Trabajar la convivencia en los centros educativos

Una mirada al bosque de la convivencia

Pedro Mª Uruñuela Nájera

NARCEA, S.A. DE EDICIONES
MADRID


© NARCEA, S. A. DE EDICIONES, 2017

Fotografías: © IngImage

ISBN libro: 978-84-277-2138-8

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A Ludi, mi compañera desde hace 44 años,
de la que aprendí lo más importante para la
convivencia: el respeto y la aceptación
incondicional del otro.

A Tina Vergara, que nos dejó cuando
terminaba de escribir este libro.

Índice

PRESENTACIÓN. Julio Rogero Anaya

INTRODUCCIÓN

I. PROFUNDIZANDO EN LA CONVIVENCIA

1. ¿Por qué hay que trabajar la convivencia?

Una mirada general a la evolución de la convivencia. Importancia de la convivencia para el desarrollo de la persona. Razones para trabajar la convivencia.

En la Práctica

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2. Qué es convivir

Algunas definiciones de convivencia. Hacia una definición común de lo que es la convivencia. Sociedad y escuela: otras consideraciones sobre la violencia.

En la Práctica

Para saber más

3. El conflicto, elemento siempre presente en la convivencia

El análisis de los conflictos. Gestión positiva de los conflictos.

En la Práctica

Para saber más

4. Las situaciones de quiebra de la convivencia: bullying y ciberbullying

El bullying o acoso entre iguales. El ciberbullying o acoso entre iguales a través de herramientas digitales.

En la Práctica

Para saber más

5. Las situaciones de quiebra de la convivencia: conductas disruptivas, violencia de género

Las conductas disruptivas en el aula. La violencia de género en la escuela. En la Práctica

Para saber más

6. El modelo dominio-sumisión y el modelo de convivencia basado en derechos

El modelo dominio-sumisión. El modelo de convivencia basado en derechos.

En la Práctica

Para saber más

7. Del modelo reactivo al modelo proactivo de convivencia

El modelo reactivo punitivo-sancionador. El modelo proactivo. Del modelo reactivo al modelo proactivo.

En la Práctica

Para saber más

8. ¿Autoridad o poder? La ley de autoridad del profesorado

Las razones para una ley de autoridad. ¿Ley de autoridad o ley de poder para el profesorado? El refuerzo de la autoridad del profesorado.

En la Práctica

Para saber más

II. ACTUACIONES PARA FOMENTAR LA CONVIVENCIA

9. Las normas para una convivencia positiva

Las normas de centro y de aula: principales características. ¿Cómo definir e implantar normas? Aceptar la responsabilidad que corresponde: distintos niveles. El incumplimiento de las normas y sus consecuencias: las sanciones.

En la Práctica

Para saber más

10. La gestión del aula

La comunicación en el aula. Las interacciones en el aula. Técnicas para la gestión del aula.

En la Práctica

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11. El Plan de Convivencia, sus elementos

Crear condiciones para abordar los problemas de convivencia. Partir de la situación de convivencia que se da en el centro. Trabajar la convivencia en positivo: actitud proactiva. Contar con apoyos externos: familias, ayuntamiento y otras instituciones. La concreción del Plan de Convivencia.

En la Práctica

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12. El Plan de éxito escolar

Cinco estrategias básicas para el éxito escolar. Trabajar la motivación del alumnado. Los cambios en la metodología. Los cambios en la evaluación.

En la Práctica

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13. El desarrollo de la inteligencia interpersonal

Aprender a pensar. La educación emocional. Desarrollo de habilidades sociales. El desarrollo de los valores morales.

En la Práctica

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14. La gestión y transformación pacífica de los conflictos

Trabajo previo: la “prevención”. Un método sencillo para la transformación pacífica de los conflictos: resolver. La mediación.

En la Práctica

Para saber más

15. El protagonismo del alumnado y de las familias

El protagonismo del alumnado: alumnos y alumnas ayudantes. La participación de los padres y las madres.

En la Práctica

Para saber más

16. La apertura al entorno: el aprendizaje-servicio

La apertura al entorno: el aprendizaje-servicio. ¿Qué es el aprendizajeservicio? Algunos ejemplos de prácticas de aprendizaje-servicio. Diseñar y llevar a la práctica un proyecto de aprendizaje-servicio.

En la Práctica

Para saber más

Y, PARA FINALIZAR: CONTINUAR

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Presentación

Este libro trata un tema central en la constitución del ser humano. Somos y nos hacemos personas porque vivimos con los demás. Desde que nacemos el proceso de vivir implica caminos complejos de construcción humana centrados en dos vías relacionales: la del conocimiento y relación con uno mismo y la del conocimiento y relación con los demás.

El ámbito familiar y el ámbito escolar son los dos espacios de socialización más relevantes en este proceso de aprendizaje permanente de la convivencialidad humana.

En la sociedad actual, el cumplimiento del derecho a la educación hace que el espacio y el tiempo escolar sean una realidad para casi todos los seres humanos y un lugar central e importante de sus vidas. La escuela se configura así como un espacio privilegiado del aprendizaje y el cuidado de la convivencia de todos y entre todos.

Sin embargo el modelo de sociedad dominante está basado en la competitividad, el logro del máximo beneficio personal, el desprecio al débil y al perdedor, la selección de los fuertes, el triunfo de lo individual frente a lo colectivo, lo común y lo público, el construirse como empresario de sí mismo, de negar al otro para poder autoafirmarse, sacarse a sí mismo el máximo rendimiento competitivo… Es la implantación y el dominio de la cultura del enfrentamiento y del todos contra todos.

Ese clima social da forma y subyace a la actual cultura escolar dominada también, como nos muestran las leyes de educación en casi todos los países, por la “nueva razón del mundo” impuesta hoy por los principios neoliberales: competencia, eficacia, rendimiento, éxito, emprendedores, currículo brillante, esfuerzo, trabajo…; es cierto que comienza a hablarse de trabajo en equipo, innovaciones metodológicas, trabajo por proyectos, investigación escolar, interdisciplinariedad, creatividad…, pero el objetivo es el mismo: ser más productivos, más competitivos, mayores beneficios, insensibles al sufrimiento ajeno, más control de sí mismo en función de la paz social impuesta para el mayor beneficio de unos pocos frente a los demás.

La construcción de la convivencia positiva y fraterna en el espacio escolar es el contenido central de este libro. El tratamiento de esta dimensión fundamental del ser humano y de su educación: aprender a relacionarse positivamente consigo mismo y con los demás en la vida y en el espacio-tiempo escolar.

Para ello dos revoluciones son necesarias para poder convivir satisfactoriamente: la revolución del ego y la revolución, aún inexplorada, de la fraternidad humana. La una requiere concebirnos a nosotros mismos como parte del todo humano, yo soy el otro y el otro soy yo, en la más maravillosa diversidad y complementariedad. El respeto a la dignidad de todos porque todos son “yo mismo”. La otra propone experimentar en la vida cotidiana el cuidado y la atención fraterna de la empatía y la compasión (como pasión compartida por la vida digna). Son la argamasa necesaria para hacer posible la vida con equidad, libertad y justicia.

Por ello hay que privilegiar los espacios escolares donde está toda la diversidad humana porque son los lugares donde se muestra toda la riqueza que la inclusión de una escuela plural muestra para el aprendizaje de la vida, sin ningún tipo de exclusión. Ese es el espacio y el tiempo nuevos que requiere la construcción de lo común, lo colectivo y lo público. Es en la escuela, el lugar donde se hace efectivo el derecho de todas las personas a la educación, donde está uno de los lugares propicios de construcción de la convivencia positiva y de asentamiento de los pilares del convivir humano.

Un concepto y una vivencia de la convivencia como vida compartida con los demás donde todos nos construimos como personas libres, igualitarias, justas, fraternas… Esta no puede utilizarse en los centros para favorecer el control, el poder establecido, la sumisión y el dominio de unos sobre otros. Con frecuencia se ha tratado el conflicto, los problemas de la vida cotidiana, la incomprensión de los problemas como elementos que se han de poner al servicio de una paztranquilidad administrada por quien ostenta el poder, en los centros educativos también. El modelo de dominio-sumisión es el que ha condicionado la convivencia humana a lo largo de la modernidad y lo hace también hoy.

Hoy, muchos de los conflictos que atraviesan la convivencia en el ámbito escolar son el reflejo de una rebelión explícita e implícita contra ese modelo. Reflejan la resistencia y al mismo tiempo reclaman otro modelo de relación basado en la dignidad y en los derechos humanos explicitados en la Convención sobre los Derechos del Niño (1989).

Para poder hablar de convivencia positiva, como la que se propone en este libro, es necesaria una nueva concepción de educar, muy diferente a la dominante hoy que genera tantas frustraciones en todos. Son los aspectos de la convivencia que desarrolla con acierto Pedro Uruñuela, basado en su larga experiencia de análisis, reflexión y elaboración de propuestas creativas y alternativas sobre estos temas. Se recoge el contenido de su trabajo en múltiples actividades de formación de familias y profesorado. La dinamización y colaboración con el equipo de la “Asociación Convives”, su participación activa en los movimientos de renovación pedagógica y su aportación-asesoramiento a los centros educativos que le han requerido para orientar los procesos de mejora de la convivencia, le avalan a la hora de presentar públicamente su trabajo en esta publicación.

El contenido del libro abarca el modelo de convivencia basado en la dignidad de la persona y en los derechos humanos que produce una actitud proactiva en las relaciones con los demás. Un modelo que se propone alternativo y que creo es radicalmente diferente al generalizado y dominante, que aquí se denomina modelo dominio-sumisión, que produce respuestas reactivas, autoritarias, disciplinares y punitivas. Se analiza en profundidad el conflicto escolar, su sentido y su tratamiento como oportunidad pedagógica de crecimiento humano de todos los actores del mismo. Se dedican algunos capítulos también a los aspectos que rompen la convivencia escolar y la forma de afrontarlos.

Especialmente interesante es el capítulo dedicado a analizar la autoridad del profesorado, basada en el respeto, el afecto, la dedicación, la coherencia, el diálogo, el compromiso, la comprensión y reconocimiento del otro; todo ello supone una concepción muy distinta al autoritarismo dominante.

La segunda parte del libro está dedicado al desarrollo de las competencias socioemocionales. A la formulación de normas positivas e inclusivas de convivencia, elaboradas de forma participativa, se dedica otro capítulo muy alejado de la concepción punitiva de los actuales “reglamentos de régimen interior”. El contenido de esta segunda parte aporta una visión de la convivencia capaz de ser posible, positiva, gratificante, satisfactoria para toda la comunidad educativa porque se sustenta en proyectos educativos de centro que contienen un plan de éxito escolar y un plan de convivencia como pilares básicos del mismo. Así es posible plantearse la dimensión fundamental de la educación liberadora y emancipadora, que es la comprensión de la misma tomando conciencia de que ésta es compromiso con la propia autoconstrucción y como servicio a los demás y a los procesos de humanización y emancipación de la humanidad.

Cada capítulo lleva incorporado un apartado final titulado “En la Práctica” que recoge propuestas concretas de todo tipo para el análisis, la reflexión, la elaboración de propuestas y otras herramientas que nos ayudan a avanzar en el convivir cotidiano de los centros educativos.

Este libro contiene valores que acercan su reflexión y sus propuestas a la práctica educativa necesaria para construir otro modelo educativo y convivencial. Es claro en su exposición. Sencillo y tocado constantemente por el sentido común. Es una llamada constante a la reflexión sobre la práctica educativa y el clima convivencial necesario para hacer apasionante la tarea educativa.

Es una invitación a configurar una nueva visión de la convivencia en los centros educativos. Pero, sobre todo, aporta instrumentos prácticos, ligados a la acción educativa concreta, que animará a muchas comunidades educativas a desarrollar un proyecto de convivencia coherente con un proyecto educativo de centro realmente transformador. También es un material muy útil para la formación de padres, docentes y alumnado en la dimensión social de la relación educativa, formación necesaria e imprescindible para mejorar las dinámicas convivenciales en la institución escolar.

Por todo ello solo me queda agradecer a Pedro Uruñuela su generosidad por poner al servicio del común educativo su trabajo y la experiencia acumulada en la relación con tantos docentes y comunidades educativas. Me queda la esperanza de que fructifique en hacer realmente relevante este tema en la acción educativa diaria de la escuela.

JULIO ROGERO ANAYA
Maestro
Miembro del MRP “Escuela Abierta”
(Getafe–Madrid)

Introducción

A lo largo de los últimos treinta años se han desarrollado múltiples iniciativas para el trabajo de la convivencia en los centros educativos. Basta recordar, entre otras, las aportaciones de Rosario Ortega (ANDAVE, Sevilla antiviolencia escolar), Mª José Díaz-Aguado (estudios sobre el acoso y su prevención, estudio del sexismo), Isabel Fernández (los conflictos en el aula y en el centro, prevención de la violencia), Juan Carlos Torrego (mediación y resolución de conflictos), Mª Victoria Trianes (habilidades sociales para la convivencia), José Luis Carbonell (Convivir es vivir), Manuel Segura (inteligencia interpersonal), el informe del Defensor del Pueblo y otras muchas iniciativas que resulta imposible mencionar en esta pequeña introducción.

Sin embargo, en el año 2004, a raíz del suicidio de Jokin Ceberio como consecuencia del acoso al que era sometido, la sociedad toma conciencia de los problemas de convivencia que existen en los centros educativos y surgen nuevas iniciativas para su tratamiento. Desde las Consejerías de Educación se plantean propuestas, diversas organizaciones sociales avanzan actuaciones y se puede decir que el tema de la convivencia escolar pasa a primer plano en las prioridades educativas. Desde el Ministerio de Educación se consigue un “Pacto Estatal por la Convivencia” que prácticamente es refrendado por casi todas las organizaciones sociales y que da origen a una serie de iniciativas, desde la creación del “Observatorio Estatal de la Convivencia” hasta la organización de jornadas y congresos, pasando por la actividad de formación de formadores dirigida al profesorado y a las familias.

Lamentablemente, con el paso del tiempo estas iniciativas fueron decayendo y la convivencia dejó de ser uno de los temas prioritarios en educación. Justificado por la crisis económica, se abandonan las diversas iniciativas o se restringen al mínimo. Y son otros los temas que pasan a primer plano, la excelencia, el emprendimiento, la competitividad… Sólo quedan pequeñas iniciativas y actuaciones en pequeños grupos.

Sin embargo, las necesidades educativas relacionadas con la convivencia siguen estando presentes, sobre todo teniendo en cuenta lo que supone la extensión de la escolarización obligatoria hasta los dieciséis años y la presencia de un alumnado muy diverso, con actitudes, expectativas y planteamientos muy diferentes ante la educación. Poco a poco va volviendo a crecer la demanda de actividades relacionadas con la convivencia, ya que las necesidades no se pueden ocultar.

En numerosas ocasiones, grupos de profesores y profesoras o determinados centros e instituciones me han pedido que hablara sobre el trabajo de la convivencia en los centros educativos en estos momentos. A partir de esta exposición han surgido grupos de trabajo, seminarios o programas concretos de actuación y de profundización.

El presente libro pretende recoger estos planteamientos básicos sobre cómo trabajar hoy la convivencia y proporcionar ideas y pautas para dicho trabajo. Se trata de una visión general sobre el “bosque de la convivencia”, sin profundizar ni tratar exhaustivamente los diferentes “árboles” que lo componen. Es cierto que quien mucho abarca poco aprieta, y tal vez el libro ofrezca una visión demasiado superficial del trabajo por la convivencia positiva. He preferido mantener esta visión general y, a la vez, ofrecer pautas para profundizar y poder trabajar más a fondo determinados temas.

El libro está organizado en dos partes. La primera se centra en determinados temas de reflexión general sobre las razones para trabajar la convivencia, la definición de la misma, las situaciones de quiebra de la convivencia, el mundo de los conflictos, las estrategias generales para abordar los problemas y la autoridad del profesorado.

La segunda parte es eminentemente práctica, y plantea ocho posibles actuaciones concretas para el trabajo: establecimiento y control de normas para una convivencia positiva, la gestión del aula, el Plan de Convivencia, el Plan para el éxito escolar, el desarrollo de la inteligencia interpersonal, la transformación de los conflictos, el papel del alumnado y de las familias, y el aprendizaje-servicio.

Es posible que falte algún tema importante pero los ocho propuestos deben ser considerados y tenidos en cuenta a la hora de iniciar el trabajo sobre la convivencia en los centros educativos.

A lo largo de los últimos treinta años he trabajado con muchos grupos y asociaciones, y de todos ellos he aprendido muchas de las cosas que recojo en el libro. A ellos les pertenecen muchas de las ideas que aparecen en los diversos capítulos, yo sólo me he limitado a ordenarlas, darles forma y sistematizarlas. Me resulta imposible mencionar a todas las personas a quienes tengo que agradecer sus aportaciones, pero creo que debo hacerlo.

En primer lugar, a los compañeros y compañeras de los Institutos de Fuenlabrada con los que iniciamos el proyecto Turkana, y de manera especial a Pilar López, Carlos Fernández, Esther Paramio y el gran amigo, ya desparecido, Roque Lobo. A los compañeros y compañeras del Ministerio, Alejandro Tiana, Rafa Alba, Fernando Gómez y Paz Soler, y a todas las personas que, desde las Comunidades Autónomas, ayudaron y llevaron a la práctica las propuestas del Plan Estatal de Convivencia; muchas de ellas contribuyeron también a la fundación de la “Asociación CONVIVES”. También a los padres y madres de las distintas juntas directivas de CEAPA (Jesús Sánchez, Jesús Salido, Nuria Buscati), a CONFEDAMPA (Pepi García y Mercedes Juárez), a CONFAPACAL (Emilia Ruiz), a la FAPA Galdós de Gran Canaria (Lourdes Ruano) y a la FAPA Giner de los Ríos de Madrid (José Luis Pazos, Arancha Ventura, Araceli Bermejo…).

A todos los compañeros y compañeras de CONVIVES y, en especial, a Carme Boqué, Angels Grado, Cesc Notó y demás compañeros y compañeras de Cataluña. A Neli Zaitegi, Chema Avilés, Javier García, Ignacio Sobrón, Pedro Díez, Miguel Ángel Modrego, Eloísa Teijeira, Carolina Alonso, Raquel García Bravos, Juan Vaello, Isabel Fernández, Juan de Vicente, Antonio Lobato y muchos otros que me resulta imposible mencionar. A los compañeros del IES Portada Alta de Málaga, a José Antonio Binaburo, Juan Carlos Torrego y su equipo…, y que me perdonen las personas que no han sido mencionadas.

Y un agradecimiento especial para Pepe Domínguez y Julio Rogero, que me animaron e insistieron hasta lograr que escribiera este libro. Angels Grado y Cesc Notó leyeron el borrador del libro y me hicieron llegar sus sugerencias. Pero, sobre todo, Julio Rogero no sólo me animó sino que tuvo la paciencia de leer todos los capítulos, discutirlos personalmente y hacerme sugerencias para su mejora. También el agradecimiento a mi familia que me aguantó el tiempo que he dedicado a su escritura y no he podido dedicar a una mejor atención hacia ellos.

Espero, y deseo, que este libro sea de utilidad para todas aquellas personas y colectivos que siguen creyendo en la importancia de educar en y para la convivencia positiva, y que la siguen considerando como un aprendizaje imprescindible hoy día para cualquier alumno o alumna.

I

PROFUNDIZANDO EN LA CONVIVENCIA

1

¿Por qué hay que trabajar la convivencia?

Hemos aprendido a volar como los pájaros y a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos.

MARTIN LUTHER KING

En efecto, hemos logrado un enorme progreso científico y técnico, pero hemos avanzado poco en cuanto a la convivencia pacífica de las personas, los grupos y las naciones.

La humanidad ha conseguido poderse comunicar de forma instantánea con cualquier persona en cualquier lugar del mundo, navegar los mares y océanos en barcos o submarinos, desplazarse en avión por toda la tierra y en tiempo cada vez más breve, enviar módulos tripulados por astronautas a la luna, hacer habitable una estación espacial y otros muchos logros, expresión de la capacidad humana para la ciencia y la tecnología. Puede afirmarse que, sobre todo en los últimos años, el desarrollo científico y tecnológico ha crecido de forma exponencial, alcanzando cotas impensables hace sólo unas generaciones.

UNA MIRADA GENERAL A LA EVOLUCIÓN DE LA CONVIVENCIA

¿Puede decirse lo mismo de nuestra capacidad para convivir de manera pacífica? ¿Se ha conseguido avanzar igualmente en nuestras relaciones con otras personas y pueblos? Una mirada a lo que sucede alrededor confirma que, por desgracia, no es así. Basta abrir un periódico para comprobar cómo siguen existiendo las guerras entre países, cómo mueren asesinadas muchas personas en el marco del narcotráfico o cómo sigue siendo constante la muerte de mujeres a manos de quienes son o fueron su pareja. Al contrario de lo que sucede en el mundo científico-tecnológico, el progreso en cuanto a la convivencia apenas ha levantado el vuelo, sigue bajo mínimos.

Si se trazara un eje de coordenadas y se representara en el mismo el desarrollo que ha seguido a lo largo del tiempo el progreso científico-tecnológico, se comprobaría que, tras un largo período sin apenas crecimiento, sube rápidamente hacia arriba, transmitiendo la imagen de una gran evolución. Por el contrario, si se hiciera lo mismo respecto de la convivencia y la relación interpersonal, se comprobaría que la línea apenas sube, permaneciendo más o menos igual a lo largo del tiempo. En cuanto al progreso científico-tecnológico se ha avanzado muchísimo, pero, en lo relativo a la vida interpersonal y a la convivencia, no se ha avanzado tanto.

Se ha creado un grave desajuste entre el avance de la ciencia y de la tecnología en relación con el crecimiento y desarrollo de la vida interpersonal, y esto trae consecuencias muy serias. Es posible enviar una tripulación al espacio y mantenerlos en la estación espacial durante meses, pero todos los días mueren de hambre unas siete mil personas, sin que nadie haga nada por remediar esta situación. Sin duda eran médicos muy preparados e ingenieros muy competentes los que estaban al frente de los campos de concentración nazis, pero todo su saber y toda su técnica la emplearon para la aniquilación de millones de hombres y mujeres, por la sola razón de ser diferentes, de no pertenecer a la raza aria. La medicina ha avanzado mucho y ha hecho posible la sustitución de prácticamente todos los órganos del cuerpo humano, pero siguen enfermando y muriendo muchas personas por enfermedades infecciosas causadas por un pequeño virus cuando, con un poco de esfuerzo, podría conseguirse su tratamiento y erradicación completas.

Y es que, volviendo a Martin Luther King, no hemos aprendido todavía el sencillo arte de vivir como hermanos. Por eso, muchas personas pensamos que aprender a convivir se ha convertido en una de las prioridades más importantes de nuestra sociedad. Durante muchos años, la humanidad a través de distintas propuestas políticas se ha centrado en la conquista de la igualdad, como es el caso de los países del socialismo real, o bien en la conquista de la libertad, desarrollando sistemas basados en el liberalismo o neoliberalismo. Sin embargo, la fraternidad sigue sin ser explorada, apenas ha sido considerada a pesar de que, muy probablemente, sea el elemento clave para poder unir los otros dos, la igualdad más la libertad1. Merecería la pena explotar esta posibilidad.

Es necesario rechazar la violencia presente en nuestras relaciones personales, familiares, sociales e institucionales y adquirir las habilidades, ideas, destrezas y valores que hacen posible una convivencia en paz, una convivencia en positivo. Nos va en ello no sólo nuestra propia supervivencia como individuos y como especie, sino, sobre todo, poder vivir y disfrutar de una vida de calidad, más allá del mero disfrute del bienestar material.

La escuela, y el sistema educativo en general, pueden hacer mucho para alcanzar este objetivo. La educación no sólo busca que los alumnos y alumnas adquieran el máximo posible en cuanto a los conocimientos, procedimientos y valores científicos imprescindibles para vivir en la sociedad del siglo XXI. Tiene también como prioridad formar personas que sepan convivir de manera pacífica, que sepan participar en la sociedad compleja que les va a tocar vivir, que sean capaces de organizar sus propias vidas desde sus propios criterios y valores de paz.

Con el desarrollo tecnológico, con el avance de los medios informáticos, a la escuela le han salido grandes competidores a la hora de transmitir los conocimientos y procedimientos de cualquier materia, de forma que cualquier persona puede adquirir los conocimientos que necesita, sin necesidad de volver otra vez al sistema escolar, incluso aunque en su día no hubiera finalizado satisfactoriamente dichos estudios. Sin embargo, no puede decirse lo mismo respecto del aprendizaje de la convivencia y del papel fundamental que juegan las diversas instituciones del sistema educativo.

IMPORTANCIA DE LA CONVIVENCIA PARA EL DESARROLLO DE LA PERSONA

Si nos detenemos y profundizamos un poco más en la brecha abierta entre el rápido desarrollo del progreso tecnológico y el lento despegue del nivel de convivencia, veremos las manifestaciones concretas de este desfase y descubriremos el modelo de convivencia vigente en la sociedad que, como no puede ser de otra forma, también se traslada a la escuela.

¿Por qué es importante cuidar y trabajar la convivencia a lo largo de todo el proceso educativo? Por una razón muy sencilla: porque nos hacemos personas, nos convertimos en sujetos autónomos a través de las relaciones con otras personas. En el momento de nacer, el niño y la niña son las criaturas más débiles de todos los seres vivos y, sin los cuidados básicos que le proporcionan las personas que los crían, apenas sobrevivirían un poco de tiempo. Y no sólo por el alimento, también por el contacto físico y afectivo; los niños y niñas salen adelante por los cuidados que reciben. Y es que el cuidado es la primera manifestación de la convivencia, la preocupación, atención y dedicación a quien es más débil y más lo necesita.

En el proceso de desarrollo, de constitución de cada uno como sujeto autónomo, juegan un papel clave las relaciones con otras personas. No sólo porque muchas cosas las aprende el niño o la niña por imitación de las personas que le sirven de referentes. También porque éstas son como un espejo en el que los niños se ven reflejados, a través del cual van construyendo su propio concepto, su propia imagen, su propia estima. Este proceso exige determinadas condiciones sin las cuales resulta muy difícil ser efectivo y positivo para los niños.

El niño, la niña crecen siempre en un determinado grupo, forman parte de una familia y, desde muy pequeños, son acogidos por diversas instituciones, entre las que se encuentra la escuela. De esta forma vamos construyéndonos como sujetos en interrelación con los demás. Convivir es tomar conciencia de que vivimos con otras personas y es a través de la cooperación como vivimos y nos desarrollamos, como vamos construyendo la vida2.

Si la convivencia juega un papel tan importante en el desarrollo humano, ¿por qué hablamos entonces de que apenas hemos despegado en cuanto a su desarrollo? Porque la organización social predominante a lo largo de la historia, y particularmente la sociedad del conocimiento y de la información en la que nos ha tocado vivir, ha desarrollado y fomentado una forma de organización y unos valores contrarios a la convivencia, primando el individualismo, la competitividad y el miedo al otro. La lógica del mercado está marcando los rasgos dominantes de esta sociedad, con la lógica del beneficio por encima de todo. Rasgos que también han sido trasladados a los centros educativos.

Una de las consecuencias más importantes del modelo de sociedad actualmente vigente es la exclusión de muchas personas que, aunque teórica y nominalmente sean sujetos de derechos, en la práctica viven despojados de los mismos. Desde las siete mil personas que mueren diariamente por falta de alimento hasta la falta de oportunidades de mejora que lleva a tantas personas a emigrar por los medios que sea, pasando por los que sufren la carencia de trabajo, de vivienda o de atención en la enfermedad. La exclusión divide a las personas en dos categorías: los que tienen y los que no tienen, siendo éstos últimos considerados ciudadanos de segunda categoría.

También en la escuela puede verse el fenómeno de la exclusión: por ejemplo, el número de alumnos y de alumnas que no obtienen el graduado en Secundaria, en torno al 26%, y que son considerados de segunda categoría. La escuela organizada desde principios de excelencia, que busca seleccionar a los mejores y que deja fuera a los fracasados, a los emigrantes, a los que son diferentes. Reflejo de la sociedad en la que está inmersa, también la escuela produce y reproduce las condiciones sociales vigentes en la sociedad, de acuerdo a los valores que son dominantes.

En vez de una sociedad convivencial, marcada por el ser, hemos desarrollado una sociedad basada en el tener, en la competencia por ser el primero y poseer más: bienes materiales, e inmateriales, más saber, más poder. Este modelo de sociedad se ha trasladado también a la escuela y a las familias, generando un tipo de relaciones que no están basadas en la cooperación y el respeto al otro, sino en el individualismo que hace buscar el propio bien sin contar con los demás, y muchas veces a costa de los demás.

Sin embargo, la lógica de la convivencia se fundamenta en la lógica de la solidaridad, en la aceptación y el respeto del otro, aunque sea diferente. Una mirada completamente distinta a la lógica del mercado.

Este modelo de sociedad se traslada y penetra también en la escuela, diseñando un modelo de centro en el que prima la competitividad con el resto de compañeros, la disciplina, el orden, el silencio, la sumisión. Sin embargo, es posible otro modelo de escuela, concebida como un sistema social, como un sistema vivo: una visión que mira el mundo desde el punto de vista de las relaciones y de la integración, y que se organiza a través de unos patrones similares a los de la propia vida3.

Según Capra, es la vida, y no la máquina, la que nos ha de dar la pauta de los cambios creadores de vida; los seres vivos actúan de forma autónoma y nunca podrán ser controlados como máquinas; los sistemas sociales vivos son redes de comunicaciones autogenéticas y la organización humana sólo será un sistema vivo si está organizado como red conteniendo redes más pequeñas en su interior. Es necesario reconocer y “comprender las organizaciones humanas como sistemas vivos” porque éste es uno de los retos más importantes de nuestro tiempo.

Las organizaciones vivas tienen dos características fundamentales: un fuerte sentido de comunidad e identidad colectiva en torno a una serie de valores comunes basados en la comunicación y el diálogo, y la apertura al mundo exterior con tolerancia a nuevas personas y nuevas ideas.

La escuela, si quiere trabajar un nuevo modelo de convivencia, debe basarse en estos nuevos paradigmas de la complejidad y la convivencialidad, y centrarse en el conocimiento de la vida y de los procesos de humanización, en los que la relación humana sirve a la cooperación, el desarrollo pleno de las capacidades de todos y cada uno de los componentes de la especie humana.

Sólo de esta forma podremos incidir en la situación actual en relación con la convivencia y conseguir que la brecha actualmente existente entre el progreso científico y tecnológico vaya disminuyendo, dando paso a una sociedad más humanizada en la que la convivencia y sus valores de respeto, comunicación y aceptación del otro sean predominantes frente a los valores de la competitividad, el dominio y el olvido y desprecio del otro.

Para hacer posible que la convivencia cumpla su papel, es preciso dar un vuelco a la idea que tenemos del otro y de la diversidad humana4. La diversidad y la diferencia son la norma en la sociedad y en la escuela; la excepción es lo uniforme, algo que, sin embargo, marca toda nuestra acción docente. No hay que olvidar que el aprendizaje es básicamente resultado de la interacción social y que depende básicamente de las relaciones interpersonales y del clima afectivo. De ahí la importancia de cuidar y seguir no sólo los aspectos académicos y curriculares, sino también los personales, relacionales y afectivos.

Es imprescindible contemplar la diversidad como una riqueza y no como una amenaza y defenderla como algo fundamental en la igualdad y la fraternidad.

RAZONES PARA TRABAJAR LA CONVIVENCIA

Víctor Frankl, muy conocido por su relato de cómo logró sobrevivir en un campo de concentración nazi5, nos dejó dicho que “quien tiene claro el por qué, encuentra fácilmente el cómo”. En nuestro caso, si tenemos clara la importancia de la convivencia, las razones que hacen necesario su trabajo, encontraremos mucho más fácilmente la manera de trabajarla. Igualmente, A. de Saint-Exupéry nos decía que “si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo del mar libre y abierto”.

Por eso es muy importante plantearse por qué hay que trabajar la convivencia como paso previo a su trabajo en el centro educativo. Se trata de “anhelar el mar libre y abierto de la convivencia”, de desear y soñar una sociedad en la que la violencia esté ausente, imaginar un centro que responda y prepare para ese deseo de relacionarnos en paz. Estar convencidos, emocional y racionalmente de la importancia de la educación para la convivencia positiva. Este trabajo para la mejora de la convivencia nos genera bienestar a nosotros y a las personas con las que nos relacionamos, estamos trabajando para ‘estar mejor’. Si carecemos de estas convicciones, si no deseamos y anhelamos otro modo de relación pacífica y de convivencia, inútil será cualquier otro planteamiento acerca de propuestas concretas para el trabajo de la convivencia. No sólo hay que saber y poder, lo primero es querer trabajar por la convivencia.

Hay, además, otro dato importante. La escuela (colegios, institutos, escuelas infantiles, etc.) es, en estos momentos, la única institución por la que pasan todos los niños y niñas, y en ella permanecen no sólo los diez años de la enseñanza obligatoria, sino, en muchas ocasiones, los años no obligatorios de la educación infantil (hasta seis años) y los años de enseñanza postobligatoria de bachillerato o formación profesional (dos años más). Ninguna otra institución tiene esta oportunidad, la de tener a lo largo de tantos años a todos los chicos y chicas y poder educarles en los principios, valores, competencias y habilidades necesarios para la convivencia. ¿Puede la institución escolar dejar pasar esta oportunidad sin aprovecharla? ¿Puede permitir que haya alumnos y alumnas que salgan de la escuela siendo perfectos analfabetos en los temas de convivencia? Se toman medidas cuando un alumno/a manifiesta carencias en una determinada materia, pero permanecemos indiferentes si muestran graves carencias para la relación positiva con otras personas.

En la escuela, desde la etapa infantil, el niño y la niña entran en contacto con personas desconocidas, ajenas a su familia o al limitado círculo de su barrio, niños y niñas muy diferentes, incluso de distinta nacionalidad y país. ¿Cómo va a desaprovechar la escuela esta oportunidad que tiene y va a dejar de educar en la convivencia, en el respeto y aceptación de la diferencia, en la cooperación y colaboración con otras personas aunque éstas no sean de la propia familia? Sería una grave irresponsabilidad dejar pasar esta posibilidad, desperdiciar la oportunidad de educar en y para la convivencia a lo largo de todos los años de permanencia en el sistema educativo. Sería renunciar a una de las misiones fundamentales de la escuela y de la educación.

Sin embargo, no siempre se tiene conciencia en el mundo educativo de la oportunidad que se le presenta para educar en la convivencia. El mundo educativo, demasiado preocupado por lo puramente académico, se centra la atención en el aprendizaje de conceptos, procedimientos, actitudes, competencias del ámbito de las áreas y materias, olvidando otros aspectos como el señalado. Y, conforme se avanza en el sistema educativo, más se va perdiendo esta orientación educativa, creciendo cada vez más el peso de la instrucción y de lo académico sobre otros aspectos.

Pero ambos aspectos son perfectamente complementarios y no excluyentes. Un alumno puede perfectamente adquirir altos conocimientos de todas las materias y, a la vez, aprender a convivir, desarrollando una de las competencias básicas, la competencia social y ciudadana. Más aún, es seguro que, cuanto mejor sea el clima del aula y del centro, cuanto más a gusto esté con sus compañeros y compañeras, más motivado estará el alumnado para estudiar y seguir aprendiendo. Aprender a convivir tiene valor en sí mismo, como aprendizaje específico. Pero, a la vez, tiene también un valor instrumental, ya que sirve para mejorar los aprendizajes académicos que llevan a cabo los alumnos y alumnas.

Hay, además, muchas más razones que fundamentan el trabajo de la convivencia. Entre ellas, podemos encontrar las siguientes, algunas ya mencionadas anteriormente:

El fin de la educación no se reduce exclusivamente a la transmisión de conocimientos. Como señaló Jacques Delors, la educación del siglo XXI debe conseguir también en los alumnos y alumnas que aprendan a ser, que aprendan a convivir y que aprendan a hacer.

Las nuevas tecnologías, el desarrollo de las redes digitales como Internet, han supuesto una dura competencia con el profesorado a la hora de transmitir información; ello ha obligado a reformular la tarea del profesor/a como las personas que ayudan a transformar la información en conocimiento y, sobre todo, las personas que enseñan a través del diálogo, la interacción y la relación entre todas las personas del centro.

La inteligencia no puede reducirse a la inteligencia lógico-simbólica tradicional, recogida en asignaturas clásicas como las matemáticas o la lengua. Hay diversos tipos de inteligencia (Gardner), entre las que destacan la inteligencia intra e interpersonal. Por ello, no puede decirse de alguien que sea inteligente si no sabe convivir de forma pacífica con otras personas.

Porque, como ya se ha señalado anteriormente, el progreso tecnológico ha sido enorme, pero el progreso en las relaciones interpersonales sigue siendo una de las asignaturas pendientes de la humanidad. En este sentido, como Edgar Morin nos recuerda, “estamos todavía en la prehistoria de la humanidad”.

La educación de los niños y niñas ha de ser integral; no se trata únicamente de llenar sus cabezas con conceptos y teorías, sino que la educación integral exige trabajar también el desarrollo emocional, la adquisición de determinadas habilidades sociales, la apropiación de valores morales, etc.; en definitiva, adquirir aquellos elementos imprescindibles para saber convivir.

Los conocimientos se desarrollan muy rápidamente pero, a la vez, enseguida quedan obsoletos; de ahí el énfasis en las competencias básicas, esos cimientos que hacen posible el aprendizaje a lo largo de toda la vida. Entre estas competencias básicas se encuentra la competencia social y ciudadana: saber convivir en paz, comprender la sociedad en que se vive, y querer y saber participar en su desarrollo y mejora.

Una buena convivencia es, a la vez, un objetivo educativo a conseguir y una condición necesaria para que el aprendizaje sea posible. Sólo con un buen clima de aula y de centro, con unas buenas relaciones interpersonales es posible mejorar el aprendizaje.

En nuestro país estamos viviendo una situación mejor que la de otros países de Europa en cuanto a los problemas derivados de la quiebra de la convivencia, Debemos esforzarnos por mantener esta situación y que no vaya a peor.

Es clave insistir en la importancia de las razones, los “por qué” hay que trabajar la convivencia en la escuela; pero, a la vez, es necesario pasar del reconocimiento teórico de la importancia del trabajo por la convivencia positiva a su reconocimiento práctico, revisando la coherencia entre lo que decimos teóricamente y lo que hacemos realmente: el tiempo que dedicamos al trabajo de la convivencia, las acciones que ponemos en marcha, su presencia en las lecciones de clase…, muestras del interés real, no sólo teórico, que tenemos por la mejora de la convivencia.

Y no podemos olvidar que los docentes somos un modelo para nuestro alumnado, y que, por tanto, nuestro comportamiento debe ser coherente con la convivencia positiva que propugnamos.

Además de profundizar en los por qué, es también necesario compartir los conocimientos e ideas previas que podemos tener en relación con la convivencia; son las creencias que todos tenemos, diferentes en unos aspectos pero comunes en otros muchos, que van a concretarse en actitudes y posturas ante los conflictos, en propuestas de actuación, en alternativas a los problemas. De ahí la importancia de sacarlas a la luz, ponerlas sobre la mesa y llegar a identificar todo aquello que nos une y que puede ser compartido sin problemas.

En concreto, es importante que empecemos a responder a las siguientes cuestiones:

¿Cómo entendemos la convivencia?

¿Cómo entendemos los conflictos?

¿Qué es lo que aceptamos como normal, en la relación entre personas diferentes?

¿Qué es lo que consideramos como violento?

¿Cómo afrontar las situaciones de quiebra de la convivencia?

¿Hay que mantener actitudes y conductas homogéneas ante los problemas?

¿Cuál es el papel de las normas?

¿Qué es lo saludable para el alumnado, el profesorado, las familias y el personal no docente?

Todas estas preguntas van a ser tratadas en profundidad a lo largo del libro. Comenzaremos por llegar a una definición compartida de lo que es la convivencia, partiendo de las distintas ideas y conceptos que todas las personas tenemos acerca de lo que es la convivencia. El próximo capítulo recogerá estas reflexiones, ampliándolas y tratándolas en profundidad.

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