido de mucho porque el president Mas ha reiterado y dejado bien claros cuáles son los objetivos de Catalu-nya, con los que el gobierno del Estado puede colaborar o no. Del grado de colaboración y de entendimiento depende que el futuro de la relación entre CiU y el PP, y sobre todo entre Catalunya y el resto del Estado, sea de una forma o de otra. Ahora, como nunca, el Gobierno español debe actuar con inteligencia. Cerrar las puertas al pacto fiscal supondría abrirlas a un proceso que nadie sabe adónde nos podría conducir, que no interesa a España y seguramente tampoco a Catalunya.

3 de febrero de 2012

¡qué histeria, dios mío!

Ayer por la mañana, cuando me levanté a las seis y media para ir a Antena 3 y vi las portadas de algunos medios, me quedé asombrado. La aprobación de la ley de consultas era interpretada como un Seis de Octubre. ¡Qué histeria, Dios mío!

En el mismo programa de Antena 3 tuve que hacer pedagogía. (Debo decir que intento hacerla tanto como soy capaz y que, aunque no siempre es eficaz, la sigo considerando imprescindible, en contra de lo que otros piensan). ¡Qué miedo a las consultas! ¡Pero si incluso se hizo una consulta sobre la Diagonal de Barcelona! ¿Por qué tanto miedo a que la ciudadanía pueda expresar su posición sobre una cuestión determinada? Sabemos, además, que la ley de consultas es eso, de consultas y no de referendos. Que el resultado no es vinculante y que está hecha en el marco de lo que dice el Tribunal Constitucional sobre nuestras competencias. No llego a entender el terror que algunos tienen de que los ciudadanos catalanes se pronuncien. Es un simple ejercicio de democracia. ¿A quién puede molestar la democracia? Solo a los que no son demócratas. Y más aún si tenemos en cuenta que, ya que las consultas no son vinculantes, los consultados ni siquiera deciden necesariamente.

Todos conocen mi opinión sobre la viabilidad de la independencia. También se sabe que tampoco considero viable ni deseable seguir en la actual situación, pero el Estado no debería tener tanto miedo a que un pueblo se pronuncie. En relación al proceso escocés —ya he dicho en alguna ocasión que lo que quiere su premier, Alex Salmond, es incrementar los poderes políticos y eco-nómicos y no la independencia—, recuerdo una frase de las memorias de Margaret Thatcher: «Como nación, ellos —los escoceses— tienen un inalterable derecho a la autodeterminación nacional». ¡Qué diferencia con los dirigentes españoles!

16 de marzo de 2012

la asignatura pendiente

Hay que repensar el Estado de las autonomías. Actualmente las hay que tienen más competencias de las que querrían y pueden gestionar. Y, en cambio, otras —sobre todo Catalunya— tienen menos de las que querrían y de las que pueden gestionar. Y, sobre todo, Rajoy debe saber que Catalunya sigue siendo la asignatura pendiente del espíritu de la Constitución del 78. A pesar de las dificultades del desarrollo de su Estatuto, los vascos tienen resuelto el problema principal. Me refiero al económico. Catalunya no lo tiene resuelto y cada vez más la gente es más consciente. Y por ello, cada vez hay más personas que se consideran cabreadas con la actitud que las instituciones españolas mantienen respecto a Catalunya.

A menudo se habla de choque de trenes. Ciertamente, yo mismo lo he hecho desde la tribuna del Congreso. Esta es mi sensación: el tren de las instituciones del Estado, de buena parte de la población y de algunos medios de comunicación avanza a una velocidad y el tren de la sociedad catalana, de la mayoría de las fuerzas políticas de nuestro país, también lo hace a gran velocidad. Pero ambos circulan por la misma vía en dirección contraria y, si no hay un cambio de agujas oportuno, el choque será inevitable. Ahora bien, conviene que todos seamos conscientes de que, cuando hay un choque de trenes, suelen descarrilar ambos y se lesionan las personas que viajan en ambos convoyes. Ello nos obliga, pues, a tener en cuenta las consecuencias del choque de los trenes y no solo en Catalunya, sino sobre todo en España. Sin Catalunya, o con una Catalunya que cada día expresa más su insatisfacción por razones económicas, España no tiene salida. Seguramente tampoco nosotros tendríamos ninguna salida clara. Pero sobre todo los que tienen la responsabilidad de gobernar el Estado son los que pueden y deben hacer algo para resolver este posible choque de trenes.

Nuestro planteamiento es claro: resolver el tema del pacto fiscal y, por tanto, reducir sensiblemente el déficit fiscal que hoy existe entre lo que la sociedad catalana paga y lo que recibe a cambio. El pacto fiscal debe plantearse —y lo he dicho muchas veces también— con el máximo consenso posible en Catalunya. Por este motivo no debemos descansar y buscar el consenso de otras fuerzas políticas. Ojalá fuera posible también con el PP, pero al menos deberíamos conseguir el consenso de los socialistas, de ERC y de ICV. Solos no lo conseguiremos.

4 de mayo de 2012

esta diada abre una nueva etapa

Si de una cuestión conviene hablar esta semana es de la manifestación del 11 de Septiembre. Si no lo hiciera, no se entendería. De entrada, es bueno recordar que el 30 de agosto la permanente del comité de gobierno de Unió decidió asistir a la manifestación convocada por la Assemblea Nacional de Catalunya, y no porque estuviéramos de acuerdo con el lema de la convocatoria o con la propuesta de independencia para mañana mismo que sus dirigentes ponían de relieve en sus declaraciones —incluso disentían de él y lo oponían a la propuesta del pacto fiscal—. Defendimos ir para dejar muy claro que Unió quería sumar su voz para hacer sentir la voluntad de ser de Catalunya y de defender su dignidad. Pero, cuidado, sabiendo que los que no irían también son pueblo de Catalunya. Sobre todo, íbamos por el llamamiento del president Mas del 9 de agosto para defender el pacto fiscal, en plena coherencia con el compromiso de CiU y del Gobierno de Catalunya con la ciudadanía del último ciclo electoral, es decir, por el pacto fiscal.

Todo esto, sin embargo, antes de la manifestación. Ahora se trata de hablar de ella, así como de sus consecuencias. Sé que es una obviedad decirlo, pero ha sido una manifestación histórica. La historia nos dirá qué incidencia real tendrá en el futuro de Catalunya. Además —hay que reconocerlo— las proclamas de los manifestantes pedían más la independencia que el pacto fiscal, incluidos los que lo han defendido y lo continúan haciendo. ¿Tiene lógica esta contradicción? Yo no he renunciado al pacto fiscal. Si no, ¿qué sentido tendría la reunión solicitada por el president de mi país con el del gobierno del Estado? ¡Ya serán ellos los que cierren la puerta! ¿Puede tener alguna incidencia en la respuesta del gobierno del Estado pedir el pacto fiscal y, al mismo tiempo, proponer la independencia? El tiempo lo dirá. La manifestación —hay que decirlo también— fue pacífica, transversal, gozosa...

Este 11 de Septiembre abre una nueva etapa. Nadie lo duda. El tiempo irá poniendo de relieve las dificultades que seguramente conllevará. Hay que pensar, y mucho. A mí no me da miedo nada y no tengo duda de que Unió contribuirá a la vía que nacionalmente el pueblo de Catalunya se proponga el día que sea consultado. Pero también dedicará todas sus capacidades a que no descarrile el tren que se decida utilizar. Ayer jueves el president Mas hablaba en Madrid de la necesidad de crear estructuras de Estado —sí, se nos niegan desde el Estado que hemos ayudado a construir—, defendía la soberanía fiscal... Repasen la ponencia política del último congreso de Unió —no se queden con los titulares y los reduccionismos—, relean el documento sobre la soberanía de Catalunya aprobado en el consejo nacional extraordinario de Sant Cugat en 1997 (lo pueden encontrar en el apartado el partido/cronología de la página web de Unió). Entonces ya proponíamos soberanía fiscal, cultural, jurídica... Y no hace falta decir que pronto se cumplirán ochenta y un años de nuestra defensa del derecho a la autodeterminación.

la soberanía solo tiene un límite:

la cohesión social

La nueva etapa que abre este 11 de Septiembre obliga al Gobierno español, al PP, al PSOE y a las instituciones del Estado —desde la más alta hasta la menos importante— a replantearse las relaciones con Catalunya. Pueden no estar de acuerdo con nuestros planteamientos, pero no los pueden ignorar, y menos aún menospreciarlos. Las relaciones deben ser de tú a tú con Catalunya. Mientras tanto, en Catalunya, debemos ser inteligentes. Hasta el final del trayecto, hay mucho camino por recorrer, todos juntos, nos hayamos manifestado o no el 11 de Septiembre y lo hayamos hecho por un motivo o por otro. Una parte muy amplia de la sociedad ha transmitido un mensaje a los partidos. No queremos continuar con el actual estatus político, económico, financiero, que impone el estado español. Tampoco queremos el acoso a nuestra lengua. Estamos hartos: decimos ¡basta! Esta situación obliga a todos los partidos a reflexionar a fondo. También a Unió, como decía antes. Pero los pasos que se den deben ser firmes. No avanzaremos si lo único que nos guía son los sentimientos. Estos son imprescindibles e inevitables. Catalunya es más sentimental de lo que se cree en el resto del actual Estado español. Pero los sentimientos deben racionalizarse y hacerse viables. Si no lo hacemos, la frustración será inevitable. Y las consecuencias las sufriría toda Catalunya, pero políticamente tendría un coste elevado para sus responsables.