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Table of Contents
Las fábulas de Esopo. Volumen I.
Las fábulas de Esopo. Volumen II.
Las fábulas de Esopo. Volumen III.
Las fábulas. Vol. IV
Las fábulas. Vol. V
Las fábulas. Vol. VI
Las fábulas Vol. VII
Las fábulas. Vol. VIII
Las fábulas. Vol. IX
Cuentos escogidos II
Cuentos escogidos

Las fábulas de Esopo. Volumen I.

Esopo


Publicado: -550

Table of Contents
Las fábulas de Esopo. Volumen I.
Esopo
Afrodita y la gata
Androcles y el león
Bóreas y el Sol
Diógenes de viaje
Diógenes y el calvo
Dos hombres disputando acerca de los dioses
El abeto y el espino
El adivino
El águila de ala cortada y la zorra
El águila y el escarabajo
El águila y la flecha
El águila y la zorra
El águila y los gallos
El águila, el cuervo y el pastor
El alción
El anciano y la muerte
El apicultor
El asno juguetón
El asno que cargaba una imagen
El asno y la perrita faldera
El asno y la zorra encuentran al león
El asno, el gallo y el león
El astrónomo
El atún y el delfín
El avaro y el oro
El bandido y la morera
El batanero y el carbonero
El buen león rey
El buey y el mosquito
El buey y la becerra
El caballo viejo
El caballo y el asno
El caballo y el palafrenero
El caballo y el soldado
El caballo, el buey, el perro y el hombre
Acerca Esopo:

No está probada su existencia como persona real. Diversos autores posteriores sitúan en diferentes lugares su nacimiento y la descripción de su vida es contradictoria aunque Heráclides Póntico lo menciona como una persona natural de Tracia, nacido esclavo de Jantos y posteriormente liberto. La obra de Esopo fue recopilada primero por Demetrio de Falero, luego por Fedro, Babrio, Jean de La Fontaine y Félix María Samaniego. Las fábulas de Esopo pertenecen a lo que se denominó la época arcaica, éstas toman su fuente en los relatos populares y es considerada por algunos autores como una sátira. La estructura de la fábula esópica ha sido definida por varios autores entre ellos Nojgaard quien distingue tres elementos imprescindibles: La situación de partida en que se plantea un determinado conflicto, entre dos figuras generalmente animales. La actuación de los personajes, que procede de la libre decisión de los mismos entre las posibilidades de la situación dada. La evaluación del comportamiento elegido, que se evidencia en el resultado pragmático, el éxito o el fracaso producido por tal elección. En sus fábulas hay una enseñanza moral, no una doctrina. Recogen experiencias de la vida cotidiana que forman un conjunto de ideas de carácter pragmático.

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Afrodita y la gata

 

Se había enamorado una gata de un hermoso joven, y rogó a Afrodita que la hiciera mujer. La diosa, compadecida de su deseo, la transformó en una bella doncella, y entonces el joven, prendado de ella, la invitó a su casa.

Estando ambos descansando en la alcoba nupcial, quiso saber Afrodita si al cambiar de ser a la gata había mudado también de carácter, por lo que soltó un ratón en el centro de la alcoba. Olvidándose la gata de su condición presente, se levantó del lecho y persiguió al ratón para comérselo. Entonces la diosa, indignada, la volvió a su original estado.

 

***

 

Androcles y el león

 

 

 Un esclavo llamado Androcles tuvo la oportunidad de escapar un día y corrió hacia la foresta.

Y mientras caminaba sin rumbo llegó a donde yacía un león, que gimiendo le suplicó:

-Por favor te ruego que me ayudes, pues tropecé con un espino y una púa se me enterró en la garra y me tiene sangrando y adolorido.

Androcles lo examinó y gentilmente extrajo la espina, lavó y curó la herida. El león lo invitó a su cueva donde compartía con él el alimento.

Pero días después, Androcles y el león fueron encontrados por sus buscadores. Llevado Androcles al emperador fue condenado al redondel a luchar contra los leones.

Una vez en la arena, fue suelto un león, y éste empezó a rugir y buscar el asalto a su víctima. Pero a medida que se le acercó reconoció a su benefactor y se lanzó sobre él pero para lamerlo cariñosamente y posarse en su regazo como una fiel mascota. Sorprendido el emperador por lo sucedido, supo al final la historia y perdonó al esclavo y liberó en la foresta al león.

 

***

 

Bóreas y el Sol

 

Bóreas y el Sol disputaban sobre sus poderes, y decidieron conceder la palma al que despojara a un viajero de sus vestidos.

Bóreas empezó de primero, soplando con violencia; y apretó el hombre contra sí sus ropas, Bóreas asaltó entonces con más fuerza; pero el hombre, molesto por el frío, se colocó otro vestido. Bóreas, vencido, se lo entregó al Sol.

Este empezó a iluminar suavemente, y el hombre se despojó de su segundo vestido; luego lentamente le envió el Sol sus rayos más ardientes, hasta que el hombre, no pudiendo resistir más el calor, se quitó sus ropas para ir a bañarse en el río vecino.

 

***

 

Diógenes de viaje

 

Yendo de viaje, Diógenes el cínico llegó a la orilla de un río torrencial y se detuvo perplejo. Un hombre acostumbrado a hacer pasar a la gente el río, viéndole indeciso, se acercó a Diógenes, lo subió sobre sus hombros y lo pasó complaciente a la otra orilla.

Quedó allí Diógenes, reprochándose su pobreza que le impedía pagar a su bienhechor. Y estando pensando en ello advirtió que el hombre, viendo a otro viajero que tampoco podía pasar el río, fue a buscarlo y lo transportó igualmente. Entonces Diógenes se acercó al hombre y le dijo:

-No tengo que agradecerte ya tu servicio, pues veo que no lo haces por razonamiento, sino por manía.

 

Diógenes y el calvo

 

Diógenes, el filósofo cínico, insultado por un hombre que era calvo, replicó:

- ¡Los dioses me libren de responderte con insultos! ¡Al contrario, alabo los cabellos que han abandonado ese cráneo pelado!

 

***

 

Dos hombres disputando acerca de los dioses

 

Se encontraban disputando dos hombres sobre cuál de los dioses, Hércules o Teseo era el más grande.

Pero los dioses, irritados contra ellos, se vengaron cada uno en el país del otro.

 

***

 

El abeto y el espino

 

 

Disputaban entre sí el abeto y el espino. Se jactaba el abeto diciendo:

-Soy hermoso, esbelto y alto, y sirvo para construir las naves y los techos de los templos. ¿Cómo tienes la osadía de compararte a mí?

-¡Si recordaras -replicó el espino- las hachas y las sierras que te cortan, preferirías la suerte del espino!

 

***

 

El adivino

 

Instalado en la plaza pública, un adivino se entregaba a su oficio.

De repente se le acercó un quídam, anunciándole que las puertas de su casa estaban abiertas y que habían robado todo lo que había en su interior. Levantóse de un salto y corrió, desencajado y suspirando, para ver lo que había sucedido. Uno de los que allí se encontraban, viéndole correr, le dijo:

-Oye, amigo: tú que te picas de prever lo que ocurrirá a los otros, ¿por qué no has previsto lo que te sucedería a ti?

 

***

 

El águila de ala cortada y la zorra

 

Cierto día un hombre capturó a un águila, le cortó sus alas y la soltó en el corral junto con todas sus gallinas. Apenada, el águila, quien fuera poderosa, bajaba la cabeza y pasaba sin comer: se sentía como una reina encarcelada.

Pasó otro hombre que la vio, le gustó y decidió comprarla. Le arrancó las plumas cortadas y se las hizo crecer de nuevo. Repuesta el águila de sus alas, alzó vuelo, apresó a una liebre para llevársela en agradecimiento a su liberador.

La vio una zorra y maliciosamente la mal aconsejaba diciéndole:

- No le lleves la liebre al que te liberó, sino al que te capturó; pues el que te liberó ya es bueno sin más estímulo. Procura más bien ablandar al otro, no vaya a atraparte de nuevo y te arranque completamente las alas.

 

***

 

El águila y el escarabajo

 

Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un escarabajo, suplicándole que le salvara. Le pidió el escarabajo al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la insignificancia del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia.

Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra. Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus futuros pequeñuelos.

Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica escapatoria, hizo una bolita de barro, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus. Se levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.

 

El águila y la flecha

 

Estaba sentada un águila en el pico de un peñasco esperando por la llegada de las liebres.

Mas la vio un cazador, y lanzándole una flecha le atravezó su cuerpo.

Viendo el águila entonces que la flecha estaba construída con plumas de su propia especie exclamó:

- ¡Qué tristeza terminar mis días por causa de mis plumas!

 

El águila y la zorra

 

Un águila y una zorra que eran muy amigas decidieron vivir juntas con la idea de que eso reforzaría su amistad. Entonces el águila escogió un árbol muy elevado para poner allí sus huevos, mientras que la zorra soltó a sus hijos bajo unas zarzas sobre la tierra al pie del mismo árbol.

Un día que la zorra salió a buscar su comida, el águila, que estaba hambrienta cayó sobre las zarzas, se llevó a los zorruelos, y entonces ella y sus crías se regozijaron con un banquete.

Regresó la zorra y más le dolió el no poder vengarse, que saber de la muerte de sus pequeños; ¿Cómo podría ella, siendo un animal terrestre, sin poder volar, perseguir a uno que vuela?

Tuvo que conformarse con el usual consuelo de los débiles e impotentes: maldecir desde lejos a su enemigo.

Mas no pasó mucho tiempo para que el águila recibiera el pago de su traición contra la amistad. Se encontraban en el campo unos pastores sacrificando una cabra; cayó el águila sobre ella y se llevó una víscera que aún conservaba fuego, colocándola en su nido. Vino un fuerte viento y transmitió el fuego a las pajas, ardiendo también sus pequeños aguiluchos, que por pequeños aún no sabían volar, los cuales se vinieron al suelo. Corrió entonces la zorra, y tranquilamente devoró a todos los aguiluchos ante los ojos de su enemiga.

 

El águila y los gallos

 

Dos gallos reñían por la preferencia de las gallinas; y al fin uno puso en fuga al otro.

Resignadamente se retiró el vencido a un matorral, ocultándose allí. En cambio el vencedor orgulloso se subió a una tapia alta dándose a cantar con gran estruendo.

Mas no tardó un águila en caerle y raptarlo. Desde entonces el gallo que había perdido la riña se quedó con todo el gallinero.

 

El águila, el cuervo y el pastor

 

Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito. La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse.

Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños.

Le preguntaron sus hijos acerca de que clase de ave era aquella, y les dijo:

- Para mí, sólo es un cuervo; pero él, se cree águila.

 

***

 

El alción

 

Este pájaro gusta de la soledad y vive siempre a orillas y sobre el mar. Se dice que para huir de los hombres que le dan caza, hace su nido en las rocas de la orilla.

Un día un alción que iba a poner, se encaramó a un montículo, y divisando un peñasco erecto dentro del mar, hizo en él su nido.

Al otro día que salió en busca de comida, se levantó el mar por una borrasca, alcanzó al nido y ahogó a los pajarillos.

Al regresar el alción y ver lo sucedido, exclamó:

— ¡Desdichado de mí, huyendo de los peligros conocidos de la tierra, me refugié dentro del mar y me fue peor!

 

***

 

El anciano y la muerte

 

Un día un anciano, después de cortar leña, la cargó a su espalda.

Largo era el camino que le quedaba. Fatigado por la marcha, soltó la carga y llamó a la Muerte. Esta se presentó y le preguntó por qué la llamaba; contestó el viejo:

-Para que me ayudes a cargar la leña…

 

***

 

El apicultor

 

Un ladrón se introdujo en casa de un apicultor durante su ausencia, robando miel y panales. A su regreso, el apicultor, viendo vacías las colmenas, se detuvo a examinarlas. En esto, las abejas, volviendo de libar y encontrándole allí, le picaron con sus aguijones y le maltrataron horriblemente.

- ¡Malditos bichos -les dijo el apicultor-, dejaron marchar sin castigo al que les había robado los panales, y a mí que les cuido con cariño, me hieren de un modo implacable!

 

***

 

El asno juguetón

 

Un asno se subió al techo de una casa y brincando allá arriba, resquebrajó el techado. Corrió el dueño tras de él y lo bajó de inmediato, castigándolo severamente con un leño. Dijo entonces el asno:

- ¿Por qué me castigan, si yo vi ayer al mono hacer exactamente lo mismo y todos reían felizmente, como si les estuviera dando un gran espectáculo?

 

El asno que cargaba una imagen

 

Una vez le correspondió a un asno cargar una imagen de un dios por las calles de una ciudad para ser llevada a un templo. Y por donde él pasaba, la multitud se postraba ante la imagen.

El asno, pensando que se postraban en respeto hacia él, se erguía orgullosamente, dándose aires y negándose a dar un paso más.

El conductor, viendo su decidida parada, lanzó su látigo sobre sus espaldas y le dijo:

-¡Oh, cabeza hueca, todavía no ha llegado la hora en que los hombres adoren a los asnos!

 

El asno y la perrita faldera

 

Un granjero fue un día a sus establos a revisar sus bestias de carga: entre ellas se encontraba su asno favorito, el cual siempre estaba bien alimentado y era quien cargaba a su amo. Junto con el granjero venía también su perrita faldera, la cual bailaba a su alrededor, lamía su mano y saltaba alegremente lo mejor que podía.

El granjero revisó su bolso y dio a su perrita un delicioso bocado, y se sentó a dar órdenes a sus empleados. La perrita entonces saltó al regazo de su amo y se quedó ahí, parpadeando sus ojos mientras el amo le acariciaba sus orejas.

El asno celoso de ver aquello, se soltó de su jáquima y comenzó a pararse en dos patas tratando de imitar el baile de la perrita. El amo no podía aguantar la risa, y el asno arrimándose a él, puso sus patas sobre los hombros del granjero intentanto subirse a su regazo.

Los empleados del granjero corrieron inmediatamente con palos y horcas, enseñándole al asno que las toscas actuaciones no son cosa de broma.

 

El asno y la zorra encuentran al león

 

El asno y la zorra, habiéndose unido para su mutua protección, salieron un día de caza.

No anduvieron mucho cuando encontraron un león.

La zorra, segura del inmediato peligro, se acercó al león y le prometió ayudar a capturar al asno si le daba su palabra de no dañarla a ella.

Entonces, afirmándole al asno que no sería maltratado, lo llevó a un profundo foso diciéndole que se guareciera allí.

El león, viendo que ya el asno estaba asegurado, inmediatamente agarró a la zorra, y luego atacó al asno a su antojo.

 

El asno, el gallo y el león

 

Estaban un gallo y un asno en un pastizal cuando llegó un hambriento león. Y ya iba el león a tirarse encima del asno, cuando el gallo, cuyo cantar se dice que aterroriza a los leones, gritó fuertemente, haciendo salir corriendo al león tan rápido como pudo.

El asno al ver el impacto que un simple canto del gallo realizaba, se llenó de coraje para atacar al león, y corrió tras de él con ese propósito.

No había recorrido mayor distancia cuando el león se volvió, lo atrapó y lo seccionó en pedazos.

 

***

 

El astrónomo

 

Tenía un astrónomo la costumbre de pasear todas las noches estudiando los astros. Un día que vagaba por las afueras de la ciudad, absorto en la contemplación del cielo, cayó inopinadamente en un pozo. Estando lamentándose y dando voces, acertó a pasar un hombre, que oyendo sus lamentos se le acercó para saber su motivo; enterado de lo sucedido, dijo:

-¡Amigo mío! ¿quieres ver lo que hay en el cielo y no ves lo que hay en la tierra?

 

***

 

El atún y el delfín

 

Viéndose un atún perseguido por un delfín, huía con gran estrépito.

A punto de ser cogido, la fuerza de su salto le arrojó sin darse cuenta, sobre la orilla. Llevado por el mismo impulso, el delfín también terminó en el mismo sitio. Se volvió el atún y vio al delfín exhalando el último suspiro.

— No me importa morir — dijo —, porque veo morir conmigo al causante de mi muerte.

 

***

 

El avaro y el oro

 

Un avaro vendió todo lo que tenía de más y compró una pieza de oro, la cual enterró en la tierra a la orilla de una vieja pared y todos los días iba a mirar el sitio.

Uno de sus vecinos observó sus frecuentes visitas al lugar y decidió averiguar que pasaba. Pronto descubrió lo del tesoro escondido, y cavando, tomó la pieza de oro, robándosela.

El avaro, a su siguiente visita encontró el hueco vacío y jalándose sus cabellos se lamentaba amargamente.

Entonces otro vecino, enterándose del motivo de su queja, lo consoló diciéndole:

- Da gracias de que el asunto no es tan grave. Ve y trae una piedra y colócala en el hueco. Imagínate entonces que el oro aún está allí. Para ti será lo mismo que aquello sea o no sea oro, ya que de por sí no harías nunca ningún uso de él.

 

***

 

El bandido y la morera

 

Un bandido que había asesinado a un hombre en un camino, al verse perseguido por los que allí se encontraban, abandonó a su víctima ensangrentada y huyó. Pero viéndole unos viajeros que venían en sentido contrario, le preguntaron por qué llevaba las manos tintas; a lo que respondió que acababa de descender de una morera.

Entretanto llegaron sus perseguidores, se apoderaron de él y le colgaron en la morera. Y el árbol dijo:

-No me molesta servir para tu suplicio, puesto que eres tú quien ha cometido el crimen, limpiando en mí la sangre.

 

***

 

El batanero y el carbonero

 

Un carbonero que hacía su trabajo en cierta casa visitó a un batanero que trabajaba no muy lejos de él, invitándole a trabajar en un mismo local, pues de este modo, además de mayor amistad vivirían con menos gastos al usar solamente una casa. Pero le respondió el batanero:

-Eso para mí es imposible, pues todo lo que yo blanqueara, tu lo ennegrecerías de hollín al instante.

El buen león rey

 

Había un león que no era enojoso, ni cruel, ni violento, sino tratable y justo como una buena criatura, que llegó a ser el rey.

Bajo su reinado se celebró una reunión general de los animales para disculparse y recibir mutua satisfacción: el lobo dio la paz al cordero, la pantera al camello, el tigre al ciervo, la zorra a la liebre, etc.

La tímida liebre dijo entonces:

- He anhelado ardorosamente ver llegar este día, a fin de que los débiles seamos respetados con justicia por los más fuertes.

E inmediatamente corrió lo mejor que pudo.

 

***

 

El buey y el mosquito

 

En el cuerno de un buey se posó un mosquito.

Luego de permanecer allí largo rato, al irse a su vuelo preguntó al buey si se alegraba que por fin se marchase.

El buey le respondió:

— Ni supe que habías venido. Tampoco notaré cuando te vayas.

 

El buey y la becerra

 

Viendo a un buey trabajando, una becerra que sólo descansaba y comía, se condolió de su suerte, alegrándose de la de ella.

Pero llegó el día de una solemnidad religiosa, y mientras al buey se le hacía a un lado, cogieron a la becerra para sacrificarla.

Viendo lo sucedido, el buey sonriendo dijo:

— Mira becerra, ya sabes por qué tú no tenías que trabajar: ¡es que estabas reservada para el sacrificio!

 

***

 

El caballo viejo

 

Un caballo viejo fue vendido para darle vueltas a la piedra de un molino.

Al verse atado a la piedra, exclamó sollozando:

- ¡Después de las vueltas de las carreras, he aquí a que vueltas me he reducido!

 

***

 

El caballo y el asno

 

Un hombre tenía un caballo y un asno. Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al caballo:

- Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida.

El caballo haciéndose el sordo no dijo nada y el asno cayó víctima de la fatiga, y murió allí mismo.

Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel del asno. Y el caballo, suspirando dijo:

- ¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero fardo ahora tengo que cargar con todo, y hasta con la piel del asno encima!

 

El caballo y el palafrenero

 

Había un palafrenero que robaba y llevaba a vender la cebada de su caballo; pero en cambio, se pasaba el día entero limpiándole y peinándole para lucirlo de lo mejor.

Un día el caballo le dijo:

- Si realmente quieres que me vea hermoso, no robes la cebada que es para mi alimento.

 

El caballo y el soldado

 

Un soldado, durante una guerra, alimentó con cebada a su caballo, su compañero de esfuerzos y peligros.

Pero, acabada la guerra, el caballo fue empleado en trabajos serviles y para transportar pesados bultos, siendo alimentado únicamente con paja.

Al anunciarse una nueva guerra, y al son de la trompeta, el dueño del caballo lo aparejó, se armó y montó encima. Pero el caballo exhausto se caía a cada momento. Por fin dijo a su amo:

- Vete mejor entre los infantes, puesto que de caballo que era me has convertido en asno. ¿Cómo quieres hacer ahora de un asno un caballo?

 

El caballo, el buey, el perro y el hombre

 

Cuando Zeus creó al hombre, sólo le concedió unos pocos años de vida.

Pero el hombre, poniendo a funcionar su inteligencia, al llegar el invierno edificó una casa y habitó en ella.

Cierto día en que el frío era muy crudo, y la lluvia empezó a caer, no pudiendo el caballo aguantarse más, llegó corriendo a donde el hombre y le pidió que le diera abrigo.

Le dijo el hombre que sólo lo haría con una condición: que le cediera una parte de los años que le correspondían. El caballo aceptó.

Poco después se presentó el buey que tampoco podía sufrir el mal tiempo.

Contestóle el hombre lo mismo: que lo admitiría si le daba cierto número de sus años. El buey cedió una parte y quedó admitido.

Por fin, llegó el perro, también muriéndose de frío, y cediendo una parte de su tiempo de vida, obtuvo su refugio.

Y he aquí el resultado: cuando los hombres cumplen el tiempo que Zeus les dio, son puros y buenos; cuando llegan a los años pedidos al caballo, son intrépidos y orgullosos; cuando están en los del buey, se dedican a mandar; y cuando llegan a usar el tiempo del perro, al final de su existencia, vuélvense irascibles y malhumorados.

 

Las fábulas de Esopo. Volumen II.

Esopo


Publicado: -550

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Las fábulas de Esopo. Volumen II.
Esopo
El camello bailarín
El camello que estercoló en el río
El camello visto por primera vez
El camello y Zeus
El camello, el elefante y el mono
El canoso y sus dos pretendientes
El carnicero y los dos jóvenes
El castor
El cazador de pájaros y el áspid
El cazador miedoso y el leñador
El cazador y el pescador
El cerdo y los carneros
El ciego
El ciervo en el pesebre de los bueyes
El ciervo enfermo y sus visitantes
El ciervo y el cervatillo
El ciervo, el manantial y el león
** El cisne tomado por ganso
El cisne y su dueño
El cuervo enfermo
El cuervo y Hermes
El cuervo y la culebra
El embustero
El enfermo y su doctor
El estómago y los pies
El eunuco y el sacerdote
El fanfarrón
El gallo y la comadreja
El gato y las ratas
El guerrero y los cuervos

El camello bailarín


Obligado por su dueño a bailar, un camello comentó:

— ¡Qué cosa! No sólo carezco de gracia andando, sino que bailando soy peor aún.


El camello que estercoló en el río


Atravesaba un camello un río de aguas rápidas. Sintió la necesidad de estercolar, y viendo enseguida que pasaba delante de él su excremento, arrastrado por el río, exclamó:
— ¿Cómo sucede esto? ¡ Lo que estaba atrás mío, ahora lo veo pasar adelante !


El camello visto por primera vez


Cuando los humanos vieron por primera vez al camello, se asustaron, y atemorizados por su gran tamaño emprendieron la huída.
Pero pasado el tiempo y viendo que era inofensivo, se envalentonaron y se acercaron a él.
Luego viendo poco a poco que el animal no conocía la cólera, llegaron a domesticarle hasta el punto de colocarle una brida, dándoselo a los niños para conducirlo.



El camello y Zeus

 

Sentía el camello envidia por los cuernos del toro, y quiso obtener los suyos propios. Para esto fue a ver a Zeus, pidiéndole le regalara a él unos semejantes.
Pero Zeus, indignado de que no se contentara de su gran tamaño y fuerza, no sólo le negó el darle los cuernos, sino que además le cortó una parte de las orejas.


El camello, el elefante y el mono


Votaban los animales para elegir un rey. El camello y el elefante se pusieron en fila disputándose los sufragios, ya que esperaban ser preferidos sobre los demás, gracias a su tamaño y su fuerza.
Pero llegó el mono y los declaró a los dos incapacitados para reinar.
— El camello no sirve -dijo-, porque no se encoleriza contra los malhechores, y el elefante tampoco nos sirve porque tendremos que estar temerosos de que nos ataque un marrano, animal a quien teme el elefante.

 

**


El canoso y sus dos pretendientes


Un hombre ya canoso tenía dos pretendientes, una joven y otra más vieja.
Apenada la de mayor edad de tratar con un hombre más joven que ella, cada vez que él la visitaba le quitaba los cabellos negros.
A su vez la más joven, no queriendo tener por amante a un hombre viejo, le arrancaba los cabellos canos.
Con esto sucedió que el hombre, pelado alternativamente por una y por la otra, se quedó completamente calvo.

 

**

El carnicero y los dos jóvenes

 

Hallábanse dos jóvenes comprando carne en el mismo establecimiento.
Viendo ocupado al carnicero en otro sitio, uno de los muchachos robó unos restos y los arrojó en el bolsillo del otro. Al volverse el carnicero y notar la falta de los trozos, acusó a los dos muchachos.
Pero el que los había cogido juró que no los tenía, y el que los tenía juró que no los había cogido. Comprendiendo su argucia, díjoles el carnicero:
— Podéis escapar de mí por un falso juramento, pero no escaparéis ante los dioses.

 

**

El castor

 

El castor es un animal que vive en los pantanos. Ciertas de sus partes sirven, según dicen, para curar algunas enfermedades. Por eso cuando se ve descubierto y perseguido para cortarle las partes, sabiendo por qué le persiguen, huye hasta alguna distancia, sirviéndose de la rapidez de sus pies para conservarse intacto; pero cuando se ve perdido, él mismo corta sus partes, las arroja y salva de este modo su vida.

**

El cazador de pájaros y el áspid

 

Un cazador de pájaros cogió la liga y las ramitas untadas y partió para la caza. En el camino vio a un tordo encaramado en un árbol elevado y se propuso cazarlo, para lo cual ajustó las varitas como suelen hacerlo y, mirando fijamente, concentró en el aire toda su atención. Mientras alzaba la cabeza, no advirtió que pisaba un áspid dormido, el cual, revolviéndose, le mordió. Y el cazador, sintiéndose morir, exclamó para sí:
- Desdichado! Quise atrapar una presa, y no advertí que yo mismo me convertía en presa de la muerte.

El cazador miedoso y el leñador

 

Buscando un cazador la pista de un león, preguntó a un leñador si había visto los pasos de la fiera y dónde tenía su cubil.
- Te señalaré el león mísmo. -dijo el leñador.
- No, no busco el león, sino sólo la pista- repuso el cazador pálido de miedo y castañeteando los dientes.


El cazador y el pescador

 

Regresaba un cazador con sus perros y su producto, cuando topó con un pescador que también regresaba de su pesca, ambos con sus cestas llenas.
Deseó el cazador tener los peces, y el dueño de los peces, las carnes. Pronto convinieron en intercambiarse las cestas. Los dos quedaron tan complacidos de su trato que durante mucho tiempo lo siguieron haciendo día a día.
Finalmente un vecino les aconsejó:
-Si siguen así, llegará el momento en por tan frecuente intercambio, arruinarán el placer de ello, y cada uno deseará quedarse solamente con lo que obtuvo.

 

**

El cerdo y los carneros

 

Se metió un cerdo dentro de un rebaño de carneros, y pacía con ellos. Pero un día lo capturó el pastor y el cerdo se puso a gruñir y forcejar.
Los carneros lo regañaban por gritón diciéndole:
— A nosotros también nos echa mano constantemente y nunca nos quejamos.
— Ah sí — replicó el cerdo —, pero no es con el mismo fin. A ustedes les echan mano por la lana, pero a mí es por mi carne.

 

**

El ciego

 

Érase una vez un ciego muy hábil para reconocer al tacto cualquier animal al alcance de su mano, diciendo de qué especie era. Le presentaron un día un lobezno, lo palpó y quedó indeciso.
-No acierto - dijo, si es hijo de una loba, de una zorra o de otro animal de su misma cualidad; pero lo que sí sé es que no ha nacido para vivir en un rebaño de corderos.

El ciervo en el pesebre de los bueyes

 

Un ciervo perseguido por la jauría y ciego por el terror del peligro en que se encontraba llegó a una granja y se escondió entre unas pajas en un cobertizo para bueyes. Un buey amablemente le dijo:
-¡Oh, pobre criatura! ¿Por qué de esa forma, has decidido arruinarte, y venir a confiarte a la casa de tu enemigo?
Y replicó el ciervo:
-Permíteme amigo, quedarme donde estoy, y yo esperaré la mejor oportunidad para escapar.
Al final de la tarde llegó el arriero a alimentar el ganado, pero no vio al ciervo. Y aún el administrador de la finca pasó con varios de sus empleados sin notar su presencia. El ciervo congratulándose a sí mismo por su seguridad comenzó a agradecer a los bueyes su gentileza por la ayuda en los momentos de necesidad. Uno de los bueyes de nuevo le advirtió:
-Realmente deseamos tu bienestar, pero el peligro no ha terminado. Todavía falta otro hombre de revisar el establo, que pareciera que tiene cien ojos, y hasta tanto, no puedes estar seguro.
Al momento ingresó el dueño, y quejándose de que no habían alimentado bien a los bueyes fue al pajar y exclamó:
-¿Por qué falta paja aquí? Ni siquiera hay para que se echen.
-¡Y esos vagos ni siquiera limpiaron las telarañas!
Y mientras seguía examinando todo, vio sobresalir de entre la paja las puntas de una cornamenta. Entonces llamando a sus empleados, ordenó la captura del ciervo y su posterior sacrificio.

 

El ciervo enfermo y sus visitantes

 

Yacía un ciervo enfermo en una esquina de su terreno de pastos.
Llegaron entonces sus amigos en gran número a preguntar por su salud, y mientras hablaban, cada visitante mordisqueaba parte del pasto del ciervo.
Al final, el pobre ciervo murió, no por su enfermedad sino porque no ya no tenía de donde comer.

 

El ciervo y el cervatillo

 

Díjole un día un cervatillo al ciervo:
- Padre: eres mayor y más veloz que los perros y tienes además unos cuernos magníficos para defenderte; ¿por qué huyes delante de ellos?
El ciervo respondió riendo:
- Justo es lo que me dices, hijo mío; mas no sé lo que me sucede, pero cuando oigo el ladrido de un perro, inmediatamente me doy a la fuga.

 

El ciervo, el manantial y el león

 

Agobiado por la sed, llegó un ciervo a un manantial. Después de beber, vio su reflejo en el agua. Al comtemplar su hermosa cornamenta, sintióse orgulloso, pero quedó descontento por sus piernas débiles y finas.
Sumido aún en estos pensamientos, apareció un león que comenzó a perseguirle. Echó a correr y le ganó una gran distancia, pues la fuerza de los ciervos está en sus piernas y la del león en su corazón.
Mientras el campo fue llano, el ciervo guardó la distancia que le salvaba; pero al entrar en el bosque sus cuernos se engancharon a las ramas y, no pudiendo escapar, fue atrapado por el león. A punto de morir, exclamó para sí mismo:
- ¡Desdichado! Mis pies, que pensaba me traicionaban, eran los que me salvaban, y mis cuernos, en los que ponía toda mi confianza, son los que me pierden.

 

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El cisne tomado por ganso

 

Un hombre muy rico alimentaba a un ganso y a un cisne juntos, aunque con diferente fin a cada uno: uno era para el canto y el otro para la mesa.
Cuando llegó la hora para la cual era alimentado el ganso, era de noche, y la oscuridad no permitía distinguir entre las dos aves.
Capturado el cisne en lugar del ganso, entonó su bello canto preludio de muerte. Al oír su voz, el amo lo reconoció y su canto lo salvó de la muerte.

 

El cisne y su dueño

 

Se dice que los cisnes cantan justo antes de morir. Un hombre vio en venta a un cisne, y habiendo oído que era un animal muy melodioso, lo compró.
Un día que el hombre daba una cena, trajo al cisne y le rogó que cantara durante el festín. Mas el cisne mantuvo el silencio.
Pero un día, pensando el cisne que ya iba a morir, forzosamente lloró de antemano su melodía. Al oírle, el dueño dijo:
— Si sólo cantas cuando vas a morir, fui un tonto rogándote que cantaras en lugar de inmolarte.

 

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El cuervo enfermo

 

Un cuervo que se encontraba muy enfermo dijo a su madre:
- Madre, ruega a los dioses por mí y ya no llores más.
La madre contestó:
- ¿Y cuál de todos, hijo mío, tendrá piedad de tí? ¿Quedará alguno a quien aún no le hayas robado la carne?

 

El cuervo y Hermes

 

Un cuervo que había caído en un cepo prometió a Apolo que le quemaría incienso si lo salvaba; pero una vez liberado de la trampa olvidó su promesa.
Capturado de nuevo en otro cepo, dejó a Apolo para dirigirse a Hermes, prometiéndole también un sacrificio. Mas el dios le dijo:
- ¿Cómo voy a creerte ahora, miserable, si ya engañaste y renegaste de tu primer señor?

 

El cuervo y la culebra

 

Andaba un cuervo escaso de comida y vio en el prado a una culebra dormida al sol; cayó veloz sobre ella y la raptó. Mas la culebra, despertando de su sueño, se volvió y lo mordió. El cuervo viéndose morir dijo:
- ¡Desdichado de mí, que encontré un tesoro pero a costa de mi vida!

 

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El embustero

 

Un hombre enfermo y de escasos recursos prometió a los dioses sacrificarles cien bueyes si le salvaban de la muerte. Queriendo probar al enfermo, los dioses le ayudaron a recobrar rápidamente la salud, y el hombre se levantó del lecho. Mas como no poseía los cien bueyes comprometidos, los modeló con sebo y los llevó a sacrificar a un altar, diciendo:
-¡Aquí tienen, oh dioses, mi ofrenda!
Los dioses decidieron también burlarse entonces a su vez del embustero, y le enviaron un sueño que le instaba a dirigirse a la orilla del mar, donde inmediatamente encontraría mil monedas de plata.
No pudiendo contener su alegría, el hombre corrió a la playa, pero allí cayó en manos de unos piratas que luego lo vendieron. Y fue así como encontró las mil monedas de plata.

 

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El enfermo y su doctor

 

Habiéndole preguntado un médico a un enfermo por su estado, contestó el enfermo que había sudado más que de costumbre.
-Eso va bien dijo el médico.
Interrogado una segunda vez sobre su salud, contestó el enfermo que temblaba y sentía fuertes escalofrios.
-Eso va bien -dijo el médico.
Vino a verle el médico por tercera vez y le preguntó por su enfermedad. Contestó el enfermo que había tenido diarrea.
-Eso va bien -dijo el médico, y se marchó.
Vino un pariente a ver al enfermo y le preguntó que cómo iba.
-Me muero -contesto- a fuerza de ir bien.

 

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El estómago y los pies

 

El estómago y los pies discutían sobre su fuerza.
Los pies repetían a cada momento que su fuerza era de tal modo superior, que incluso llevaban al estómago.
A lo que éste respondió:
-Amigos míos, si yo no les diera el alimento, no me podrían llevar.-

 

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El eunuco y el sacerdote

 

Un eunuco fue en busca de un sacerdote y le pidió que hiciera un sacrificio en su favor a fin de que pudiera ser padre.
Y el sacrificador le dijo:
- Observando el sacrificio, pido que tú seas padre; pero viendo tu persona, ni siquiera me pareces un hombre.


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El fanfarrón

 

Un atleta, que era muy conocido de sus conciudadanos por su debilidad, partió un día para tierras lejanas.
Volvió después de algún tiempo, anunciando que había llevado a cabo grandes proezas en distintos países; contaba con especial esmero haber hecho en Rodas un salto que nunca antes ninguno de los atletas coronados en los juegos olímpicos había sido capaz de realizar, agregando además que presentaría los testigos de su hazaña si algunos de los que allí se hallaban presentes venían alguna vez a su tierra.
Uno de los oyentes tomó la palabra y dijo:
-Oye, amigo: si eso es cierto, no necesitamos testigos; esto es Rodas, da el salto y muéstralo.

 

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El gallo y la comadreja

 

Una comadreja atrapó a un gallo y quizo tener una razón plausible para comérselo.
La primera acusación fue la de importunar a los hombres y de impedirles dormir con sus molestos cantos por la noche.
Se defendió el gallo diciendo que lo hacía para servirles, pues despertándolos, les recordaba que debían comenzar sus trabajos diarios.
Entonces la comadreja buscó una segunda acusación: que maltrataba a la Naturaleza por buscar como novias incluso a su madre y a sus hermanas.
Repuso el gallo que con ello también favorecía a sus dueños, porque así las gallinas ponían más huevos.
- ¡Vaya —exclamó la comadreja—, veo que bien sabes tener respuesta para todo, pero no por eso voy a quedarme en ayunas! —y se lo sirvió de cena.

 

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El gato y las ratas

 

Había una casa invadida de ratas. Lo supo un gato y se fue a ella, y poco a poco iba devorando las ratas.
Pero ellas, viendo que rápidamente eran cazadas, decidieron guardarse en sus agujeros.
No pudiendo el gato alcanzarlas, ideó una trampa para que salieran.
Trepó a lo alto de una viga, y colgado de ella se hizo el muerto. Pero una de las ratas se asomó, lo vio y le dijo:
— ¡Oye amiguito, aunque fueras un saco de harina, no me acercaría a tí!

 

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El guerrero y los cuervos

 

Partió un hombre para la guerra, pero en el camino, oyendo graznar a los cuervos, tiró sus armas al suelo y se detuvo.
Las tomó al rato nuevamente y prosiguió su marcha; más otra vez graznaron los cuervos. De nuevo se detuvo y entonces les dijo:
-¡Pueden gritar cuanto les venga en gana, pero no tendrán un banquete con mi carne!

 

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FIN

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Las fábulas de Esopo. Volumen III.

Esopo


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Categoría(s): Ficción, Juvenil, Leyendas, mitos y fábulas, Griegos y romanos
Fuente: Feedbooks
Table of Contents
Las fábulas de Esopo. Volumen III.
Esopo
El hombre al que mordió un perro
El hombre y el león de oro
El hombre y el león viajeros
El hombre y el sátiro
El hombre y la estatua
El hombre y la hormiga
El homicida
El jardinero y el perro
El jardinero y las hortalizas
El joven pastor anunciando al lobo
El joven y el escorpión
El labrador y el águila
El labrador y el árbol
El labrador y la cigüena
El labrador y la fortuna
El labrador y la serpiente
El labrador y la víbora
El labrador y las grullas
El labrador y los perros
El labrador y sus hijos
El ladrón y su madre
El león apresado por el labrador
El león enamorado de la hija del labrador
El león y el asno
El león y el asno presuntuoso
El león y el boyero
El león y el ciervo
El león y el delfín
El león y el jabalí
El león y el mosquito luchador
El león y el ratón
El león y la liebre
El león y los tres bueyes
El león, la zorra y el asno
El león, la zorra y el ciervo
El león, la zorra y el lobo
El león, la zorra y el ratón
El león, Prometeo y el elefante