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© Universidad del Pacífico

Av. Salaverry 2020

Lima 11, Perú

www.up.edu.pe

GRUPOS ECONÓMICOS Y MEDIANA EMPRESA FAMILIAR EN AMÉRICA LATINA
Martín Monsalve Zanatti (editor)

1a edición: febrero 2014

1a edición versión e-book: marzo 2014

Diseño de la carátula: Icono Comunicadores

ISBN: 978-9972-57-275-3

ISBN e-book: 978-9972-57-283-8

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2014-02467


BUP

Monsalve, Martín (editor), Grupos económicos y mediana empresa familiar en América Latina, Lima: Universidad del Pacífico, febrero 2014 (600 ejemplares).

206 p.

1. Grupos económicos -- América Latina

2. Pequeñas y medianas empresas -- América Latina

3. Empresas familiares -- América Latina

4. Empresarios -- América Latina

5. Élite (Ciencias sociales) -- América Latina

I. Monsalve Z., Martín

II. Universidad del Pacífico (Lima)

ePub por Hipertexto / www.hipertexto.com.co

338.644

Miembro de la Asociación Peruana de Editoriales Universitarias y de Escuelas Superiores (Apesu) y miembro de la Asociación de Editoriales Universitarias de América Latina y el Caribe (Eulac).

La Universidad del Pacífico no se solidariza necesariamente con el contenido de los trabajos que publica. Prohibida la reproducción total o parcial de este texto por cualquier medio sin permiso de la Universidad del Pacífico.

Derechos reservados conforme a Ley.

Presentación

Los grandes grupos económicos son uno de los objetos de estudio más importantes en el campo de las ciencias políticas y la historia empresarial en América Latina, sin embargo, el énfasis en su estudio a veces deja de lado el análisis de las medianas empresas en la región. Es por eso que en este libro hemos recopilado trabajos de investigación que discuten ambos temas y que nos brindan desde visiones panorámicas hasta discusiones conceptuales acerca de la validez del concepto de grupo económico o la importancia del concepto de path dependence para entender la trayectoria de una empresa familiar mediana.

En el capítulo que abre esta colección, Tomás Undurraga une el análisis clásico de la economía política de los grupos económicos chilenos con un innovador estudio acerca de los circuitos culturales de la élite económica de ese país. En la primera parte de su capítulo, Undurraga explora los cambios en la composición de los grupos chilenos durante el período 1973-2000, para lo cual toma como variables los ciclos de privatizaciones, la creación de las administradoras de fondos de pensiones, y el rol de los tecnócratas y gerentes profesionales en los sectores estatal y privado, respectivamente. Posteriormente analiza la retórica política del empresariado chileno durante la transición democrática, cuando sus integrantes se autoproclamaban como los garantes del modelo de crecimiento de su país. También señala que la cultura empresarial chilena se construye de forma endogámica con base en una serie de redes informales que combinan parientes y compañeros del colegio y/o universidad.

En la última parte de este capítulo, Undurraga nos invita a hacer un recorrido por los circuitos culturales del capitalismo chileno. El autor sostiene que a través del engranaje de centros de investigación, prensa económica y los gremios empresariales, las firmas chilenas logran instalar en la opinión pública los temas que son de su interés, argumentos favorables para las discusiones legislativas y transformar positivamente las críticas que reciben. Sin embargo, Undurraga termina sugiriendo que, irónicamente, el acceso directo al poder político a través del presidente Piñera ha debilitado la imagen de la eficiencia empresarial en la opinión pública chilena.

Los capítulos de Beatriz E. Rodríguez-Satizábal y Luis Alfonso Ramírez nos dan un panorama general sobre los grupos económicos y las empresas en Colombia y México, respectivamente. Rodríguez-Satizábal analiza las características y la composición de los grupos económicos colombianos entre 1974 y 1998, un período marcado por cambios profundos en el modelo económico y la legislación comercial. Para la autora, es alrededor de 1974 que comienzan a consolidarse los grupos económicos colombianos. Evidentemente, esto no quiere decir que antes de esta fecha las familias empresarias no fueran propietarias de compañías importantes, sino que a partir de ese momento las familias comienzan a crear empresas tipo holding para administrar mejor sus inversiones. Los directivos de estos holdings son controlados por los miembros de la(s) familia(s) fundadora(s). Asimismo, los grupos colombianos, como los de otros países de la región, van a diversificar sus inversiones hacia el sector financiero para asegurarse fuentes de capital que les permitan dinamizar sus políticas de diversificación de negocios.

A diferencia del texto de Rodríguez-Satizábal, el capítulo de Luis Alfonso Ramírez tiene un eje historiográfico, a través del cual hace un recorrido por los estudios de élite, de empresarios, de pequeñas y medias empresas, hasta llegar a los trabajos referidos a los grupos económicos y empresas regionales. Hacia el final de su ensayo historiográfico, Ramírez hace una reflexión acerca de los niveles de inversión y de desarrollo empresarial en las regiones de México. El autor propone que la concentración en infraestructura y capitales en la región norte y el Distrito Federal hacen a la región sur menos atractiva para la zona sur del país.

Los siguientes capítulos pasan de las visiones generales a los estudios de caso. El primero de ellos es de Mario Cerutti, quien a través de un análisis de la historia de la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey discute la validez del concepto de grupo económico como categoría universal para entender casi todas las formas organizacionales de la gran empresa en América Latina. El autor propone hacer una diferenciación entre grupo industrial y grupo económico.

En su análisis de la Fundidora de Fiero y Acero de Monterry, Cerutti señala que dos variables son claves para explicar la evolución histórica de la empresa. La primera de ellas son los cambios de las relaciones entre la empresa y los gobiernos locales y federal. La segunda variable es la marcada tendencia de la firma a realizar eslabonamientos productivos, administrativos y distributivos hacia adelante y hacia atrás, lo que genera una diversificación de sus inversiones. Es a partir de esta característica de la empresa de acero que Cerutti elabora su definición de grupo industrial como una “estructura fuertemente integrada en torno a una actividad eje, por lo general asentada sobre un solo sector productivo”. En cambio, un grupo económico incluiría dentro de su estructura empresas cuyas actividades no necesariamente estén relacionadas. Los grupos económicos podrían incluir dentro de su composición a grupos industriales y mucho más complejos que estos últimos desde el punto de vista organizativo y de sus estrategias de expansión.

Los dos últimos capítulos abordan desde estudios de caso el tema de la mediana empresa familiar. Metodológicamente siguen el esquema del estudio de caso basado en entrevistas a las distintas generaciones de empresarios que han formado y dirigen la empresa. En ambos capítulos los autores han contrastado sus casos con marcos teóricos para resolver las preguntas que guían las investigaciones.

En el primero de estos análisis, David Wong se pregunta: ¿cómo en una empresa familiar mediana los valores influyen o condicionan su competitividad? Para responder a esta pregunta, Wong analiza los testimonios de tres generaciones de líderes de la empresa MODA, dedicada a la producción y a la venta minorista (retail) de confecciones. Wong sostiene que el paso de las generaciones crea en los directivos de las empresas familiares un conocimiento “tácito” sobre la cultura organizacional de la empresa y las estrategias de inversión por seguir. Este tipo de conocimiento, que solo se adquiere de manera “inconsciente” o “natural” en el interior del grupo familiar, es para Wong la base para la formación de las ventajas competitivas de la mediana empresa.

El último capítulo de este libro trata precisamente sobre las posibilidades de las empresas medianas familiares para crear ventajas competitivas. A partir del estudio del caso de una compañía dedicada a la industria gráfica, Wong, Parodi y Monsalve exploran las posibilidades de la mediana empresa familiar para poder desarrollar ventajas competitivas. Para ello, ligan su análisis de la historia del caso al concepto de path dependence o dependencia de trayectoria, y exploran tres posibilidades para la creación de ventajas competitivas: (a) nichos de mercado, (b) producción de lote mínimo y (c) innovaciones tecnológicas. El aporte más interesante en este texto se encuentra en los intentos de ligar la historia familiar y de la empresa con un marco teórico que permita el trabajo interdisciplinario entre administradores, economistas e historiadores.

De esta forma, este libro ofrece al lector un recorrido por los estudios de los grupos económicos, grupos industriales y medianas empresas de la región desde una perspectiva multidisciplinaria que incluye las visiones de políticologos, administradores, economistas e historiadores. Esta combinación de disciplinas se ve reflejada en la forma en que se abordan los capítulos; es decir, iniciamos el libro con visiones generales sobre los grupos económicos para terminarlo con estudios de caso de empresas familiares. Sin embargo, en todos los artículos se pretende tratar de introducir el tema estudiado dentro de una problemática más amplia. Finalmente, uno de los denominadores comunes en todos los artículos es la importancia de las redes familiares en la implementación y expansión de los negocios en la región.

Rearticulación de grupos económicos y renovación ideológica del empresariado en Chile, 1975-2012: la paradoja de la concentración

Tomás Undurraga{1}

University of Cambridge

I. Introducción

Las últimas cuatro décadas es uno de los períodos de mayores transformaciones político-económicas en la historia de Chile. Desde la década de 1970 a esta parte, Chile habría experimentado una transición de un capitalismo inspirado en Europa continental a uno orientado en los Estados Unidos, un proceso iniciado con Pinochet pero continuado por la Concertación (Tironi 2006){2}. Mientras el primero liberalizó el capitalismo chileno, cambiando su eje colectivo regulado y alentado por el Estado a uno individual de corte liberal, liderado por las empresas privadas, la Concertación no rompió con este modelo sino que intentó compensarlo con políticas sociales pro equidad (Tironi 2006; Muñoz Goma 2007). Durante este período, el ingreso-país se triplicó y la pobreza se redujo de un 40% en 1989 a un 15% en 2010, mejorando las condiciones materiales de la población (Cepal 2010). No obstante el crecimiento, los niveles de inequidad país se mantuvieron prácticamente inalterados.

La renovación neoliberal del capitalismo chileno y los procesos de privatización de empresas del Estado, generación de nuevos mercados y apertura económica internacional, tuvieron un impacto significativo en la desarticulación y rearticulación de las élites económicas. Con contadas excepciones, los principales capitales y grupos controladores de empresas al año 2010 son diferentes de hace cuarenta años; la forma de hacer negocios dista sustancialmente de cómo operaban unas décadas atrás; y la posición social de que gozan empresarios y ejecutivos en Chile es significativamente distinta de la que poseían antes de 1980{3}. Las élites económicas han acumulado una creciente posición de poder en las décadas recientes (Fazio 1997, 2005; Monckeberg 2001, 2009). Ellas presentan una sorprendente concentración de riqueza, visibilidad e influencia, no solo porque este período es el de mayor riqueza en la historia de Chile, sino porque la forma que tomó el capitalismo chileno -una economía de mercado de carácter jerárquico- sitúa al sector privado como protagonista principal de la reciente modernización. Las élites económicas se han renovado y reproducido a la vez. Hay renovación, en cuanto nuevos conglomerados emergieron en la propiedad de las empresas -especialmente al alero de las privatizaciones del régimen de Pinochet-; pero también reproducción, en cuanto estos cambios en las posiciones dominantes fueron dentro de un mismo segmento social. En consecuencia, si bien han cambiado algunos nombres, prácticas y reputación del empresariado, durante este período se han reproducido las características del orden social (Bourdieu y Passeron 1977).

Las transformaciones en las élites económicas chilenas han sido estudiadas desde diferentes ángulos. La conformación de los grandes conglomerados, los cambios en la propiedad de las empresas y los “mapas de la extrema riqueza” han sido preocupación desde hace medio siglo (Lagos 1962; Dahse 1978; Rozas y Marín 1989; Fazio 1997, 2000, 2005; Monckeberg 2001, 2009). En paralelo, otras investigaciones han indagado en los cambios del empresariado como actor social, caracterizando su forma de hacer negocios y los rasgos de la cultura empresarial (Benítez 1991; Tironi 1999; Ramos 2009; Montero 1996). Un tercer tipo de estudios se han enfocado en las ideas que influencian las concepciones económicas de la élite, explorando en las ideologías y comunidades epistémicas que inspiran su accionar (Valdés 1995; Dezalay y Garth 2002; E. Silva 1996, 1998, 2002; Montecinos 1993, 1997). Un cuarto grupo de investigaciones se han concentrado en los mecanismos de distinción y reproducción de las élites económicas, revisando el entramado de relaciones sociales, familiares y religiosas existente en este segmento (Zeitlin y Ratcliff 1988; Stabili 2003; Thumala 2007; Monckeberg 2003; Núñez y Gutiérrez 2004).

Finalmente, otros estudios se han concentrado en los procesos políticos y sociales recientes y han estudiado su impacto en la clase empresarial (Arriagada 2004; Huneeus 2001; PNUD 2004; Correa 2004; Gárate 2012; Mayol 2012).

Este ensayo revisa los aportes de esta literatura con el propósito de abordar las transformaciones de la élite económica en Chile y su contexto político entre 1975 y 2010. Entrega un panorama sobre los principales consorcios empresariales y describe algunas singularidades de la cultura de negocios chilena. Indaga en los puntos de inflexión de los procesos sociopolíticos recientes, explorando los grupos que se fortalecieron y los que se debilitaron en este período. Constata la emergencia del empresariado como actor protagónico, y reflexiona sobre cómo el éxito económico del país y la ofensiva ideológica de los gremios empresariales entregaron un nuevo estatus político a la élite emergente. Discute finalmente el rol de los “circuitos culturales del capitalismo” en la promoción del sector privado y la defensa del modelo de mercado. Este ensayo utiliza material recolectado en 60 entrevistas realizadas en 2008 y 2009 con agentes de la élite económica, como empresarios, consultores de empresas, periodistas económicos y académicos de los negocios.

El texto se estructura en cuatro partes. Primero, explora los principales cambios en los grupos económicos en este período, e indaga sobre factores políticos determinantes en la emergencia de nuevos conglomerados. Segundo, expone algunas singularidades de la cultura de negocios y prácticas laborales de empresariado. Tercero, describe el rol de los circuitos culturales del capitalismo en la promoción de los valores empresariales, reflexionando sobre el impacto de ese discurso en la visión naturalizada que las élites tienen del mercado. El artículo cierra reflexionando sobre la paradoja actual que experimenta el sector privado: la conquista política que significó la elección del empresario Sebastián Piñera como presidente, en vez de fortalecer a los empresarios, parece estar debilitándolos.

II. Rearticulación de grupos económicos en contexto de reforma del capitalismo chileno

La reforma agraria y estatización de empresas durante el gobierno de Allende (19701973), la privatización de empresas públicas y creación de nuevos mercados privados por las reformas neoliberales de Pinochet (1973-1990), y la consolidación del “modelo chileno” (Muñoz Goma 2007) de capitalismo jerárquico pro negocios durante los gobiernos de la Concertación (1990-2010), implicaron la emergencia de grupos económicos y cambios en la propiedad de las empresas. Durante este período, la clase empresarial sufre transformaciones tanto en su composición interna como en su participación en la política económica y en el debate ideológico (Montero 1993). La élite económica se amplió (Tironi 1999), se fusionó con y en parte remplazó a las élites tradicionales (Gárate 2012). Una nueva clase empresarial surgió al alero del régimen militar. Funcionarios y grupos económicos vinculados con la dictadura se beneficiaron de las privatizaciones (Monckeberg 2001; Cámara de Diputados de Chile 2005; Huneeus 2001). La posición de privilegio en los nuevos mercados de servicios privados de pensiones, salud, energía, telecomunicaciones o educación superior, entre otros, habría facilitado su desarrollo y expansión posteriores.

La concentración de la propiedad es un rasgo histórico del capitalismo chileno. Si bien el tipo de capitalismo liberal (Tironi 2006) desarrollado desde la década de 1980 cambió los modos de acumulación y vio emerger nuevas fortunas, el protagonismo de los grupos económicos ha sido una constante en la historia de Chile. Medio siglo atrás, Lagos (1962) alertaba que la configuración del capital estaba concentrada en el latifundio, los bancos y la industria{4}. Los principales conglomerados se formaban alrededor de la banca y tenían una enorme influencia en el régimen jurídico-institucional del país. Como las grandes unidades de producción estaban en manos privadas, Lagos (1962) concluía que el defecto del sistema capitalista era que las ventajas y utilidades obtenidas benefician solo a unos pocos grupos, aumentando su poder económico.

Dos décadas después, Dahse (1979) construyó “el mapa de la extrema riqueza de Chile”, el cual daba cuenta de importantes cambios en la propiedad, pero no en la concentración de la riqueza. La estatización de bancos y empresas durante el gobierno de Allende, la posterior devolución durante el régimen militar y la primera ola de privatizaciones (19741978) afectaron la composición de los grupos económicos. En 1979, el 53% de los bienes de las 250 mayores empresas privadas era controlado por cinco grupos económicos, que junto a otros cuatro grupos manejaban el 82% de los activos, el 60% de los créditos bancarios y el 64% de los préstamos dados por instituciones financieras. La posesión de bancos seguía siendo un elemento central de los principales grupos económicos{5}.

Transcurrida otra década, Rozas y Marín (1989) actualizaron el “mapa de la extrema riqueza 10 años después”. Los autores constataron cómo las políticas monetarias de la dictadura, el colapso del sistema financiero en 1982 y la “segunda ola de privatizaciones” (1985-1988) implicaron grandes transformaciones en los grupos económicos. La reorganización de la banca, la emergencia de conglomerados beneficiados con las privatizaciones y la entrada de grupos económicos multinacionales habrían generado una desnacionalización de la economía chilena (Rozas y Marín 1989). Sin embargo, la concentración del capital se mantenía.{6}

Montero (1996) distingue la fisonomía de los grupos económicos a la fecha entre los conglomerados tradicionales -Angelini, Luksic y Matte, Cruzat-Larraín- y aquellos que surgen a raíz de las privatizaciones. Entre estos últimos estarían los tecnoburocráticos y los grupos emergentes. Los tecnoburocráticos destacan por ser grupos completamente nuevos, cuyo poder descansa en pocos ejecutivos con un knowhow específico, que fueron funcionarios públicos del régimen militar -en empresas públicas o ministerios- y luego tomaron control de las empresas del Estado que privatizaron{7}. Los grupos emergentes son conglomerados de menor envergadura compuestos por inversiones familiares o en torno a una empresa o persona, que también se expandieron desde mediados de la década de 1980{8}.

En una línea similar, Fazio (1997, 2000, 2005) vuelve a revisar la composición de los grupos económicos durante las décadas de 1990 y 2000, constatando como presencia mayoritaria la de capitales internacionales asociados a grupos locales. En 1997, los cinco mayores grupos económicos chilenos eran Angelini, Luksic, Matte, Yuraszeck -Holding Enersis- y Grupo Said{9}. Los inversionistas españoles se transformaron en un actor preponderante desde la década de 1990. En el nuevo panorama de internacionalización destacan también las inversiones de grupos chilenos en América Latina -Perú, Argentina y Brasil especialmente- en sectores como energía, forestal o comercio-retail (Benítez 1991). Por último, para el primer lustro del siglo XXI, Fazio (2005) constata que las principales modificaciones en el mapa de la extrema riqueza fueron originadas por fusiones, tomas de control y movimientos de capitales entre consorcios nacionales. Los principales grupos económicos internos continuaron siendo los mismos (Luksic, Angelini, Matte), pero se produce un crecimiento de actores provenientes de los sectores comercio-retail, servicios y financiero, como los grupos Solari, Paulmann, Ibáñez, Saieh y Piñera.

En la revisión más reciente, Lefort (2010) constata que la mayoría de los grupos empresariales en Chile son relativamente jóvenes y están dirigidos por la segunda o tercera generación de familias fundadoras, aunque en algunos casos el control ha pasado a equipos de ejecutivos y empresas extranjeras. Los grupos chilenos muestran alta concentración de propiedad, están controlados por estructuras piramidales y directorios vinculados por redes sociales y familiares. Aunque la gestión se ha profesionalizado, las decisiones estratégicas las siguen tomando las familias controladoras. Lefort (2010) recuerda que si bien las compañías chilenas hoy son principalmente privadas, en su mayoría fueron creadas por el Estado chileno y su esfuerzo industrializador a través de la Corfo desde 1939. No es el caso, sin embargo, del retail y la distribución de productos comerciales que son los sectores más destacados en la última expansión de los grupos chilenos.

Para conectar estos cambios en la propiedad de las empresas con los procesos sociopolíticos del período, Arriagada (2004) destaca cuatro eventos históricos que implicaron destrucción y reconstrucción de capital, y que explicarían la forma del actual empresariado. Primero, la reforma agraria, agilizada desde 1967, ampliada durante el gobierno de Allende, y la posterior “contrarreforma agraria” de los militares -que habría generado una nueva clase empresarial del agro sobre la base de quienes adquirieron tierras al Estado-. Segundo, la estatización de bancos y grandes empresas comerciales e industriales entre 1970-1973, la posterior devolución a privados y la “primera ola de privatizaciones” durante el régimen militar entre 1974 y 1978{10}. Estas privatizaciones -y las que vendrían- estuvieron marcadas por discrecionalidad, nulos mecanismos de control y falta de transparencia, facilitando la concentración de capital durante el régimen militar. Tercero, los cambios en la propiedad que generó la política de desregulación de los “Chicago Boys”. El “funcionamiento del mercado” habría favorecido a los grandes grupos que tenían bancos, pues accedían a los mercados financieros internacionales a tasas bajas y prestaban a empresas locales a tasas convenientemente altas (Arriagada 2004). Luego, varias fortunas acumuladas en esos años colapsaron con la crisis financiera de 1982, y llevaron al Estado a realizar la mayor intervención bancaria en la historia de Chile -21 bancos intervenidos (Barandiarán y Hernández 1999)-, produciendo otro gran cambio de propiedad en las empresas. Esta crisis agudizó la desarticulación y rearticulación del tejido productivo iniciado años antes (Montero 1996). Cuarto, la “segunda ola de privatizaciones” (1985-1988), en que se privatizaron los bancos intervenidos durante la crisis de 1982, sus empresas asociadas -el “área rara”{11}- y una veintena de empresas públicas Corfo de propiedad histórica del Estado, como telecomunicaciones, energía y transporte aéreo, entre otras{12}. La Constitución de 1980, además, permitió la creación de nuevos mercados privados en torno a pensiones AFP, aseguradoras de salud -Isapres (Ossandón - y educación superior, entre otros, que fortalecieron nuevos grupos económicos ligados al régimen militar. Para participar en las privatizaciones era necesario contar con un enorme poder de compra, que por la crisis financiera de 1982-1983 el sector privado chileno no poseía. La asociación con capitales internacionales (Rozas y Marín 1989) y la autorización en 1986 a las AFP para adquirir acciones de dichas empresas, permitió a los conglomerados nacionales ser actores protagónicos de las privatizaciones. Las AFP se convirtieron así en uno de los mayores accionistas de las empresas públicas privatizadas (Gárate 2012).

Tres sectores habrían sido los grandes beneficiados de la “segunda ola de privatizaciones” (1985-1988), según Arriagada (2004). Primero, tecnócratas del régimen militar que idearon mecanismos para quedarse con las empresas que estaban encargadas de privatizar (Monckeberg 2001; Marcel 1989) -e.g., los grupos tecnoburocráticos según Montero (1993)-. Segundo, aquellos grupos económicos que habían hecho menos compras en la primera ola de privatizaciones y que en el momento de la crisis financiera de 1982 disponían de liquidez -como Angelini-. Tercero, inversionistas extranjeros que participaron en las privatizaciones asociadas con grupos locales (Fazio 1997). La presencia de una veintena de corporaciones multinacionales hacia finales de la década de 1980 era para Rozas y Marín (1989) señal de una desnacionalización de la economía chilena.

A los cuatro eventos descritos por Arriagada (2004), agregaría dos fenómenos que han delineado la fisonomía de los grupos económicos en los últimos veinte años. Primero, la profundización del capitalismo chileno durante los gobiernos de la Concertación (Muñoz Goma 2007; Tironi 2006). Desde 1990 se completaron las privatizaciones de empresas que habían sido parcialmente privatizadas con Pinochet, se ampliaron los tratados de libre comercio, incrementando la internacionalización de la economía chilena{13}, y se constituyeron nuevos mercados a través de concesiones de obras públicas, como carreteras, sanitarias y puertos. Esta ampliación vio sumar a capitales internacionales, principalmente españoles, como actores relevantes en las élites locales (Bucheli y Salvaj 2010), especialmente en sectores como telecomunicaciones, energía y banca. Este período además vio florecer a grupos económicos chilenos en nuevos sectores como el comercio-retaíl (Falabella, Cencosud, D&S) cuya expansión no ha sido solo a nivel local sino también regional -Argentina, Perú-, así como la industria del salmón, forestal y otras basadas en extracción de recursos naturales.

Segundo, la creciente formación de oligopolios en varios sectores de la economía como farmacias, grandes tiendas comerciales, bancos o supermercados, especialmente desde la década de 2000 (Lamarca 2009). La fusión de conglomerados locales -y algunos internacionales- en el control de grandes empresas está marcada, paradójicamente, por la diversificación de las inversiones de los grupos económicos en distintos rubros. Estas fusiones, traspasos de propiedad y toma de control de empresas, si bien no han estado ausentes de polémicas y tensiones{14}, habrían reforzado la posición dominante de los principales conglomerados locales. El panorama se caracteriza entonces por la diversificación (los grupos tendrían propiedad en distintos rubros), una mayor movilidad en la propiedad (ventas, fusiones y tomas de control) y también mayor movilidad entre ejecutivos.

Los principales grupos económicos por década son:

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En suma, las élites económicas vivieron una rearticulación significativa desde la década de 1970. Nuevos conglomerados surgieron al alero del régimen militar, especialmente en nuevos mercados de servicios privatizados. Aunque los capitales extranjeros han invertido en diferentes sectores, los grupos locales han mantenido la administración de las empresas. Y si bien estos conglomerados habrían diversificado su presencia en diferentes rubros, la formación de oligopolios tendería a la concentración del capital.

III. Gestión privada, defensa del modelo y discurso país: ejes de la retórica empresarial en democracia

Los empresarios en Chile se encuentran en una situación privilegiada. Cuentan con una densa red de contactos en distintas esferas sociales (política, militar, eclesiástica, universitaria y medios de comunicación) una institucionalidad que resguarda la expansión de los negocios (amparada en la Constitución de 1980 impuesta por Pinochet), y fuertes patronales empresariales que defienden sus intereses. Desde la década de 1990 los empresarios consolidaron una posición protagónica en un país obsesionado con el crecimiento económico (Tironi 1999), constituyéndose en figura emblemática “de la triunfante economía de mercado” (Montero 1993: 38). En contraste, los sindicatos son débiles, tienen baja capacidad de convocatoria y escasa visibilidad. El modelo de relaciones laborales chileno está hecho a la medida de los intereses empresariales. Los trabajadores no tienen poder de organización sectorial para disputar el reparto de utilidades. Las negociaciones están reducidas por ley al espacio de la empresa, contraviniendo las normas internacionales en materia de huelga.

La clase empresarial chilena, si bien está compuesta por intereses heterogéneos y agendas diversas, se caracteriza por su cohesión interna y por compartir una visión, marcada por un liberalismo monetario y un conservadurismo moral (Monckeberg 2003; Correa 2004; Thumala 2007; Gárate 2012). Según Tironi (1999), el pensamiento económico neoliberal operaría como una ideología que puede responder a todas las preguntas para este sector. Durante los gobiernos de la Concertación (1990-2010), los representantes empresariales presentaron una desconfianza general hacia el Estado y la política (Arriagada 2004). En general, consideran que la principal política social es el crecimiento económico, y la gran privatización pendiente es la gestión del Estado. La elección del empresario Sebastián Piñera como presidente encarnó el sueño de modernizar el gobierno para el sector corporativo.

El empresariado chileno tiene una marcada posición política de derecha. Los Chicago Boys y el régimen de Pinochet son considerados actores fundantes del Chile actual, y los empresarios protagonistas de la modernización del país (Lamarca 2009). Muchos representantes gremiales tuvieron responsabilidades en el régimen militar, por lo que Arriagada (2004) sostiene que se trata de la élite económica más ideologizada del continente. Para estos, los temas que van en contra de su agenda -como regulaciones laborales, sindicalismo o negociación colectiva- se opondrían a los intereses del país, y pondrían en riesgo el orden y la estabilidad (Ljubetic 2008). Su ideal económico son mínimas regulaciones que limiten el emprendimiento. Su visión del mundo del trabajo aún manifiesta retazos de las trincheras opuestas que empresarios y trabajadores ocuparon durante la dictadura (Ljubetic 2008){15}. El vínculo entre militares, partidos de derecha y grandes gremios empresariales es a lo que Cortés Terzi (1997) se refería como el “circuito extrainstitucional del poder”, una red informal de influencia del sector económico sobre los actores políticos, reforzada por la propiedad de los medios de comunicación. Este circuito tuvo especial presencia durante las controversias respecto a las privatizaciones y el régimen militar durante la década de 1990. Así, los gremios empresariales se transformaron en puntal de referencia de la “defensa del modelo económico”, ejerciendo amplia influencia para resguardar la legislación e intereses de las empresas. Las patronales, altamente ideologizadas, operaban como bloque para mantener la “soberanía empresarial” y mantener cerrados “los pilares conceptuales del sistema” (Campero 2003).

Este empresariado de raíces pinochetistas ciertamente se ha modernizado en años recientes, aunque pareciera mantener viejas convicciones. Entre las razones de cambio estarían, primero, la natural renovación generacional, que ha sumado nuevos ejecutivos cuya trayectoria está menos marcada por las divisiones políticas de la dictadura, y más por carreras técnicas como gerentes de empresas. Segundo, la reputación de Pinochet pasó a ser cada vez más indefendible. La conciencia pública sobre crímenes y violación de los derechos humanos se amplió tras su detención en Londres en 1998, y el descubrimiento de cuentas bancarias con nombres falsos en los Estados Unidos con más de US$ 25 millones del fisco, en 2002, pulverizó su reputación. El mito del general “duro pero honesto” se desvaneció. Su fallecimiento en 2006 facilitó que el empresariado se desmarcara aún más del general. Tercero, los gremios empresariales comprendieron que una asociación política tan marcada no facilitaba sus relaciones con el gobierno ni el alcance de sus intereses. Ex ministros de la Concertación fueron crecientemente invitados como miembros de directorios de empresas, y algunos incluso se convirtieron en sus portavoces{16}. Los representantes de los gremios empresariales -CPC, Sofofa- pasaron a estar más alineados con el centro político, y finalmente acabaron eligiendo a un empresario con vínculos concertacionistas como representante{17}. Los empresarios han intentado neutralizar su posición política. Por último, la defensa del “modelo económico” y los principios ideológicos que agrupan a los empresarios, gozan de cierto consenso entre las élites políticas y los servidores públicos. Pareciera entonces que el empresariado ya no necesita ser el garante del modelo, como lo era en la década de 1990, pues las “leyes del mercado” se habrían naturalizado entre las tecnocracias político-económicas.

La élite empresarial que emerge desde la década de 1980 se caracteriza también por una revolución gerencial. Los empresarios profesionalizaron su gestión. Una nueva clase de ejecutivos con credenciales académicas pasó a administrar las grandes empresas{18}. Los cuadros administrativos han homogeneizado su formación, privilegiando a los ingenieros comerciales o civiles con MBA o postgrados de administración. Por ejemplo, un estudio sobre la educación de los líderes corporativos de Seminarium (2003) constataba que más del 70% de los gerentes y empresarios de las principales empresas son ingenieros civiles o comerciales. Esta “ruta lógica” en la formación de los ejecutivos tendría impacto en las percepciones de mundo y el carácter ideológico con que entienden los mercados. Para muchos de ellos, los mercados serían vistos, por un lado, como una visión ideal de actores racionales, pero a la vez como algo empírico que funciona permanentemente{119}. Los saberes de economía y gestión gozan de especial reputación en este circuito.

Los managers chilenos resaltan además por tener una visión economicista y un tipo de “management duro” orientado a la métrica, el control y la eficiencia{20}. La fascinación por la técnica, el valor que se otorga a las ciencias económicas y el encandilamiento con el management del empresariado están vinculados a los predicamentos de los Chicago Boys y la experiencia del régimen militar. La prohibición de los partidos políticos, el desprestigio de la política como politiquería y la represión de los sindicatos significó no solo un desarme de la trama social, sino también un refuerzo cultural del carácter técnico (Montero 1993). La validez “científica” y la “neutralidad” de las ciencias económicas incrementaron su valor en dictadura (Valdés 1995), y la tecnocracia de los economistas de Chicago constituía un seguro táctico para el régimen militar contra el posible retorno de la política y los políticos (Gárate 2012). Desde finales de la década de 1980, el discurso económico liberal adquirió un estatuto particular en Chile, ampliando el reconocimiento de los economistas como profesión (Montero 1993). Los nuevos grupos económicos que se beneficiaron con las privatizaciones, además, provenían del mismo entorno del régimen militar, constituido por administradores y economistas de corte neoliberal, instalando sus criterios de gestión{21}. Como destaca Callón (1998; Caliskan y Callón 2009, 2010), las ciencias económicas no solo describen o legitiman ciertas realidades, sino también contribuyen a modelar y coordinar ciertas prácticas y decisiones. La constitución de los mercados privados emergentes de las privatizaciones está marcada fuertemente por las visiones de los economistas liberales{22}. La credibilidad en los economistas no solo ganó espacio entre los empresarios, sino también en la política (Montecinos 1997).

El empresariado chileno resalta además por una recargada retórica de compromiso con el país. Su discurso de generadores de empleo y progreso refleja su anhelo de mantener su posición protagónica. En palabras de la directora de uno de los principales medios económicos: “Los empresarios sienten un sentido de responsabilidad con el país. Si bien tienen negocios en el extranjero, se enorgullecen de vivir en Chile. Suelen distinguirse de sus pares peruanos o argentinos, que viven en el exterior y administran sus negocios a distancia. Tienen una opinión política marcada y juegan un papel importante, papel que quieren seguir ejerciendo” (entrevista, enero de 2009).

En las narrativas que Thumala (2007) recogió de los empresarios destaca la conciencia que estos tienen de sus niveles de conocimiento en sus áreas de trabajo. Pero también resalta la pretensión de tener un comportamiento ético impecable o un mejoramiento moral constante. “Estos hombres quieren ser identificados con los ideales de superioridad profesional y ética, y con la justificación de un ‘gobierno de los mejores’” (2007: 97){23}. La comunidad empresarial proclama una institucionalidad estable y un ambiente de negocios honestos. Declara no pagar coimas ni tener prácticas de corrupción. Si bien el entorno empresarial chileno es reconocido desde el establishment financiero internacional por su estabilidad y legalidad, el hecho de ser una élite pequeña, de estrechos vínculos familiares y políticos, daría lugar a potenciales conflictos de intereses (Tironi 1999). La cultura empresarial local está basada en redes informales que combinan relaciones afectivas con vínculos instrumentales; redes de parientes, compañeros de colegio o universidad condicionan la forma de hacer negocios (Thumala 2007). Diversas controversias de conflictos de interés, colusión para la fijación de precios, uso de información privilegiada o falta de transparencia en negocios se han manifestado en años recientes, y darían indicios de esta sospecha{24}. Si bien el entorno de negocios chilenos funciona de manera estable y segura, el discurso purista de los empresarios pareciera no corresponder con la realidad. La endogamia de las élites económicas genera espacios de opacidad en los negocios.

Por último, autores como Arriagada (2004) o Ljubetic (2008) sugieren que los empresarios tienen una concepción apologética de sí mismos, y que se perciben con una cierta superioridad respecto a otros actores sociales. En la misma línea, Tironi (1999) criticaba a los empresarios chilenos por tener una visión elitista, poco sensible a las demandas del entorno y a los consumidores masivos. Una década después, el mismo Tironi (2012) piensa que el empresariado ha modernizado sus prácticas y las empresas han aprendido a responder a las demandas sociales y ambientales, aunque esta adaptación no habría sido acompañada de una renovación del relato empresarial. En esta visión, el problema sería que el discurso empresarial sigue anclado al pasado, donde regulación y política son enemigos del sector privado. Un análisis de la evolución de las justificaciones (Boltanski y Thevenot 2006 [1991]) de los empresarios chilenos en las últimas décadas, y un contraste con sus prácticas, es un campo de estudio que permitiría dimensionar la penetración del discurso neoliberal, sus acomodaciones y la coherencia con su actuar.

IV. La renovación del ethos empresarial y la ofensiva ideológica de los gremios

. Pero esta no fue una transformación fácil. La unidad sin precedentes que se dio entre los gremios antes del golpe no tardó en fracturarse frente a la política de de 1975 (Montero 1997). Si bien los empresarios apoyaron el golpe de Estado, las políticas de los Chicago Boys fueron resistidas por pequeños y medianos industriales, que acostumbrados a un capitalismo protegido por el Estado se vieron obligados a competir. La liberalización del comercio y apertura económica impulsada por el régimen, cual destrucción creativa a la Schumpeter (1994 [1942]), produjo la quiebra de muchas empresas y la crisis financiera de 1982, generando resistencias al monetarismo de los Chicago Boys.