Prólogo

En la edición del periódico Granma correspon­diente al 29 de julio de 1988 apareció un breve artículo titulado “Che pedagogo”, escrito por Lidia Turner Martí. En el texto se expresa:

El estudio y análisis de la obra del Che nos lleva a afirmar que hizo aportes notables a la peda­gogía cubana [...] Sus ideas, planteadas en discursos, ensayos, cartas, y hasta en los dia­rios de campaña, encierran profundos análisis de la esencia del hombre, de los métodos para su formación y de la relación estrecha entre educación y desarrollo económico y social.

Confieso que me resultó sorprendente. Lector en­tusiasta de la obra del Che, no había reparado en esa vigorosa dirección de su pensamiento. Al comentar con la autora sobre ese particular, me ex­presó que desde hacía varios años venía investi­gando esa arista del pensamiento del Guerrillero Heroico, y que había adelantado mucho en su empeño, al extremo de que pensaba seriamente conformar una obra, cuyo contenido versara sobre las ideas pedagógi­cas de éste.
Estuve seguro de que lo haría.
Los frutos de ese esfuerzo investigativo se re­cogen en esta obra, titulada Del pensamiento pe­dagógico de Ernesto Che Guevara, de cuya au­tora haré algunas consideraciones, así como del asunto que trata.
Lidia Turner Martí es maestra por excelencia. Desde sus años juveniles trabaja directamente en la docencia y, a pesar de haber ocupado impor­tantes cargos de dirección, nunca ha perdido el contacto con el aula y los alumnos, ya sean de nivel primario o universitario, lo cual, según ella expresa, le ayuda a mantenerse constantemente actualizada en relación con las exigencias siem­pre cambiantes del proceso de enseñanza.
Por su trabajo educacional ha recibido impor­tantes reconocimientos públicos. Es considerada uno de los pedagogos cubanos más relevantes. Lo que realmente impresiona en Lidia no son sus títulos doctorales, sino su profunda calidad hu­mana, su infinito fervor revolucionario y su conta­gioso optimismo, que la convierten en una cons­tante creadora de ideas para favorecer el mejora­miento de la calidad de la educación. Todo ello acompañado de una tenacidad a toda prueba cuando de obtener sus propósitos se refiere, porque para Lidia no importan ni las difi­cultades ni las incomprensiones cuando se de­cide a encarar una empresa que considera justa para la educación.
Desde hace tiempo, Lidia Turner tiene una am­bición muy fuerte, que es divulgar la riqueza del pensamiento pedagógico cubano y latinoame­ricano. A esa labor se ha dedicado con la ayuda de diferentes especialistas y estudiantes, a los que ha interesado en sus ideas. Es estudiosa del pensamiento educativo de José Martí, y espera­mos nos brinde, sobre ese tema, una nueva obra.
En Lidia había una limitación, un obstáculo que no se disponía a eliminar. Es autora de excelen­tes artículos sobre diferentes temas educativos, publicados en revistas especializadas; ha escrito magníficas tesis, muy novedosas, que ha discu­tido en numerosos congresos internacionales; ha publicado el resultado de sus investigaciones científicas; ha sido coautora de varios ensayos; pero no se decidía a publicar una obra como la que nos ocupa. Siempre que se le hablaba del asunto, respondía mostrando su excelente sonrisa y evocando las palabras que Martí expresó acerca de Luz y Caballero: que no escribía libros que recompensan, sino en las al­mas, que suelen olvidar.
Esta obra de madurez de Lidia Turner fue, por fin, lo que todos esperábamos. 
En este regalo que ofrece al lector, la autora nos pone en contacto con el pensamiento peda­gógico de Ernesto Che Guevara. Está dividido en tres capítulos: Los aportes a la teoría de la educación del hombre socialista cubano, La pedagogía social y La obra del Che y la educación cubana.
La lectura del texto pone en evidencia que la obra del Che contiene un sólido pensamiento educacional muy avanzado y con un profundo sentido humanista.
Para el Che, como para Martí, la personalidad individual sólo es gloriosa cuando se corresponde con la persona pública. En esa unidad dialéctica entre lo individual y lo social se enraízan las ideas del Che sobre la educación y sobre la formación del hombre nuevo. Resulta indiscutible que hace aportes a la ciencia de la educación del hombre en la sociedad.
El lector estará de acuerdo conmigo en que esta dimensión del pensamiento del Che, que se pone de manifiesto ampliamente en el presente trabajo, resulta un verdadero acontecimiento en la historia del pensamiento educacional cubano y latino­americano.
Todo lo relacionado con la concepción del Che con respecto al modelo de hombre al cual aspira la sociedad cubana, los métodos para educarlo y las contradicciones para lograr esos objetivos, resultan de singular importancia, sobre todo en este momento histórico, en que la educación reclama de una concepción cubana para su teoría y práctica pedagógicas.
Llama la atención el aporte del Che a la ense­ñanza de la Historia de Cuba, como vehículo esencial para la formación de los sentimientos y los valores que exigen la educación de las nuevas generaciones.
Escribió también el Che una serie de crónicas con un alto sentido didáctico que lo sitúan en un lugar destacado, no sólo como historiador, sino también como un maestro de la enseñanza de la Historia.
Los estudiantes y los profesores de Historia, Sociología, Derecho, Pedagogía, Filosofía, en fin, todos los cubanos y latinoamericanos interesados, encontrarán aquí una fuente inagotable de inspiración para su trabajo social.
El contenido de este libro representa una indis­cutible contribución para valorar la estatura alcan­zada por el pensamiento pedagógico cubano y latinoamericano contemporáneo.
Gracias a Lidia Turner y a sus colaboradores, así como a la Editorial Capitán San Luis, por la oportunidad de dar a conocer esta obra necesa­ria, que nos permite recordar una vez más cuánto trabajó el Che para lograr la más alta formación de las nuevas generaciones: El Che es uno de nuestros grandes pedagogos.

Justo A. Chávez Rodríguez

Introducción

Cuando el 28 de diciembre de 1959, en la Univer­sidad de Las Villas, se le otorgó el título de Doctor Honoris Causa de la Facultad de Pedagogía al comandante Ernesto Guevara, éste expresó:

...tengo que puntualizar como principio de es­tas palabras que solamente acepto el título que hoy se me ha conferido, como un homenaje general a nuestro ejército del pueblo. No podía aceptarlo a título individual por la sencilla razón de que todo lo que no tenga un contenido que se adapte solamente a lo que quiere decir, no tiene valor en la Cuba nueva... (Ernesto Che Guevara: Obras 1957-1967, t. II, Casa de las Américas, La Habana, 1970, p. 34.)

Sin embargo, al analizar de manera cuidadosa sus escritos, discursos, diarios de campaña, car­tas y todo el pensamiento que nos legó, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que Ernesto Che Guevara realizó aportes de gran valor para nuestra pedagogía. 
En todos sus trabajos está presente un sólido pensamiento sobre la formación del hombre socia­lista cubano en las condiciones histórico-concretas de nuestro país. Este legado teórico tiene un rele­vante valor para definir una práctica científica­mente dirigida a la formación de las actuales y futu­ras generaciones de cubanos.
En esta investigación, que modestamente pretende es­bozar algunas consideraciones referentes a las ideas pedagógicas del Che, encontraremos análi­sis y reflexiones sobre dos elementos que consi­deramos muy importantes en su obra: la forma­ción de cualidades y valores en el hombre que construye una nueva sociedad, y lo relativo a la pedagogía social como una ciencia necesaria en el proceso cubano. Finalmente, abordaremos la repercusión de su vida y de su pensamiento en la escuela cubana, y el valor ético y literario de su obra, que la hacen digna de ser estudiada por los niños y los jóvenes en los centros educacionales.
En relación con el primer elemento, podemos considerar que su obra magna, en cuanto a sen­tar principios y puntos de partida acerca de la concep­ción del hombre y su educación, es, sin lugar a dudas, El socialismo y el hombre en Cuba. En ella vislumbra los problemas que enfrentará la sociedad cubana en la preparación de la joven genera­ción. “En este período de construcción del socialismo podemos ver el hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está todavía acabada; no podría estarlo nunca ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas...”; (Ibídem, p. 3732) y añade: “El camino es largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones. Haremos el hombre del siglo xxi: nosotros mis­mos. 
Nos forjaremos en la acción cotidiana, cre­ando un hombre nuevo con una nueva técnica.” (Ibídem, p. 384.)
El comandante Guevara valoró con certeza las cualidades que debemos aspirar a formar en nuestra juventud; enfatizó, de manera especial, en cuestiones como la sensibilidad ante los proble­mas del hombre, el amor al estudio, la modestia, la sencillez, la solidaridad, la inconformidad ante lo mal hecho, la intransigencia ante la injusticia y el formalismo.
El colectivismo fue considerado por el Che como una importantísima cualidad de la personalidad del hombre socialista cubano. Opinaba que éste se pone de manifiesto cuando su pensamiento y acción se orientan, ante todo, hacia el interés de la colectividad, y siente como una necesidad interna la actuación social directa. Es en el trabajo grupal donde se desarrolla el colectivismo y, al mismo tiempo, surgen condiciones propias para el desarrollo de las correspondientes fuer­zas, capacidades y cualidades morales del individuo. Insistió en la relación individuo-colectividad-sociedad, y precisaba que se hacía necesario que el individuo experimentara los intereses sociales como suyos. Abogó por una educación del hombre capaz de tomar posiciones propias, defender con pasión sus puntos de vista y estar dispuesto a mantener sus convicciones, aún en condiciones adversas.
El otro elemento importante que el Che aborda en su obra es la pedagogía social como teoría de la acción educadora de la sociedad hacia cada individuo.
La educación de cada persona se halla sometida no sólo a influjos individuales (maestros, padres, familiares, compañeros), sino sobre todo a los del colectivo, al grupo social, al ambiente, a los medios de información y otros.
Descubrir y analizar tales fuerzas educativas es una misión de la sociología de la educación; pero señalarle objetivos adecuados con vistas a una mejor formación del individuo y de los grupos, criticar sus fallas pedagó­gicas y orientar su acción educadora es contenido de la pedagogía social. Aquí encontraremos las reflexiones del Che sobre cómo la sociedad educa al individuo y cómo muchos trabajadores políticos, de la producción y profesionales, ejercen conscientemente su acción pedagógica hacia los demás: “La sociedad en su con­junto debe convertirse en una gran escuela.” (Ibídem, p. 372.) En sus discursos, artículos, intervenciones y epistola­rio, ofrece una demostración sistemática del ejercicio de esa pedagogía.
Por último queremos señalar que en todo el volu­men utilizamos con frecuencia fragmentos extraídos del cuerpo conceptual de sus obras; usamos este procedi­miento para ser fieles a su pensamiento. Y aunque en determinados momentos pudiera parecer excesivo, lo preferimos para conseguir los objetivos pro­puestos, ya que estamos de acuerdo con lo apuntado por un gran pedagogo cubano, Manuel Valdés Rodrí­guez: “El estudio de los grandes maestros ha de hacerse en sus propias obras; de modo que, en vez de buscar un reflejo, por decirlo así, de sus creencias, sus afir­maciones y sus ideas, debe escudriñarse todo esto en el texto vivo de sus propias obras y en las prime­ras fuentes.” (Manuel Valdés Rodríguez: Ensayos sobre educación teórica, práctica y experimental, t. 2, Imprenta El Fí garo, La Habana, 1898, p. 20.)
Deseamos añadir que este libro es resultado de un trabajo colectivo, ya que en él se refleja un conjunto de estudios realizados por estudiantes del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, a los cuales hemos asesorado en trabajos de curso y de diploma a lo largo de quince años, así como también se fundamenta en el resultado de investigaciones realizadas por profesores de diferentes institutos superiores pedagógicos del país. Reiteramos que se trata sólo de un acercamiento al pensamiento pedagógico del Che y una apertura para que, posteriormente, otros estudiosos de su obra prosigan el camino.

Aportes de Ernesto Gue­vara a la teoría de la educación del hombre socia­lista cubano

La formación del hombre en un nuevo sistema económico social deviene la tarea más compleja que la naciente sociedad debe afrontar. Y decimos esto porque en la construcción del socialismo en nuestro país se nos presentan dos fenómenos contradictorios: primero, debemos preparar al hombre para la vida en el socialismo y el comunismo, aun cuando no existe la socie­dad comunista; y segundo, los adultos que dirigen la formación de los niños y los jóvenes todavía no poseen todas las cualidades y características del hombre socialista.
Ya Ernesto Guevara, en su obra maestra filosófica y pedagógica El socialismo y el hombre en Cuba, había estudiado el fenómeno y predecía su complejidad:

Nosotros, socialistas, somos más libres porque somos más plenos; somos más plenos por ser más libres.
El esqueleto de nuestra libertad completa está formado, falta la sustancia proteica y el ropaje; los crearemos.
Nuestra libertad y su sostén cotidiano tienen color de sangre y están henchidos de sacrificio.
Nuestro sacrificio es consciente; cuota para pagar la libertad que construimos. 
El camino es largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones. Haremos el hombre del siglo xxi: nosotros mismos. 
Nos forjaremos en la acción cotidiana, creando un hombre nuevo con una nueva técnica. (...)
(...) La arcilla fundamental de nuestra obra es la juventud: en ella depositamos nuestra espe­ranza y la preparamos para tomar de nuestras manos la bandera. (Ernesto Che Guevara: Obras 1957-1967, t. II, Editorial Casa de las Américas, La Habana, 1970, pp. 383-384.)

A partir de un análisis de toda la obra escrita y testimonial de Ernesto Guevara pretendemos mostrar algunos de sus aportes a la reflexión de este problema básico en la teoría de la educación de la pedagogía cubana. Seleccionamos, para profundizarlos a la luz de las nuevas condiciones, los asuntos siguientes: el modelo de hombre al cual aspira la so­ciedad socialista cubana; los métodos para educarlo; las contradicciones para lograr esos objeti­vos.

El modelo de hombre en la aspiración socialista cubana

Cada sociedad se ha trazado un modelo de hom­bre de acuerdo con sus intereses de perpetuarse. Estas características en el socialismo se tornan más complejas por dos motivos: la aspiración de la formación del hombre se amplía para verlo en su integralidad y en el desarrollo pleno de sus potencialidades; y, al mismo tiempo, esta aspira­ción se convierte en necesidad de la formación de todos los integrantes de la sociedad. Así surge una nueva categoría que el capitalismo no manejaba y que es la masividad en la educación. Es decir, la educación se convierte en un dere­cho de todos sin distinción de clases, razas, sexos o territorios.
¿Es posible llevar la educación integral a to­dos? ¿Es posible desarrollar en todos los niños, jóvenes y ciudadanos del país el máximo de sus potencialidades? ¿Cuántas facetas conforman la aspiración de multilateralidad de la personalidad en el socialismo y es posible desarrollarlas en todos? ¿Cómo lograr el equilibrio en la formación del hombre en el colectivo y, al mismo tiempo, desarrollar al máximo las individualidades? ¿Qué vías seguir para la formación del hombre?
Deseamos examinar algunas reflexiones ante estas interrogantes y partir inicialmente del análi­sis siguiente:

Porque el socialismo ahora, en esta etapa de construcción del socialismo y el comunismo, no se ha hecho simplemente para tener nues­tras fábricas brillantes, se está haciendo para el hombre integral, el hombre debe transformarse conjuntamente con la producción que avance, y no haríamos una tarea adecuada si solamente fuéramos productores de artículos, de materias primas, y no fuéramos a la vez productores de hombres. (Ibídem, pp. 317-318)

La relación entre el desarrollo económico y la formación del hombre fue una constante en las reflexiones del Che al estudiar el desarrollo del socialismo.

Nosotros no concebimos el comunismo como la suma mecánica de bienes de consumo en una sociedad dada, sino como el resultado de un acto consciente; de allí la importancia de la educación y, por ende, del trabajo sobre la conciencia de los individuos en el marco de una sociedad en pleno desarrollo material. (Ibídem, pp. 299-300.)

Analizó en el punto justo el valor de la educación, sin sobreestimarla ni subestimarla, siempre en relación dialéctica con los mecanismos económico-sociales de la cual depende y, al mismo tiempo, se adelanta.

No creo que sea la educación la que modele un país, y hemos demostrado incluso que no es así, rompiendo con nuestro Ejército in­culto una enorme serie de trabas y prejui­cios, pero tampoco es cierto que el proceso económico solo, vaya a conferir a la educa­ción por el solo efecto de una transformación económica, una transformación a ese nivel. La educación y el desarrollo económico es­tán constantemente actuando entre sí y confi­gurándose plenamente. (Ibídem, pp. 42-43.)

Esta relación dialéctica vuelve a ser recalcada por él al decir:

...El comunismo es una meta de la humanidad que se alcanza conscientemente; luego, la edu­cación, la liquidación de las taras de la sociedad antigua en la conciencia de las gentes, es un factor de suma importancia, sin olvidar, claro está, que sin avances paralelos en la producción no se puede llegar nunca a tal sociedad. (Ibídem, p. 259.)

Ahora bien, la formación del hombre supone que desde sus primeros años de vida vaya confor­mando su sistema de valores, de puntos de vista con respecto al mundo, de la sociedad en que vive, y de sí mismo.
Este sistema de valores, que guía al hombre en su acción cotidiana, no se trasmite por herencia genética, no se inocula por vía externa ni se introduce en él, sino que se forma internamente, mediante la constante contradicción de las in­fluencias externas.
La sociedad en su conjunto y la educación en especial pueden contribuir a que el sistema de valores que forma cada individuo en Cuba tenga rasgos básicos comunes que los acerque en objeti­vos, sin que se eliminen las diferencias individuales, sino, por el contrario, para que, propiciado por el trabajo colectivo, se acentúen las individualidades.
En relación con las cualidades de nuestro hom­bre socialista y los rasgos de su moral, Ernesto Guevara dedicó profundas reflexiones y amplia práctica revolucionaria para alcanzarlas y contri­buir a que otros las formaran para sí. Hemos seleccionado algunos de esos rasgos para profundizar en ellos, porque son determinan­tes en el nuevo hombre que nuestro país requiere.
Nos vamos a referir en especial al colectivismo, al humanitarismo, a la modestia y la sencillez, al desprendimiento, a la disciplina, a la organización, al afán de superación constante, y a la intransigencia ante lo mal hecho. Con relación al colectivismo Guevara afirmaba: “El individualismo como tal, como acción única de una persona colocada sola en un medio social, debe desaparecer en Cuba. El indivi­dualismo debe ser, en el día de mañana, el aprovechamiento cabal de todo el individuo en beneficio absoluto de una colectividad…” (Ibídem, p. 74.)
El Che une el colectivismo, como parte del nuevo sistema de valores, a la acción consciente y a su capacidad de autodeterminación. Enfatiza su ca­rácter activo, su necesidad de participar en las distintas esferas de la sociedad y tener sus pro­pias formas de expresión.
¿Cómo lograr que el compromiso político y moral se eleve a un estadío superior para que se fundan, en un mismo acto, la dirección social del comportamiento y la autodeterminación indivi­dual?
Este proceso, largo y complejo, culmina en personalidades que se autorregulen y conscien-te­mente coincidan con los intereses de la colectivi­dad. El Che planteaba la necesidad de crear las bases para el surgimiento de la autoeducación, a partir de diferentes formas de trabajo educativo.
La compulsión social fue analizada por el Che partiendo de un uso racional. Si la con­ducta del individuo está fuertemente condicionada de forma social y no tiene suficiente com­prensión acerca del porqué del proceder, se corre el riesgo de que asuma un modelo de conducta orientado aún sin entender qué se espera de él, y fructifiquen la falsedad y el oportunismo y que lo muevan deseos de obten­ción de reconocimiento por la sociedad o el temor al surgimiento de conflictos con el medio en que convive.
El proceso de la educación en el colectivismo, lograr la capacidad de entrega a una obra común, presupone el enriquecimiento de la indi­vidualidad orientada hacia la toma de decisiones personales, la defensa de sus puntos de vista y que la realización de sus intereses se haga con honda satisfacción. En el artículo “Notas para un debate acerca de la formación del hombre nuevo”, sus autores afir­man:

El colectivismo rico y constructivo no es aquel que aparece separado de la individua­lidad, sino el que se presenta como un com­promiso altamente individualizado en una personalidad multifacética, que lo asume como un profundo acto de autodetermina­ción.
El compromiso social y político del revoluciona­rio, al decir y hacer del Che, no consiste siem­pre en sostener opiniones lineales, coinciden­tes con los criterios imperantes, sino en saber discrepar cuando la situación así lo exija, man­teniendo íntegramente su entrega a la causa, sin resentimiento ni desmovilización debido a las contradicciones que pudiera enfrentar como consecuencia de su postura. (Fernando González y otros: "Notas para un debate acerca del hombre nuevo", en Seminario El socialismo y el hombre en Cuba. Ponencias centrales, p. 42.)