DESTELLOS
HACIA
LA CONSCIENCIA

 

 

Miguel Oller Gregori

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Texto y Dibujos: Miguel Oller Gregori

Diseño portada/maquetación: Miguel Oller Gil

ISBN: 978-84-17003-37-1

Imprime: Olelibros

 

 

 

 

 

 

A mi madre y ala
memoria de mi padre.

 

 

 

 

 

 

A todos aquellos que Son
la voluntad de seguir sus sentimientos
hacia el encuentro con su Esencia.

 

 

 

INTRODUCCIÓN

A lo largo de la vida se suceden circunstancias que vamos afrontando según nuestras motivaciones, creencias y aprendizajes, resistiendo al ineludible fluir de la existencia. El siguiente relato pretende ser un granito en la búsqueda de los colores del Sendero, que aunque “no hace granero, ayuda al compañero”.

A lo largo de las páginas se nos sugiere adentrarnos en ese compromiso de aventurarse en querer saber para llegar a comprender. Hay preguntas trascendentales que intentan encontrar sentido a la supervivencia, buscando poder anticiparse a los conflictos para evitar el dolor y el sufrimiento. Pueden resultar poco alentadoras las palabras de Napoleón Bonaparte cuando afirmaba: “Sólo hay dos palancas que muevan a los hombres: el miedo y el interés”.

Buscar el placer y evitar el dolor son las dos motivaciones más importantes en el ser humano. ¿Por qué? La inclinación según qué momentos hacia una u otra tendencia depende de los paradigmas, filtros o creencias que determinan las prioridades y criterios de decisión en cada ser humano.

En todas las culturas de la historia ha habido la recopilación de unos conocimientos genuinos para contrarrestar la fisiología de la supervivencia. Aceptar que somos únicamente animales restaría trascendencia a las decisiones.

Un mundo atenazado por el “tanto tienes tanto vales” quiebra los valores que sustentan la convivencia.

Resulta desalentador reconocer que los medicamentos más recetados sean los analgésicos y los antidepresivos. Nos podemos preguntar por qué la neurosis afecta cada vez más a nuestra sociedad.

Las continuas contradicciones a las que nos enfrentamos sitúan al deseo como protagonista junto al inconformismo y la frustración que se derivan de no satisfacerlos.

La idea, adaptada, de la puerta, está basada en el libro “Los principios del iniciado” de Kwan Yin.

En el recorrido se hace alusión a los siete Principios Universales, leyes que aportan discernimiento y comprensión para situar en perspectiva la búsqueda de la esencia.

El conocimiento, aún con sus contradicciones, implica el compromiso de querer comprender para reverenciar la existencia.

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Darías todo lo que sabes,
por la milésima parte de lo que ignoras?

 

 

 

 

 

“De tal suerte atiende tan solo
al recto cumplimiento de la acción
y no a la recompensa
que de ella pudiera derivarse.
No te inquiete la esperanza del premio
pero no cedas tampoco a la inacción
a que suelen abandonarse
quienes han perdido toda esperanza
de recibir recompensa por sus acciones.
Permanece a igual distancia de los extremos
y cumple con tu deber
sin otra razón que el deber mismo,
sin reparar en si serán para ti buenas o malas
las consecuencias del cumplimiento.
Mantén la misma serenidad
en el éxito como en el fracaso.
Por importante que la recta acción
pueda parecer
ha de precederla el recto pensamiento,
porque sin el pensamiento
la acción no es consciente.
Por lo tanto refúgiate en la serenidad
del recto pensar,
pues quien fía su bienestar
a los resultados de la acción
pierde la dicha
y se vuelve miserable y descontento.”

Bhagavad Guita

 

 

 

 

Cuando el alumno está preparado, llega el Maestro” reza un antiguo aforismo. En ese universo paralelo, frontera entre la vigilia y el sueño, el Caminante aún es consciente de la necesidad de su búsqueda. Algunas veces entre sus sueños recuerda escenas en las que puede medio volar, planear más bien, a baja altura. En esas leyes que rigen la consciencia... o la inconsciencia, siente la imperiosa necesidad de desembarazarse de lo irreal, aunque sea incapaz de distinguir la frontera. La alucinación, la quimera, ensueño, fantasía, pesadilla... conforman su mundo. Sin embargo, al despertar, recuerda sus vuelos con satisfacción y consuelo.

Resulta enigmático entender el soñar; pasar de una realidad a otra es casi siempre cuestión de instantes. Sin un propósito determinado se dejaba mecer por esos planos paralelos en los que se balanceaba, sin conocer sus principios, ni elegirlos.

“Vive el presente...” resonaba en su mente. ¿En cuál de esos universos? se escuchaba responder. Las preguntas podían abalanzarse para establecer limitaciones, ajustarse a principios, normas, códigos... aferrándose a la supervivencia, aunque sin desearlo en su soñar se supiera inmortal.

 

 

Había tenido destellos de otras vidas, lejos de determinar si pasadas o futuras. El tiempo, la corporeidad, la materia eran conceptos que había aprendido en la escuela; los había aceptado y convivía con ellos. Sus paradigmas eran puestos a prueba cada día, en cada momento. Sabía que estaba desaprendiendo. Muchas enseñanzas cumplían objetivos conformistas, poco comprometidos con la esencia.

En ese peregrinar por los planos de la existencia se enfrentaba constantemente a retos, encrucijadas en las que la cordura lucha por desasirse, consciente de su simbólico y contradictorio lenguaje.

Eso que llamaba intuición era el contrapunto frente aquello a lo que se aferraba. Verdades y falsedades fluían y pugnaban entre ellas, intentando escalar un protagonismo contradictorio.

Unas veces era la curiosidad, otras el deseo de enfrentarse a sus miedos, otra la imperiosa sed de aprendizajes. La mayor parte de las veces se deja llevar.

Arbitrar las batallas entre realidad o fantasía le resulta agobiante, sabe de muchas variables en la existencia que corresponden a factores que están más allá de su control consciente. Su vigilante muchas veces se siente desbordado y el temor aflora.

 

 

Se entrega discerniendo que cualquier ligera odisea ofertaba una oportunidad; las contrariedades a las que se enfrentara eran parte de las veredas.

Aparentemente se le ofrecen, presentan... se disfrazan de metas. El reencuentro hacia su esencia dirige sus pasos. La Providencia observa sus pasos y las decisiones objeto de sus inquietudes.

Últimamente había soñado varias veces que podía planear, como deslizándose a ras de suelo, a baja altura, ante la mirada de sorpresa de cuantos le rodeaban. Se despertaba con la agradable sensación de haber superado algún escollo.

Aunque considere que la edad tiene correlación con los años cumplidos, algo más allá siente que le reclama. Ha cumplido los cincuenta, intenta desasirse de un vacío que le mina el ánimo. Intenta recorrer el Sendero bañándose en el aprendizaje, porque su esencia le demanda entendimiento, comprensión. Se enfrenta al requerimiento de cada día con diligencia, pero un cansancio que viene del alma le hace consciente de cargas que le abruman, aguzándole el inconformismo.

Sabía que, muchas veces, ceder era la mejor manera de vencer. Recuerda una y otra vez el proverbio chino que decía: “No puedes evitar que los cuervos revoloteen sobre tu cabeza, pero sí que aniden en ella”.

Más de lo conveniente se había preguntado cómo conseguirlo. ‘Piensa en algo diferente, desconecta’, se decía... Pero ¿cómo?

En sus aprendizajes necesitaba un hueco para la voluntad y la perseverancia frente a los embates de los vendavales en campo abierto, muy a su pesar.

Herencias y testimonios de otros buscadores habían allanado ciertas partes del Sendero. La perplejidad, la duda y Quizá la inconsciencia le permitían dejarse llevar, confiando en la Providencia. Pequeños destellos le iluminaban cuando la noche parecía más tupida. Aún así dudaba de sus vigilias, incluso de los descansos en brazos de Morfeo.

Se debatía entre lo conveniente de tomar las cápsulas de sabiduría que recetaban algunos Maestros y seguir los impulsos del instinto. Recordaba, a manera de báculo, sentencias de grandes maestros del pasado, como la de J. César: “Nada es tan difícil que no pueda conseguir la fortaleza”.

Quería pensar que había motivaciones, como el ayudar, el compartir, el sentirse útil... que, a manera de pedales, podían contagiar un fértil entusiasmo, capaz de arrastrar y hacer llevadera la carga de la existencia en él mismo y en cuantos le rodeaban. En su soñar intuía su caminar hacia destellos de consciencia.

 

 

En un Universo Mental todo era realidad.

Mantenía enconados enfrentamientos al tratar de dilucidar sobre el bien, el mal, lo conveniente o inconveniente, cuando llegada a encrucijadas. Evaluaba sus fuerzas y calibraba el ritmo. Quizá el cansancio, el infortunio o los espejismos tuvieran suficiente peso y fueran motivo para abandonar su senda. Quizá se sintiera pionero en esos derroteros, pero ya otros habían intentado encontrar un sentido a la desgracia, a la injusticia, a los sinsabores de la existencia y estrategias para eludirlos. El tiempo había tergiversado muchos de los mensajes de Maestros y creado religiones a su vera, subyugando voluntades, empañando el propósito, aunque la esencia siguiera intacta. Lo que le molestase o indignara era asignatura pendiente en su aprendizaje, porque dependía de cómo lo juzgara y eso era decisión suya. Por encima de todo sabía que era una estrella en el firmamento, sin que dos fueran iguales.

“Caminante no hay camino, sino estelas en la mar.”, decía el poeta A. Machado.

Sus motivaciones para seguir en el sendero a veces habían caído en punto muerto. Ése era el momento actual. Necesitaba un salto de perspectiva. Miraba hacia atrás con nostalgia, adelante con temor, pero su esencia le reclamaba.

 

 

Repasaba los momentos de dificultad, los sinsabores de buscar el bien, aún sabedor de la relatividad del concepto. Se dice que el Sendero es complicado, difícil, lleno de contrariedades... le falta el contrapeso de la satisfacción, de la alegría por lo compartido, la ilusión por los nuevos retos... Dudaba seriamente de sus fuerzas. Apenas ve sus huellas en el camino cuando vuelve la cabeza en busca de méritos que lo impulsen. Un brote de desánimo va creciendo desde hace un tiempo. Titubea al calibrar exactamente el por qué. Se despierta en medio de la noche aguzado por tratar de encontrar las piezas desensambladas.

En los diálogos consigo mismo intenta auto convencerse de que es algo transitorio, pasajero. Sabía que eran las vacilaciones antes de dar un salto.

Probablemente era recuperar aliento. Se debate en cavilaciones, cuestiona sus aprendizajes, objeta sus decisiones. Se pregunta hacia dónde camina, en medio de las sombras. Se debate entre el vacío que siente y el peregrinaje efectuado. Respira, intentando serenarse. Sabe a qué responde ese acoso de los demonios de la desconfianza y a pesar de ello siente sus hoscos mordiscos. Intenta aferrarse a sus más estrictas convicciones, pero siente vacío al rebuscar en sus logros. Le corroe entrever el origen de su pesimismo.