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Profesores, alumnos, familias

Profesores, alumnos, familias:

7 pasos para un nuevo modelo de escuela

Lourdes Bazarra
Olga Casanova
Jerónimo G.ª Ugarte

(Grupo ARCIX)

NARCEA, S. A. DE EDICIONES
MADRID

Ser profesor y dirigir profesores en tiempo de cambio.

Cubierta: Aderal

Para mis padres, maestros de vida,
porque la última palabra que les escuché a los dos
fue «gracias».

LOURDES BAZARRA

Para mi padre, que leyó este librito antes de que existiera
y lo acompañó mientras se estaba escribiendo.

OLGA CASANOVA

A Rocío y Carmen,
con la esperanza de que aprendan a
leer sus vidas y a vivir leyendo.

JERÓNIMO Gª UGARTE

Índice

INTRODUCCIÓN: El reto de soñar el mundo que viene con otros ojos..

I. PROFESORES Y ALUMNOS
7 PASOS PARA HACER DESEABLES LOS LUNES

1. BUSCAMOS “HACERNOS INTERESANTES”

¿Qué nos hace interesantes?

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2. BUSCAMOS “COMUNICARNOS BIEN”

Para comunicarnos mejor

¿Qué mensaje queremos compartir? ¿La forma en que lo contamos es atractiva, queda en el recuerdo? Nuestro lenguaje ¿expresa empatía? El joven comunicador es humilde: lo que queremos y lo que conseguimos. Que nuestro discurso provoque emoción.

La escucha

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3. BUSCAMOS “MOTIVACIÓN Y VOLUNTAD”

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4. BUSCAMOS “ATENDER LA INDIVIDUALIDAD”

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5. BUSCAMOS UNA METODOLOGÍA QUE NOS HAGA “CO-PROTAGONISTAS”

Modelos de Aprendizaje

Aprendizaje Cooperativo. Aprendizaje por proyectos. Aula inteligente. Aula-materia.

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6. BUSCAMOS “CO-EVALUARNOS”

Profesores, equipos docentes, alumnos y familias.
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7. BUSCAMOS “UNA NUEVA ARQUITECTURA ESCOLAR”

Un modelo de escuela ideal

Tres protagonistas: alumnos, profesores, familias

Espacios para la escuela

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II. PROFESORES Y FAMILIAS
7 PASOS PARA SALIR DE UNA CRISIS

1. ¡ESTAMOS EN CRISIS!

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2. ¿EN QUÉ CONSISTE LA CRISIS ENTRE PROFESORES Y PADRES DE ALUMNOS?

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3. ¿POR QUÉ HEMOS LLEGADO A ESTA SITUACIÓN DE CRISIS?

El miedo a educar

Aumento de los tiempos de soledad. Desconcierto moral. Triunfo del tener frente al ser. El uso y abuso de la psicología

Dónde están los límites

Límite en la asignación de funciones. Límites a la falta de reconocimiento y a la inseguridad de los profesores.

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4. ¿QUÉ ACTITUD DEBEMOS ADOPTAR ANTE ESTA CRISIS?

Esconder o negar la crisis

Vivir la crisis como fatalidad del destino

Afrontar la crisis y superarla

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5. UNA ESTRATEGIA PARA SALIR DE LA CRISIS

Educar desde una identidad compartida

Educar también desde el NO. Evitar desautorizaciones. Compartir valores.

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6. UNA HERRAMIENTA: LA COMUNICACIÓN

Condiciones para una comunicación eficaz entre padres y profesores

Sinceridad.Crítica y Autocrítica. Empatía.

Modos de comunicación entre un centro escolar y los padres de alumnos

Las entrevistas

Entrevistas profesores-padres de alumnos. Tipos de entrevistas: sobre un problema personal de los padres, sobre un problema personal o académico de los hijos. Comunicaciones generales de centro. Escuela de padres.

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7. ¿Y AHORA QUÉ? CÓMO ANTICIPARNOS A UNA CRISIS

A MODO DE CONCLUSIÓN

Introducción
El reto de soñar el mundo que viene con otros ojos

A VECES LOS LIBROS aspiran a ser algo más que libros. A algunos les da por convertirse en sensaciones. Por volverse acción. Por producir silencio. Cada uno nace con su sueño, con sus posibilidades intactas; y es en las manos del lector donde se vuelve posible o no.

Este libro –este viaje que ahora empezamos juntos– aspira a convertirse en un encuentro, en una mesa. Un lugar en el que se encuentren tres modelos de escuela –la de los profesores, la de los padres y la de los alumnos– que siguen hablándose de espaldas.

En nuestro primer libro juntos1 buscábamos un pensamiento, una reflexión que se volviese ambiciosa y se transformase en deseo. Deseo de disfrutar con la educación. Con sus retos. Sus posibilidades hechas. Su historia por compartir. Con sus errores y sus dudas. Ahora nos gustaría que cada lector o lectora estuvierais abriendo un libro en el que el deseo y la ilusión tomasen forma de estrategia. Que nos pusiéramos de acuerdo en los porqués, en los para qué y pudiésemos convertir en un proyecto común el cómo, para así hacer posible una escuela de calidad.

Vivimos un tiempo urgente y hermoso en educación. Lleno de graves problemas, de excelentes y anónimas estrategias que desconocemos y que nos devuelven la esperanza. Vivimos un tiempo de conflictos que podemos convertir en posibilidades. Es cierto que gran parte de nuestros retos son el resultado de haber considerado la escuela no como un lujo sino como un derecho a través del que hacernos más humanos y comprometidos. Pero la respuesta que nos está demandando este siglo tan lleno de cambios, de incertidumbre, de posibilidades, nos obliga a situarnos ahora como adultos en el territorio de los deberes, si lo que queremos realmente es que el futuro que desconocemos sea cálido y humano. Un espacio lleno de dignidad y esperanza.

Este libro habla de los deberes que nos harían más felices si nos comprometiésemos con ellos. Los deberes de las tres escuelas que se hablan tantas veces de espaldas:

Image La escuela de los profesores

Image La escuela de los alumnos

Image La escuela de los padres

Vivimos una incomunicación educativa favorecida por una sociedad incapaz de articular un proyecto educativo común que vaya más allá de nuestros intereses o nuestra percepción. Un proyecto más generoso y comprometido en el que nuestros niños y adolescentes interpreten que hay ideas, valores, actitudes, que nos unen a todos como especie humana y que son más importantes que las diferencias o los matices. Pero seguimos queriendo “tener razón” en lugar de hacer posible “lo mejor”. ¿Será este libro la mesa en que iniciemos uno de los diálogos más urgentes y necesarios que tenemos como adultos, ya seamos padres, educadores o ambas cosas a la vez?

La primera parte de este libro se dirige a la escuela interior, la escuela de los profesores, la que ha sido capaz de articular el reto de la educación para todos. La que hace frente a la diversidad personal, familiar, cultural. Con imaginación y con profesionalidad. Ésta es una escuela todavía silenciosa, quizá demasiado minoritaria aún, sin apenas espacio en unos medios de comunicación que publicitan demasiado el conflicto y el fracaso, pero no su imaginación y compromiso ante las dificultades. Una escuela que existe y a la que ni siquiera nosotros, los profesores, sabemos descubrir o poner voz y dar a conocer.

Esta escuela de profesores que arriesgan vive junto a la otra escuela, la escuela de los miedos y de la inercia, la escuela que añora e idealiza el pasado. La escuela inmóvil. Ésta es la imagen más conocida y reconocible de los colegios y la que más necesita de una revolución en su organización, en su forma de enfrentarse al aprendizaje, en la manera de liderar las aulas y de liderarse internamente desde los equipos directivos, en los claustros.

Una escuela necesitada de verbalizar un proyecto de equipo que produzca ilusión, esfuerzo, más allá de las leyes. Un lugar de vanguardia que no se conforme, como afirma Vicente Verdú, con “diagnosticar el fracaso de los muchachos como efecto de la falta de autoridad, la pérdida de la virtud del esfuerzo, la inasistencia a las aulas y los frecuentes cambios en la ley, sino que se pregunta por qué los alumnos se esfuerzan tan poco, por qué no respetan a los profesores o por qué no atienden en general, durante las clases. ¿Será que los contenidos y las formas de enseñanza se encuentran en una crisis sustantiva y extensiva, tan radical como universal?» Una escuela y unos claustros que no esperan que los tiempos cambien sino que los transformen. Y lo hacen compartiendo inteligencia, formación y estrategia.

La segunda parte de nuestro libro habla del otro ángulo de la mesa: la escuela de los padres, la que a veces elige los derechos y la exigencia como únicos remedios ante el desconcierto, la falta de tiempo, de proyecto educativo de familia y la falta de estrategia. Ser padres en un tiempo, en el que la sociedad no considera aún prioritaria la educación de niños y adolescentes –y así lo demuestra con sus horarios y estructuras– convierte a cualquier adulto que quiera comprometerse con su papel educativo, en un héroe solitario.

No es extraño el crecimiento y el interés por las Escuelas de Padres y Madres. Y el papel relevante de las salas de visitas, de los encuentros entre tutores y padres para establecer un proyecto y una estrategia que convierta en aprendizaje y éxito el crecer.

La escuela tiene difícil su labor porque se encuentra adultos con necesidades y sentimientos opuestos, a veces, contradictorios. Un discurso de derechos en el que no son protagonistas también los deberes. El sentimiento de culpa por no poder ejercer como padres. El no poner palabra ni argumento a las acciones. El miedo al conflicto, que es inherente a educar y que quisiéramos pasar a otros. El haber situado el afecto en los objetos, en cumplir los deseos en lugar de enseñarles a saber esperar, a saber conseguir, a soñar y a desear. Todo eso nos ha dejado sin herramientas ante nuestros niños y adolescentes, con un sentimiento de indefensión, de incapacidad que, en los casos más graves y complejos, nos lleva a rechazarles y a sentir miedo cuando llegan a la adolescencia, justo el tiempo en el que los padres desaparecen más de la escuela, la etapa en la que nos tenemos que enfrentar más claramente al resultado de cómo han aprendido, cómo les estamos enseñando a vivir. “Que en este mundo de facilidad y derroche, la escuela sea el único lugar en el que haga falta tomarse molestias, soportar una disciplina, progresar paso a paso, pasarlas moradas, eso los niños no lo admiten porque no pueden ya comprenderlo”, afirmaba el filósofo Lévi-Strauss en la prensa, tras los incidentes de noviembre de 2005 en Francia.

Son estas dos escuelas, la de los Profesores y la de los Padres, las que dan gran parte de sus perfiles a la escuela de los alumnos, de la que hablamos en la tercera parte de esta obra. Niños y adolescentes a los que enseñamos a crecer desde patrones vitales que desembocan demasiadas veces en la pasividad, en la indiferencia o en la impulsividad y agresividad. Demasiado habituados a que les demos el papel de espectadores, el que les hace pasivos y déspotas, con dificultades para la humildad y la escucha, para la curiosidad y la investigación. Son el eslabón más delicado. Estamos enseñándoles a crecer con herramientas muy frágiles de satisfacción a corto plazo, pero de incapacidad para la conquista de lo mejor. Les hemos arrebatado la imaginación a costa de darles una comodidad que nos quite el deber de ser autocríticos, que nos permita acabar con el sentimiento de culpa y estar tranquilos. Pero es el esfuerzo lo que da valor a las cosas. Lo que nos permite descubrir de cuánto somos capaces, cuánto podemos construir si nos sumamos y compartimos. Debemos enseñar a los niños a sentirse responsables de su aprendizaje y del aprendizaje de los que conviven con ellos, y a disfrutar con ese compromiso.

A veces, mientras los tres –alumnos, profesores y padres– nos escuchamos de espaldas, se nos olvida que, en la escuela que marcha de lunes a viernes, están creciendo ahora mismo –aún sin saberlo tal vez– los “einsteins” y las “curies” del futuro; los “gandhis” y los “cortázar”. Los “luther king”. En este momento, los “calatravas”, “arsuagas” y las “coixet” del mañana juegan en sus patios. Allí se hacen mayores los vecinos y compañeros de trabajo y de calle con los que conviviremos más adelante, personas con las que deberá merecer la pena el azar de coincidir y crecer juntos en el trabajo, en la calle, en los cines. En la puerta de casa.

¿Cuántos conocimientos y aprendizajes se habrán hecho necesarios en su formación para poder enfrentarse a un mundo tan cambiante, diferente y complejo? ¿Cuánto les habremos ayudado a averiguar lo que ha descubierto la Humanidad hasta que ellos han nacido y cuánto les tocará descubrir a ellos mismos?

¿Seremos los adultos que lo harán posible? Tal vez si arriesgamos, si dejamos –como padres y como profesores– de mirar el fondo de nuestro vaso, alguien dentro de quince años dirá “gracias” a los adultos que, dentro de la historia que les tocaba vivir, aceptaron con generosidad el deber de ampliar su mirada. El reto de soñar el mundo que viene con otros ojos.

LOURDES, JERÓNIMO y OLGA
(GRUPO ARCIX)

Los nombres, las gracias y el cariño que escriben el hasta luego. Nuestro agradecimiento a Emilio Ortiz Zaforas porque si fue un placer tenerlo como alumno, ha sido una alegría tenerlo como colaborador. De la mano de su ilusión, de su profesionalidad y sus dibujos hemos construido la escuela en que quisiéramos hacer posible un proyecto. Quién sabe si este edificio lo construirá algún día el arquitecto Zaforas y tendremos la suerte de pisarlo y habitarlo. Un abrazo enorme.

Que este libro esté respirando, abriéndose, compartiéndose, se debe a la generosidad y a la ilusión de Ana de Miguel y de todas las personas que forman y dan vida a la editorial Narcea. Desde que nos conocimos, de la mano de Fernando Lucini, estos tres ARCIX han tenido la suerte de encontrarse siempre con el cariño, la profesionalidad y los buenos consejos de alguien como Ana que ama apasionadamente tres cosas que también son fundamentales para nosotros: la educación, los libros y las personas que hacen posible que lo escrito y soñado exista. Con este abrazo decimos un hasta luego para el próximo libro, que seguro que está ahí, esperándonos con sus posibilidades y su misterio.

1 Ser profesor y dirigir profesores en tiempos de cambio. Narcea, Madrid, 2006, 3.ª ed.

I

PROFESORES Y ALUMNOS:
7 pasos para
hacer deseables los lunes

1

Buscamos “hacernos interesantes”
   (1.er Paso)

“La gente suele gastar grandes sumas de dinero, muchísimo tiempo y considerables
esfuerzos a la hora de alcanzar y conservar la belleza, y sin embargo, a pesar de que lo merece
aún más, pocas personas dedican un empeño similar a ser interesantes. Incluso las personas
corrientes pueden resultar tremendamente interesantes y la clave no es tanto ser muy
inteligentes como tener una mente despierta y fértil, con ganas de hacerse muchas preguntas,
y sobre todo, jugar con las ideas.

Al volvernos más interesantes, somos capaces de hacer que los demás también lo sean.
Puede que cueste, pero se puede hacer.”

EDWARD DE BONO1

AQUÍ ESTAMOS. Los tres de la portada –los autores–, y usted; acabamos de encontrarnos. O tal vez ya nos hemos leído antes, o nos hemos conocido en un curso. A este lado estamos nosotros tres. Sentados en un banquito, al borde de cada página. No somos George Clooney, ni la Roberts ni la Pataky (no se puede tener todo). Pero aquí estamos con usted, juntos. Hablando y escuchando. ¿Por qué nos hemos elegido? ¿Ha sido el color de la portada? ¿El tacto del papel? ¿Echó un vistazo a la contraportada o al índice y sucumbió? ¿Dónde ha elegido que nos encontremos por primera vez? ¿Vamos juntos en el transporte público? ¿Estamos en un despacho? ¿Sentados en un cómodo sillón? ¿Por qué estás páginas son más interesantes e importantes en este momento que cualquier otra cosa?

Escribimos un libro con el deseo de que alguien quiera permanecer con nosotros. Con lo que contamos y compartimos. Conseguir durante el trayecto que el otro no sólo nos lea, sino que piense, que hable, que sienta. Que escuche. Que complete el libro desde el otro lado. Es nuestra meta. Y la primera impresión, en los seres humanos, es una impresión crucial pero injusta si uno se queda anclado en ella (todos necesitamos tiempo para abrir, para mostrar, para convencer, para dejarnos querer y para querer).

¿Por qué queremos que algunas personas, algunas palabras, permanezcan en nuestra vida? ¿Por qué nos resultan interesantes? Piense en personas y en temas que provoquen su curiosidad, que le llenen de deseo la imaginación y las neuronas, y procure explicar por qué:

  ¿QUIÉN / QUÉ? ¿POR QUÉ?
PERSONAS    
TEMAS/IDEAS    
LUGARES    
ACTIVIDADES    

Imagínese que alguien (animémonos, seguro que más de uno) hubiera puesto nuestro nombre en PERSONAS interesantes. ¿Por qué nos elegiría? ¿Qué nos hace singulares y apetecibles? ¿Y si uno de los muchos que nos cita fuera un alumno? ¿Por qué decidiría poner nuestro nombre en medio de todas las posibilidades que le da su realidad?

Si uno piensa en la vida en las aulas, seguro que llega a la conclusión de que es necesario introducir mayores dosis de seducción en la escuela. Alumnos y profesores tendríamos que considerar un deber el hacernos apetecibles, interesantes y valiosos. Provocarnos un interés y una curiosidad mutuas. Que mirar el reloj y ver en el horario nuestros nombres, nos pusiese una sonrisa en la cara, la certeza de a ver qué descubrimos hoy. Un profesor y un alumno deberían emplear mucho tiempo en hacerse interesantes, en convertirse en referencia de crecimiento, de aprendizaje, de posibilidades. Los alumnos interesantes nos hacen mejores como profesores. Y los profesores interesantes hacen descubrir a sus alumnos lo mejor de ellos mismos. Entonces, ¿por qué elegimos lo anodino tantas veces, lo repetitivo, lo preestablecido? Padecemos nuestro propio aburrimiento. Y el aprendizaje exige unas dosis iguales de esfuerzo y placer para convertirse en imprescindible.

Partimos muchas veces de que lo interesante lo es por sí mismo. Creemos que es algo que no puede aprenderse, construirse. Uno entra en una sala, sale a la calle, escucha una voz y ya sabe qué es interesante. A veces sucede así. Pero, en la mayoría de los casos, lo interesante necesita ser descubierto, creado. Cuántas veces nos sorprende alguien porque ha mirado de un modo distinto algo que nosotros también habíamos visto pero sin comprender o sin entender.

Hace unos años, la publicidad de un coche tenía bajo los ojos de Picasso, Einstein, Madame Curie, una frase que decía: “Sólo hay una forma de ver las cosas hasta que alguien nos enseña a verlas de otro modo”. El interés de las cosas lo descubre también la curiosidad con la que nos acercamos a ellas, si somos capaces de observarlas no desde lo previsible o ya conocido. Expuestos a dejarse sorprender. La vida no es aburrida. Es aburrida la forma en que la miramos. Quizá por eso, los más inquietos y felices son los que aprenden a descubrir posibilidades.

A veces conviene recordar que Einstein era un alumno anodino. Incluso problemático debido a sus carencias. Los profesores lo miraban desde una plantilla en la que quedaba prefijado cómo debía de ser, pero en la que no aparecía el deber de mirarlo como era y como podía llegar a ser. Miremos nuestra clase, si es que estamos ejerciendo como educadores, nuestra casa, nuestro entorno ¿cuántas cosas potencialmente interesantes hay? ¿Cuántas dan para una pregunta, para una pequeña historia? Adentrarse en el interés, en la seducción, es adentrarse en la forma en que interpretamos el mundo: como algo conocido o como algo por descubrir.

¿CUÁNTAS PERSONAS O COSAS PROVOCAN CURIOSIDAD EN EL LUGAR EN EL QUE ESTOY LEYENDO?

1. …………………………………………………………………………

2. …………………………………………………………………………

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7. ¿Son demasiadas ya?

¿En cuánto ponemos imaginación e interés? Cuando alguien pone curiosidad y afecto al mirarnos, los seres humanos, instintivamente, deseamos hacer real lo que el otro intuye en nosotros. El interés es una provocación al movimiento, a compartir, a la creatividad. Sin embargo, cuando llevamos mucho tiempo realizando una actividad, tendemos a compartir siempre determinados rasgos de nuestro carácter. Determinadas habilidades de nuestra personalidad. Determinadas actividades. Eso nos pasa a alumnos y profesores. Jugamos roles cerrados en los que damos por supuesto el interés y terminamos aburriéndonos.

Lo interesante que puede haber en un aula viene de la mano de las personas. De lo que hacemos. De lo que somos. Por eso quizá, la primera pregunta importante a la que tendríamos que ser capaces de responder antes de adentrarnos en temas, metodologías, evaluación y horarios es la de por qué merece la pena trabajar con nosotros. ¿Qué hay de interesante en mi persona, en mi modo de hacer y de ver las cosas? Y ésta es una pregunta que no es sólo para los profesores. Es un deber también para los alumnos. Muchos de ellos creen que el valor de una clase está en manos exclusivamente del profesor.

Esa idea de que la responsabilidad absoluta del éxito o del fracaso depende de nosotros los educadores, el haber situado a los alumnos como espectadores, les ha permitido convertirse en pequeños jueces que se sienten perfectos porque no juegan. El mejor jugador de fútbol es siempre el que ve el partido desde casa. Desde el asiento siempre se sabe muy bien qué hacer. Cuando hay que actuar, la situación es más compleja. Jugar nos hace humildes, flexibles, receptivos. Los alumnos, como el profesor, deben asumir desde el principio que somos los artífices de la construcción de un equipo. Su calidad, su valor, dependerá de que seamos capaces de conocer y compartir lo mejor de nosotros mismos.

¿QUÉ NOS HACE INTERESANTES?

En los primeros días de clase deberíamos saber de qué potencial partimos y personalizarlo: qué aportaremos cada uno de nosotros al perfil que caracterizará al grupo. Convertirlo en descubrimiento (porque nos paramos a pensar) y en compromiso (porque lo vamos a compartir y a hacer posible). Detrás de este primer paso está el conocimiento de uno mismo. A veces nos ocultamos demasiado detrás de lo fácil, de la rutina, de lo conocido. De la inercia. Y es que verbalizar en el aula y dejar constancia por escrito de las posibilidades que vamos a poner en juego para convertir la vida en la clase en un espacio apasionante, es también un buen modo de (auto)evaluación del profesor y del grupo y sus miembros a lo largo del curso.

Este ejercicio tan sencillo, profundizaría en la autoestima, el respeto y la corresponsabilidad. Nos obligaría a ponernos en el deber de elegir no sólo de esperar, como le ocurre a uno de los personajes en la novela de Harry Potter: “Pronto tendremos que decidir entre lo correcto y lo que es fácil”.

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Y lo correcto es conocer, descubrir, potenciar, compartir, todas las posibilidades interesantes de las que estamos hechos y disfrutarlas asumiendo que exigen un enorme esfuerzo:

Image De conexión con uno mismo: ¿Qué es atractivo en nosotros, en nuestra persona? ¿Por qué podemos producir interés o curiosidad? ¿Cuánto misterio cultivamos?

Image De conexión con la vida: ¿Qué nos sigue produciendo curiosidad? ¿Perplejidad? ¿Con qué nos sentimos implicados?

Queremos disfrutar del placer de las cosas pero nos agota su conquista antes de iniciarla. Sobre todo porque culturalmente estamos habituados a la satisfacción rápida que nos permiten las cosas simples. Sin embargo, ¡qué apetecible es tener gente interesante y valiosa a nuestro alrededor! Buscarlas, encontrarlas, permitirles descubrirse y descubrirnos. Las cosas importantes nos obligan a convivir con la estrategia, con el tiempo. Nos obligan a disfrutar de lo pequeño. A situarnos un peldaño por encima de lo material. En el ámbito del conocimiento, de la ternura, de la risa, del desconcierto, de lo posible.

En la escuela estamos olvidando descubrir con los alumnos la seducción de lo lento. La que va ligada al conocimiento, al misterio y a los afectos. Algunos de los ejes que dan sentido a la escuela necesaria. Frente a esa posibilidad, seguimos prefiriendo “escuelas predecibles” a “escuelas aventura”. Sacrificamos la felicidad por la comodidad. Aunque a la larga nos haga sufrir más.

Sin embargo, los tiempos que vive hoy la escuela nos obligan a abandonar dos territorios muy pisados aún por nosotros los profesores: la comodidad y el pesimismo. Dos “lujos” que sólo nos podemos permitir cuando vivamos buenos tiempos. En la Era del Aprendizaje, la escuela y sus participantes estamos llamados a ser vanguardia, referencia social. Y esa fuerza necesita de individualidades capaces de hacerse equipo. Un equipo que sea percibido como valioso, profesional, interesante y capaz por los alumnos, por las familias y la sociedad.

Los profesionales del aprendizaje basamos gran parte de nuestro valor en nuestra persona como eje global. En la capacidad para convertir en conocimiento la experiencia y enseñar a los otros a conseguirlo. Esa capacidad depende mucho de nuestra curiosidad y apertura. Tendemos a pensar que enseñamos una sola cosa: a escribir, a leer, a manejar el cuerpo, lengua, matemáticas, ciencias, filosofía, dibujo… pero no es cierto. La realidad es que a través de una destreza, una materia, enseñamos muchas más. Enseñamos a pensar, a analizar, a relacionarnos, a conocernos. Enseñamos y aprendemos a vivir. Hacer posible ese aprendizaje nos obliga a estar en permanente contacto con la vida, y mantener un pensamiento imaginativo y crítico. ¿Desde dónde alimentamos todo eso?

Proponemos un “Cuestionario [‘del 3’] para Profesores”, en el que pongamos fecha a las cosas que nos movilizan y causan interés. ¿Se renuevan? ¿Vivimos demasiado desde lo que ya hemos vivido? Hagamos la prueba.

CUESTIONARIO [DEL 3’] PARA PROFESORES
Personalidad
¿qué rasgos valoro más de mi carácter?
1.
2.
3.
Destrezas, habilidades
que producen motivación o implicación en mí
1.
2.
3.
Lecturas recientes relacionadas con nuestro trabajo que me han aportado ideas 1.
2.
3.
3 libros recientes
que me han impresionado
1.
2.
3.
3 películas que recuerdo
de este último año
1.
2.
3.
3 lugares, experiencias, personas que se han
convertido en conocimiento
1.
2.
3.
¿Qué nuevos retos me planteo
en este momento y quiero realizar?
1.
2.
3.
¿Qué se me ha ocurrido
curioso últimamente?
1.
2.
3.
¿Qué me falta en mi equipaje:
en qué necesitaría crecer como profesional y como persona para aumentar el interés hacia mí mismo?
1.
2.
3.

Pero no pensemos que éste es un análisis que nos obliga sólo a nosotros. El deber y el placer de la cultura y la curiosidad es una exigencia también para los alumnos. Es necesario que sepan y compartan el mundo en el que están y que sean capaces de ir más allá de él. Una clase es un puente que no puede sostenerse desde un solo lado. Y ellos, adaptándolo a la edad de los niños o adolescentes con los que trabajamos, deben ser conscientes de lo que están dispuestos a poner en juego dentro del grupo y en el desarrollo de la clase, porque es una suerte coincidir con ellos. Y que asuman ese placer y esa responsabilidad con ellos mismos y con los otros.

Cuanto más sabes sobre el mundo, más interesante te parece (aunque decía Goethe que el conocimiento provoca inquietud). Y no debemos olvidar que cuanto más interesante sea el mundo para un niño, más ganas tendrá de conocerlo.

Según Donata Elschenbroich, lo que viene a continuación es

TODO LO QUE HAY QUE SABER O HABER EXPERIMENTADO A LOS 7 AÑOS:

1. Querer ganar y saber perder.

2. Entender qué significa “portarse mal”.

3. Haber perdonado a un adulto un castigo injusto.

4. Poder experimentar que tu propio cuerpo flota en el agua.

5. Ayudar en casa: haber cocinado, limpiado, hecho la cama y pasados días enteros al lado de su padre.

6. Donar algo de dinero a un mendigo o a un músico callejero.

7. Conocer diferentes relaciones familiares: tío, prima, madrina, …

8. Haber participado en una pelea doméstica con almohadas.

9. Conocer el cuento de Hansel y Gretel, y otras alegorías elementales sobre el abandono y la seguridad.

10. Ir a un museo de curiosidades: apreciar el mensaje de las cosas. Entender su prestigio, su antigüedad, su permanencia tras la muerte. Conocer un castillo. Sentir que el mundo cambia. Saber que la abuela se crió de otra forma. Escoger un objeto para guardarlo y pasarlo a sus propios hijos.

11. Hacer una colección de algo.

12. Saberse el número de urgencias o de emergencia para niños. Conocer los sistemas de ayuda y vigilancia.

13. Saber guardar un secreto: “sólo entre tú y yo”, “queda entre nosotros”.

14. Recordar una promesa cumplida.

15. Compartir con un adulto una cuestión sin resolver: “esto no lo sabe nadie”.

16. Haber subido a un árbol.

17. Querer estar guapo, tener sentido del estilo: “este jersey no me queda bien”.

18. Haber mediado en una pelea. Y haberse mantenido al margen.

19. Examinar el nervio de las hojas y las líneas de la propia mano.

20. Escuchar su propia voz. Saber imitar el sonido de los pájaros y otros animales. Provocar y oír el eco. Cantar su nombre.

21. Saber tomar un recado por teléfono, guardarlo y darlo.

22. Tener claro que no todos los deseos se cumplen por igual.

23. Haber negociado o cambiado una norma. Saber qué es una excepción.

24. Conocer el color de los propios ojos; haber pintado un autorretrato.

25. Notar su pulso, el de algún amigo y el de un animal.

Tras leer esto último, los alumnos deberían pasar también por su propio “Cuestionario [‘del 3’] para el Alumno”:

CUESTIONARIO [DEL 3’] PARA ALUMNOS
Personalidad
¿qué rasgos valoro más de mi carácter?
1.
2.
3.
Destrezas, habilidades
en las que me siento muy capaz
1.
2.
3.
3 juegos
que me han aportado ideas
1.
2.
3.
3 libros
que me han impresionado
1.
2.
3.
3 lugares, experiencias, personas
que se han convertido en conocimiento
 
¿Qué nuevos retos me planteo
en este momento y quiero realizar?
1.
2.
3.
¿Qué se me ha ocurrido
curioso últimamente?
1.
2.
3.
¿Qué me hace falta en mi equipaje:
en qué necesitaría crecer como persona para gustarme y parecerme un poco más interesante?
1.
2.
3.

Éste es nuestro equipaje. El viaje, lo que vamos a realizar, estaría establecido en dos partes:

Image Lo que el programa indica que tenemos que aprender (el equipaje)

Image Lo que podemos aprender juntos a partir de eso (el viaje)

Estos dos elementos (el equipaje y el viaje) es lo que tendremos que evaluar a lo largo del curso, no sólo al final. Valorar un viaje el último día es restarle posibilidades al durante. Y en esa evaluación, como brújula, deberían ir el interés, la curiosidad, la consciencia de estar creciendo. La acción, la contemplación a las que nos invita el misterio cuando está basado en el conocimiento, en la bondad. En la belleza. Sentir que cumplimos el poema de Kavafis. Y que éste no es un proyecto sólo de la escuela. Es también un proyecto de padres. De adultos. El proyecto de una sociedad. Y que es juntos como hacemos posible Ítaca.

“Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni a la cólera del airado Poseidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ella, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.”

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Para seguir leyendo:  

GLADWELL, M.: Inteligencia intuitiva. ¿Por qué sabemos la verdad en dos segundos? Madrid, Taurus, 2005.

“¿Recuerdan cuánto tiempo necesitaban en el colegio para decidir si un profesor era bueno o no? ¿Una clase? ¿Dos? ¿Un semestre? (…) Una persona que ve una grabación muda de dos segundos de un profesor al que jamás ha visto antes llega a conclusiones sobre la valía de éste muy similares a las de los alumnos que han asistido a sus clases durante un semestre completo”.

Acaba de aparecer en las librerías españolas y ya va por la segunda edición, este libro del periodista estadounidense que –tras ser confundido con un buscado delincuente con el que sólo y exclusivamente se asemejaba en el pelo– reflexiona sobre la primera impresión y su poder.

Nos explica cómo pensamos sin pensar, de dónde proceden las decisiones que parece que tomamos en dos segundos, pero que no son tan simples como aparentan. ¿Por qué algunas personas son tan brillantes a la hora de decidir y otras son tan torpes una y otra vez? ¿Por qué algunos siguen su instinto y triunfan, mientras que otros acaban siempre dando un paso en falso? ¿Cuál es el funcionamiento real del cerebro en el trabajo, en clase…? ¿Y por qué las mejores decisiones suelen ser las más difíciles de explicar?

Este libro revela que quienes son buenos tomando decisiones, no son aquellos que procesan más información o que dedican más tiempo a deliberar, sino aquellos que han perfeccionado el arte de hilar fino, de extraer los pocos factores que realmente importan a partir de una cantidad desmesurada de variables.

Por medio de la neurología y la psicología, el libro promete que “nunca volverás a pensar, en pensar de la misma manera”.

1 BONO, E. de: Cómo atraer el interés de los demás. Barcelona, Paidós, 1999.

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Buscamos “comunicarnos bien”
  (2.º Paso)

“La palabra, decía, revienta sobre la playa.
Pero siempre es sólo un poco de espuma
lo que desciframos”.

EDMOND JABÉS