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Av. Salaverry 2020

Lima 11, Perú

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BELLEZA, MUSCULATURA Y DOLOR:

ETNOGRAFÍAS DE CUERPOS EN LIMA

Liuba Kogan (editora)

1a edición: abril 2015

1a edición versión e-book: abril 2015

Diseño de la carátula: Icono Comunicadores

ISBN: 978-9972-57-321-7

ISBN e-book: XXX

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2015-05088


BUP

Belleza, musculatura y dolor : etnografías de cuerpos en Lima / Liuba Kogan, editora. -- 1a edición. -- Lima : Universidad del Pacífico, 2015.

185 p.

1. Cuerpo humano -- Antropología -- Perú -- Lima

2. Estética

3. Etnografía

4. Masculinidad

5. Feminidad

6. Antropología cultural y social -- Perú

I. Kogan, Liuba, editor.

II. Universidad del Pacífico (Lima)

306.4613 (SCDD)


Miembro de la Asociación Peruana de Editoriales Universitarias y de Escuelas Superiores (Apesu) y miembro de la Asociación de Editoriales Universitarias de América Latina y el Caribe (Eulac).

La Universidad del Pacífico no se solidariza necesariamente con el contenido de los trabajos que publica. Prohibida la reproducción total o parcial de este texto por cualquier medio sin permiso de la Universidad del Pacífico.

Derechos reservados conforme a Ley.

ePub por Hipertexto / www.hipertexto.com.co

INTRODUCCIÓN

Liuba Kogan (editora)

Este libro trata sobre la belleza, la musculatura y el dolor de hombres y mujeres limeños a partir de trabajos etnográficos. Es decir, los autores y autoras hicieron observación participante, conversaron y compartieron las experiencias de limeños y limeñas, por lo que tenemos entre manos un grupo de ensayos con una base robusta de vivencias y sólido trabajo de campo.

Cabe mencionar que este texto resulta de una colección de ensayos que casualmente terminaron compartiendo las páginas de un libro. Belleza, musculatura y dolor: etnografías de cuerpos en Lima es producto de una serie de reuniones de un grupo interesado en los estudios sobre el cuerpo. Algunos de los participantes trabajaron tesis de licenciatura para convertirlos en ensayos tomando ciertos conceptos o ejes temáticos que surgieron durante las reuniones que sostuvimos durante casi un año; otros elaboraron sus textos a partir de temáticas que investigaban sin la expectativa inmediata de publicar. En términos más precisos, formamos un grupo de estudio sobre el cuerpo para intercambiar ideas y afinar conceptos. Se trató de un trabajo interesante e intenso donde confluimos antropólogos, sociólogos, coreógrafos y comunicadores.

El encanto de los ensayos de este libro radica en lo que Foucault llama la “economía política del detalle”, pues se trabaja sobre temas que podrían pasar desapercibidos como tópicos de estudio por sus temáticas precisas cuidadosamente elegidas: el cabello, la musculatura, el dolor en los espectáculos de la lucha libre, la vestimenta en jóvenes que eluden la feminización de sus cuerpos, y los cuerpos de mujeres marginales.

Los textos de los investigadores de los hombres (Huerta-Mercado, Vera y Villa) tratan de cuerpos que se trabajan o gestionan de diversas maneras, pero lo que tienen en común es el temor a la feminización. Los participantes de las etnografías dejan bien en claro que se trata de expandir las formas de ser hombres, pero respetando una línea imaginaria que los protege de ser tildados de afeminados.

El antropólogo Alexander Huerta-Mercado se adentra en la vida de dolor y satisfacción de la lucha libre de espectáculo con el título “Paladines y villanos: corporalidad, identidad, risas y llantos en la lucha libre de espectáculo”. Parte del texto se dedica a presentar a los luchadores que encarnan el bien o el mal, como “El Profe”, “El Nene”, “Ikito”, “Ian Muhlig” y “Lee Shu”, entre otros, quienes construyen un melodrama -encarnando a diversos personajes- dirigido a hombres, a semejanza del melodrama latinoamericano enfocado en el interés de las mujeres. El exceso y el dolor representan una dramaturgia de la masculinidad, imbricada con historias de luchadores buenos y malos que tejen sus personajes a la manera telenovelesca, ayudados por afiches y redes sociales. Curiosamente, plantea el autor, pocas veces hombres en mallas pegadas al cuerpo pueden tocarse si no es por la mediación de la agresión y el dolor. Se trata, a fin de cuentas, de personajes inventados por los luchadores, que sufren en un cuadrilátero disfrutando de sus álter ego.

El comunicador Christian Vera, en su texto “Entre la pesantez y la liviandad: modalidades contrastadas de ejercicio físico y nociones de masculinidad”, señala que han aparecido distintas maneras de asumir un cuerpo masculino saludable y fuerte, que van más allá de la idea clásica de que “los hombres hacen deporte y las mujeres, dieta”. Dice Vera que existen diversos métodos que llevan a los cuerpos masculinos hacia la armonía, la estética, la salud y la espiritualidad; y cuestiona el modelo del hombre todopoderoso y fuerte con un bello epígrafe de Schiller que, traducido al castellano, dice: “El hombre valiente piensa en sí mismo solo al final”.

Julio Villa -sociólogo- trabaja la belleza masculina en un sector alto de Lima que busca no caer ni en la femineidad ni en la metrosexualidad, pero que cuida su apariencia física desde un matiz lúdico que el autor define como “desarreglo meticuloso”. Por ello, inicia su texto “Desarreglarse: un arte. Belleza masculina en jóvenes de sectores altos de Lima” con un epígrafe de Charles Baudelaire en Elogio del maquillaje, que da cuenta del juego masculino frente al espejo: “Todo aquello que es bello y noble es resultado de la razón y el cálculo”. Se trata, pues, de una etnografía realizada en una tienda de venta de “ropa exclusiva” para vestir cuerpos masculinos que se acercan a la femineidad, pero que a la vez la delimitan claramente.

Los tres textos, el de Christian Vera, el de Alexander Huerta- Mercado y el de Julio Villa, nos hablan de masculinidades en las que se trabaja la musculatura, pero, curiosamente, no para atraer “al sexo opuesto” sino como un ejercicio de goce personal; el goce masculino con el propio cuerpo, que en generaciones anteriores era visto como algo que feminizaba y estigmatizaba a los varones.

En el caso de las autoras, el eje que organiza los textos es la necesidad de diferenciación de clase social. La coreógrafa Karin Elmore trabajó con mujeres que, por diversos motivos, se convirtieron en cuerpos “invisibles o escondidos” en una sociedad que tiende a la estandarización. El trabajo de campo de Elmore fue muy novedoso, pues elaboró dos obras de teatro -“La triple agente” y “Eva, la musa de la selva”- partiendo de la narración de sueños, de testimonios grabados por las mismas participantes frente a una cámara y de la filmación de escenas de la vida cotidiana, donde las mujeres se filmaban cocinando, ordenando, limpiando y retratando a sus familias, sus fiestas y sus comidas. Con dos cámaras que se les alcanzaron, se organizaron “lonches” donde las mujeres participantes invitaban a otras diez a compartir cuatro temas: la belleza, el cuerpo, sus sueños y una confesión. El texto de Elmore, en clave poética, nos presenta los discursos de estas mujeres, sus sensaciones corporales, sus dolores y su resiliencia para seguir sobreviviendo en un contexto de pobreza y dolor. El texto está acompañado de extraordinarias fotografías.

“Rubias ‘al pomo’ o el blanqueamiento de la belleza en sectores altos de Lima”, de la antropóloga Ana Sofía Janampa, consiste en una etnografía realizada en una peluquería de clase alta en La Molina, donde las mujeres que se atienden buscan diferenciarse de las no rubias (como marcador de clase social), pero también entre los tipos de rubias, pues unas “parecen rubias”, mientras que otras logran “ser” rubias tomando en cuenta los tratamientos que se hacen y los pigmentos originales de sus cabellos. Pareciera que en la clase alta de Lima un sector busca acentuar su blancura siguiendo un mensaje publicitario de la década de 1960 del tinte Miss Clairol, que dice: “Si solo tengo una vida, déjenme vivirla como rubia”. En síntesis, Ana Sofía plantea, a través de la observación y de entrevistas a clientas y trabajadores de la peluquería analizada, que se trata de un espacio “donde el racismo emerge desvergonzadamente”.

Los ensayos que compartimos con ustedes nos muestran dos ideas emergentes sobre la sociedad limeña. La primera, que los marcadores de clase entre las mujeres son arrolladores y fácilmente reconocibles por ellas, lo que se manifiesta en el trabajo corporal: en un caso, el tinte del cabello como un recurso para alejarse de la “choledad”; y, en el otro, la lucha por sobrevivir a pesar de la dureza de la vida inscrita en los cuerpos de mujeres marginales. La segunda constatación es que el concepto de masculinidad se ha ampliado, como en el caso de las nuevas musculaturas elongadas del yoga y una cierta feminización que permite a un grupo de hombres jóvenes coquetear con los espejos y mirarse acuciosamente; mientras que otro conjunto de hombres siguen apostando por el dolor y el trabajo muscular tradicional.

Cada texto tiene su propio estilo narrativo: unos, de corte académico; otros han sido escritos en primera persona; e incluso hay alguno de corte poético.

Como editora de este libro, agradezco a Karin Elmore, Alexander Huerta-Mercado, Christian Vera, Julio Villa y Ana Sofía Janampa, por el entusiasmo y el compromiso por sacar adelante este libro a partir de un ejercicio de debate amable. Valoro, asimismo, las muchas horas de trabajo de campo que sustentan cada uno de los textos que conforman Belleza, musculatura y dolor: etnografías de cuerpos en Lima. Prometemos una novedosa e interesante lectura.

TU CUERPO/EL MÍO. CONSTRUCCIÓN Y
DECONSTRUCCIÓN DEL “HABITUS

Karin Elmore

Reconociendo mi exterior y mi interior

Cuatro mujeres de Lima

Los bailarines son trabajadores del cuerpo, así como también lo son los atletas, las trabajadoras sexuales, las contorsionistas, los doctores o los chamanes. Los atletas compiten con el objetivo de superar un tiempo, una altura, una longitud; las trabajadoras sexuales exponen sus cuerpos para satisfacer las necesidades biológicas o afectivas de otros a cambio de dinero; las contorsionistas empujan el propio cuerpo hasta los límites de la física; los doctores manipulan la estructura química de los cuerpos cuando estos están “enfermos”, modificando sus moléculas para “curarlos”; los chamanes actúan a otro nivel, curan reconciliando a los cuerpos con los elementos, y es quizá lo que se parece más a la danza. Los artistas de las artes escénicas se sirven de toda clase de técnicas para sacar de la realidad al público y a sí mismos durante el tiempo de duración del espectáculo; para desdibujar los límites de lo concreto; para acceder a otros mundos, a los mundos de lo desconocido, de lo sensorial.

El trabajo de los artistas del cuerpo coincide en varios puntos con los oficios mencionados aquí arriba, pero es diferente. Los trabajadores de las prácticas escénicas buscan la creación de un espacio-tiempo a partir del cuerpo, para proponerlo y compartirlo con el público. En este espacio-tiempo suceden cosas que no se pueden medir ni con números ni con estadísticas, que pertenecen al orden de los sentidos y de la percepción, y que tocan a un nivel profundo y muchas veces inconsciente. Los cuerpos registran, durante ese tiempo-espacio, una nueva experiencia sensorial, y, si todo va bien, lograrán abandonar por momentos la prisión de las formas fijas y finitas, para viajar libremente por un universo paralelo que no tiene nada que ver con la materia, aunque su punto de partida sea el cuerpo.

El misterio se revela en las brechas, los silencios y los vacíos entre los cuerpos, en el espacio entre el movimiento y el pensamiento. La experiencia es efímera, fluida e inasible, y pertenece al orden del nocontrol.

Mis exploraciones en torno al cuerpo del “otro”, a la alteridad, surgieron a partir de un momento en el que, por diversas razones que no viene al caso explicar en este contexto, experimenté durante algún tiempo la sensación de exclusión, de marginación, de no pertenecer al lugar en el que me encontraba. La falta de relación con el otro, con los otros, tiene un efecto violento de desviación de la mirada: el cuerpo y su mirada ya no interactúan ni parten desde el interior de la acción, son desplazados y pasan a observar la realidad desde afuera, como un satélite en órbita en el espacio, un ojo solitario que mira la realidad desde el exterior. Ese cuerpo, ese ojo, se vuelven invisibles, inexistentes; el cuerpo/ser es privado de su condición primera de ser social, y, por ello, el cuerpo solitario y satélite registra en silencio los movimientos del mundo “real”. El mundo avanza, mientras el cuerpo satélite / expulsado del mundo tiene la impresión de ya no pertenecer a él. El cambio de punto de vista puede en algunos casos tener sus ventajas, pero, a la larga, desnaturaliza al individuo. La marginación y la exclusión social son una suerte de condena a muerte, de negación del derecho a la vida del “otro”.

Este cambio de punto de vista, en mi caso, se convirtió en un jardín privado, en un espacio de reflexión. Empecé entonces a observar a los otros cuerpos, esos cuerpos que en general nos son invisibles, pues no pertenecen a los cuerpos “modelo”, son los cuerpos “comunes”, los del montón. Empecé entonces a observar los gestos; las expresiones; las maneras de caminar, de reír, de mirar, de saludar; las interrelaciones entre los cuerpos diversos, por un lado, y las problemáticas sociales y la falta de integración, por otro. Un tesoro se reveló entonces ante mis ojos. Los otros, los otros cuerpos, y los diseños y coreografías de los cuerpos no entrenados profesionalmente como bailarines; una cartografía corpórea real y no construida como objeto de arte. Apareció entonces la curiosidad sobre cómo hacer del cuerpo un arma de resistencia y de rebelión contra la exclusión, y a la vez ingrediente de un acto de creación, vehículo de liberación y de experiencia estética.

La fórmula era unir en un solo cuerpo, en una experiencia de creación, a coreógrafas locales, es decir mujeres que trabajan con los cuerpos; con mujeres inmigrantes que trabajan en el cuidado de otros cuerpos: asistentes de enfermería, asistentes del hogar, cuidadoras de ancianos, trabajadoras sexuales. Crear juntas un frente, una voz, un manifiesto; hacer de estos cuerpos/memoria protagonistas de la acción; viajar de lo íntimo a lo público. Y, a través de este trabajo de creación, empezar una acción de integración.

Como mencioné anteriormente, el proyecto “Tu cuerpo/el mío” surgió como una forma de resistencia a la exclusión de los cuerpos de los inmigrantes, y una puesta en alerta de la necesidad de integrarlos a la sociedad. Sin embargo, rápidamente el tema de la inmigración y de la exclusión social, al ser visto y tratado en Lima, pasó de ser un tema de inmigración a un tema de diferencia de clase, de racismo, incluso entre barrios.

Lima, Madrid, Barcelona y París.

Escribí el proyecto “Tu cuerpo/el mío” en el año 2008. Este dispositivo propone la creación de instalaciones y acciones escénicas, protagonizadas por mujeres inmigrantes de diferentes ciudades del mundo. En las piezas que vamos creando de manera conjunta, ellas nos descubren su interioridad y sus universos, que por diversas razones se han vuelto “invisibles” o “escondidos” en una sociedad que tiende a la estandarización y a la lapidación de la diversidad. Estas mujeres se convierten, en este proyecto, en las protagonistas y el centro de acciones poéticas, sin juicios ni comentarios, sino a través de la simple “iluminación” de sus historias de vida.

Estas intervenciones enfrentan, entre otros temas: oriente/occidente, efímero/concreto, norte/sur, placer/poder, íntimo/público, instinto/ razón. Y suelen ser provocadoras, atrevidas, mordaces, picantes, políticas y algo delirantes, en un trabajo de decodificación-recodificación voluntaria de las realidades paralelas. En el método de trabajo, evitamos en todo momento la dominación, el paternalismo, la supremacía de uno sobre otro.

“Tu cuerpo/el mío” cambia en cada ciudad, pues las piezas se construyen con base en las mujeres que participan. Con ellas creamos una suerte de microcosmos en el que surgen relaciones intersubjetivas, espacios de fuga, fuera de las normas sociales y de los condicionamientos que oprimen; la experiencia de la acción escénica se convierte entonces en un espacio liberador, en el detonante de un cambio.

Mi cuerpo es mi casa, mi hogar, mi memoria, mi barrio, mi ciudad, mi país; mi cuerpo es mi último refugio.

La idea es retornar a la mirada, a la experiencia del propio cuerpo y al cuerpo del otro, como espacio de placer y de los sentidos, espacio que ha sido y sigue siendo suprimido, negado, por la sociedad de consumo.

Todos pueden danzar.

Todos podemos soñar, imaginar, pensar, conocer, transformar nuestros cuerpos.

Todos los cuerpos pueden danzar, expresarse de una manera única y singular; todos los cuerpos emiten signos todo el tiempo: una manera de vestir, una morfología que revela la sensibilidad de nuestros órganos y músculos a los estímulos externos, una manera de hablar, las expresiones que usamos, la construcción de nuestra habla, el tono de nuestra voz, nuestra manera de caminar, la manera en la que portamos nuestra columna vertebral; todo esto es un mundo, nuestro mundo, un mundo en constante movimiento, dinámico y en perenne desplazamiento.

La elección de trabajar con mujeres “olvidadas” era, de alguna manera, proponer la experiencia misma del movimiento como una manera de cortar con una cadena de sumisión y de negación de la propia existencia. Poner el propio cuerpo como centro de la acción y de estudio junto con otros cuerpos, nos haría quizá tomar un nuevo camino de vida, o al menos encontrar un nuevo punto de vista y, de esa manera, romper, subvertir, desinstalar un orden preestablecido, no de vida, sino de muerte en vida. De supresión del placer y del deseo, por el poder y la violencia de esta sociedad machista.

Trabajar nuestro cuerpo como hogar, como espacio del afecto, y confrontarlo con los otros cuerpos hogares, podría tener un efecto de sanación y de transformación.

El proceso de creación y la experiencia estética de la acción y del movimiento producen sensaciones y sentido, recrean afectos, hacen extraordinario lo ordinario.

Viajes del exterior al interior El proyecto en Lima

“Tu cuerpo/el mío” se realizó en Lima; en Madrid, en el Museo Reina Sofía; en Barcelona, en La Caldera y en La Poderosa; y en París, en la Maison de l’Amérique Latine, en el Festival de Performances “Il va se passer quelque chose”, entre los años 2009 y 2012.

En total, en las cuatro ciudades, han participado unas 500 mujeres de diferentes culturas y edades, en la primera parte de los talleres; y en la parte de presentaciones públicas participaron unas 60 mujeres entre las cuatro ciudades.

En esta ocasión, en Lima, invité a compartir el proceso de creación a dos artistas limeñas: a la artista plástica Susana Torres, quien estuvo a cargo de la dirección de arte de las piezas creadas por mí con las mujeres del Cono Norte; y a la coreógrafa Marisol Otero, quien trabajó con las mujeres de Villa El Salvador.

El proceso de creación de “Tu cuerpo/el mío” empieza con una serie de talleres de movimiento que fueron realizados en los cuatro barrios en el mes de octubre de 2009; en este caso, asistieron más de 120 mujeres.

La convocatoria a los talleres se hacía a través de volantes repartidos mano a mano en los mercados o en las calles, y a través de notas de prensa enviadas sobre todo a radios y a diarios de difusión popular.

Los talleres eran gratuitos y en diferentes horarios para permitir que quienes trabajaban pudieran asistir. No había límite de participación: si a uno le gustaba, podía asistir a todos.

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En general, tuvimos mucha asistencia en todos los talleres que habían sido publicitados con anticipación: había en general un promedio de veinte mujeres por sesión. Un caso aparte fue el primer taller dictado en San Martín de Porres. Ese día, llegamos con todo un equipo: la que escribe, mi asistente Lucía de María, un camarógrafo, Marisol Otero, la productora y mi hijo Tadeo de 12 años. La primera sesión era a las 5 p. m.; sin embargo, eran las 5:30 p. m. y no había nadie. Mi hijo se paraba en la puerta a llamar a posibles interesadas que pasaban por la calle; hasta que apareció una mujer: Mónica. Como era la única y nosotros éramos mayoría y no tenía sentido que nosotras propusiéramos ninguna acción, decidí cambiar la dinámica y dejar a Mónica hablar. La sesión duró 3 horas, en las que Mónica no dejó de asombrarnos con sus relatos e historias de vida, de resiliencia, de frustraciones, de las limitaciones impuestas por la sociedad; vida increíble que trabajamos juntas durante los seis meses que siguieron.

A partir de esos talleres, las mismas mujeres y nosotras nos escogimos, y un grupo de veinte decidimos implicarnos en el proceso de creación. Desde entonces, y sobre todo porque yo no vivía en aquella época de manera estable en el Perú, nos reunimos periódicamente vía Skype, siguiendo un programa estructurado de entrevistas personales, escritura de sueños y de experiencias propias.

Estos encuentros nos permitieron iniciar la construcción de un espacio íntimo y cómplice, de un imaginario que empezó por hacerse evidente y a identificar los rituales de la vida cotidiana. En este primer tejido en borrador, empezaron a aparecer algunos temas tales como las diferencias sociales; la lucha por la sobrevivencia, por un lado; por otro, temas que nos son comunes a todos: nuestro barrio, nuestra familia, nuestros hijos.

“Tu cuerpo/el mío” es un proyecto que de alguna manera abandona la idea de la representación teatral, para sustituirla por el trabajo de la “experiencia” de la acción. Las protagonistas no son actrices ni bailarinas, así es que, a diferencia de los espectáculos teatrales o de danza tradicionales, las mujeres no son intérpretes sino cocreadoras. En este caso, las acciones escénicas están diseñadas con base en consignas claras y participativas creadas de manera conjunta. Los únicos casos en los que ha habido una suerte de “representación” han sido en la pieza “La triple agente”, interpretada por Mónica, y en “Eva, la musa de la selva”, interpretada por Evita, pero en ambos casos los guiones han sido construidos con base en sus experiencias de vida.

i. Trabajo con las mujeres de Puerto Nuevo

Puerto Nuevo, en el Callao, es un barrio de 8.000 habitantes aproximadamente; la mayoría de familias cuenta o ha contado con más de una persona que ha estado en la cárcel. Los habitantes de Puerto Nuevo son conocidos por ser violentos y tienen fama de ladrones. Es considerado como el barrio más violento del Callao.

En Puerto Nuevo se encuentran diversos almacenes de plomo proveniente de minas del interior del país, destinado a la exportación. El plomo es un metal altamente contaminante, que provoca la enfermedad de saturnismo, causa de diferentes disturbios mentales como retardo en el desarrollo intelectual de las personas, irritabilidad y agresividad, anemia, dolores de cabeza y hasta la muerte. Uno de los problemas mayores de Puerto Nuevo es la contaminación por plomo, pero no solo por la existencia de los almacenes, sino, sobre todo, por el “cupo” que muchos de los habitantes de ese barrio les cobran a los camiones cuando ingresan al Callao. Estos cupos son en cantidades de plomo que estos revenden, pero que esconden en sus casas, exponiéndose a que las partículas de plomo se diseminen por el barrio.

Las casas de Puerto Nuevo están hechas todas con planchas de madera, están pintadas por fuera de colores y por dentro están decoradas con papel de envolver regalos de diferentes motivos. Es curioso el cuidado de la decoración de algunas de las casas que he visitado: en todas las casas hay repisas con adornos de plástico o de porcelana, fotos enmarcadas de miembros de la familia, o imágenes religiosas u otras recortadas de revistas, y flores de plástico. En Puerto Nuevo no hay áreas verdes, y sus habitantes le temen al mar.

Puerto Nuevo cuenta con agua y desagüe desde hace solo algunos años. En el lugar en donde se construyó un malecón, en el año 2008, se encontraba antes un tiradero de basura, donde los habitantes echaban sus desperdicios a diario.

El barrio es realmente muy peligroso, muchos de los jóvenes están armados y un número importante de niños sufre de saturnismo. Ingresar a trabajar a Puerto Nuevo fue posible gracias a la intervención de un líder del barrio quien goza del respeto de sus vecinos. La policía tiene dificultades para ingresar.

La idea inicial era montar las acciones en diferentes casas del barrio, haciendo un recorrido temático y geográfico de los cuerpos. Sin embargo, el primer día en que visité Puerto Nuevo, acompañada y protegida por diez mujeres que participaban en el proyecto, hubo una balacera. Fue eso lo que provocó un cambio de planes: las presentaciones públicas del trabajo se realizaron en un colegio y en el Centro Cultural de España.

Las mujeres de Puerto Nuevo me impactaron, primero, por sus cuerpos sólidos, tensos y robustos; luego, por su manera de hablar y de tratarse, agresiva y violenta; sin embargo, detrás de esas corazas, se podía adivinar una gran necesidad de afecto.

•  Preparación a distancia (dos meses)

El trabajo con el grupo de Puerto Nuevo empezó a finales del mes de octubre de 2009, luego de que en los talleres fueran seleccionadas ocho mujeres para participar en la creación del espectáculo.

•  Confesiones

Durante los meses de noviembre, diciembre y enero, estuve en comunicación constante con el grupo a través de Skype, en citas semanales que se llevaban a cabo en la oficina de La Oveja Negra mientras yo estaba entre Francia y España.

Durante estas reuniones, que eran personales y duraban aproximadamente una hora, las mujeres hablaban de sus vidas cotidianas, sus angustias y problemas personales. La verdad es que al principio las mujeres parecían bien dispuestas, pero mostraban algo de desconfianza; a las dos semanas, la comunicación empezó a fluir libremente, permitiendo un intercambio más profundo entre nosotras. Esta apertura me permitió tomar algunas decisiones sobre cómo y por dónde conducir el trabajo de creación.

•  Sueños

A principios del mes de noviembre, les pedí a las mujeres que empezaran a escribir sus sueños, lo cual fueron haciendo: algunas de manera consecuente y ordenada; otras, de manera poco regular.

A finales del mes de diciembre, recibí una gran cantidad de sueños, los cuales me revelaron mucho sobre la interioridad de estas mujeres, así como sobre el exterior extremamente difícil en el que viven, y me permitieron empezar a diseñar el trabajo coreográfico.

Trabajamos con cinco mujeres como el núcleo duro: Astrid, Guisela, Milagros, Josselyn y Yareli; y con un grupo de unas diez mujeres involucradas con el proyecto de manera parcial.

Las cinco mujeres que trabajaron en el proyecto de manera total, contaron con apoyo para el cuidado de sus hijos, además de unos honorarios mensuales por su trabajo y de una movilidad a disposición para poder llegar a los ensayos puntualmente.

Sueños de Flor

“4/12 soñé con un velorio, y había bastante gente después, me encontré en el cementerio con todos los huesos y el cajón del velorio, pero en mi sueño, no sabía como había llegado hasta allí.

8/12 soñé que mi hermano que está muerto me llamaba para conversar, y yo fui pero cuando estaba frente a él, me dijo que me vaya porque si me quedaba con él ya no podía salir de ahí.

9/12 soñé con policías, que estaban por todos lados, había tanta cantidad que la gente y yo nos escondíamos en túneles que había en la casa.

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10/12 soñé que el mar me invitaba a bañarme y yo le decía que no, y como no le hacía caso en bañarme se molestó y me comenzó a corretear para tragarme, y yo me subí a una montaña, había una puerta y yo me metí allí, y el mar me tocaba la puerta para salir.

11/12 soñé que estaba en la procesión y había cantidad de gente, pero cuando quería ver que ‘santo’ era, no se veía, solo había gente y lámparas.

12/12 soñé que estaba en el hipódromo y los caballos cada vez corrían con menos fuerza y echaban fuego por boca y ojos.

13/12 soñé que el mar me tragaba y yo corría para salvar a mis hijos, me escondía y el mar me buscaba”.

• Escuchando mi cuerpo

El trabajo cotidiano se basaba en una serie de ejercicios de conocimiento y conciencia del propio cuerpo; ejercicios muy sencillos de concentración, de respiración, de estar aquí y ahora. Hicimos también un trabajo destinado a desarrollar un mejor manejo del ritmo y del espacio a través de juegos diversos.

Además de ejercicios con un grado de dificultad que iba aumentando a lo largo de dos meses, hemos trabajado ejercicios de improvisación individuales y colectivos.

Desarrollamos además, en estas sesiones, ejercicios de escucha del otro, y la capacidad de trabajar de manera colectiva, respetando la individualidad de cada una, y procurando evitar la imposición con fuerza de sus puntos de vista.

Las mujeres de Puerto Nuevo demostraron poseer una inteligencia corporal particular, probablemente proveniente de su entorno cultural duro, que las obliga a estar en constante estado de alerta; y de su entorno social, ligado a la música salsa, en donde el ritmo es un elemento clave. Elaboramos secuencias con diseños bastante complicados en el espacio, y muchas combinaciones para recordar; increíblemente, ellas, que nunca habían hecho un trabajo de abstracción y de diseño espacial, lograban un trabajo claro, diseños complejos y una armonía de grupo bastante impresionante.

• Trabajo con video

Paralelamente, realizamos un trabajo de video bastante importante para la pieza. Desde el principio de los ensayos, le dedicamos un tiempo a la enseñanza del uso de cámaras de video. Posteriormente, y una vez que establecimos una relación de confianza mutua, trabajamos dos temas fundamentales: yo me observo, y yo miro mi entorno familiar, mi casa, mi barrio.

Este trabajo de observación y búsqueda de la propia intimidad, y desde allí mirar mi entorno, fue fundamental para establecer en ellas la experiencia estética. Mirar con distancia sus propias vidas, filmar sus cuerpos y sus entornos y poderlos ver desde fuera fue un ejercicio muy importante para ellas. Este trabajo fue realizado con la colaboración de Elisa Arca, quien les enseñó el manejo de las cámaras, nociones de iluminación, y quien ha realizado el trabajo de edición de todos los videos que forman parte de este trabajo.

Videos
Yo me observo

Se les entregaron las cámaras durante dos fines de semana, con el objetivo de que ellas encontraran un momento de intimidad en sus casas y se filmaran. Los temas eran tres: mis partes del cuerpo, una autoentrevista y una escena cotidiana personal (me lavo, me ducho, duermo la siesta, etc.).

Los documentos que han producido todas son muy valiosos, pues nos proporcionan información acerca de la manera de vivir su intimidad. Por ejemplo, es muy difícil que estas mujeres encuentren un momento de intimidad: la mayoría vive en familias numerosas, compartiendo, en la mayoría de los casos, sus habitaciones y hasta la cama con los hijos menores. Por otro lado, se puede ver que las familias son muy unidas, y que los esposos han sabido acompañarlas con respeto y dulzura en este trabajo que sale completamente de la norma.

• Yo miro mi entorno

Este tema lo hemos subdividido en secciones:

Escenas de la vida cotidiana: las mujeres se han filmado cocinando, ordenando, limpiando; y han filmado a sus familias, sus fiestas, sus comidas.

Los lonches organizados: les organizamos unos lonches a los que ellas invitaban a otras diez mujeres a compartir un tema en particular. Estos lonches eran financiados por el proyecto, con el objetivo de que ellas filmaran estas tres reuniones en las que tocaron tres temas: la belleza y el cuerpo; mis sueños; y una confesión.

Las mujeres usaron en estos casos dos cámaras: una cámara fija y otra cámara móvil.

La experiencia ha sido muy interesante pues el material recogido retrata con claridad las relaciones sociales en Puerto Nuevo, ricas y calurosas, así como también sus dificultades para hablar de los propios sentimientos y para relacionarse con el exterior.

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• Acción escénica
“Mi vida no es un jardín de rosas”